Cambio Climático y Derecho a la Salud

Agradezco a Diego Quispe Ortogorín por la eficaz colaboración brindada para la elaboración de este artículo.

Introducción

El derecho a la salud, además de estar íntimamente ligado al derecho a la vida, es fundamental para poder disfrutar plenamente los demás derechos humanos. En ese sentido, es impostergable cuestionarnos sobre cómo el cambio climático afecta y afectará el acceso a este derecho. Este capítulo se ocupa brevemente de revisar los impactos más importantes para el Perú y en base a estos, se discute si la política pública en salud está preparada para afrontar este nuevo escenario climático.

El cambio climático impacta al derecho a la salud mediante múltiples y complejos mecanismos. Entre ellos, se identifican cuatro grandes categorías que agrupan a los de mayor impacto para nuestro país; las enfermedades infecciosas, las emergencias, los llamados “nuevos retos ambientales” y los desafíos a la nutrición. El primer grupo se refiere a aquellas enfermedades trasmisibles por vectores que se extienden a mayores temperaturas y a las infecciones diarreicas provocadas por contaminación del agua y alimentos. El segundo agrupa a los fenómenos naturales que atentan directamente a la salud y vida como inundaciones, sequías, friajes y, en especial, el Fenómeno del Niño. La siguiente categoría incluye a nuevas preocupaciones como la radiación UV, el estrés por olas de calor y la contaminación del aire. Finalmente, el cuarto grupo contempla problemas relacionados a la nutrición como la seguridad alimentaria y la obesidad.

En el Perú, el goce pleno del derecho a la salud aún no se encuentra garantizado para la mayoría de la población. Es en ese contexto precario en el que los impactos negativos mencionados deben ser atendidos desde la política pública; no abordarlos podría derivar en una grave violación a los derechos humanos de los más vulnerables. Las primeras acciones del estado peruano ante esta problemática se realizaron bajo compromisos internacionales y en el ámbito legal; solo recientemente la respuesta ha incluido actividades concretas y planificación articulada entre diferentes sectores. Sin embargo, los avances todavía no son suficientes y carecen de una perspectiva de derechos humanos.

Este capítulo continúa en diez apartados. En los dos primeros se expone la relación entre derechos humanos, derecho a la salud y política pública. Desde el tercer apartado hasta el octavo, se abordan y detallan los principales impactos en salud derivados del cambio climático que enfrenta y enfrentará nuestro país. El penúltimo apartado plantea un análisis de la política pública frente a estos impactos; y finalmente, se exponen las conclusiones en la última sección.

  1. Derechos humanos y derecho a la salud

El que una niña o un anciano puedan morir, sufrir o quedar severamente discapacitada mientras eso puede ser evitado con los conocimientos, técnicas y recursos disponibles para la humanidad, nos resulta particularmente repugnante. El derecho a la salud tiene una gran fuerza y sustento social precisamente por el imperativo moral compartido de que las diferencias en salud son inaceptables por su enorme gravitación sobre la calidad de vida y la vida misma.

Siendo los derechos humanos indivisibles, esta aseveración se aplica de manera muy especial al derecho a la salud, que se relaciona directamente con el derecho a la vida y constituye un elemento fundamental para poder disfrutar del derecho a la educación, al trabajo, a la participación ciudadana y a los demás derechos humanos. Las desigualdades en salud son particularmente odiosas y éticamente inaceptables al reflejar inequidades en la mantención de la vida misma y en problemas tan esenciales para la calidad de la vida como la discapacidad y el sufrimiento. Los problemas de salud y la deficiencia en los sistemas de atención de salud tienen además efectos que se expanden a lo largo de la sociedad y de diversos aspectos de la vida de las personas, obligando en muchos casos a que mujeres sacrifiquen sus proyectos de vida por cuidar a sus hijos y familiares en un contexto de roles de género marcadamente inequitativos, que niños no puedan progresar en su educación y desarrollo personal, que personas y familias no puedan sostenerse económicamente por encima de la línea de pobreza ante las urgencias de gastos para intentar recuperar su salud y que vean severamente recortadas sus posibilidades de lograr justicia.

Las Naciones Unidas en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible han establecido la meta de “Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”. En esa línea se encuentran iniciativas internacionales para lograr la cobertura universal de la atención de salud, impulsadas desde la OMS y respaldadas por una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Los Estados han venido asumiendo, de acuerdo a sus compromisos en los tratados internacionales de derechos humanos, un rol creciente en garantizar el derecho a la salud.

El derecho a la salud implica diversas obligaciones generales de los estados, tales como la de respetar – no realizar acciones que afecten este derecho-, proteger – evitar que terceros puedan realizar acciones que afecten el derecho a la salud-, y garantizar progresivamente su plena realización. Es en este sentido que, en materia de derechos humanos, los Estados tienen deberes específicos tales como el de movilizar hasta el máximo de los recursos disponibles para que los derechos sociales sean gozados por todos sus ciudadanos a plenitud, para que termine toda discriminación y exclusión y para que no haya retrocesos en relación con las conquistas sociales alcanzadas, todo lo cual se aplica de manera especial al derecho a la salud.

Estas obligaciones nacionales están recogidas en el ordenamiento constitucional y legal peruano, aunque con algunas limitaciones, bien resumidas por el relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la salud, Paul Hunt en su reporte especial tras la visita que hizo al Perú en el 2005[1]:

11. “En el artículo 7 de la Constitución del Perú (de 1993) se reconoce el derecho de toda persona a la protección de su salud. En el artículo 9 se hace hincapié en la responsabilidad del Estado de definir la política sanitaria del país y en la responsabilidad del Ejecutivo de disponer y dirigir su aplicación de forma descentralizada y pluralista para que se garantice a todos la igualdad de acceso a los servicios sanitarios. En la Ley general de salud se proclama que es deber del Estado regular, salvaguardar y promover la salud y que la salud pública es una responsabilidad primordial del Estado. Además de estas disposiciones generales, en la Constitución y otras disposiciones legislativas del país se dicta una serie de otras salvaguardias de la normativa pertinente al derecho a la salud o de la relativa a otros derechos humanos estrechamente relacionados con este derecho

12. Con todo y que estas normas sirven para promover y proteger el derecho a la salud, el Relator Especial señala diversas deficiencias en el marco legislativo correspondiente. Por ejemplo, en la Constitución de 1993 se incorpora este derecho en un capítulo aparte sobre los derechos económicos y sociales que se consideran principios rectores. En el capítulo sobre los derechos fundamentales no figuran los derechos económicos, sociales y culturales, a diferencia de la Constitución de 1979 en que sí se incluían en este capítulo. La distinción hecha en la Constitución de 1993 no es un fiel trasunto del principio fundamental que reafirmaran todos los Estados en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993) de que se han de tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles el mismo peso”.

  • El derecho a la salud y las políticas públicas de salud en el Perú de hoy

El Perú registra una transición epidemiológica que ha hecho que las enfermedades no trasmisibles pasen a tener mayor importancia que las infecciosas y materno-infantiles. Como resume el Banco Mundial (2016: 23): “Entre 1990 y 2010, el porcentaje de carga debida a trastornos maternos, neonatales y nutricionales se redujo de 54 % a 28 %, mientras que el peso de las enfermedades no transmisibles aumentó de 37 % a 62 % (IHME 2013; WDI 2016). El costo de atención de estas enfermedades requiere nuevas o mayores asignaciones presupuestales, mientras se continúa necesitando recursos para atender las enfermedades infectocontagiosas como la tuberculosis y los problemas perinatales”.

Junto al cambio demográfico, este cambio se debe en parte a que el Perú logró hasta el 2010 importantes avances en salud materno-infantil, al mismo tiempo que se mantienen grandes inequidades en perjuicio de las áreas rurales e indígenas. Cotlear y Vermeersch (2016) indican que “Perú tuvo un gran éxito en mejorar los resultados de salud durante los años al 2015. Perú fue clasificado primero dentro de 75 países de ingresos bajos y medios en la reducción de la mortalidad neo-natal y segundo en la reducción de la mortalidad en la niñez (menores de 5 años); la prevalencia de la desnutrición crónica se redujo a la mitad; y la equidad en el cuidado de la salud y en los resultados de salud mejoró significativamente”. Sin embargo en los últimos años este avance parece haberse detenido o ralentizado significativamente, lo que se observa en indicadores claves como la tasa de mortalidad infantil, la prevalencia de anemia y la necesidad insatisfecha de planificación familiar, encontrándose incluso retrocesos en algunos de ellos en determinados años.

Las diferencias en el goce del derecho a la salud se expresan de manera dramática en la mortalidad infantil. El Perú sigue teniendo una Tasa de Mortalidad Infantil de 15 por mil[2], mucho mayor que la que registran otros países latinoamericanos como Chile o Cuba con tasas de 7 y 4 por mil[3] respectivamente, lo que significa que cerca de 5 mil niños peruanos mueren cada año pudiendo evitarse. Mientras la tasa de mortalidad infantil en las zonas urbanas es de 13 por mil, cifra aún por encima del promedio de otros países latinoamericanos, en las zonas rurales ese indicador está en 22 por mil. Similares diferencias se encuentran entre regiones naturales; mientras en Lima metropolitana la TMI es de 9, en la sierra es de 18 por mil y en la selva de 21 por mil.

Desigualdades severas se encuentran en la atención de salud. El Perú tiene un sistema de salud  segmentado, conformado por el Ministerio de Salud –descentralizado hacia los gobiernos regionales-, la seguridad social que opera mediante EsSalud (complementado por aseguradoras privadas llamadas EPS) y un sector privado que captura un 40% del gasto total en salud, principalmente gasto de bolsillo[4]. Solo quienes están afiliados a EsSalud, que básicamente son los que han conseguido un empleo formal (un 26% de la población[5]) tienen un aseguramiento que cubre todos los riesgos y una atención hospitalaria de amplia cobertura, aunque con serios problemas de calidad sobre todo en la atención ambulatoria. Un muy pequeño segmento (2%) de la población tiene seguros privados. La enorme mayoría depende del sistema público, en el cual el Seguro Integral de Salud – SIS busca reducir las barreras económicas mediante la eliminación de los cobros a los usuarios para un paquete de atenciones, política establecida porque estos cobros significaron en los años noventa la principal barrera de acceso a los servicios de salud. Los problemas del SIS de presupuesto, diseño y operación hacen que aún persistan barreras económicas, como lo ilustra un testimonio recogido por la Defensoría del Pueblo (2013: 192): «Si tienes dinero te atienden, si eres SIS no te atienden» (Hospital Daniel Alcides Carrión, Pasco). El mayor problema es el desabastecimiento de medicamentos e insumos, que obligan a que los asegurados al SIS tengan que comprárselos de su bolsillo, lo que afecta a 35% de los usuarios, frente a 33% que se queja porque no encontró cita o turno para la consulta médica (INEI 2014). Existe además un serio déficit de oferta de servicios de salud de mediana y alta complejidad en regiones pobres y zonas rurales. 

A la base de estas dificultades está un serio déficit presupuestal; un estudio actuarial del SIS (Ducreux & consultants, Inc 2014: cuadro 8.12) indica que hay un desbalance muy grande entre lo ofrecido en el Plan Esencial de Atenciones en Salud del SIS y sus recursos presupuestales. En relación al gasto público en salud, este “fue de 3,0% del PBI, debajo del promedio de los países de ingresos medios-altos de 3,4% y muy por debajo del promedio global, de 5,3%. El gasto público per cápita en salud, que era de US$ 327 (en términos de paridad de poder de compra) en 2012 era un poco menor al promedio de países de ingresos medios-altos de US$ 371 y cerca de la mitad del promedio global de US$ 652” (Seinfeld y Besich 2014: 4).

  • El Cambio Climático y sus efectos sobre la salud pública

Se estima que los efectos del Cambio climático sobre la salud pública a nivel global sean muy severos. Según el grupo científico internacional sobre este tema promovido por la prestigiosa revista Lancet, el Lancet 2018 Countdown (Watts et al 2018), “los cambios actuales en olas de calor, capacidad de trabajo, enfermedades trasmitidas por vectores y seguridad alimentaria dan señales tempranas del enorme impacto sobre la salud pública que se espera si las temperaturas siguen subiendo…la falta de progreso en reducir emisiones y construir capacidades de adaptación amenaza tanto las vidas humanas como la viabilidad de los sistemas nacionales de salud” (traducción propia).

No solo es una proyección a futuro; ya hay un acumulado importante de efectos del cambio climático sobre la salud. Grasso, Manera, Chiabai y Markandya (2012) estiman que entre 1961 y 1990 se habían perdido 5 millones 500 mil años AVADs (años de vida ajustados por discapacidad, o DALYs en inglés) por causa del cambio climático. Aunque esa cifra es todavía menos de la mitad del 1 por ciento del total de carga de enfermedad mundial, es una señal fuerte en el marco de temperaturas que suben y seguirán subiendo las siguientes décadas.

Las vías a través de las cuales el cambio climático afectará negativamente la salud pública son múltiples (ver Hunt y Khosla 2009, Watts et al 2018). En este artículo abordaremos las que han sido resaltadas como más importantes en el Perú y en la literatura internacional aplicada a países tropicales. Unas se refieren a enfermedades trasmitidas por vectores que pueden reproducirse con mayor facilidad ante mayores temperaturas, caso de enfermedades trasmitidas por mosquitos como la malaria y el dengue y de infecciones diarreicas causadas por microorganismos que se desarrollan en el agua y la comida. Un segundo grupo se refiere a emergencias sanitarias, causadas por eventos climáticos extremos como inundaciones, sequías y friajes y entre las que destaca en el caso del Perú el Fenómeno El Niño, con efectos directos sobre las personas, sobre la infraestructura y sobre los sistemas de atención de la salud. Un tercer grupo está siendo llamado como “retos ambientales emergentes[6]” y se refiere a temas como la radiación ultravioleta y sus efectos sobre el cáncer en la piel y otras enfermedades, el estrés causado por olas de calor extremas y los problemas provocados por el polen, esporas y otras micropartículas alergénicas o que generan problemas de salud. Hay otros efectos relevantes, como inseguridad alimentaria provocada por reducciones en la productividad agropecuaria entre familias que ya viven en o cerca de la pobreza (Hunt y Khosla 2009) y los efectos sobre enfermedades no trasmisibles como la obesidad, sobre las cuales hay aún muy pocas investigaciones (Avilez, Bazalar, Azañedo y Miranda 2016).

Una estimación calcula que mientras los países en desarrollo generan un 3% de las emisiones de carbono, cargarían con el 99% de los problemas de salud producidos por el cambio climático (Patz et al 2007). Los más pobres serán los más afectados por el cambio climático. Como señalan Hunt y Khosla (2009), para los pobres la mayor enfermedad significa reducir sus ingresos y caer en un ciclo vicioso de pobreza y enfermedad, lo que sería peor aún si los costos de salud son altos por la deficiencia de los sistemas públicos nacionales de atención.

Así como los pobres son perjudicados, es preciso detallar que hay grupos específicos que son más vulnerables. En el capítulo 3 de este libro, Cécile Blouin, Marcela Huaita y Oscar Espinoza se encargan de reflexionar sobre tres grupos especialmente vulnerables en nuestro país: las poblaciones migrantes, las mujeres y los pueblos indígenas de la Amazonía peruana respectivamente.

  • Cambio climático y derecho a la salud

El derecho a “el más alto estándar conseguible para la salud física y mental” está establecido y reiterado en varios instrumentos internacionales desde la Convención Universal de los derechos humanos (art. XX) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos y Sociales (artículo 12), así como en los convenios orientados a la eliminación de la discriminación racial, de la discriminación contra la mujer y de los derechos del niño. También está contenido en diversos pactos interamericanos, desde la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (art XI) y sucesivos convenios.

Desde la salud pública, la importancia de lo que se conoce como los ‘determinantes sociales de la salud’, término bajo el que se incluye también los factores ambientales, ha sido reconocida desde el siglo XIX cuando menos. Este enfoque resalta el hecho de que el nivel de salud de las poblaciones deviene principalmente de las condiciones de su sociedad y su ambiente, que afectan las probabilidades de adquirir enfermedades y de recuperarse de ellas. Reiterando esta centralidad, la OMS estableció en 2005 la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud con expertos internacionales incluyendo al premio nobel Amartya Sen, que emitió un informe el 2008 titulado “Subsanar las desigualdades en una generación: Alcanzar la equidad sanitaria actuando sobre los determinantes sociales de la salud”.

En esta orientación, cabe resaltar que el derecho a la salud no es solo el derecho al cuidado o la atención de la salud, sino también incluye el derecho de las personas en relación a estos factores o determinantes sociales. “El Comité interpreta el derecho a la salud, definido en el apartado 1 del artículo 12, como un derecho inclusivo que no sólo abarca la atención de salud oportuna y apropiada sino también los principales factores determinantes de la salud, como el acceso al agua limpia potable y a condiciones sanitarias adecuadas, el suministro adecuado de alimentos sanos, una nutrición adecuada, una vivienda adecuada, condiciones sanas en el trabajo y el medio ambiente, y acceso a la educación e información sobre cuestiones relacionadas con la salud, incluida la salud sexual y reproductiva” (Comité de derechos económicos, sociales y culturales de las Naciones Unidas- Observación general Nº 14 (2000) – El derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud).  Este enfoque ya estaba presente en la Convención Americana, art XI: “Toda persona tiene derecho a que su salud sea preservada por medidas sanitarias y sociales, relativas a la alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia médica, correspondientes al nivel que permitan los recursos públicos y los de la comunidad”

En este artículo ponemos énfasis en los efectos que tiene el Cambio Climático sobre el derecho a la salud y las respuestas de política que deben tener los estados. Con este enfoque analítico, a pesar de su importancia no incluimos dentro de nuestro foco de atención otro asunto importante e interesante de analizar, abordado por varios autores y en iniciativas internacionales, referido a las complementariedades existentes en diversas acciones, programas y políticas que son relevantes simultáneamente para el derecho a la salud y que contribuyen a mitigar el cambio climático, dentro de las cuales resaltan las relativas al control de la emisión de gases en el ambiente de las ciudades y dentro de las viviendas. También dejamos de lado la responsabilidad que el derecho a la salud y la vigencia de los tratados internacionales que lo sostienen, establece en relación a los estados para que tomen las medidas adecuadas para mitigar el cambio climático, asunto bien sustentado por Hunt y Khosla (2009).

El enfoque de derechos humanos es amplio y complejo, pero en este breve artículo sobre cambio climático y el derecho a la salud se plantean algunos énfasis que consideramos fundamentales para aproximarse al tema.

El primero se refiere a que un análisis desde los derechos humanos resalta la prioridad que deben tener aquellos aspectos que son fundamentales para una vida digna, y el de la salud, con su íntima conexión con la vida misma, es uno de ellos.  Muchos análisis internacionales hoy se centran en el avance de la economía medido a través del Producto Bruto Interno (como resala en relación al cambio climático el informe Stern), otros alrededor de la desigualdad de ingresos y de riqueza económica, sin embargo un enfoque de derechos humanos resalta estos elementos fundamentales para una vida digna como es el de la salud.

El segundo se refiere a la prioridad de los más vulnerables, de quienes ya sufren una privación en múltiples dimensiones, de quienes no gozan de varios derechos humanos, y que debido al cambio climático, se ven en serio riesgo de afrontar mayores privaciones y nuevas violaciones a sus derechos. Como señalan Hunt y Khosla “el derecho a la salud puede ayudar a asegurar que las políticas de salud dediquen especial atención a los vulnerables y desaventajados”.

El tercero se refiere al principio de no discriminación y no retroceso en los derechos sociales, como el de la salud. Humphreys (2007) señala acertadamente que “cuando los gobiernos tienen pocos recursos, los daños del cambio climático tienden a impactar desigual e inequitativamente a las poblaciones, en formas como son de facto discriminatorias porque las capacidades de los individuos para resistir y adaptarse son muy diferentes”. Por su parte Hunt y Khosla resaltan que “los sistemas de salud en los países en desarrollo no tienen las capacidades para enfrentar las amenazas que representa el cambio climático”, el que “sobrepone nuevas demandas sobre sistemas de salud que ya son débiles” (op cit p. 245).

  • 5.    Enfermedades infecciosas

El cambio climático influye en determinantes sociales y ambientales de la salud tales como las condiciones meteorológicas, la calidad del aire y del agua (OMS, 2015). En particular, algunas enfermedades infecciosas por las condiciones de reproducción de los microorganismos que las causan son altamente sensibles a las condiciones climáticas y su propensión a producir brotes o epidemias aumenta significativamente ante temperaturas mayores. El Lancet Countdown report (Watts et al 2018) señala que “pequeños cambios de temperatura y precipitaciones pueden llevar a grandes cambios en las condiciones de trasmisión de enfermedades trasmitidas por vectores o por el agua”.

En esta sección, nos ocuparemos de tres de ellas que son de preocupación en el escenario peruano: el dengue, la malaria y las diarreas.

Los cambios en la temperatura, en las precipitaciones y en la humedad derivados del cambio climático pueden afectar el ciclo de vida de los vectores de trasmisión (mosquitos de determinadas especies) favoreciendo así que haya mayores casos de dengue y malaria (OMS, 2012). Ante mayores temperaturas, que serían más prevalecientes en el Perú con el cambio climático, los mosquitos pueden acelerar su reproducción y prolongar su supervivencia, de modo que aumenta la tasa de picadura y de esa manera se produce un aumento en la incidencia de estas enfermedades. También se modificaría su distribución geográfica, hoy limitada a regiones de la costa norte y selva donde la temperatura es más alta, en especial hacia otras regiones de la costa central del Perú.

Por otro lado, pero de modo similar, las enfermedades transmitidas mediante el agua y los alimentos como las enfermedades diarreicas están fuertemente relacionadas al clima, pues diversas bacterias de este tipo pueden reproducirse más en aguas con temperaturas mayores. Dentro de estas enfermedades, los brotes de cólera (generados por la bacteria vibrio cholerae) son los de mayor preocupación al ser los episodios de vómitos y diarreas más bruscos, generando un mayor riesgo para la vida. Como se sabe, el Perú ya vivió una epidemia del cólera en 1991, el que afectó en mayor medida a las zonas costeras del norte y centro, afectando a más de 300 mil personas y generando 2909 muertes (Maguiña et al 2010).

La preocupación por estas enfermedades es importante en países como el Perú, pues los mediadores sociales y políticos que facilitan su propagación están muy presentes. La pobreza, la deficiencia en prevención y atención de salud, la falta de agua potable y saneamiento y los problemas de acceso a medicamentos son factores que facilitan los brotes y epidemias. Además, la acelerada y desordenada urbanización y el movimiento poblacional pueden gatillar saltos importantes en la prevalencia e incidencia de estas enfermedades, dado que la concentración poblacional sin servicios básicos facilita la trasmisión de enfermedades infecciosas.

Los costos en salud de estas enfermedades son enormes; cincuenta millones de personas sufren de dengue en el mundo, la malaria mata a cerca de un millón de personas y la diarrea a más de 2 millones al año. Estas destruyen vidas, incrementan el gasto en salud, destruyen capital humano y obstaculizan el desarrollo económico (OMS, 2012). Solo en el último año, 1.2 millones de personas han sido afectadas por dengue, malaria o diarreas en el Perú. Hay que anotar, sin embargo, que el más reciente estudio de Ministerio de salud sobre Carga de Enfermedad (MINSA 2018), las enfermedades trasmitidas por vectores aparecen en el penúltimo lugar de 30 categorías de enfermedades; es decir, el Perú no es actualmente un país donde estas enfermedades sean un riesgo principal, el problema es desde luego que ese riesgo puede incrementarse dramáticamente con el cambio climático. 

De los casos de dengue, malaria y diarreas, el 24.6% se reportaron en las ocho regiones más pobres. La pobreza está intrínsecamente ligada a la mayor incidencia de las enfermedades derivadas del cambio climático. La privación de recursos económicos también priva a las personas de ejercer su derecho a la vida y a la integridad física (ONU, 2012).

Dengue

El dengue es una enfermedad infecciosa producida por el virus del dengue y transmitida por el mosquito Aedes. Es una enfermedad sistémica y dinámica, es decir no afecta a un solo órgano sino a todo el cuerpo. Puede manifestarse de forma severa o leve dependiendo del serotipo del virus que se contrae, es así que puede variar desde una fiebre ligera hasta la muerte en un corto plazo (la cepa más severa del virus está presente en países africanos).

Luego de la picadura, recién al tercer o cuarto día se presentan los signos de alarma que diferencian la severidad de la infección; el dolor abdominal espontáneo, el vómito persistente, la acumulación de fluidos, el sangrado de mucosas, la irritabilidad y la caída del recuento de plaquetas son indicadores de que el dengue contraído es severo. De lo contrario, la infección no es de gravedad. Por lo cual, el reconocimiento de estos signos de alarma es indispensable para el rápido tratamiento es vital para salvar la vida (Minsa, 2019).

El dengue es frecuente en zonas tropicales y subtropicales donde se combinan criaderos de mosquitos y alta densidad poblacional. El clima actúa de catalizador de esta enfermedad, pues puede permitir al vector desarrollarse con mayor facilidad. Las lluvias fuertes pueden causar estancamiento de agua mientras que las sequías pueden obligar a las personas a almacenar agua en el hogar facilitando su reproducción. Además, la temperatura alta prolonga la vida del mosquito. Es decir, los eventos climáticos extremos derivados del cambio climático son aliados de la propagación del dengue. Watts et al 2018 refieren que “el 2016 la capacidad vectorial de trasmisión del virus del dengue ha sido el más alto registrado, elevándose a 9,1% para el Aedes aegypti y a11,1% para Aedes albopictus sobre la línea de base de 1950s”.

Es así que esta enfermedad está cada vez afectando a más personas alrededor del mundo. La urbanización rápida y no planificada, y la intensiva circulación de mercancías y personas también está contribuyendo al dengue a ganar terreno.

Esta enfermedad es de rápida propagación, afecta a más de cincuenta millones de personas y toma la vida de quince mil personas al año en alrededor de cien países. En 1984, el mosquito Aedes que es el vector que trasmite el dengue se reintrodujo en el Perú luego de haber sido erradicado anteriormente. Luego, en 1990, suceden brotes en Loreto y San Martin. Para el 2000 se extiende a la costa norte y a la Amazonía. Del 2002 al 2010 se disemina progresivamente; en 2005 se presenta el primer brote en Lima, exactamente en Comas.

En el Perú, se reportaron 68 290 casos en el 2017 mientras que en 2018 el reporte fue de 6807; el pico del 2017 coincide precisamente con el Fenómeno del Niño y las mayores temperaturas que este trae.

Gráfico: Número de casos de dengue, Perú 2013-2018

El grueso de los casos (74%) se reportan en 5 departamentos: Loreto, Tumbes, Piura, Ayacucho y Ucayali. Por otro lado, el 40% de los casos se presentan en el rango de edad 30-59 años y el 28.15% en el grupo de 18-29 años.

El 2018 se registraron 18 defunciones por dengue; lo cual representa una reducción de las muertes de 80% en comparación al año 2017, año del Fenómeno del Niño, cuando las muertes llegaron a 89. La mayor cantidad de estos casos se presentaron en Madre de Dios (8) y Loreto (7).

El Ministerio de Salud, mediante su Oficina de Vigilancia y Control Vectorial realiza vigilancia entomológica en 17 departamentos, 141 provincias, 321 distritos y 1378 localidades. A partir de los datos de esta oficina se encontró que el dengue está presente en 264 distritos. Esto representa aproximadamente 12 millones de habitantes en riesgo de contraer esta enfermedad.

Gráfico: Número de casos e incidencia de dengue por distritos, Perú 2018   

Al no existir vacunas o medicamentos eficaces para el dengue; el esfuerzo para controlarlo es básicamente ambiental: seguimiento del vector, prevención de hábitos de uso del agua (que favorecen su reproducción), detección rápida de casos y manejo hospitalario de casos graves. Es por ello que el seguimiento de la evolución de los cambios climáticos es importante para predecir posibles brotes en el tiempo y espacio, pues en un escenario de alta emisión de gases de efecto invernadero el 80% del área del Perú en el 2070 podría estar en riesgo de presentar un brote de dengue durante al menos tres meses al año (Roclov et al., 2015).

Malaria

La malaria es una enfermedad parasitaria transmitida por picadura del mosquito Anopheles. Al igual que el dengue, el cambio climático puede ampliar la distribución y la incidencia potencial de la enfermedad en el tiempo y espacio, pues las lluvias, la humedad y la alta temperatura son fundamentales para la propagación del vector del parásito. Las precipitaciones generan lugares donde el mosquito puede reproducirse, la humedad facilita la sobrevivencia de éste y la temperatura aumenta su tasa de propagación. Condiciones climáticas inusuales pueden desencadenar epidemias de consideración. Es por ello que el Programa contra la Malaria de la OMS empezó un sistema de alerta temprana de malaria en el sur de África que en base a la información meteorológica y climática predicen brotes de malaria con varios meses de anticipación. Proyectos similares se han extendido por el mundo y ya se están aplicando en el Perú.

La malaria sigue siendo una enfermedad de importancia mundial, en especial en los países tropicales con menor nivel de desarrollo humano. La superficie mundial en riesgo de contraer malaria se ha reducido a una cuarta parte del total, pero el número de personas expuesta aumentó debido a la densidad poblacional. El hacinamiento y pobreza de las personas puede facilitar la transmisión de la enfermedad.

La malaria cobra la vida de aproximadamente 1 millón de personas por año en el mundo. Según el Informe Mundial de la Malaria, sigue siendo prevalente en 106 países, en especial en el trópico. En el Perú, en 2018 se registraron 44 406 casos de malaria, de las cuales 8 fallecieron (todos ellos en Loreto), lo cual representa una pequeña reducción pues el 2017 se registraron 10 muertes. La tasa de incidencia nacional al 2018 es 1.39 por cada 1000 habitantes.

Gráfico: Número de casos de malaria, Perú 2013-2018

Los departamentos más afectados son Loreto, Amazonas, Junín y San Martin. Por otro lado, el 44.85% de casos se reportaron en el grupo de edad de 0 a 11 años; el 16,16% en los de entre 18 y 29 años, y 14.13% en los de entre 12 y 15 años.

Gráfico: Número de casos e incidencia de malaria por distritos, Perú 2018

Según el seguimiento del Minsa, 135 distritos reportaron al menos un caso de malaria, pero la mayor parte (98.1%) se concentra en Loreto y Amazonas, habiéndose casi eliminado en la costa norte donde antes era prevaleciente.

Para el 2070, se estima que, en el Perú, 25 millones de personas estarían en riesgo de contraer malaria bajo un escenario de alta emisión de gases contaminantes; el mismo crecimiento poblacional sería un factor adiciona que empujaría al mayor riesgo (Rocklov et al., 2015).

Diarreas y cólera

Dos millones de personas mueren al año por enfermedades diarreicas en el mundo, de las cuales el 80% son niños menores de 5 años (Burstein-Roda, 2018). En particular, en los países en vías de desarrollo es donde hay brotes estacionales más frecuentes, pues la pobreza, la falta de saneamiento y de agua potable los hacen más propensos a este tipo de enfermedades. En este escenario, los fenómenos meteorológicos extremos pueden causar una irrupción en los sistemas de aguas y hacer más difícil acceder a agua segura para el consumo humano ya que el aumento extremo de las precipitaciones y las inundaciones contaminan las fuentes de agua o colapsan las redes de abastecimiento de agua, lo que termina propagando la enfermedad.

Es decir, el cambio climático complica el acceso y la gestión del agua, con lo cual la probabilidad de contraer enfermedades diarreicas aumentaría (Burstein-Roda, 2018). Las zonas con deficiente infraestructura hídrica serán las más afectadas.

En el 2018, se han registrado 1 145 706 casos de diarreas en el Perú, de los cuales 75 personas fallecieron. La incidencia nacional es de 357.85 casos por cada 1000 habitantes. De estos, el 31.4% corresponden a niños menores de 5 años. La tasa de incidencia más alta se presenta en el grupo de edad entre 1 a 4 años con 1598.7 por cada 10 mil habitantes. Los cuatro departamentos con mayor incidencia fueron Moquegua, Ucayali, Pasco y Arequipa; de las defunciones el 22.67% se registraron en Lima y el 17.33% en Ucayali.

.

Gráfico: Número de episodios de diarreas agudas, Perú 2013 a 2018

Un tema particular es el referido al cólera, enfermedad que no está actualmente presente en el Perú pero que en una epidemia entre 1990-91 afectó a más de 300 mil personas. Gonzales, Zevallos et al (2014) recuerdan que “En la epidemia del cólera se ha planteado que ocurre una proliferación autóctona de V. cholera asociada al aumento de la temperatura por efecto del fenómeno de El Niño… Basado en el número de casos de cólera reportados en Perú de 1997 al 2000, se encontró una correlación significativa entre la incidencia de cólera y una elevación de la temperatura de la superficie del mar en toda la costa peruana. Igualmente, se muestra que tanto el agua del mar de la costa y el zooplancton actúan como reservorios para el cólera en el Perú”.

  • Emergencias

La exposición de la población a eventos climáticos extremos, o emergencias climáticas, son un efecto directo del cambio climático que tiene repercusiones en la salud. No obstante, los eventos extremos solo se convierten en emergencias a partir de su interrelación con el entorno social, político y económico donde ocurren. Los altos índices de pobreza, el hacinamiento, la falta de ordenamiento territorial, una deficiente capacidad de respuesta social y la mala gestión pública del riesgo de desastres y las emergencias aumentan la probabilidad de mayores daños a la vida y la salud.

Según la IPCC, un evento extremo es cuando una variable del clima o del tiempo registra un valor superior (o inferior de ser el caso) de los límites esperables según el registro histórico. Los reportes de fenómenos meteorológicos extremos y desastres se han triplicado desde 1960 y se espera que sean más frecuentes, graves, irregulares y menos predecibles en el futuro por acción del cambio climático. Entre el 80% y 90% de todos los desastres documentados en el mundo durante los últimos años han sido resultado de inundaciones, sequias, ciclones tropicales, olas de calor y fuertes tormentas (OMS, 2012). Estos desastres han generado pérdidas de vida, lesiones, discapacidades, traumas emocionales, destrucción de infraestructura, degradación del ecosistema y pérdida de capital humano.

El Banco Mundial calcula que las pérdidas relacionadas a desastres de este tipo suman 250,000 millones de dólares anuales y arrastran a 26 millones de personas a la pobreza cada año. Solo en 2011, las emergencias en 101 países causaron 30 770 muertos y afectaron a 244 millones de personas con daños de más de 366.1 billones de dólares.

Respecto al Perú, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología indica que nuestro país posee 28 de los 35 climas del mundo y es propenso a experimentar emergencias a raíz del cambio climático. El Perú ha experimentado fuertes eventos extremos como inundaciones, sequias, friajes, huaicos y deslizamientos. El 67% se originaron por efectos derivados del cambio climático (PNUD, 2016). En particular para nuestro país, las emergencias de mayor frecuencia y/o gravedad son las inundaciones, sequías, heladas y el Fenómeno del Niño.

Gráfico: Emergencias causadas por peligros climáticos por región (2003-2014)

Precipitaciones intensas

En los últimos 30 años, la proporción de la población mundial en cuencas propensas a inundaciones aumentó en 114%. En el Perú, 5.5 millones de personas están expuestas a precipitaciones muy intensas, principalmente en la costa (norte y centro), sierra (norte, centro, sur y altiplano) y selva (norte, centro y sur).

Los efectos sobre la salud de inundaciones son el aumento de casos de ahogamiento, de traumas físicos, de enfermedades infecciosas (por agua y por vectores), traumas psicológicos y la afectación del sistema de salud que ha llegado a la destrucción o inhabilitación de establecimientos de salud y fuertes dificultades logísticas que generan desabastecimiento de medicinas e impiden el acceso, tanto de profesionales de salud a los centros como de la población a los mismos. En el Perú la incidencia elevada de enfermedades trasmitidas por agua insalubre (como enfermedades diarreicas agudas en especial en niños) y de metaxénicas como malaria, dengue y zika trasmitidas por mosquitos que se reproducen con más facilidad cuando abundan reservorios de agua y temperaturas más altas, son condiciones que agravan las afectaciones del derecho a la salud en situaciones de emergencia.

Fenómeno del Niño

El Fenómeno del Niño es un cambio episódico de calentamiento a gran escala de ambos lados de la línea ecuatorial en el Océano Pacífico y ha estado presente siempre. En los últimos cinco siglos han ocurrido al menos 120 episodios (INDECI, 2002). Los últimos registrados fueron 1982-1983, 1997-1998 y 2016-2017. Las pérdidas en el sector salud en el primero de estos sumó 94 millones de dólares y llegó a 34 millones en 1997-1998.

El último Fenómeno del Niño registrado (2017) produjo la muerte de 163 personas y dejó 278 851 personas damnificadas. Además, el daño al sector salud provocó daños en infraestructura en 1 131 establecimientos de salud. Respecto al brote de enfermedades infecciosas, se registraron 5 441 casos de Zika, 58 161 casos de dengue, 20 545 casos de malaria, 1122 casos de Chikunguya, 1 027 390 infecciones respiratorias agudas y 220 425 casos de episodios de enfermedades diarreicas en menores de cinco años.

Además, el Fenómeno El Niño (FEN) genera daños sobre los hospitales y centros de salud, impidiendo la atención a amplios grupos poblacionales. Un estudio en los departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad sobre los posibles riesgos por inundaciones o deslizamientos de los establecimientos de salud del Ministerio de Salud encontró que en caso de lluvias extremas por el FEN 38 de 872 establecimientos serían afectados (Hernández-Vásquez et al 2016).

Sequías

Las sequias son episodios caracterizados por el déficit de agua que pueden ser más repetidos y prolongados por causa del cambio climático. Cuando eventos de este tipo se prolongan la escasez de agua y alimentos puede derivar en problemas importantes para la salud. La malnutrición es uno de los más importantes, pues la no disponibilidad de alimentos o la falta de acceso a ellos por el empobrecimiento extremo de las familias dedicadas a la actividad agropecuaria puede ser de gravedad, más aún cuando este problema está asociado directa o indirectamente con el 35% de todas las muertes de menores de cinco años a nivel mundial (OMS, 2012).

Por otro lado, aumenta el riesgo de enfermedades infecciosas debido a la insuficiencia de agua apta para el consumo humano y de dificultades para el buen funcionamiento de los servicios de saneamiento. Es de esperar que estos problemas se agraven donde el hacinamiento es mayor.

Gráfico: Sequias y riesgo en la salud

En nuestro país, el 90% de los peruanos viven en zonas áridas, semiáridas o subhúmedas y 2.6 millones de personas están expuestas a periodos de sequías, principalmente en la costa norte y sierra sur. Cabe resaltar que las zonas donde se concentra el 66% de la población solo tiene disponibilidad hídrica del 1.5% del agua apta para el consumo humano mientras que el 98.2% del agua está disponible para 30.76% de la población. Es decir, la vulnerabilidad ante periodos secos es preocupante.

Además, la exposición a inseguridad alimentaria tiene mayores probabilidades de causar daños ya que el 30.7% de distritos son desde ya vulnerables ante la inseguridad alimentaria (Minsa, 2014)

Friajes

Los eventos de frío extremo derivan en emergencias cuando las poblaciones aumentan su probabilidad de sufrir enfermedades y muertes evitables. En nuestro país, 5.6 millones de personas se encuentran expuestas a periodos de friaje, principalmente en la sierra sur y el altiplano, aunque también en zonas de la amazonia donde la temperatura puede caer bruscamente y la población está poco preparada para enfrentar esas situaciones. Los daños a la salud son principalmente infecciones respiratorias agudas (IRA), que pueden terminar en neumonías y muerte, e hipotermia.

En todos los tipos de emergencias se debe reconocer además que una consecuencia importante es el estrés psicológico y los trastornos de salud mental debido a la exposición al peligro, pérdida de personas cercanas e incertidumbre sobre su futuro. En ese sentido, las estadísticas no pueden reflejar el impacto en la salud por completo o el sufrimiento.

  • Nuevos desafíos ambientales (“Emerging environmental challenges”)

A medida que el cambio climático ha ido modificando el medioambiente, han empezado a generarse nuevos desafíos para la salud que antes no eran considerados problemas relevantes. Entre estos se encuentran el estrés por calor, la exposición a la radiación ultravioleta y la contaminación del aire.

Estrés por calor

Las olas de calor son periodos inusuales de presencia de temperaturas mayores al promedio histórico. Y se originan principalmente por el aire atrapado, por lo cual no necesariamente derivan del cambio climático, pero este los hace más frecuentes e intensos. Este aumento de calor, combinado con la humedad, exponen a las personas a mayores sensaciones térmicas que pueden derivar en estrés por calor.

En 2003, el verano europeo cobró 70 000 muertes en doce países. En Estados Unidos, las olas de calor han cobrado más vidas que las inundaciones, huracanes y tornados en los últimos treinta años. A partir de esas experiencias, Europa estableció un plan de acción que contempla el seguimiento meteorológico para tener alarma temprana de posibles olas de calor.

La sensación térmica toma en cuenta la humedad y la temperatura del aire. Tomando el gráfico de referencia podemos mencionar que si la temperatura del aire es 96 °F (35.5 °C) y la humedad es de 65%, la sensación térmica para una persona es 121 °F (49.5 °C). Bajo esa lectura, podemos decir que niveles mayores a 40 °C ya puede significar una alerta sobre una ola de calor, considerando que según la OMS un grado centígrado por encima de este umbral puede generar un aumento de 2 a 5% en las muertes asociadas a olas de calor.

Gráfico: Probabilidad de trastornos por la exposición al calor

Cuando la sensación térmica supera los 40 °C y ésta no cede ante el uso de fármacos y medios físicos la persona puede presentar hipertermia; es decir, el cuerpo supera el punto de ajuste hipotalámico (el cuerpo ya no puede termoregularse a sí mismo). En este punto, la humedad puede acelerar la incomodidad, pues evita la evaporación del sudor, lo cual nos priva de esa ayuda a que el cuerpo se enfríe (Sánchez, 2016). La hipertermia puede derivar en convulsiones, disfunción renal, encefalopatía o disfunción hepática. La mortalidad, en estos casos, puede llegar al 50% de pacientes.

Adicionalmente, hay otros factores que pueden agravar estas olas de calor. El crecimiento demográfico y urbano y el envejecimiento de la población son algunos de ellos que son relevantes para nuestro país. Las zonas urbanas son de particular importancia, pues son susceptibles a generar el efecto isla de calor que puede aumentar la temperatura del aire en más de 5 °C.

Actualmente, una ola de calor de gran magnitud se presenta sólo cada 20 años en el mundo, pero para la década de 2050 se espera que se origine un episodio cada 2 a 5 años.

Las proyecciones sobre temperatura para el Perú, según la OMS (2015) indican que si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen altas el aumento de la temperatura comparando los niveles de los años 1990 y 2100 será de 5.3 °C. Si las emisiones se controlan, el aumento será de 1.6 °C. En el primer escenario los días de calor extremo serían 280 en el 2100 mientras que, en el segundo, serían 100 días al año; lo cual es muy superior a los 10 días de calor que se presentaban en promedio en 1990.

Honda et al. (2016) proyectaron, bajo dos escenarios para el Perú, las muertes que se generarían por eventos relacionados con calor en la población mayor a 65 años para el 2080. En el primer escenario, de emisiones altas de gases contaminantes, se esperan 50 muertes por cada 100 000 personas. Bajo el segundo escenario, de reducción de emisiones, se proyectan 8 muertes por cada 100 000 personas.

Gráfico: Mortalidad relacionada con el calor en la población de 65 años o más, Perú

La protección de la población de estos eventos requiere vigilancia, alertas tempranas, identificación de poblaciones vulnerables (adultos mayores, niños e infantes), reducción del efecto isla de calor y la reducir de emisiones de gases de efecto invernadero.

Exposición a la radiación ultravioleta

La exposición al sol en cantidades moderadas es saludable, pues ayuda al cuerpo a producir vitamina D. No obstante, la exposición excesiva a los rayos ultravioleta puede generar desde envejecimiento de la piel hasta cáncer.

En 1985 se descubrió que la capa de ozono estaba dañada sobre la Antártida, se había generado a raíz de la contaminación un agujero de 25 millones de kilómetros cuadrados. Este descubrimiento alertó sobre el debilitamiento de la capa de ozono para protegernos de los rayos ultravioleta.

Los casos de melanoma, que es el tipo de cáncer de piel más grave, se han duplicado en el mundo cada 7 a 8 años en los últimos 40 años (OMS) y 66 000 personas mueren al año por cáncer a la piel. Problemas adicionales generados por esta radiación son el daño a la córnea, al cristalino, a la retina, la mayor probabilidad de desarrollar cataratas y otros daños oculares.

En particular para el Perú, la cercanía del país con la zona ecuatorial, donde la radiación cae perpendicularmente hacia el territorio, nos hace más vulnerables a este problema. Por otro lado, los niveles de radiación son mayores en las zonas andinas que en la costa o selva por la altitud. Agregado a lo anterior, nuestro país tiene un grueso de población en edad vulnerable a la radiación, pues son los adultos mayores y los niños los que tienen mayor probabilidad de daño ante exposición al sol. El 9.8% de la población peruana es menor de cinco años y el 6.5% es mayor a 65 años, porcentaje este último que se calcula crecerá en las siguientes décadas.

Ante esto se recomienda limitar la exposición al sol durante las horas alrededor del mediodía, usar ropa que proteja la piel y cuidar los ojos con gafas de sol; además es indispensable el uso de bloqueadores solares y evitar exponer a niños y bebes.

Contaminación del aire

Existe un doble efecto de diversos gases que contaminan el aire y que generan simultáneamente riesgos para la salud y calentamiento global. En efecto, los gases de efecto invernadero contaminan el aire y son la principal causa del cambio climático. En especial, el dióxido de carbono, el monóxido de carbono y el metano son los gases que generan mayores problemas a la salud. Al mismo tiempo, dentro del hogar el uso de combustibles sólidos (carbón, leña, bosta) puede generar enfermedades respiratorias y cardiovasculares, formación de cataratas y cáncer. En el mundo, 67 700 niños menores de 5 años mueren cada año a causa de la neumonía asociada a la contaminación del aire dentro del hogar. El problema es importante, pues 2.8 millones de personas dependen de combustibles sólidos para cocinar.

En el Perú, las muertes por enfermedades cardiacas, accidentes cardiovasculares, cáncer de pulmón y otras enfermedades respiratorias son en gran parte originadas por la contaminación del aire del hogar; en 2012, representaron el 23% del total de 28 500 muertes. Esta alta incidencia de muertes por el aire contaminado en el hogar se explica porque en las zonas rurales aproximadamente el 95% de las personas usa combustibles sólidos (en las zonas urbanas es el 13%), problema frente al cual se han desarrollado programas sociales de “cocinas mejoradas” que llevan los gases al exterior de la vivienda y aumentan la eficiencia energética, pero cuya cobertura es aún reducida.

Por otro lado, el polen en el aire puede también generar problemas de salud. Si bien las alergias al polen no han sido un problema de gran envergadura en el pasado, es posible que la alteración de las estaciones meteorológicas y la interacción del polen con químicos en el aire puedan generar mayores casos de alergias, asma, problemas respiratorios y enfermedades cardiovasculares.

La materia particular que está en el aire (en especial el polen) pueden penetrar espacios profundos del pulmón pues su dimensión es menor a 2.5 micrones. Al tener la libertad de ingresar pueden arrastrar otros contaminantes del aire dentro del cuerpo y generar otras enfermedades además de las alergias, por lo cual el polen es más dañino mientras más gases como el CO2 estén presentes en el aire. Según la OMS, un volumen menor a 2.5 microgramos por metro cúbico de esas partículas en el aire no son de preocupación para la salud, pero Lima ya superó ese nivel, se calcula que se presentan 50 microgramos por metro cúbico, donde Gonzales et al. (2014) resaltan que 2330 muertes anuales son atribuibles a este tipo de contaminación del aire.

  • Nutrición

La relación del cambio climático con el derecho a la alimentación está tratado en mayor detalle en este volumen en el texto de María José Veramendi, pero un análisis del derecho a la salud no puede omitir una referencia al serio problema de la malnutrición. En el Perú un 12 por ciento de niños y niñas de 6 a 59 meses sufren desnutrición crónica según la ENDES 2018 pero llega al 32 por ciento entre la población indígena. La anemia afecta a 33 por ciento de este grupo de edad, pero entre los indígenas llega al 48 por ciento y en los más pequeños de 6 y 12 meses la sufren el 60 por ciento.  Si bien el país ha logrado progresos importantes en relación a la desnutrición crónica en años anteriores, la reducción ha sido menor los últimos años. Mientras tanto, la anemia en el último quinquenio no se ha reducido en lo absoluto, a pesar de que el estado ha dedicado mayores esfuerzos a distribuir micronutrientes en polvo y suplemento ferroso. Las deficiencias nutricionales figuran entre las 10 primeras causas de enfermedad y muerte en el Perú (MINSA 2018) con 208,490 años de vida saludables perdidos de manera directa, a lo que debe añadirse que se calcula que la desnutrición crónica es un factor de riesgo que explica el 4 por ciento de las neumonías y el 3 por ciento de las enfermedades diarreicas.

Los efectos negativos sobre el derecho a la alimentación y la seguridad alimentaria son un mecanismo principal a través del cual el cambio climático afecta la nutrición y salud de los niños y por lo tanto deben prevenirse en especial en las regiones donde estos efectos sean mayores (ver por ejemplo Watts et al 2018). Debe anotarse, sin embargo, que el problema de la alimentación infantil se agrava cuando los padres, y dada la división de roles de género en especial las madres, se ven empujadas a trabajar largas jornadas de trabajo y obligadas a reducir el tiempo de cuidado dedicado a las niñas, algo que también puede ser consecuencia de la reducción de los ingresos campesinos ante una caída de la productividad agropecuaria y de la pesca o un efecto climático extremo provocado por el cambio climático. La pérdida de productividad agropecuaria producto del cambio climático sería mayor para cultivos como la papa y para la ganadería altoandina (BID-CEPAL 2014), asociados a grupos de mayor pobreza

Las emergencias causadas por el cambio climático pueden afectar la nutrición infantil por varios mecanismos, desde la pérdida de ingresos de las familias, el menor acceso a determinados alimentos y la inseguridad alimentaria, las mayores dificultades para el cuidado infantil, mayor difusión de enfermedades diarreicas e infecciosas y las deficiencias en la atención de salud.

Estos temas no están en la actualidad anotados en los planes y análisis del Ministerio de Salud frene al cambio climático, lo que no guarda coherencia con la importancia actual que las deficiencias nutricionales infantiles tienen en la salud pública peruana.

  • Políticas públicas frente al cambio climático en salud

Como señala en este volumen Iván Lanegra, el Perú es signatario de varios y sustanciales instrumentos internacionales relacionados al cambio climático. Desde la ratificación en 1993 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, se empieza a construir el marco institucional y legal para la gestión del cambio climático en nuestro país. Los siguientes años se aprobaron normas fundamentales que abordaron o incluyeron la preocupación por el Cambio Climático (ver Lanegra en este volumen), sin embargo apuntaron principalmente a la reducción de las causas del Cambio Climático y a la respuesta ante desastres climáticos, y abordaron muy poco la respuesta en política de salud para la adaptación frente a este problema.

El 2015 la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático recoge los esfuerzos y objetivos desde el estado y en el sector salud, y se empiezan a esbozar lineamientos más concretos sobre cómo abordar el cambio climático desde la salud. Tras la Ley Marco sobre el Cambio Climático (Ley N° 30754), aprobada en abril de 2018, el Grupo de Trabajo Multisectorial estableció 91 medidas de adaptación y 62 medidas de mitigación, de las cuales 14 corresponden al sector salud y se centran en la adaptación al cambio climático.

Estas 14 medidas de adaptación se enfocan en 3 componentes que se presentan a continuación:

Población: buscan reducir la vulnerabilidad ante cambios en el clima mediante la generación, uso y divulgación de información.

  • Fortalecimiento del sistema de monitoreo y vigilancia epidemiológica y ambiental.
  • Implementación de acciones relacionadas a la gestión del riesgo asociado al cambio climático dentro de la unidad sectorial.
  • Transferencia de prácticas saludables a la población vulnerable ante la exposición de temperaturas extremas.
  • Transferencia de prácticas saludables a las poblaciones vulnerables ante incremento de enfermedades transmitidas por vectores.
  • Transferencia de prácticas saludables a las poblaciones vulnerables ante incremento de enfermedades por alimentos y agua contaminados.
  • Fortalecimiento de las acciones de información y difusión de prácticas saludables.
  • Acceso de las instituciones del sector salud a fuentes de financiamiento

Servicios: buscan la adecuación de los servicios de salud ante peligros del cambio climático para garantizar la cobertura de salud.

  • Implementación de las acciones de prevención, reducción, preparación y respuesta en los servicios de salud vulnerables.
  • Implementación de estrategias preventivas y de respuesta en las Gerencias Regionales de Salud (GERESAS), las Direcciones de Redes Integradas de Salud (DIRIS), las Direcciones Regionales de Salud (DIRESAS) y las Redes de Salud en zonas de vulnerabilidad
  • Implementación de acciones para el funcionamiento y la operatividad de los servicios de salud.
  • Acceso a mecanismos de financiamiento de salud para garantizar la continuidad de la atención a la población vulnerable.

Infraestructura de salud: buscan reducir daños y pérdidas en establecimientos de salud ante posibles peligros del cambio climático.

  • Implementación de tecnologías en el diseño de la construcción y habilitación de infraestructuras de salud ante ocurrencia de peligros.
  • Implementación de tecnologías en el mejoramiento de la infraestructura de salud vulnerables a peligros.
  • Fortalecimiento de capacidades de gobiernos locales y regionales para incorporar la gestión de riesgos en su inversión pública en salud.

La implementación de estas medidas trae consigo desafíos que el Ministerio de Salud ha identificado como condiciones habilitantes específicas que deben abordarse en el corto plazo (2021), mediano plazo (20250) y largo plazo (2030). Las 30 condiciones que reseña el MINSA se agrupan en 4 bloques:

  • Mecanismos de financiamiento.
  • Generación de información.
  • Cooperación institucional entre sectores, niveles de gobierno y otros.
  • Vigilancia y monitoreo de las intervenciones.

Respecto al primer bloque, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) es el encargado de realizar las gestiones para financiar las acciones tanto de mitigación como de adaptación, pero además tiene un rol importante en abordar el tercer bloque. La incorporación de los riesgos climáticos a las diferentes intervenciones del estado también son parte de la responsabilidad de este ministerio.

Por otro lado, los gobiernos subnacionales, según La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales, están obligados a formular sus Estrategias Regionales de Cambio Climático y deben coordinar con otros niveles de gobierno. Sin embargo, todavía hay pocas respuestas de estos gobiernos ante esta obligación.

Para abordar el tercer bloque, el MINSA ha identificado los siguientes actores claves que debe articularse con el sector salud: Ministerio de Transportes y Comunicaciones, Ministerio de Educación, Ministerio de Economía y Finanzas, Presidencia del Consejo de Ministros, Ministerio del Ambiente, Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Gobiernos Regionales y Locales, Instituto Nacional del Agua, Colegio de Ingenieros del Perú, Instituto Nacional de Salud, Autoridad Nacional del Agua, Centro de Conocimiento en Salud Pública y Desarrollo de la OPS, Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (SEDAPAL), Organización Mundial de la Salud, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, entre otros.

Por otro lado, la respuesta ante desastres se articula desde el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (órgano del SINAGERD) y con él colaboran diferentes instituciones del estado desde los ministerios hasta las Fuerzas Armadas. La coordinación se puso a prueba en el último Fenómeno del Niño, donde se presentaron daños en salud, pero muy por debajo de los daños en anteriores eventos similares.

Para evaluar el desempeño de la política pública en salud ante el cambio climático, la revista británica The Lancet (2018) planteó una serie de indicadores. En base a ellos, la OMS monitorea las respuestas nacionales; la última actualización para el Perú se realizó en 2015. A continuación, se presenta una adaptación actualizada de este monitoreo, donde se puede apreciar que los puntos débiles se refieren a financiamiento y capacidad institucional, algo que no llama a atención dada la realidad del sector público peruano.

Tabla: Respuesta de política nacional en salud frente al cambio climático

Gobierno y política  
Se ha identificado objetivos nacionales para el cambio climático desde el Ministerio de Salud. Cumple
Se tiene una estrategia nacional de adaptación de salud aprobada por el gobierno. Cumple
La Comunicación Nacional presentada a la UNFCCC incluye las implicancias para la salud de las políticas de mitigación de cambio climático. Cumple
Adaptación  
Implementación de proyectos o programas de salud en materia de adaptación al cambio climático. Cumple
Implementación de acciones para fortalecer las capacidades institucionales y técnica para trabajar sobre cambio climático y salud. En proceso
Evaluación nacional de los impactos del cambio climático, la vulnerabilidad y la adaptación para la salud. No cumple
Disposición de información sobre el cambio climático incluye la vigilancia integrada de enfermedades y respuestas (IDSR) incluyendo el desarrollo de sistemas de alerta y respuestas tempranas de riesgos para la salud sensibles al clima Cumple
Actividades para aumentar la resistencia al clima de la infraestructura de salud En proceso
Mecanismos de financiamiento y cálculo de costos  
Los costos estimados para poner en práctica la capacidad de recuperación de la salud al cambio climático incluye en asignaciones previstas de fondos nacionales en el último ejercicio económico En proceso
Los costos estimados para poner en práctica la capacidad de recuperación de la salud al cambio climático incluye en asignaciones previstas de fondos internacionales en el último ejercicio económico No cumple
Beneficios en la salud de mitigación del cambio climático  
La estrategia nacional para la mitigación del cambio climático incluye la consideración de las consecuencias para la salud de las acciones de mitigación del cambio climático No cumple
Realización de la valoración de los beneficios conjuntos de las consecuencias para la salud de las políticas de mitigación del cambio climático No cumple

Anotamos por nuestra parte algunos aspectos que nos parecen esenciales para promover el derecho a la salud en un contexto de cambio climático. En primer lugar, las brechas de inequidad en atención básica exigen un esfuerzo especial por mejorar la cobertura y la efectividad de la atención en las zonas rurales, donde aún viven más de la cuarta parte de los peruanos y todavía hay serias desigualdades en materia de enfermedades trasmisibles y salud materno- infantil que representan violaciones inaceptables al derecho a la salud. En estas áreas, el cambio climático puede generar efectos particularmente negativos sobre el derecho a la salud, ya que suma a los problemas existentes en los sistemas de salud pública y de exclusión social, probables efectos de mayores enfermedades trasmisibles como la malaria y las enfermedades diarreicas y mayores emergencias por desastres. Algunas políticas orientadas de cerrar brechas de inequidad y avanzar en el derecho a la salud pasan por integrar los esfuerzos de ampliación de cobertura del SIS con las necesidades de una adecuada política de recursos humanos, el equipamiento de establecimientos de mediana complejidad y las facilidades para el traslado y la permanencia de pobladores rurales. La amenaza del cambio climático llama a que, en esa orientación, se refuerza la vigilancia y control de enfermedades trasmisibles y la gestión de riesgos de desastres.

Otra área donde hay bastante debilidad en las políticas de salud pública y donde los riesgos del cambio climático resaltan la necesidad de una acción más fuerte, es en el de la promoción de la salud, y en especial en la influencia del sector salud sobre otros sectores y en la difusión de conocimiento y de hábitos de vida más saludables. El cambio climático en cuanto a sus efectos en salud debe encararse intersectorialmente, en particular en relación a factores como el acceso a agua potable y saneamiento, la inseguridad alimentaria y la gestión de riesgos de desastre. Adicionalmente, el cambio climático exige que los ciudadanos estemos más conscientes y alertas de riesgos ambientales emergentes, como la mayor radiación solar, las olas de calor y el polen y los materiales particulares en el aire que generan alergias y enfermedades pulmonares.

Para culminar este análisis de las políticas públicas en salud frente al cambio climático, es necesario anotar que para abordar cualquier problema, el primer paso es conocer a profundidad el mismo. Por tanto, la investigación científica que también considere los aspectos meteorológicos, socioeconómicos, políticos y culturales es de importancia. Algunos aspectos donde el Perú está rezagado son la colaboración entre servicios meteorológicos y los servicios de salud, y la generación de predicciones. Por ejemplo, los modelos estadísticos pueden prever en tiempo y espacio el brote de enfermedades relacionadas al cambio climático, con lo cual se podrían generar alertas tempranas.

  1. A modo de conclusión: el Perú frente a los efectos del Cambio Climático sobre el derecho a la salud

El cambio climático genera a través de varios mecanismos impactos negativos sobre el derecho a la salud, siendo importantes para el Perú en particular los efectos en relación a algunas enfermedades trasmisibles, a las emergencias, a los llamados “nuevos retos ambientales” y a la nutrición. Estos probables impactos se presentan en una situación en la que, a escasos meses del bicentenario de la Independencia y la República, el Perú no ha logrado que el derecho a la salud sea gozado ampliamente por su población. A pesar de importantes avances en relación a la salud materno-infantil y las enfermedades trasmisibles, hay muchas muertes y discapacidades evitables y persisten serias inequidades, tanto frente a estos problemas de salud como en relación a enfermedades no trasmisibles que ahora representan la mayor carga de enfermedad.

Las grandes brechas económicas y sociales que impactan negativamente sobre el derecho a la salud y las debilidades de las políticas de salud pública de promoción y prevención de la salud, son buena parte de este problema. Otra parte significativa responde a los problemas del sistema de salud para atender oportuna y adecuadamente las necesidades de atención y cuidado, problemas que se agravan debido al cambio epidemiológico y las escasas asignaciones presupuestales.

Frente al cambio climático, el estado peruano ha respondido con varias actividades e instrumentos legales y de planificación de la salud pública, pero con claros retrasos en los indicadores referidos al financiamiento y a las capacidades institucionales de respuesta. Adicionalmente, en esta respuesta nacional no se evidencia que se hayan considerado criterios esenciales de los derechos humanos. Una visión desde el derecho a la salud, que utilice los estándares internacionales sobre las condiciones básicas que deben tener las políticas de salud pública, podría ayudar a una mejor respuesta de estas políticas frente al cambio climático.

BIBLIOGRAFÍA

Avilez JL, Bazalar J, Azañedo D, Miranda JJ (2016). Perú, cambio climático y enfermedades no trasmisibles: ¿Dónde estamos y a dónde vamos?. Rev Peru Med Exp Salud Publica. Vol  33(1):143-8.

Banco Mundial (2016): Financiamiento de la salud en el Perú. Análisis de la situación actual y desafíos de política al 2012.

BID – CEPAL (2014). La economía del cambio climático en el Perú.

Burstein-Roda, T. (2018). Reflexiones sobre la gestión de los recursos hídricos y la salud pública en el Perú. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública35, 297-303.

Cotlear, Daniel y Christel Vermeersch (2016): Peruvian lessons for the transition from MDGs to SDGs, The Lancet Global Health, Volume 4, Issue 6, June 2016, Pages e353-e354.

Defensoría del Pueblo (2013): Informe Defensorial N° 161 : Camino al Aseguramiento Universal en Salud (AUS). Resultados de la supervisión nacional a hospitales, Lima.

Ducreux & consultants, Inc (2014): Consultoría para la realización del Estudio Financiero Actuarial del Seguro Subsidiado, SemiSubsidiado y SemiContributivo del Seguro Integral de Salud, realizado por encargo del Ministerio de Economía y Finanzas – Apoyo al Programa de Reformas de los Sectores Sociales – Contrato de Préstamo N° 2374/OC-PE con – Banco Interamericano de Desarrollo

Hernández-Vásquez A, Arroyo-Hernández H, Bendezú-Quispe G, Díaz-Seijas D, Vilcarromero S, Rubilar-González J, y Gutierrez-Lagos E (2016). Potencial vulnerabilidad frente a inundaciones, de los establecimientos de salud públicos de cuatro regiones del norte del Perú. Rev Peru Med Exp Salud Publica. 2016;33 (1)

Francke, Pedro (2013): Peru’s Comprehensive Health Insurance and New Challenges for Universal Coverage, UNICO Studies Series;No. 11. World Bank, Washington DC.

Gonzales, G. F., Zevallos, A. et al (2014). Contaminación ambiental, variabilidad climática y cambio climático: una revisión del impacto en la salud de la población peruana. Revista peruana de medicina experimental y salud pública31, 547-556.

Grasso, Manera, Chiabai y Markandya (2012). The health effects of climate change: a survey of recent quantitative research. Int J Environ Res Public Health. 2012;9

Honda, Y., Kondo, M., McGregor, G., Kim, et al (2015). Heat-related mortality risk model for climate change impact projection. Environmental health and preventive medicine19(1), 56.

Humphreys, S (2007). Competing claims: human rights and climate harms 3, en S. Humphreys (2009). Human Rights and Climate Change:37.

Hunt, Paul (2005): Informe presentado por el Sr. Paul Hunt, Relator Especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental. Misión al Perú. Comisión de derechos humanos – 61º periodo de sesiones, E/CN.4/2005/51/Add.3, Naciones Unidas – Consejo Económico y Social

Hunt, P y R. Khosla (2009). Climate change and the right to the highest attainable standard of health, en S. Humphreys (2009). Human Rights and Climate Change.

INDECI. (2002). Plan de contingencia para el Fenómeno El Niño 2002-2003

INEI (2019): “Perú. Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2018”, Lima.

IPCC. (2014). Cambio climático 2014: Impactos, adaptación y vulnerabilidad – Resumen para responsables de políticas. Contribución del Grupo de trabajo II al Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático [Field, C.B., V.R. Barros, D.J. Dokken, K.J. Mach, M.D. Mastrandrea, T.E. Bilir, M. Chatterjee, K.L. Ebi, Y.O. Estrada, R.C. Genova, B. Girma, E.S. Kissel, A.N. Levy, S. MacCracken, P.R. Mastrandrea y L.L. White (eds.)]. Organización Meteorológica Mundial, Ginebra, Suiza: 1-34.

Maguiña, C; Seas C, Galán E, Santana J (2010). Historia del cólera en el Perú en 1991. Acta méd. peruana v.27 n.3 Lima jul./set. 2010

 

MINSA (2019). Acciones del Ministerio de Salud para la adaptación ante el cambio climático al 2030

MINSA- Centro nacional de epidemiología control y prevención de enfermedades (2018): Carga de enfermedad en el Perú. Estimación de los años de vida saludables perdidos 2016.

MINSA. (2014). Escenarios de Riesgo frente al Cambio Climático. Dirección General de Epidemiología. Lima: Ministerio de Salud.

OMS. (2003). Cambio climático y salud humana. Suiza: OMS.

OMS. (2012). Atlas of health and climate. World Health Organization

OMS. (2015). Climate and health country profile 2015: Peru. World Health Organization

ONU (2012). Iniciativa Ciudades y Cambio Climático. ONU-Habitat

Patz JA, Gibbs HK, Foley JA, Rogers JV, Smith KR (2007). Climate change and global health: quantifying a growing ethical crisis. EcoHealth. 2007;4(4):397-405.

PNUD. (2016). Cambio Climático y territorio: En busca de sostenibilidad para el desarrollo humano en el Perú. PNUD.

Rocklöv, J., & Quam, M. (2015). Quantitative risk assessment of the effects of climate change on selected causes of death, 2030s and 2050s. Geneva: World Health Organization, 2014

Sánchez Zavaleta, C. A. (2016). Evolución del concepto de cambio climático y su impacto en la salud pública del Perú. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, 33, 128-138.

Seinfeld, J y Besich (2014): Universal Health Coverage Assessment – Peru, Global Network for Health Equity (GNHE).

Watts, N., Amann, M., Arnell, N., Ayeb-Karlsson, S., Belesova, K., Berry, H. et al (2018). The 2018 report of the Lancet Countdown on health and climate change: shaping the health of nations for centuries to come. The Lancet, 392(10163), 2479-2514.


[1] Consultado en http://acnudh.org/wp-content/uploads/2005/02/Informe-relator-sobre-disfrute-salud-f%C3%ADsica-y-mental-misi%C3%B3n-al-Per%C3%BA-febrero-2005.pdf el 5 de junio de 2017

[2] Fuente: ENDES 2018, INEI.

[3] Datos OPS-OMS: “Indicadores básicos – Situación de Salud en las Américas 2016”. En esta fuente la TMI es 17 por mil, pero preferimos usar la fuente más actualizada de la ENDES 2016 para el Perú.

[4] Para más detalles ver Banco Mundial (2016), sección 2.

[5] Banco Mundial 2016: tabla 2 página 20. Suma 25% afiliados a EsSalud y 1% a EsSalud y EPS. Datos basados en ENAHO 2014.

[6][6] Emerging environmental challenges, en inglés.

Refuerzos para la Salud Pública – Propuestas

¿DE DONDE SACAR REFUERZOS PARA LA SALUD PÚBLICA?

Nada ha quedado más claro en los últimos meses que la necesidad de fortalecer nuestra salud pública. Más de 40 mil muertos lo gritan. En la emergencia, se acondicionan hospitales que se postergaron años, se contratan decenas de miles de profesionales y se busca desesperadamente ventiladores de una industria raquítica. Eso está bien, pero es tiempo de mirar un poco más allá, al mediano plazo.

 UN FONDO CON SU PAN BAJO EL BRAZO

La gran debilidad de nuestro sistema público de salud tiene una causa principal: los escasos recursos económicos destinados al mismo. ¿Por qué tenemos tan pocos médicos, enfermeras, camas hospitalarias y UCIs? Porque el estado destina apenas 3,2 por ciento del PBI a la salud, menos que la tercera que en Cuba, la mitad que en Costa Rica y Uruguay, muy por debajo de Chile, Argentina, El Salvador, Nicaragua, Bolivia, Panamá, Ecuador, Paraguay, Colombia y Brasil en la región. Es obvio: sin presupuesto no se pueden contratar médicos, construir hospitales, equipar UCIs, abastecer de medicinas.  ¿O alguien todavía cree que hay lonche gratis? Desde luego que hay muchos otros problemas, como ineficiencias, corrupción y un sistema desarticulado. Pero el presupuesto es primordial.

Una razón de fondo del bajo presupuesto público en salud es la baja recaudación del estado, apenas 14% del PBI antes de la epidemia, producto de exoneraciones tributarias, elusión y otras ventajas a los grandes monopolios, otorgadas como parte de las políticas neoliberales. Así, estas no son ajenas a la debilidad de la salud pública y el estado en general, por el contrario, son una de sus causas profundas.

¿Qué hacer? Pensemos en las medidas que debieran tomarse para iniciar una recuperación sostenida, que no sea flor de un día, de los recursos destinados a la salud. La propuesta de una modificación constitucional diciendo que el gasto en salud debe ser 6 por ciento del PBI no es mala pero no pasa de algo declarativo; después de todo, ya el Perú aprobó eso mismo en un acuerdo regional de la Organización Panamericana de la Salud hace más de una década y no hay mayores avances.

Propongo lo siguiente: Crear un fondo intangible para el fortalecimiento de la salud pública, destinando al mismo un impuesto a las grandes fortunas, un recargo especial a los cigarrillos, alcoholes, gaseosas y productos industrializados altos en grasas y una sobretasa temporal a las importaciones.

¿De dónde obtenemos el dinero en estos tiempos difíciles? El primer billonario del Perú, Carlos Rodríguez Pastor, tiene una fortuna de unos 4 mil millones de dólares, más de 13 mil millones de soles. Un impuesto de apenas 2 por ciento a quienes tienen fortunas superiores a cien millones (100´000,000) de dólares, permitiría obtener más de 800 millones de soles al año, siguiendo las cifras de riqueza del Boston Consulting Group. Esa tasa sería apenas un tercio de su rentabilidad básica y no los haría pobres; la semana pasada más de 300 ultra-ricos del mundo pidieron que les suban los impuestos.

Otra fuente debiera ser impuestos a cigarrillos, alcohol y productos industrializados altos en grasa, azucares y sodio (sal). Estos productos promueven diabetes, hipertensión y obesidad que nos ponen en alto riesgo ante el Covid-19 y muchas otras causas de muerte. Así, estos impuestos pueden cumplir una doble función; además de generar recursos para la salud, ayudar a reducir el consumo de esos productos nocivos para la salud. Hay amplia experiencia internacional de que esto funciona. En el Perú esos impuestos son bajos y no a todos los productos: se debe elevar las tasas, ampliar su aplicación y destinar esa recaudación a la salud pública, que es quien luego debe cargar con los problemas que causan.

Una tercera fuente de ese fondo puede ser una sobretasa de 2 por ciento sobre las importaciones, pudiendo exceptuarse medicinas y maquinaria. Una medida de este tipo le daría un poco más de espacio competitivo a la industria y agricultura nacional en relación a lo importado, y de esa manera facilitaría su reactivación y crecimiento. La recaudación puede ser sustancial, unos 2 mil millones de soles anuales.

Aún con estas medidas no sobrepasaríamos, en cuanto a gasto en salud como proporción del PBI, a ninguno de los 13 países de la región mencionados antes, pero nos daría una buena base para empezar el fortalecimiento de la salud pública.

SALUD, PRODUCCION Y CONSUMO

Hay otros dos grandes asuntos muy relevantes para la salud pública que han sido minimizados las últimas décadas: la regulación de la producción, el transporte y el consumo, y la información y educación en salud. Sucede que, como se ha hecho evidente en esta epidemia, aún más importante que tener atención para recuperar la salud, es evitar enfermarnos.

Un problema central que tenemos hoy es que la reactivación económica se ha producido sin protocolos que aseguren que no rebrote la epidemia, lo que nos está trayendo un nuevo aumento de casos y muertes a nivel nacional.  El gobierno ha cedido ante la Confiep y lamentablemente para muchos grandes empresarios sus ganancias están por encima de la vida y salud de sus trabajadores y de la población. Pero lo que vivimos hoy es sólo la repetición de una política de décadas; recordemos que apenas pocos meses atrás unos jóvenes trabajadores de KFC morían electrocutados.  Miles de ejemplos más pueden ponerse: la afectación de pobladores por metales pesados generados por las mineras y petroleras, los accidentes en la construcción, la trafa de las “fórmulas” contra la leche materna, los monopolios en las farmacias, las clínicas y seguros abusivos contra los consumidores. Se ha permitido que las empresas produzcan y vendan sin los cuidados básicos sobre nuestra salud y nuestra vida y no podemos seguir así. La salud pública tiene que ser un asunto primordial en la regulación de la vida económica, el transporte y el consumo de los peruanos.

Peor aún es que en las grandes ciudades no se ha reordenado el transporte y los horarios de trabajo para evitar aglomeraciones en paraderos y buses, donde hay algo riesgo de contagio. Pero que el transporte urbano enferme y mate no es algo nuevo: la contaminación ambiental en Lima provoca más de 5 mil muertos al año y la primera causa de muertes de adultos en Lima son los accidentes de tránsito. Este es el resultado de un transporte caótico originado en el “libre mercado” impuesto por Fujimori y reforzado por Castañeda.

EDUCACIÓN Y COMUNICACIONES

Finalmente, tanto la educación como las comunicaciones han respondido muy poco a las necesidades de nuestra salud. En esta epidemia ha habido una respuesta importante pero con deficiencias notorias que se sienten ahora. Por un lado, se ha logrado el uso generalizado de mascarillas, pero veo pocos mensajes y entendimiento de cómo usarlas bien y cuáles son más efectivas. Algo es mejor que nada, pero como la mascarilla se ha convertido, usando una alegoría futbolística, no solo en el arquero sino también en toda la línea de defensa, necesitamos algo potente como una mascarilla N95 bien colocada, tapando bien la nariz y ajustándola, mensaje que no se difunde con la insistencia que se necesita. Lo peor, por cierto, es que diarios como Peru21 saquen columnas de opinión promoviendo el uso del dióxido de cloro que, además de no servir un ápice frente al coronavirus, es riesgoso para la salud ¡que vergüenza!

La desinformación es otro déficit de nuestra salud pública que viene de tiempo atrás. Por ejemplo, todavía tenemos muchos embarazos adolescentes porque no hay una buena educación en temas de salud sexual.  Necesitamos que la salud pública sea importante en el currículo escolar y tenga una fuerte presencia en los medios masivos de comunicación, frenando mensajes falsos y riesgosos (cuyo propósito siempre es el lucro) y promoviendo comportamientos saludables.

IDEOLOGÍA

Si pues, estos cambios implican un mayor peso del estado. La salud pública es un asunto de estado. Hoy que algunos aplauden el gabinete Cateriano por ser “pro-empresa”, hay que recordar que hoy faltan médicos y camas hospitalarias porque los billonarios no pagan impuestos por sus fortunas y sus empresas tienen ventajas tributarias, que la “libre empresa” es lo que nos ha dado este caótico sistema de transporte y que las enormes y riquísimas mineras tienen ya un millar enfermos por Covid-19 y varios focos de contagio. No podemos seguir así. Tener fuertes políticas de salud pública hoy es un asunto de sobrevivencia ciudadana y social, ni más ni menos.

TRANSPORTE ES CRÍTICO : NO PODEMOS SEGUIR COMO ANTES

La pandemia no está contenida. Los casos y las muertes de Covid-19 se reducen en algunas regiones pero aumentan en otras, e incluso hay diferencias entre provincias de la misma región. A nivel nacional, aún no estamos seguros si lo que las últimas semanas parece ser una meseta se mantendrá.  Es posible que el uso generalizado de mascarillas nos ayude y lleve a un lento declive de la enfermedad, diferenciándonos de lo que hoy pasa en Estados Unidos y otros países. Pero la negativa a dar mayor apoyo de bonos a una población empobrecida y el levantamiento de la cuarentena han llevado a una circulación masiva de gente que en paraderos y combis corre serio riesgo de contagio. El transporte público es ahora el lugar más crítico de nuestro país, donde estamos jugándonos un posible rebrote de fatales consecuencias. ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo debemos cuidarnos y que podría hacer de manera urgente el gobierno?

CUIDARSE

Hay dos medidas esenciales que debemos tomar para reducir el riesgo de contagiarnos al transportarnos. La primera es obvia: reducir los traslados al mínimo. Todo lo que requiera viajes y no sea urgente o de suma importancia, mejor postergarlo hasta nuevo aviso. En la medida que podamos trabajar desde casa, el llamado teletrabajo, mejor. Toda chamba que pueda ser hecha así debe alentarse y promoverse; las empresas y entidades públicas deben invertir en equipos y software que lo permitan y faciliten. Los empresarios deben ser conscientes de que trabajar de esta manera cuida la salud de sus trabajadores, colabora con la sociedad y los va poniendo en mejor pie competitivo para los siguientes años. En el estado, desde luego, es un despropósito mayúsculo, que la opinión pública debiera castigar severamente, obligar innecesariamente a que los trabajadores viajen, como con estas payasadas de “sesiones descentralizadas” bamba del congreso.

Yo hago mis clases desde la sala de mi casa (no tengo un sitio mejor), conectado desde mi laptop a este nuevo sistema de reuniones virtuales llamado Zoom. No es fácil adaptarse pero es un esfuerzo que vale la pena hacerla porque, además, nos dará réditos mucho más allá de este año, durante décadas. Personalmente estoy por hacer algunas inversiones en nuevos equipos que mejoren mi trabajo. El gobierno debe dotar a profesores y funcionarios públicos de equipos, laptops y conexiones de internet, y promover todo lo posible el teletrabajo. Pero hay muchas otras cosas que pueden hacerse desde casa hoy, desde un comercio electrónico que se ha multiplicado, hasta espectáculos y creaciones artísticas en vivo, preparación de salsas, mermeladas y comidas en la cocina de casa, artesanías y obras de arte, etcétera.

La segunda medida para evitar subirse a un microbús es usar otros medios de transporte: ir a pie, en monopatín, escúter, bicicleta o, si es ya demasiado lejos, moto. Lo más contaminante y que ocupa más espacio en las calles es el carro, así que trato de reducir su uso al mínimo. Salvo que las distancias sean demasiado grandes, voy a pie o en bicicleta, que es lo más saludable y lo mejor para reducir la congestión y la contaminación. En cuanto al Covid-19, es muy seguro, usando la mascarilla y manteniendo la distancia, algo que se hace casi naturalmente yendo en bici. El gran tema es el riesgo en las ciudades debido al tráfico y mal manejo, por eso es urgente que se hagan ciclovías por toda la ciudad, en estos meses aunque sea de manera temporal separando espacios con conos.

SUBIENDO AL BUS

Lamentablemente, para muchas personas ninguna de esas soluciones es viable. Menos del uno por ciento de los viajes de transporte urbano en el Perú se hacen en bicicleta,. Esta cifra puede aumentar bastante pero en muchos casos las distancias para ir al trabajo o visitar un familiar son demasiado grandes. Incluso para ir de compras, la bicicleta tiene sus limitaciones en cuanto a la carga que se puede llevar, lo digo por experiencia (me falta comprarme parrilla, caja y alforjas). Como se necesita un transporte motorizado y comprar un auto para muchos está fuera de su alcance, la mayoría tiene que andar en ómnibus.

El problema es que nuestro sistema de transporte, privatizado y desregulado desde la reestructuración neoliberal decretada por Fujimori, reforzado en Lima por las tres gestiones de Castañeda, es un desastre mayúsculo. Desordenado, lento, congestionado, ha convertido las calles en escenario de la “guerra del centavo” que genera accidentes por centenares. Los buses, ´coasters´ y microbuses son una apretujadera, espacio privilegiado para que una serie de machitos pendejos acosen sexualmente a las mujeres. Ahora estos buses y micros son el mejor sitio para que el Covid-19 se reproduzca, ya que el virus se trasmite con facilidad en espacios cerrados pequeños que tienen mucha gente dentro durante un largo rato (la misma razón por la cual los restaurantes son otro espacio en el que hay que tener muchísimo cuidado). Nos hemos mal acostumbrado a un sistema de transporte público que está, honestamente, entre los peores del planeta, muchísimo peor que el de cualquier país vecino. El enorme tiempo perdido y el nivel de maltrato al que son sometidos los limeños no se vive en Santiago, Quito, La Paz, Bogotá, Buenos Aires o Sao Paulo, ni de lejos, y eso que ellos tampoco tienen sistemas de transporte como los europeos.

Al inicio de la cuarentena, en marzo, el gobierno estableció que en el transporte público nadie podía ir parado y sólo podía usarse la mitad de los asientos, estableciendo un distanciamiento social. Pero eso se ha relajado y ahora se permite el uso de todos los asientos. El problema de base es que, con la circulación de gente ampliada, no había forma de que la flota de buses y micros actual cubriera a toda la demanda de transporte usando sólo la mitad de los asientos. Incluso es probable que en unas semanas, cuando haya aún más movimiento, ni siquiera usando todos los asientos pero impidiendo que haya pasajeros parados se pueda cubrir la demanda. Desde luego, a más pasajeros y más congestión, aumentan exponencialmente las probabilidades de contagio; algo se podría ganar si se abren las ventanas porque el flujo de aire se lleva los virus al exterior. Si se suben a un bus o micro, háganse un favor y lleven una buena mascarilla bien ajustada, protectores faciales con su mica transparente adelante, vayan abrigados y pidan que abran las ventanas: no es por ser dramático pero su vida está en juego.

Algo más se puede ganar si se amplían los corredores exclusivos para buses, lo que permite que vayan más rápido, reduciendo el tiempo de exposición de los pasajeros y permitiendo un flujo de aire mayor.

ENTRE LO ESTRUCTURAL Y LAS NECESIDADES DEL MOMENTO

El tema de fondo, desde luego, es similar a lo sucedido con la salud: décadas de mínima inversión pública y predominio del “libre mercado” nos están pasando la factura, y se hace más urgente que nunca una verdadera reforma del transporte con fuerte participación estatal. Que no se arañe nadie por considerar que un sistema predominantemente privado no es eficiente; como sucede en cualquier metrópoli, en Lima ya tenemos un Metro y un Metropolitano subsidiados.  Ahora tenemos que ampliar y mejorar un sistema de transporte público que realmente sea eso, público en el sentido de estar pensado en servir a la comunidad y regulado y financiado en consonancia.

Pero no se puede lograr ese objetivo en un corto plazo, y nuestro transporte urbano YA es el principal foco de contagio del Covid-19. No se trata, por cierto, de algo desconocido para la salud pública: hace ya bastantes años que se maneja la hipótesis de que en esos micros congestionados contagia la tuberculosis, igualmente trasmitida por pequeñas partículas en el aire emitidas por los enfermos al toser.

Las posibles medidas adicionales quedan todas fuera del ámbito del sector transporte o del sector salud. Corresponden a la economía y la producción: para evitar que por obligaciones de trabajo la gente se aglomere en el transporte urbano se puede paralizar temporalmente algunos sectores productivos u obligar a algunas empresas e instituciones a atender en horarios diferenciados, comenzando labores muy temprano o hasta muy tarde. Medidas antipáticas, incómodas y con sus costos. El problema es que, hasta donde alcanza mi análisis, no hay otras que puedan ser efectivas.

Las decisiones son difíciles y pueden volverse más difíciles. En lo que no cabe duda es que hay que poner ahora todo el empeño en modificar al máximo posible nuestro transporte para enfrentar los nuevos riesgos traídos por el coronavirus; si queremos sobrevivir no podemos seguir como antes.

Economía y Pandemia en Julio – Consejos prácticos, para nuestro comportamiento personal y acerca de las políticas

Los peruanos enfrentamos ahora dos enormes desastres: la epidemia del Covid-19 y el empobrecimiento masivo. Con la reactivación económica planteada por el gobierno el riesgo de que los enfermos y muertos por el coronavirus retomen una curva ascendente ha aumentado, siendo a mi juicio el principal riesgo los focos de contagio que existen en buses y micros.

Lo primordial sigue siendo, por eso, las medidas que debemos tomar para preservar la salud pública y nuestras propias vidas. Esta epidemia nos obliga a estar permanentemente revisando y mejorando nuestras prácticas de cuidado de acuerdo a los estudios internacionales; mientras se va mostrando que algunas no son tan importantes hay otras nuevas que resultan sustanciales.

Las mascarillas siguen siendo nuestra principal defensa, hay que usarlas bien tapándose la nariz y optar por unas de doble tela o las llamadas N95, sobre todo si vamos a usar el transporte público o ir a espacios cerrados con gente. Si algo me da esperanza de que la epidemia no se agrave, es el uso generalizado de las mascarillas entre los peruanos. Los protectores faciales, con esas micas delante de la cara, son importantes: el virus también entra por los ojos.

Los buses y micros, como todos los espacios pequeños cerrados con gente apiñada, son lugares de contagio. Allí la ventilación es clave, porque si fluye el aire, este se lleva y dispersa los virus. Por eso, lo que conviene para evitar enfermarnos del covid-19 es viajar con las ventanas bien abiertas. Esto va contra nuestra costumbre de tratar de evitar el frío y de nuestra creencia de que así frenamos gripes y bronquitis. Pero no es así, la razón por la que nos enfermamos más en invierno es porque al cerrar las ventanas, al haber menor circulación de aire los riesgos de contagio con virus son mayores. Lo que corresponde es optar por otra forma de evitar el frío: abrigarnos bien, ponernos doble chompa, usar bufanda y gorro o lo que más les acomode. Y al subirse al micro, pidan que bajen las ventanas, si van a tomar taxi hagan lo mismo y si lo piden por teléfono mejor insistan al conductor que baje las ventanas antes de llegar donde ustedes, así cualquier virus que pueda haber dejado un pasajero anterior se dispersará en el aire.

Recordemos finalmente que no podemos arriesgarnos a permitir que funcionen espectáculos masivos o actos religiosos, porque ya se sabe que es en este tipo de actividades donde el virus se difunde agresivamente.

HABLEMOS DE ECONOMÍA

Este fin de semana, habiendo pasado diez días desde el levantamiento de la cuarentena, tendremos ya algunas cifras para ver si la epidemia sigue bajando en Lima y a nivel nacional. Pongámonos primero en el caso de que los resultados sean positivos y los casos y fallecidos sigan bajando. Habrá entonces que acelerar la generación de empleos y de oportunidades económicas, que ahora son bastante reducidos, mediante un fuerte impulso a la demanda.

Tres herramientas centrales debiera desplegar el gobierno con ese fin. La primera es la entrega de un nuevo “Bono Universal”. Millones de familias lo necesitan: 760 soles para cuatro meses es una ridiculez. La primera experiencia demoró muchísimo, pero con esa base una segunda entrega puede hacerse en menos de una semana, mientras se sigue mejorando el sistema para llegar a los que faltan. Esta ayuda económica a las familias aliviaría mucho el hambre, reduciría las angustias económicas y permitiría recuperar la demanda, porque todo ese dinero será gastado rápidamente en los mercados. Hay plata para hacerlo, eso no lo pueden negar: los bonos entregados a las familias han costado 5 mil millones de soles mientras se está entregando 60 mil millones a bancos y empresas y el tesoro público tiene en cuentas bancarias 90 mil millones. 

La segunda es relanzar la inversión pública, algo que el gobierno ha llamado ahora “Arranca Perú”. La idea es buena, porque eso reactivaría la industria de materiales y crearía miles de empleos de construcción civil, obreros que gastarán sus salarios levantando los mercados. También es bueno que hayan incluido un programa de empleo temporal para pequeñas obras locales, que debiera ser mucho más ambicioso y amplio de lo que se ha anunciado y considerar más esfuerzos en ayudar a las familias empobrecidas enfermas. Mi principal preocupación sin embargo es que, como ha sucedido en otras ocasiones, la ejecución del programa se quede muy corta.

La tercera medida necesaria es aliviar las deudas a familias y facilitar financiamiento a empresas. Hemos tenido una primera ronda de 30 mil millones de soles de ReactivaPerú, algo que era necesario pero que ha tenido serios defectos al otorgar dinero a corruptos, reforzar la concentración del crédito en bancos basados en paraísos fiscales y dejar de lado a las pequeñas y microempresas. La segunda ronda de otros 30 mil millones de ReactivaPerú, ya en marcha, debiera girar hacia las pymes y el agro canalizando el dinero mediante las cajas y cooperativas que se dedican a ellos. También se necesita un refinanciamiento y rebaja de tasas de interés de los créditos hipotecarios y de consumo que ahogan a muchos peruanos que han perdido su empleo. Si el BCR y el gobierno pueden rescatar bancos y empresas con créditos a tasas del 1 por ciento anual, las personas en dificultad también deben tener un apoyo.

REORIENTACIONES NECESARIAS

¿Hay que reactivar la misma economía que teníamos antes de la epidemia? Ni podemos ni debemos. Hay dos cambios fundamentales que se tienen que plantear ahora.

Uno se refiere a los sectores económicos a priorizar. Necesitamos generar empleo de forma masiva y reforzar servicios esenciales que han estado ninguneados. La agricultura es el sector productivo que más trabajadores incorpora, miles de retornantes han regresado a sus pueblos de origen descongestionando un poco las ciudades, necesitamos alimentos para paliar el hambre y se acerca la temporada de siembra. No podemos seguir dejando a la agricultura sin apoyo real.  El crédito, las inversiones públicas y los programas de empleo temporal deben orientarse prioritariamente hacia allí.

A su vez, la educación y la salud son otros dos sectores a los que no se les ha dado la prioridad necesaria, que necesitamos más que nunca y donde podrían emplearse cientos de miles de personas.

El segundo cambio importante es establecer una mejor relación entre el estado y el mercado. Se ha hecho patente que en varios servicios el neoliberalismo nos ha pasado una factura elevada en términos de enfermedad y empobrecimiento. Pongo algunos ejemplos. Empiezo por el mercado de la salud privada, en el que hemos visto con indignación como el oxígeno está controlado por dos empresas extremadamente abusivas y como en las farmacias dominadas por el monopolio de Intercorp algunos genéricos desaparecieron quedando sólo los remedios más caros. Las clínicas privadas pasan facturas de medio millón por los casos de Covid-19 y cobran el paracetamol a más de 100 soles, rehusándose a contratar con el estado a un precio justo. Una regulación inteligente de los mercados en salud es urgente.

Sigo con la industria y la innovación: la epidemia nos agarró con muy bajas capacidades de producir medicamentos, pruebas de laboratorio, equipos de protección personal y ventiladores. En varios de estos temas se han producido avances importantes, con varios esfuerzos innovadores para producir ventiladores, algunos de los cuales ya están funcionando. Pero han tenido que pasar cuatro meses, y sería una tontería desperdiciar el esfuerzo desplegado y permitir que sea flor de sólo un día. Una política reforzada y mejorada de innovación e industrialización es indispensable.

Finalmente, nuestro reto más urgente hoy es el transporte público. El “libre mercado” implantado por el fujimorismo y reforzado por Castañeda Lossio, nos ha traído a esta situación desastrosa, donde los micros son la única opción diaria para cientos de miles de peruanos que deben viajar apiñados por largo rato. En lo inmediato se debe regular las horas de entrada y salida del trabajo de diversas industrias para reducir las congestiones en horas de punta. Atender de fondo este problema requiere enfrentarlo desde un sistema de transporte urbano y una planificación de las ciudades. Hay que darle un adiós definitivo al neoliberalismo en las ciudades, donde los espacios públicos son vitales y escasos.

PLAN B

Las medidas de cuidado personal y una respuesta rápida a los problemas del transporte urbano son indispensables para evitar un rebrote del Covid-19. Pero la verdad es que nos enfrentamos a una epidemia de pronóstico reservado. Hay que mantenerse alerta y seguir con esperanza, pero también prepararse para lo peor. Lamentablemente, como lo muestra la experiencia reciente de los Estados Unidos, un rebote fuerte de la epidemia no puede descartarse.

Eso significa que debemos tener un Plan B, una respuesta preparada si las cosas empeoran. Esto es una estrategia básica de gestión de riesgos: estar siempre listos.  Esperemos que el gobierno así lo esté entendiendo. Vaya igualmente este consejo, como de un conejo, para quienes amablemente nos leen.

América Caída

Un balance a medio año, aún preliminar, de la pandemia, muestra claramente que el continente más golpeado es América, en sus dos partes: los Estados Unidos de Norteamérica y Latinoamérica. Algunos datos: el país con más casos de Covid-19 en el mundo es Estados Unidos, llegando a los 2 millones 750 mil casos, le sigue Brasil con un millón y medio. Todo el continente pasó los 5 millones de casos. Medido por millón de habitantes, en América hay en promedio 15 veces más casos que en el resto del mundo. Si nos fijamos en la mortalidad, Estados Unidos ya pasó los 130 mil muertos y el continente el cuarto de millón, y eso que en varios países como Perú, México y Brasil hay muchos fallecidos por Covid-19 que no han sido contabilizados.

Comparen con China, cuya población excede a la de toda América en 300 millones de personas. Allá empezó la pandemia así que uno esperaría que, por la sorpresa y desconocimiento, fueran los más golpeados, mientras que nuestro continente, con el anuncio de lo que se venía y lo aprendido en el pellejo de otros, podría hacerlo mejor. Pero no. En China los muertos por Covid-19 no llegan a 5 mil, la cincuentava parte que en América. No es solo China, ojo: el primer caso de coronavirus en Corea del Sur se dio el mismo día que fue el primer caso en EEUU, pero si alguien se trasladaba ese día de EEUU a Corea su probabilidad de morir (a la fecha) hubiese sido apenas una setentava parte que quedándose donde gobierna Trump.

La tendencia en nuestro continente, además, es desfavorable. Los tres países más poblados, Estados Unidos, Brasil y México, están en una dinámica de aumento de casos, en Estados Unidos con el agravante de que se trata de una segunda ola que por su magnitud parece un tsunami. 

LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA

Lo que sucede en Estados Unidos es increíble. Se trata de una “potencia”, es decir, un centro de alto poder: tienen una gigantesca economía, son los primeros en tecnología, su moneda es la base de las finanzas y comercio mundiales. Pero aunque tienen una democracia que se acerca a los 250 años de vida, ahora son los campeones en número de casos y de muertos, y su tasa de mortalidad por millón de habitantes va camino a ser también la mayor (hay varios países europeos adelante pero todos ellos han logrado doblar la curva y controlar los casos a la fecha).

Tampoco es que les vaya mejor en su economía: el FMI proyectó que caería 8 por ciento este año, pero esa proyección fue antes de que este segundo tsunami se desatara, con esta evolución de la epidemia seguramente habrá un par de puntos más de caída (China es la única gran economía que crecería este año según el FMI). EEUU empezó junio con 20 mil casos nuevos de coronavirus por día, y cerró el mes con el doble: 40 mil casos diarios. Su primera ola fue entre mediados de marzo y fines de abril, donde la epidemia cayó durísimo en Nueva York y estados aledaños, donde ya la curva bajó. Pero ahora el Covid-19 se ha desatado en muchos otros estados, con algunos grandes del sur y oeste como Florida, Texas y California muy afectados. Dada la amplitud de los centros de contagio y considerando que allá están en verano que es cuando los coronavirus se expanden menos, las perspectivas no son alentadoras.

La razón está clara: su estupidísimo presidente, que se la ha pasado ninguneando a la enfermedad, negándose a usar mascarilla y a legislar su uso obligatorio, promoviendo medicamentos sin prueba de eficacia y hasta hablando de inyectarse cloro, y dejando de lado los consejos de expertos y del CDC (Centro de Control de Enfermedades). La semana pasada, en un mitin de campaña que por cierto le salió muy mal en Tulsa, Oklahoma, Trump tuvo el descaro de decir que, como al hacerse más pruebas se descubrían más casos, le había dicho a sus colaboradores que no hicieran tantas pruebas. No deja de sorprenderme que una potencia mundial con democracia consolidada no haya podido tenido “checks and balances”, equilibrios de poder, que aseguren una actuación mínimamente racional de su gobierno.

Para agravar las cosas, en un estado federal como son los EEUU varios gobernadores de su partido republicano (como en Texas y Florida) se han rehusado a promover el uso de mascarillas y permitido reuniones masivas que favorecen el contagio. Otra parte del problema han sido grupos que tras un discurso hiper-individualista se rebelan contra cualquier medida social como las mascarillas, sumado a una enorme ola de protestas desatada por el brutal asesinato de un afroamericano detenido por la policía, asesinato que fue grabado en video y que se suma a una larga historia de racismo y discriminación. Las protestas eran totalmente legítimas, pero muchas de ellas se hicieron sin las medidas de cuidado que ahora se necesitan contra el Covid-19.

¿Se recuperarán los Estados Unidos? La vacuna, que esperamos llegue y que no demore tanto, resolvería muchos problemas, y dado su poder los EE.UU. estarán entre los primeros en tenerla. Pero hasta entonces, la epidemia seguirá cobrando muchas vidas y su economía seguirá medio parada por medidas de seguridad. Esperemos que las elecciones saquen a Trump, pero es dudoso que Joe Biden tenga la capacidad como para re-enrumbar a los EEUU como es necesario. A nivel internacional, su reputación ante el resto del mundo ya ha quedado mellada por largo tiempo.

LATINOAMÉRICA

América Latina también está fatal. Hay de todo, es cierto, con países exitosos contra el coronavirus como Uruguay y Costa Rica, pero vamos, ellos siempre fueron más europeos que latinos. De los países grandes, Argentina es a quien le está yendo menos mal, mientras que en México aplican desde un inicio eso de hacer pocas pruebas y dejar de registrar casos. A Brasil y los países de la comunidad andina, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia, no nos está yendo nada bien. Varios tenemos muchísimos muertos y estamos bien arriba en la tabla de fallecidos por millón de habitantes, caso de Chile, Perú y Brasil. Bolivia y Colombia tienen menos casos y menor mortalidad total pero una curva claramente ascendente. Ya sea por donde estamos o por hacia donde se dirigen, ninguno de nuestros vecinos pinta bien.

Uno podría explicarlo porque de alguna manera padecemos los mismos males, pero en cierto sentido cada caso es único. Los males comunes: herencias coloniales, estados débiles, altos niveles de desigualdad, democracias endebles, baja industrialización, atraso tecnológico. Estos problemas se agravaron con las políticas neoliberales aplicadas desde los años 90 del siglo pasado; el Perú destaca como caso grave tanto por su historia como por la aplicación ininterrumpida de esas políticas por tres décadas. Ninguno en Latinoamérica tenía la capacidad de China y otros países asiáticos (Japón, Corea, Singapur) y algunos europeos (Alemania, Dinamarca) de aplicar una fuerte política de pruebas, seguimiento de contactos y aislamiento, de controlar de manera efectiva territorios con fuerte contagio, y de tener sistemas de salud capaces de responder al nivel requerido.

Argentina, pese a la pésima situación económica en la que la dejó el derechista Macri, mantenía un mejor sistema de salud y quizás un liderazgo sensato con asentamiento social, y aunque le va mejor no ha podido controlar la epidemia. A Chile le ha pasado fuerte la factura la respuesta pro- empresarial de Piñeira, que con la misma mirada de mantener los grandes consorcios operando, se resistió a aplicar una cuarentena hasta que la epidemia explotó al punto, que ahora tienen los peores indicadores de la región. Chile tiene un estado mucho más fuerte que el peruano; pero como en Estados Unidos, eso no sirve para nada si quien lo dirige no opta por defender la vida de la gente, sobre todo ante tanta desigualdad como la que ellos tienen. Es como los fondos fiscales acumulados por el Perú, esos que se dice eran nuestra gran fortaleza de los años anteriores, pero que al no usarse para aliviar la extrema necesidad de la gente, terminan siendo inútiles, desperdiciándose la potencia que hubieran podido tener contra la epidemia y la recesión.

Brasil es quizás el peor caso. En cifras totales es puntero en enfermos y muertos, viéndolo por millón de habitantes su mortalidad está entre las mayores del mundo. Tienen, para la región, un sistema de salud que no es tan malo, su estado tiene una base económica fuerte y la industria (con capacidad para producir medicinas y equipos médicos incluso) es la más potente. Pero su presidente Bolsonaro, un derechista caudillo y autoritario tipo Trump, le gana a ese en idiotez y en su terquedad en negarse a reconocer la epidemia y su gravedad. A los brasileños no les ha ido peor sólo porque varios gobernadores importantes, siendo un estado federal, han tomado medidas. 

FUTURO INCIERTO

Este es un balance muy preliminar de la epidemia Covid19 en las Américas. Vivimos tiempos de gran incertidumbre, así que es posible e incluso probable que en pocos meses buena parte de lo acá escrito pierda validez. La India, un país subcontinente de 1,300 millones de habitantes, con altos niveles de pobreza y congestionamiento urbano, registra una epidemia baja pero creciente sumamente preocupante que puede cambiar el mapa mundial.

Aún con todo lo particularmente brumoso que resulta el futuro cercano, hay que irle tomando el pulso a lo que viene sucediendo. Esta epidemia va camino a convertirse en una gran debacle que marcará el siglo XXI y que afirma las posibilidades de que esta se defina como la centuria del lejano oriente.

DEVOLUCIÓN DE APORTES A LA ONP: IMPOSIBLE. LO POSIBLE Y NECESARIO ES UNA REFORMA DE LA ONP Y DEL SISTEMA DE PENSIONES

El Sistema Nacional de Pensiones que administra la ONP es lo que se conoce como un sistema de reparto, similar a los sistemas de pensiones de Europa, EEUU, Japón y otras partes. Consiste en recoger las contribuciones de los trabajadores y ese dinero dárselo a lo jubilados. Por eso se llama de reparto. Por eso no se puede devolver: ya no está.

Lo que no puede aceptarse es que gente con 19 años de contribuciones no reciba nada. Deben establecerse pensiones, con menores montos, a quienes han contribuido menos. A quienes tienen muy pocos años de contribución, a la edad de jubilación se les podría dar una cantidad de dinero por única vez, similar a lo que han aportado.

Lo más importante, sin embargo, es establecer un sistema de pensiones solidario, público y de amplia cobertura. Si algo nos debiera enseñar esta crisis es que necesitamos más estado y más solidaridad, no más individualismo y “sálvese quien pueda”.

¿Significa eso defender la actual ONP? Todo lo contrario. La ONP aguanta y niega pensiones, y mantiene unas pensiones bajísimas. La razón principal es que 1) el MEF no le da los fondos necesarios 2) que se necesitan porque el sistema de AFPs hizo que muchos trabajadores dejaran de cotizar a la ONP, desequilibrando el sistema. La ONP opera como un brazo del MEF en vez de un sistema de pensiones, y eso debe cambiar dándole autonomía y un mecanismo de financiamiento adecuado.

Por otro lado, hay mucha gente que tiene mucha necesidad ahora, eso es verdad. Para ellos, el gobierno debe dar un BONO UNIVERSAL no solo una vez, sino al menos 3 veces.

En otras palabras:¿el actual sistema de la ONP tiene problemas serios? Sí. ¿Los aportantes tienen gran necesidad? Sí. ¿La solución es pretender una devolución imposible? No. Lo que se necesita es reformar la ONP y el sistema de pensiones.

Proudly powered by WordPress | Theme: Baskerville 2 by Anders Noren.

Up ↑