Reactivando A Los de Siempre

Se ha documentado con bastante detalle los serios problemas en el manejo de los 30 mil millones de soles del programa del estado ReactivaPerú. El domingo el premier Zeballos, preguntado el premier sobre “¿Qué van a hacer para que la segunda fase de Reactiva Perú no presente los mismos problemas?”, respondió “Definitivamente eso está en revisión….si por un lado alentamos la economía, el pago de las remuneraciones, por el otro no se puede despedir a los trabajadores”. Inmediatamente, Roque Benavides, apoyado por un coro de operadores de la Confiep, salió a decir que el gobierno tenía un “sesgo anti-empresa” y pidió la cabeza del premier mientras respaldaba a la ministra de economía diciendo que “hace mucho esfuerzo, pero pareciera estar muy solitaria en el gabinete con gente que tiene otras ideologías”. Apenas dos días después, el martes pasado, un nuevo decreto supremo (DS 154-2020-EF) del ministerio de economía y finanzas establecía que ReactivaPerú seguirá bajo las mismas condiciones hasta setiembre con 30 mil millones adicionales. Mientras tanto, luego de 100 días de cuarentena y con la pobreza y el desempleo golpeando brutalmente a millones de peruanos, la entrega del Bono Universal sigue sin llegar a 5 mil millones de soles y un indispensable segundo bono “está en evaluación”.

CASOS CRÍTICOS DE REACTIVA PERU

Se han difundido varios casos absolutamente cuestionables respecto del uso de estos fondos del estado. Resalta el dinero entregado al estudio de Horacio Cánepa, un abogado del PPC que lideraba los arbitrajes por los cuales Odebrecht y socias sacaron miles de millones del estado, arbitrajes por los que cobraba jugosas coimas. Tal vez una de las peores es la entrega de fondos a las empresas CESEL S.A. y HOB Consultores S.A., que recibieron 10 millones y 3,2 millones de soles de ReactivaPerú. Estas empresas eran las encargadas de supervisar las obras de Odebrecht, OAS y otras constructoras corruptas, pero les daban el visto bueno validando que habían hecho una serie de obras y trabajos inexistentes por los que cobraron cientos de millones de soles. Estas empresas supervisoras cobraban harto del estado, en la Transoceánica Sur casi US$ 150 millones, pero igual promovieron adendas con sobrecostos a favor de Odebrecht y socias por más de US$ 800 millones, adendas que luego fueron aprobadas en Ositran por Juan Carlos Zevallos, encarcelado por haber recibido US$ 780 mil dólares de coimas de Odebrecht.

Otro roche ha sido el que se haya dado harto dinero a empresas que han reaccionado despidiendo masivamente a trabajadores. El grupo El Comercio, por ejemplo, ha recibido más de 38 millones, la mayoría mediante el Banco de Crédito, y ha despedido un centenar de periodistas y trabajadores. El mayor accionista del grupo El Comercio es el corrupto José Graña, coimerazo, principal socio peruano de Odebrecht. El Comercio tiene un juicio por ser monopolio y un proceso por prácticas anticompetitivas, ambos paralizados ante la fuerza mediática del grupo. 

Particularmente criticable me parece el caso del grupo Intercorp, propiedad de Carlos Rodríguez Pastor (conocido en el argot empresarial como CRP), el mayor billonario del Perú cuya fortuna personal supera los 12 mil millones de soles. Es decir, plata no le falta, para nada, como para darle respaldo a sus empresas y mantener el pago a sus trabajadores. Pero no, prefirió estirar la mano y pedir plata del gobierno fácil y barata. En total, nueve empresas de CRP recibieron el tope de diez millones de soles cada una. Aunque tiene muchísimo dinero y le sacó 90 millones al estado, igual dos de sus empresas, los hoteles Casa Andina (Nessus Hoteles Perú) y la cadena de cines Cineplanet (Cineplex SA), dejaron de pagarle a sus trabajadores con la llamada suspensión perfecta de labores, que  no es otra cosa que un despido encubierto. CRP es además dueño del Interbank, el cuarto banco más grande del Perú, que ha sacado más de 3 mil millones de soles del BCR con garantía del MEF para darle a sus clientes, cobrando su extra de tasa de interés, comisiones y demás cargos, por supuesto. Lo llamativo de este caso es que de acuerdo al Decreto Legislativo 1455 del 6 de abril los fondos de ReactivaPerú no podían ser destinados a empresas vinculadas a bancos, pero apenas cinco días después el DL 1457 cambia esa norma para permitir que sí se pueda prestar esos dineros a empresas de grupos que controlan bancos. ¿Norma con nombre propio? Por lo menos, está totalmente claro quien ha sido de lejos el principal beneficiario del DL 1457, con 90 millones de soles: el primer billonario del país, el mismo que no pagará impuesto a la riqueza gracias a que la Confiep y la ministra Alva se han opuesto tajantemente a que esa medida de justicia social se establezca.

ACLARACIÓN NECESARIA

Para justificar tamaño despropósito, los allegados a la Confiep y a los bancos aducen que Reactiva Perú son préstamos que serán devueltos, por lo que según ellos no hay ningún problema. Tal afirmación oculta más que lo que dice. En primer lugar, porque siendo esos 60 mil millones de soles dinero del estado, es perfectamente legítimo si están siendo bien utilizados y si no hay quienes los merecen más. Millones de peruanos pagan créditos hipotecarios, de consumo o de carro a tasas de interés que son tres o diez veces más que los otorgados a esos millonarios ¿por qué no hay para ellos? Nuestros agricultores y microempresarios necesitan mucho más esos recursos para producir y remontar la crisis ¿no es obvio que debió dirigirse a ellos prioritariamente el dinero?

En segundo lugar, porque es falso que esto no le cueste nada al fisco. Claro que le cuesta y le costará, porque esos préstamos son garantizados por el Tesoro Público, es decir, por el dinero de nuestros impuestos. Los bancos privados casi no corren riesgos en esta movida porque si no les pagan, entre el 90% y el 98% se lo cobrarán al MEF. Sin embargo, aunque los riesgos son principalmente del estado, no hay una línea en los decretos o contratos respectivos para que compartan las posibles ganancias con quien pone la plata. Apuesto públicamente que sumarán miles de millones lo que los bancos privados le cobrarán al ministerio de economía y finanzas (vía COFIDE) por este negocio.

CONCENTRACION Y EXCLUSION

La gran mayoría de este dinero ha ido a las grandes empresas y solo una porción muy minoritaria a las pequeñas y microempresas. Más del 80 por ciento de los fondos ha ido a medianas y grandes empresas, dejando de lado a las pymes, entre las cuales menos del 3 por ciento de las formalizadas ha accedido a esos fondos. La realidad ha estado muy lejos de lo que anunció el gobierno cuando presentó este programa Reactiva Perú:  dijo que llegaría a 350 mil pymes y no ha llegado ni a la sexta parte de esa cantidad, cobrándoles por cierto una tasa de interés mayor que la facilitada a las grandes empresas. Apenas un tercio de los fonos se ha prestado fuera de Lima.

Buena parte del dinero del estado se ha ido a empresas que no lo necesitaban realmente. La minera Volcan que ha tenido ganancias extraordinarias por décadas gracias a la privatización de Centromin, la trasnacional Chinalco que cuenta con el respaldo de los inagotables recursos del estado chino o las clínicas privadas que en esta temporada han hecho un negoción y han sacado grandes ganancias con la epidemia cobrando precios exorbitantes. ¿Es razonable que cuando millones de pequeños y microempresarios la están pasando durísimo y vean quebrar sus emprendimientos por falta de dinero, el estado peruano esté dándole plata fácil a grandes millonarios y a trasnacionales que ni siquiera se han visto mayormente afectadas?

Esta concentración y esta exclusión no ha sido algo decidido por bancos en competencia. Más del 90 por ciento de los fondos ha ido a los cuatro bancos que dominan el sistema financiero, y más de la mitad a un solo banco, el BCP. Poco han recibido las cajas municipales, y nada ha sido para los bancos públicos como el Banco de la Nación o el Agrobanco, o para las cooperativas de ahorro y crédito que bien administradas son las que más llegan a las zonas rurales y microempresarios. La política del MEF y el BCR ha estado orientada a favorecer a los grandes bancos, otorgándoles un enorme poder. Ha sido el grupo Credicorp, con sede en el paraíso fiscal de las Islas Bermudas y de donde salieron los 3 millones 600 mil dólares que su presidente Dionisio Romero le entregó a Keiko Fujimori en maletines llenecitos de billetes verdes, el que ha decidido a quien darle y a quien negarle 14 mil millones de soles, más de la mitad del total otorgado por el estado. De esa manera se ha alentado una mayor concentración en el negocio bancario, rubro en el cual ya existe un oligopolio que nos contra altas comisiones y que por una década ha venido obteniendo ganancias extraordinarias del orden del 20 por ciento anual.

La responsabilidad directa de estos hechos recae en el BCR, con su presidente Julio Velarde y los directores fujimoristas José Chlimper y Rafael Rey, ya que es el BCR quien ha asignado estos fondos. La ministra de economía y finanzas, por su parte, es la responsable política de los decretos y las garantías otorgadas.  No es de extrañar que para Roque Benavides, el adalid de la Confiep, Velarde sea “un prohombre de nuestra patria” y la ministra de economía alguien que “hace mucho esfuerzo”. En lo que no tiene razón, definitivamente, es cuando dice que Alva está “muy solitaria en el gabinete”, como se ve tras el decreto DS 154-2020-EF dando continuidad sin cambios a un Reactiva Perú que hasta el premier Zeballos señaló que debía revisarse.

Reactivación Neoliberal de Alto Riesgo

Hay tres datos importantes esta semana para entender lo que pasa. Uno, que la epidemia no está controlada ni nada parecido, sino que sigue golpeándonos con ferocidad. Dos, que al levantamiento fáctico de la cuarentena se suma el anuncio de Vizcarra del plan “Arranca Perú” que refuerza esta política, sin haberse resuelto el problema de contagio en los mercados y el transporte público ni asegurar que las empresas apliquen protocolos sanitarios. Se oficializa así que la vida y la salud han dejado de ser la prioridad número uno. Tres, el balance de ReactivaPerú, que entregó el 62% de los fondos a un solo banco ((18 mil millones de soles para el BCP), 150 millones de soles prestados a las empresas del ultramillonario Carlos Rodríguez Pastor y dando menos del 3 por ciento de las micro y pequeñas empresas, lo que revela de la reactivación de quiénes estamos hablando.

LO PRIMERO: CUIDARSE Y NO HACER DAÑO

Dada la fuerza de la epidemia, la cantidad de gente en las calles y el aumento de riesgos que trae el invierno, es necesario insistir en el cuidado personal.

Cuando hay más enfermos y más circulación, hay más gente que contagia. El invierno trae frío y tendemos a cerrar las ventanas de las casas, negocios y ómnibus. Pero en un ambiente cerrado, los virus se quedan más tiempo en el aire; una persona tose o estornuda en el “coaster” y millones de virus (literalmente cierto: ¡son millones!) salen y se quedan flotando en el aire, generando un alto riesgo de contagio. Con el fuerte hacinamiento y pequeños espacios en los que viven muchísimos peruanos, la persona que llega a una casa respirando y conversando suelta el virus, que con las ventanas cerradas permanece ahí y es fácilmente respirado por sus familiares. El riesgo, en invierno, crece; eso lo sabemos de los resfriados de todos los años y este coronavirus no es la excepción. Si tuviéramos el bono universal, y al igual que hacen Chile, España, Francia, Italia, Estados Unidos y muchos otros países, el estado le diera a los trabajadores para subsistir tres o cuatro meses, mucha gente no estaría obligada a exponerse a ese riesgo, pero el ministerio de economía y finanzas no quiere soltar el puño.

Hay que tener muchísimo cuidado y forzarnos a cambiar nuestras costumbres: el micro, el negocio y la casa con las ventanas abiertas (nosotros con doble chompa si hace falta); salir lo menos posible y con mascarilla N95, de esas que algunos llaman quirúrgicas (ya han bajado de precio).

Los médicos tienen esta frase en latín: Primun Non Nocere. Lo primero es no hacer daño. Al demorar el Bono Universal y negarse a sostenerlo varios meses la ministra Alva se ha olvidado de este principio ético básico, pero nosotros no debemos tener similar desprecio por la vida humana. Con la mascarilla también cuidamos a los demás, sobre todo si usamos una de buena protección; no usen esas con filtro de respiración que están orientadas a que no pase el polvo o el humo pero sí facilitan que salga el aire que se exhala (que es donde están los virus!). Añado que en esta temporada hay que tener mucho cuidado con las toses y estornudos, que expulsan virus en grandes cantidades y son principal fuente de contagio: si tienen que hacerlo, háganlo sobre el brazo y no de frente hacia sus seres queridos o el ambiente público.

LA EPIDEMIA Y EL CONTRASTE

En Beijing, China aparecieron apenas 70 casos y se ha cuarentenado una gran parte de la ciudad, aunque allá el estado no abandona a la población a su suerte y les lleva alimentos y medicinas puerta por puerta. En Perú tenemos diariamente unos 6 mil nuevos casos (100 veces más) y unos 200 muertos, pero la Confiep quiere su reactivación neoliberal y la pasa de contrabando junto a la extrema necesidad de los pauperizados sin bono.

En China hacen pruebas y siguen contactos masivamente, con gran efectividad porque los casos nuevos son pocos, tienen un estado fuerte con sólidas bases territoriales y una población que colabora ampliamente con el estado. Ellos tienen capacidad de respuesta demostrada, pero aún estando en verano impone duras cuarentenas. 

¿Estamos haciendo lo suficiente en el Perú para defendernos contra la muerte? Debido a la multiplicación de la epidemia, tenemos más de mil personas en UCI con ventilador luchando contra la muerte. El aumento de casos ha llevado a que muchos sufran falta de oxígeno y nuestros hospitales tengan una sobrecarga agravada por el práctico levantamiento de la cuarentena de veinte días atrás, pero el MEF manda de la mano de la Confiep e impone su reactivación.

 ECONOMIA, EMPLEO Y BONO

La reactivación neoliberal actual, “dejando libre al mercado” y favoreciendo a las grandes empresas, es de alto riesgo, y también de poco empleo y mucha desigualdad como lo demuestra nuestra experiencia anterior. Hay otra opción: poner por delante la salud y la economía de la gente, no las ganancias de las grandes empresas y la riqueza de los billonarios.

Recordemos porqué es que no se ha logrado éxito en el martillazo para doblar la curva de la epidemia y hacer que los casos y muertos empiecen a bajar: porque la gente desesperada por subsistir salió a vender lo que sea a calles y mercados, multiplicando contagios. Bajo el nombre de “reactivación económica” se ha levantado prácticamente la cuarentena y eso es lo que ha causado que la epidemia agarre nuevo impulso; como bien anotó Farid Matuk fue exactamente a los 18 días del fin real de la cuarentena cuando el número de fallecidos repuntó. Al mismo tiempo, la Confiep y las grandes empresas aprovecharon para volver a hacer negocios sin garantizar el cuidado de la salud pública, con el combustible de los 30,000 millones de soles que el MEF les ha dado vía ReactivaPerú.

¿Qué hacer? Empecemos por el Bono o Ingreso Universal, recordando que Chile acaba de aprobar una política de este estilo para varios meses, que España la ha aprobado permanentemente y que organismos internacionales como el BID y las Naciones Unidas promueven un apoyo económico masivo para las familias en Latinoamérica. En el Perú todos los “bonos” (hay cuatro en una suma de parches) dados a la fecha no suman 5 mil millones de soles cuando a la banca y grandes empresas les han dado ya 30 mil millones y aprobado darles 30 mil más, así que hay fondos y es viable dar el bono varios meses más en Perú, mientras contenemos y derrotamos al coronavirus.

Junto con ello, es de altísimo riesgo una reactivación con levantamiento de cuarentena sin las salvaguardas necesarias en relación a los serísimos problemas de contagio, enfermedad y muerte que pueden generarse. ¿Cómo se van a transportar en Lima y otras grandes ciudades toda la gente para desplazarse a sus trabajos, siendo obvio que en las condiciones actuales se generarían grandes concentraciones de gente que llevarían a un contagio masivo? ¿Cómo van a resolver el problema de los cientos de miles de comerciantes minoristas, para los cuáles ante la ausencia de una ayuda económica como el bono o una estrategia inteligente de empleo seguro, solo oscilan entre darles palo o permitirles un contagio masivo a ellos y a sus clientes?

En las actuales circunstancias, no podemos pensar en una economía gobernada por el “libre mercado” sin un mínimo de planificación, aunque sea en relación al objetivo de controlar los contagios manteniendo un mínimo de distanciamiento físico y protocolos de cuidado de la salud pública, junto con el de generar empleo y desarrollo social. Abrir este camino requiere primero darle un sustento económico a la gente, para que pueda comer y no esté angustiada: eso es el bono universal sostenido. Eso lograría, además, reestablecer una conexión y una confianza de la ciudadanía en el estado.

Con esa base, el estado tiene que reorganizar los puntos críticos de los mercados y el transporte, algo que implica que todos aceptemos una reorganización de los horarios de trabajo y compras, y asegurar que todas las empresas medianas y grandes tengan protocolos sanitarios adecuados y fiscalizar con sanciones draconianas.

Si queremos cuidar la salud y la vida, recién logrado eso debiéramos lanzarnos a reactivar sectores productivos y promover nuevas ramas, sobre todo en servicios a distancia y otros rubros donde el riesgo a la salud pública sea bajo. En ese sentido habría que reorientar los esfuerzos de diversificación productiva, una política que para generar empleos ahora adquiere mayor importancia pero apuntando en nuevas direcciones. Por ejemplo, las industrias culturales tienen que pensar en servicios y espectáculos en línea, la artesanía tiene que vender por delivery y la educación debe reestructurarse con clases a distancia lo que también le amplía sus posibilidades y horizontes enormemente. En un enfoque de este tipo, una nueva mirada a las economías regionales, que ponga énfasis en las zonas de altura donde siempre ha habido mayor pobreza y que ahora son las menos afectadas por este coronavirus, resulta indispensable.

Huayno a Dos Metros con 10 Millones con Hambre

BAILANDO HUAYNO A DOS METROS DE DISTANCIA

En la calle hay más gente circulando, aunque todavía lejos de lo que antes podíamos considerar “normal”. Aunque la cuarentena desde un punto de vista legal continúa, en la realidad se ha convertido en una semi-cuarentena: algunos la cumplen y otros no. Felizmente el uso de la mascarilla hoy es generalizado y mucha gente intenta mantener la distancia, aunque no siempre eso es posible en los mercados y el transporte público, y no faltan claro grupos de irresponsables, consigo mismos y con la sociedad que hasta organizan fiestas y chupandas.

¿Será suficiente esta semi-cuarentena para evitar que el COVID-19 se acelere, cuando esta epidemia no llegó nunca a tener una tendencia a la baja y en Lima y varias ciudades de la costa y selva los hospitales siguen totalmente sobrepasados? Tremenda duda, una duda mortal. Mi opinión es que debió irse a lo seguro, asumir la postura de Bolognesi de luchar frontalmente contra el enemigo hasta quemar el último cartucho, para lo cual había que repartir rápidamente un bono universal que realmente llegara a todos los peruanos y ser mucho más cauteloso con estos anuncios de “reactivación económica” cuando millones sufrían necesidad extrema. Pero ya estamos en este caballo a mitad del río y hay que hacerlo lo mejor posible.

A nivel internacional Tomás Pueyo planteó hace unos meses que para enfrentar esta epidemia habrían dos etapas, “el martillo y el baile”, traduciendo en políticas lo que la modelación de la epidemia por parte del Imperial College London sugería. La cuarentena era el martillo; luego de que esta bajara la curva de enfermos y muertos debía venir “el baile”, una etapa en la que debía irse de a pocos abriendo la circulación y con ello la producción. Para el Perú, el ingeniero Ragi Yaser Burhum lo tradujo como “el martillo y el huayno”, y no deja ser una paradoja el que se considera este baile de origen serrano cuando es en las provincias de mayor altura donde el Covid-19 ha golpeado mucho menos. Nosotros ya empezamos el baile del huayno aunque el martillazo no aplanó la curva, que era la condición básica de los modelos y planteamientos iniciales. No nos queda, ahora, sino bailar, manteniendo la esperanza de que este huayno no nos lleve a un tsunami mortal de coronavirus y obligue a una nueva encerrona.

BAILANDO A DOS METROS DE DISTANCIA

Empecemos recordando que, ya que estamos bailando un huaynito, no podemos bailarlo como solemos: tenemos que hacerlo a más de dos metros de distancia con mascarilla puesta. Nadie quisiera tener que bailar así, sin acercarse a la pareja y con media cara tapada. Pero así es la vida y debemos agradecer que al menos podemos hacerlo y mirarnos a los ojos.

Yo personalmente no soy nada bailador y lo que extraño mucho es el poder gozar una conversación, un lonche o unos juegos de mesa con mis hijas o mis amigos, y salir a comer algo rico y tomarse un traguito.  Quisiera mucho también poder ir a la universidad, hablar relajado con mis colegas tomando un cafecito, hacer mi clase, ayudar a estudiantes y trabajar con jóvenes promesas de la profesión. Muchas de esas cosas ahora las hago vía Zoom, wasap o similar pero definitivamente no es lo mismo, sobre todo con mis seres más queridos. Poco a poco tendremos que pensar como nos vinculamos en el mismo espacio pero manteniendo la distancia y condiciones de seguridad, respetando esos límites que la emoción nos urge traspasar. 

¿Sabemos algo más de las medidas de precaución? Un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista de salud pública The Lancet revisó 172 estudios observacionales y 44 análisis comparativos en coronavirus. Dos cosas me llamaron la atención de las que había oído pero no estaba tan consciente: las máscaras de tela simple sirven (76% de eficacia) pero las N95, que son esas más profesionales, sirven mucho más (96 por ciento de efectividad), así que ya no salgo sin mi N95. La otra es que cubrirse los ojos es bien importante, la protección ocular reduce el riesgo en 78 por ciento, recordando que infectarse a través de los ojos puede suceder porque el virus llegó a través del aire o porque nos lo pusimos ahí al frotarnos los ojos.  Se ratifica que mantener un metro de distancia reduce el riesgo en más de 80 por ciento, pero si pueden estar a dos metros el riesgo es todavía menor.

Mi familia y yo aún tratamos de ir de compras lo menos posible: a veces logramos hacer pedidos que nos traigan a casa, en la bodega de la esquina hay atención con poca gente, otras veces hay que salir al mercado o supermercado. Ni modo. Felizmente, somos profesores universitarios y profesionales de lo simbólico y analítico y ninguno tiene que salir a trabajar. Cuando hay que transportarse, evitamos el transporte público; caminar o usar bicicleta es seguro y nos da aire, hacemos ejercicio y no generamos contaminación y congestión, pero eso no es posible para todos. Las grandes empresas debieran proveer transporte seguro a su personal.

En el trabajo, hay que mantener la misma regla, con firmeza, sin excepciones: más de dos metros de distancia de los demás en todo momento y con una mascarilla bien protectiva, si no es una N95 al menos una que tenga varias capas de tela (no de cualquier manera, hay algunas combinaciones y tipos de tela recomendadas por los estudios realizados). Deben lavarse las manos y desinfectar las superficies con frecuencia, al menos una vez cada hora. Tenemos que asumir con rapidez esta difícil realidad, está costumbre que no es sencillo asimilar. Y no podemos aceptar que un empresario obligue a trabajar a poca distancia y sin las medidas de seguridad necesaria; cuando así pase, hay que tomar las fotos, subirlas a las redes, denunciarlos y hacerles roche: la vida es lo primero. No podemos permitir que vuelva a suceder como en Antamina que terminó con más de doscientos casos de coronavirus y al menos un fallecido.

En este contexto, de cuarentena levantada de facto, se mantienen reglas que hoy no parecen tener ningún sentido como la encerrona de los domingos y desde las 9 de la noche. Hoy, claramente el mantener la distancia física es una responsabilidad que recae sobre los ciudadanos, ya no sobre la policía o el ejército, y lo mejor es que haya más espacios abiertos durante más tiempo. Conviene que las tiendas y bancos atiendan horarios más prolongados para facilitar la distancia física entre las personas, y eso no solo debiera ser permitido sino facilitado y hasta obligado.

EL BONO UNIVERSAL SIGUE SIENDO NECESARIO

Algunos pueden pensar que porque la gente a está saliendo a trabajar, para qué insistir con el bono. La última encuesta del instituto de Estudios Peruanos muestra la gravedad del empobrecimiento y la crisis de las economías familiares. El 70 por ciento de los encuestados, y eso que son encuestas a teléfonos celulares y que por lo tanto no incluyen a quienes no tienen ese medio, ha reducido su consumo de alimentos.  El 35 por ciento en algún momento se ha quedado sin alimentos, es decir, con hambre y sin poder satisfacerla. Traduzcamos esto en números: ¡son 10 millones de peruanos con hambre! Para quienes pensaban que en zonas rurales el efecto es menor, se equivocan: en esas zonas el 90 por ciento (¡) come menos que antes y el 59 por ciento, casi 3 de cada 5, se ha quedado sin comida unos días. Los pobres de las ciudades, los llamados estratos D/E, tienen una situación igual de dramática: el 87 por ciento come menos y el 55 por ciento se ha quedado sin comida.

¿Esto se va a resolver de la noche a la mañana, con la “reactivación fase 2”? No, claro que no. Aun muchos negocios, como la enorme mayoría de restaurantes y servicios personales, están cerrados. Son millones las personas sin empleo, que salen a las calles a ver que comercian o que pequeño servicio realizan, en cual esquina limpian vidrios a los pocos carros que pasan, muchos de ellos de taxistas también empobrecidos. Salen a recursearse a una calle donde es muy difícil vender porque la enorme mayoría está ajustada en sus bolsillos y también asustada frente a la enfermedad y frente al desempleo y el hambre.

El estado tiene fondos para enfrentar esto. Para una emergencia es que se hicieron ahorros fiscales en el pasado. Ya dieron 30,000 millones a la banca y empresas pero a la gente no le ha llegado ni la sexta parte de esta suma, pero hace semanas que han establecido que para la banca haya otros 30,000 millones. Darle dinero a la gente más necesitada es urgente por su situación que la hace extremadamente vulnerable a cualquier enfermedad y en particular al coronavirus. Hay que superar la idea de que solo la enfermedad y la falta de oxígeno matan, también la pobreza, el hacinamiento, el hambre, la malnutrición y la precariedad.

Además, si queremos que haya alguna reactivación y que las industrias y comercios puedan reactivarse, es indispensable que haya demanda, para lo cual la gente tiene que tener algún dinerito en el bolsillo. ¿Para qué van a producirse más pantalones, libros o muebles, si las ventas van demasiado flojas?

Bailemos el huayno, ya que así se ha decidido. Pero al menos que el estado otorgue un sustento para que podamos estar todos en este baile sin tantas angustias, todos con algún respaldo económico que evite el hambre.

Futuro Indefinible

Nunca en nuestras vidas el mundo había pasado por cambios tan radicales. La situación, global, es de enorme incertidumbre, con un total desconocimiento de lo que dentro de apenas pocos meses pasaremos como sociedad y como personas. Tanto así, que ni siquiera estamos seguros de que estaremos vivos nosotros mismos o quienes concentran nuestros mayores afectos, aunque ese escenario sea tan aterrador que no nos atrevemos a mirarlo de frente a la cara.

En la mayoría de ciudades peruanas, vivimos el práctico levantamiento de la cuarentena, tras la tirada de toalla del gobierno con la fachada de “reactivación”. Se ha generado ya un movimiento y un tráfico que, si bien no es el de antes, es sustancial. Más gente en las calles y menos distancia social promueven más contagios, los que en diez días se convertirán en más enfermos graves en las puertas de los hospitales en búsqueda de camas, oxígeno y ventiladores inexistentes. ¿O será que ya hay muchos que han pasado la enfermedad sin tener síntomas y que empezará a funcionar la estrategia de pruebas y control del ministerio de salud?

Tendía a ser absolutamente pesimista hasta que vi que en España llevaba dos días sin un solo muerto por Covid-19. España era hace pocas semanas el segundo país del mundo en peor situación después de Italia, donde la cosa también ha mejorado mucho y ya se pueden ver fotos de Venecia con gente aglomerada en los puentes que cruzan sus famosos canales. ¿Qué está pasando, es que han sido exitosos con sus cuarentenas y aplicación de pruebas y aislamiento de enfermos, o es que ya se enfermaron tantos que la curva de contagios se cae, ayudados además por la llegada del verano en el norte? Si fuera el aumento de las temperaturas y de las horas de sol lo que les ayuda, ¿por qué el Covid-19 sigue azotando brutalmente a Estados Unidos y a Inglaterra, donde también ha llegado el verano?

Me quedo con la idea de que, en términos de la pandemia, cualquier cosa puede pasar, en el mundo y en el Perú. Aunque no encuentro mayores razones para sustentar alguna dosis de optimismo por esta Lima gris, los datos indican con fuerza que este coronavirus afecta menos en la altura. Me acaba de llegar la estadística: hasta fines de mayo apenas 4 por ciento de las muertes en el Perú sucedieron encima de los mil (1,000) metros de altitud. ¿Será que por una vez en la historia les va a ir mejor a la sierra y a los serranos, tan discriminados que hasta llamarlos así suena a insulto en vez de a descripción? ¿Nos ayudaría eso como país para iniciar, en nuestro bicentenario, un cambio de largo plazo sentando bases geográficas e históricas que nos resultan indispensables como nación?

LOS GOBIERNOS

Pienso que nuestro gobierno, a pesar de algunos aciertos, ha tenido errores gruesos. Es verdad que la epidemia nos agarró en pésimas condiciones. No éramos, como decían algunos, el país de gran éxito económico que debía generar envidia en los vecinos, éramos el país con un sistema de salud desastroso, con pocos médicos y camas hospitalarias, casi sin industria de medicinas y equipos de salud. El país de la informalidad, de las empresas especializadas en sacarle la vuelta a la ley, los comerciantes callejeros aglomerados, la ausencia total de planificación urbana y el transporte público más caótico del continente. El país de los empresarios tramposos que fundan sus conglomerados en paraísos fiscales y acumulan 4 mil millones de dólares sin darle nada a nadie mientras siguen ganando con su monopolio de las boticas y despiden trabajadores mientras sacan millones de fondos del estado. El país en el que las normas del estado se toman como algo relativo y en cuyas ciudades no es de sentido común pensar en el bien común.

Todo eso es verdad. Pero fue el gobierno, y no estos lastres nacionales, quien negó el apoyo económico a millones de necesitados. Tras 80 días de estado de emergencia, según el propio gobierno todavía no le han pagado ese bono a 3 millones de peruanos, casi la mitad del total planteado como objetivo (y que ya era una cantidad insuficiente). Estamos en junio y el “Bono Universal” anunciado en abril apenas ha llegado al 1 por ciento de los 8 millones de familias peruanas. Se trata de un error que ha generado enorme sufrimiento y angustia a millones y que está detrás de este “rompan filas” de la cuarentena, por necesidad económica y por pérdida de esperanza social en que pueda llegar la ayuda del gobierno. ¿Este desastroso resultado se debió a incapacidad burocrático-administrativa, a la mala estrategia de priorizar focalizaciones y listas familiares difíciles de lograr o por una política de ajuste fiscal propia del neoliberalismo? Creo que estas tres razones han conformado un combo que resultó letal, para la gente, el gobierno y el país entero.

¿Conviene entonces que caiga el gabinete y se debilite Vizcarra? Tenemos poco estado y un gobierno deficiente, pero eso es, a final de cuentas, nuestro país. Peor sería no tener nada de gobierno. ¿Será que el vaso está medio lleno y no medio vacío? Miren nomas a esos bufones, tontos pero populares, estúpidos pero amenazantes, Trump, Bolsonaro y Boris Johnson, dirigiendo el estado más poderoso del planeta (Estados Unidos), el de Sudamérica (Brasil) y la potencia mundial dominante durante dos siglos (Inglaterra). Tremendo trío de incompetentes, demagogos, irresponsables y estúpidos que se dan aires de dictadorzuelos. Ahora en Estados Unidos hay una tremenda rebelión popular porque un policía blanco asesinó brutal y alevosamente a un afroamericano, generando una ola de rechazo a la que Trump responde con amenazas de mayor represión y persecución.

¿Cómo serán los gobiernos, dentro de un año? En el Perú tendremos elecciones y, como siempre, cualquier cosa puede pasar. Nunca perdemos las esperanzas de algo mejor, aunque siempre terminamos decepcionados (recuerden que las últimas elecciones generales salieron ganadores PPK y la mayoría fujimorista en el congreso). ¿Podrá Estados Unidos remontar y tener mejores gobiernos o ya están en una declinación irremediable que, aunque pueda tener altibajos, marca ya el fin del dominio occidental anglosajón en el mundo? ¿Será que en Sudamérica estamos condenados a la torpeza y la mediocridad con destellos muy breves de esperanza? ¿Es hacia el Asia adonde debemos voltear la mirada, buscando en quienes lo han hecho mejor en esta pandemia, las mejores opciones hacia el futuro?

MIRANDO AL 2021

Los peruanos con más de cuatro décadas a cuestas recordamos haber vivido con altos niveles de zozobra, cuando las bombas estallaban por Lima en medio de “paros armados”, las fuerzas armadas patrullaban las calles con tanques y terminaban las protestas en San Marcos con muertos, cuando empezabas el día sin saber si conseguirías leche y los precios podían cuadruplicarse de un día para otro. Sin embargo, ha pasado ya mucho tiempo y la situación actual es tan distinta que nuestras vivencias del pasado no nos facilitan atisbar lo que se viene.

¿Qué pasará en cuatro o seis meses? Pensando sobre todo en los países desarrollados del norte, se alerta sobre una posible segunda ola de la epidemia. Si el Covid-19 sigue la evolución de la gran epidemia de gripe española de 1920, el nuevo invierno septentrional traería consigo una nueva ola de contagios mortales. En ese escenario, las mejoras que hoy se perciben en Italia, España y otros países europeos, o en Nueva York y la costa noreste de los Estados Unidos, podría ser solo algo temporal.

¿Se lograrán, mientras tanto, avances científicos que nos permitan contar con una vacuna o con tratamientos de eficacia demostrada? Esas son las preguntas del millón. Hay un centenar de esfuerzos científicos buscando la vacuna en el mundo, pero aunque se habla de año y medio no hay certeza del plazo en que ello podría suceder, y el Perú además deberá espera en cola meses para tener las dosis necesarias. Hay también feroces discusiones científicas y políticas sobre distintos tratamientos, con el riesgo de que varias de ellas puedan ser no solo ineficaces sino también dañinas, como ha sucedido varias veces en la historia de la humanidad.

Lo que está en juego no es solo la probabilidad de estar sano o enfermar. La aumentada posibilidad de morir recorta múltiples aspectos de nuestra vida. Una vacuna o tratamiento eficaz nos permitiría retomar muchas de las costumbres, consumos y expectativas de futuro que teníamos: ir a clases a estudiar, salir en mancha por unas chelas o a un concierto, celebrar con una fiesta o llorar colectivamente en un velorio, pasear por un lugar distante durante una semana de vacaciones.

¿Tendremos que vivir en adelante siempre con las clases y reuniones por zoom, con los abrazos cancelados y el turismo esfumado? ¿Hasta cuándo ponemos en pausa los matrimonios, las reuniones con los amigos y hasta los velorios? ¿Cómo re-establecer una economía que se construye sobre vínculos interpersonales cuyas formas hoy están suspendidas, como un pequeño virus del SARS-Cov-2 flotando en el aire por un tiempo totalmente indefinido?

La Pandemia exige tirar algunas ideas al basurero

TIEMPOS EXCEPCIONALES EXIGEN NUEVAS IDEAS

Vivimos en tiempos que no son normales, y la cuarentena es el mejor reconocimiento de la excepcionalidad del momento. A pesar de eso en varias políticas públicas, ministros, tecnócratas y economistas neoliberales repiten las mismas recetas de siempre. El resultado previsible de esa flojera de pensar es que la terminan embarrando. Acá dos ejemplos críticos: la focalización de los bonos y los precios de las medicinas.

La focalización de los bonos

La idea de antes era que para ayudar a la gente pobre lo mejor era la focalización individual, con indicadores de la situación socioeconómica de cada familia y que, sobre esa base, se decidiera quién debiera recibir ayuda del gobierno y quién no. Suena bien, pero como dicen, el diablo está en los detalles: la “línea de pobreza” debiera decidirse de manera democrática y no sólo técnica, y un sistema así requiere un ejército de encuestadores, buena supervisión y monitoreo e incentivos adecuados para que la información sea de calidad. Incluso en tiempos normales, todos los días hay familias que se inician y otras que se desarman, trabajos que se consiguen y micronegocios que fallan, así que hay que estar continuamente actualizando la base de datos.  A pesar de la magnitud de la pobreza urbana, nunca se había aplicado focalización en gran escala en las ciudades en Perú; los datos urbanos del llamado “Sistema de focalización de hogares” (SISFOH) eran de hace 8 años. Pero la idea seguía ahí, fija, como si lo que era altamente deficiente hubiera estado funcionando bien.

No sólo eso: la epidemia del coronavirus hacía que ese mal sistema fuera totalmente inadecuado. En primer lugar, porque se necesitaba una respuesta urgente y no había tiempo para arreglar un aparato defectuoso. Pero, sobre todo, porque los sistemas de focalización individual tienen como punto de partida que las familias viven en condiciones que corresponden, más o menos, a sus ingresos, de tal manera que quien tiene una casa con piso y paredes sólidas, teléfono y refrigerador suele tener un sueldo o ingreso decente. Eso dejó de ser válido: la epidemia y la cuarentena han sido como un tsunami que se ha traído abajo empleos, negocios y subsistencias por millones, y que muchas familias hoy pueden tener casa y refrigerador pero no dinero con qué comprar alimentos, pagar la luz y asegurarse las medicinas. Así que la idea pre-existente de focalización individual, no funcionaba en las nuevas condiciones.

Había además otra falla esencial en un sistema de focalización individual en esta nueva situación de epidemia: que el problema de fondo no era individual sino público. Era evidente que todas esas familias con necesidad se verían forzadas a salir a la calle a ver cómo ganar algo de dinero, colaborando con la difusión del coronavirus: no se trataba pues solamente de un tema de individuos aislados a quienes ayudar sino de un esfuerzo colectivo contra la enfermedad. Negarle el bono a algunos necesitados conspiró, y sigue conspirando, contra la lucha nacional contra la pandemia.

¿Vale la pena seguir hablando de esto? Sí, porque la demora y exclusiones del nuevo Bono “Universal” Familiar indican que en el gobierno siguen pensando con el mismo “chip”, que no considera que la situación económica de millones cambió a gran velocidad y mantienen una lógica de familias aisladas y no de ciudadanía. Tratan de hacer lo mismo que antes, a escala más amplia y con una fórmula un poquito distinta, pero nada más, con lo que sólo han logrado que a dos meses y medio de cuarentena el gobierno haya llegado recién a la mitad de las 6 millones 700 mil  familias anunciada. Ahora Vizcarra dice que en un mes más se llegará a las 3 millones de familias que aún están fuera, lo que parece una mala broma cuando ni siquiera toman en cuenta que ya se van a acumular más de 3 meses con la economía parada. Que digan que los excluidos se pueden “registrar” en una hoja web es realmente macabro, porque no hay ningún mecanismo con la capacidad de verificar a quienes se aceptaría y a quienes no en esta coyuntura. Es probable que estén pensando que la actual “etapa 2” de la reactivación resolverá la pobreza masiva, cuando es evidente que el desempleo seguirá siendo masivo y que el principal efecto combinado de pobreza masiva y bono limitado es empujar a millones a la calle donde se enfermarán y enfermarán a otros.

¿Es esta focalización en la que se persiste solamente una “mala idea” aislada? No, es parte de una ideología más amplia, que considera que destinar presupuesto a la gente necesitada es “malgastar” el dinero fiscal mientras darle 60,000 millones a la banca y grandes empresas es un asunto sobre el cual no cabe preocuparse de que haya posibles desperdicios ni de focalización individual.

Es urgente que el gobierno tire a la basura todas esas ideas viejas, malas e inútiles, y asuma un Bono Universal que sustente a todos los ciudadanos peruanos durante esta larga cuarentena. Es esencial para poder retomar algún control y evitar que la epidemia se dispare las próximas semanas.

El “libre mercado” de medicinas

Cuando tras la epidemia se ha visto que diversas cadenas y farmacias han elevado sus precios exageradamente, nuevamente la Confiep y sus abogados nos dicen que lo mejor es el mercado “libre”, que un control sería muy negativo y que no se puede hacer. También en este caso olvidan que el sistema anterior no era tan bueno como lo pintan y que no vivimos tiempos “normales” sino en una emergencia.

Lo que se oculta es que desde antes de esta epidemia tenemos un monopolio dominante en las cadenas de boticas, que hay varios estudios demostrando que cobran precios abusivos, que ya Indecopi sancionó a esas cadenas por coludirse contra los consumidores aun antes de que el billonario Rodríguez Pastor monopolizara el sector y que el gobierno reaccionó limitada y tímidamente hace unos meses obligándolos a vender 35 medicamentos genéricos cuando según el ministerio de salud hay más de 900 medicamentos esenciales. Además, en el caso de los remedios no se trata de un mercado en el cual los consumidores podamos escoger, ya que estamos obligados a comprar los que nos dicen que debemos tomar. Incluso cuando un médico nos indica (sin base científica) que es mejor la medicina de marca que la genérica, nos resulta muy difícil discernir qué es lo mejor para nosotros: el lunes pasado un médico quería que tomara medicina de marca y pagara diez veces más aunque la receta eran dos medicamentos ampliamente usados y producidos como genéricos.

Más allá de que el mercado de medicinas en Perú ya funcionaba mal para los consumidores (aunque muy bien para los monopolios) y de que hace falta pensar cambios estructurales en la salud peruana reforzando el sistema público, la situación actual es extraordinaria y de emergencia. En condiciones de un mercado competitivo con buena información, los precios son buenos señalizadores, un alza indica a las empresas que deben elevar su producción y a los consumidores que nos convendría buscar otras alternativas. Pero en esta emergencia de salud pública eso no funciona para nada. En otras circunstancias y en mercados para otro tipo de cosas, uno podría decidir postergar la compra de un producto o buscar una alternativa, y si hubiera mucha demanda por algún bien se empezarían a producir más, pero ahora no funciona así. El remedio no lo puedo postergar porque el dolor lo tengo ahora, no se van a poner más plantas de fabricación de paracetamol solo porque hay más demanda durante unos meses y en cualquier caso eso no nos ayudaría en esta situación de emergencia.

Es cierto que si un control de precios no es bien calibrado puede generar problemas de colas y desabastecimiento en el mediano plazo. Pero nunca fue más actual la famosa frase de Keynes sobre que en el largo plazo todos estaremos muertos. Para quienes necesitan la medicina o el oxígeno, el momento es ahora, no mañana. Y si bien es difícil regular precios durante muchos meses, es bastante fácil hacerlo en el corto plazo: basta congelar los precios, o dicho con más precisión, prohibir un alza de precios por dos o tres meses. Eso no resolvería problemas de desabastecimiento o falta de oferta, como tampoco lo haría un alza de precios, pero sí frenaría el sufrimiento de mucha gente pobre que por falta de dinero no puede acceder a los remedios necesarios. Aunque un buen Bono Universal, serviría bastante también para este objetivo.

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