La Economía en el 2021

Ha causado revuelo el dato de la caída del PBI peruano el segundo trimestre del año: negativo en 30 por ciento. A mí no me sorprende ni asusta esa información del pasado, que es un “periódico de ayer”. Me preocupa mucho más nuestra economía de hoy, la economía supuestamente “reactivada” sin cuarentena, situación que todo indica que durará hasta fin de año y más aún.

EL SUSTO INJUSTIFICADO DEL 30 POR CIENTO

La estadística de una caída de 30 por ciento en el PBI, resaltada en titulares recientes, corresponde al segundo trimestre de este año: entre abril y junio. Durante esos tres meses la orden del gobierno peruano era de cuarentena estricta, no se podía salir de las casas salvo unas pocas actividades económicas esenciales. Según el ministerio de economía y finanzas, eso debía haber paralizado el 60 por ciento del PBI. ¿Cuál es entonces la sorpresa de esta caída en el PBI? Si la industria, los servicios y gran parte del comercio estaban paralizados, esta caída del 30 por ciento era totalmente previsible. En realidad la caída no fue mayor porque la cuarentena fue incumplida.

Esta situación se parece a cuando, unos años atrás, me dio hepatitis. Quedé debilitado e inmovilizado. No pude trabajar y mi producción fue bajísima, si hubieran medido mi “PBI” habría figurado una caída del 80 por ciento. ¿Debía preocuparme por eso? No, dejar de trabajar era algo esencial que necesitaba para recuperarme. Felizmente en ese mes que estuve enfermo no tuve problemas: la seguridad social a la que aporto me dio apoyo económico. Eso es lo que debiera hacer el gobierno con un Bono Universal Mensual, y no optar por descuidar al enfermo para que él se las vea como sobrevive.  Por cierto, la seguridad social me pagó un mes, pero con lo que había contribuido en los 25 años previos ya había cubierto ese costo sobradamente: lo mismo pasa con los fondos acumulados que tiene el tesoro. Luego de la hepatitis, como me recuperé bien volví a trabajar y a contribuir a la seguridad social y mi cálculo es que ya le contribuido como diez veces más de lo que me dieron en aquel momento.

La cifra del -30 por ciento, además, no creo que refleje adecuadamente la realidad. El INEI, para calcular cómo evoluciona el PBI obtiene información de las empresas, sobre todo formales, que existían hace un par de años.  En tiempos normales esto permite una estimación algo inexacta. Pero en esta epidemia muchísima gente ha perdido el empleo o el micronegocio previo, y ahora está buscando como sobrevivir inventando nuevas formas de producir y vender: postres, comidas, distribución directa a las casas, cuidado de mascotas, etc. Todas esas nuevas formas de producción y comercio no están registradas. Seguramente no suman tantísimo dinero, pero hay mucha gente dedicada a eso.   

LA ECONOMÍA DEL HOY

Cuando tuve hepatitis A, dejé de trabajar un mes, me cuidé bien, me recuperé y poco después ya estaba trabajando normalmente.  La diferencia con lo que está pasando con la economía peruana ahora, es que yo me cuidé bien y por eso me pude recuperar rápidamente de forma completa. El problema es que como sociedad no hemos cuidado bien nuestra salud, y entonces, como cuerpo social, no podemos recuperar plenamente nuestra economía. Consumimos, invertimos y producimos, pero a media caña, como se dice. El cuerpo social de la economía peruana no da para más, y no es de extrañar, cuando tenemos 500 o 600 muertos adicionales por día, vemos las noticias de conocidos y amigos falleciendo, muchos contagiados con el temor enorme sobre qué les pasará, ¿cómo podríamos trabajar y producir normalmente? Somos como un convaleciente, apenas con fuerzas para levantarse de la cama, y en esas condiciones es obvio que no vamos a ser muy productivos.

El problema mayor, por cierto, es que pretender trabajar cuando uno está enfermo, muchas veces lo que hace es agravar y prolongar la enfermedad. Por eso en el mundo existe el derecho de los trabajadores a un descanso médico. Pero el gobierno siguiendo la receta de la Confiep ha decidido que, aunque esta terrible enfermedad del Covid-19 nos sigue golpeando brutalmente, debemos arriesgar nuestra salud y vidas; se rehúsan a pagar un Bono Mensual mientras ya le dieron 60 mil millones a bancos y grandes empresas y tienen 85 mil millones de soles guardados en los bancos. Por este rumbo, se prolonga la epidemia y la crisis económica. Bajo estas políticas, probablemente en los próximos meses nuestra economía sea muy similar a lo que vivimos hoy: escasísimos empleos, ventas por el suelo, millones buscando subsistir como sea.

En esas condiciones, ¿es mejor, seguir así, debilitado, enfermo, produciendo lo poco que se puede? ¿no sería mejor terminar de curarse para recomenzar con todas las fuerzas recuperadas? Mi experiencia de la hepatitis es que es mejor lo segundo.

EL 2021

¿Qué nos espera el 2021 en cuanto a nuestra economía? Es difícil de hacer proyecciones a pesar de que apenas faltan cuatro meses. El gran problema es que no sabemos si seguirá una epidemia desatada como hasta ahora o habremos logrado algún nivel de control. ¿Sería esto posible? Para el 2021 y en especial para la primera mitad del año, es altamente improbable que tengamos una vacuna aplicándose en forma masiva, olvídense de las tonterías que dijeron el mes pasado líderes empresariales como el ex-presidente de Confiep Raúl Delgado Sayán afirmando que la vacuna ya estaba lista y se aplicaría desde este mes de setiembre, por lo que estaba “convencido de que antes de fin de año vamos a regresar a la normalidad”.

La política del gobierno y el comportamiento de amplios sectores no auguran un control de la epidemia. ¿Podemos llegar a una inmunidad de rebaño, que el contagio masivo haga que ya la enorme mayoría hayamos tenido la enfermedad y desarrollado defensas al respecto? A la fecha, el Covid-19 muestras tres comportamientos regionales claramente diferenciados: en la selva luego de haber arrasado los contagios se han reducido sustancialmente, algo sobre lo que no hay otra explicación sino la llamada “inmunidad de rebaño”, hipótesis respaldada por un estudio que encontró que en Iquitos un 70 por ciento había tenido la enfermedad y desarrollado respuestas inmunológicas. En la sierra, la epidemia parece haber llegado después, sobre todo en el sur, donde ahora desata toda su furia. En la costa y en ciudades como Lima, Trujillo, Piura y en Arequipa, la mortalidad por Covid-19 tuvo un pico en junio, luego del cual se redujo un poco pero ha mantenido un nivel muy elevado. Si, como indicó un estudio del Instituto Nacional de Salud, a fines de julio una cuarta parte de la población de Lima y Callao había tenido Covid, todavía acá tenemos para rato con una epidemia golpeándonos brutalmente.

El problema adicional es que todavía no se sabe durante cuánto tiempo y en qué proporción, la respuesta autoinmune de nuestro cuerpo al Covid nos protegerá de futuros ataques del virus, pregunta complicada además porque los virus van mutando de tal manera que nos puede atacar una variedad distinta para la cual la protección desarrollada por nuestro cuerpo sea inútil. La incertidumbre respecto de la capacidad destructiva de este Covid-19 sigue siendo muy alta, y no sabemos cuánto tiempo nuestro cuerpo social indefenso estará preso de esta epidemia, razón adicional para que debamos aplicar una estrategia de contención y no esta danza de la muerte.

Recién cuando la epidemia termine o se controle, ya sea por vacuna, por inmunidad de rebaño o por estrategia sanitaria, se podrá reactivar la economía y el empleo, con políticas fiscales para levantar la demanda y con políticas para diversificar, reorientar y reestructurar el aparato productivo. Todo indica que este será un tema obligado en las elecciones del próximo año.

Un Nuevo Martillazo – Estrategia y Optimismo

Hay muchas políticas para enfrentar la epidemia del Covid19, pero tres dominan la discusión actual: una es pruebas, aislamiento de casos y seguimiento de contactos; otra es el cambio de comportamiento de los peruanos; y una tercera es restringir y reacomodar la circulación y la economía para reducir los contactos.  Sólo un análisis detallado nos puede decir las limitaciones de cada una y cuál es la mejor estrategia en estos momentos, recordando que como escribió magistralmente José Carlos Mariátegui “Nuestro optimismo del ideal no nos consiente tolerar que se nos confunda… La acción está hecha de negaciones y de afirmaciones”.

VIGILANCIA Y SEGUIMIENTO

A decir de Rosa María Palacios, “los países que mejor han manejado la pandemia” lo que han hecho es “búsqueda y aislamiento de los que portan el virus y su núcleo familiar (rastreo para cortar el contagio), con síntomas o sin ellos, atendiéndolos de forma integral, antes de que empeoren (atención primaria)”. ¿Es esta la respuesta que necesitamos en Perú? Comencemos por decir que, lamentablemente, a la fecha no hay en el mundo medicamentos que hayan probado su eficacia en evitar que algunos de quienes tienen síntomas leves, pasen a estar gravemente enfermos. Esta es una verdad difícil de aceptar y por eso muchos promueven la hidroxiclorquina, el kión o el dióxido de cloro, pero ninguno de esos y otros tratamientos ha tenido su eficacia comprobada. Revisen las orientaciones de la OMS, del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos o Europa, si no me creen. En los años pasados que los humanos hemos sentido que la ciencia nos permite superar todos los obstáculos, pero la dura realidad es que aún no hay tratamiento que evite que casos leves se agraven. La naturaleza nos está dando una fuerte lección de humildad que debemos aceptar.

Obviamente, a quienes tienen síntomas leves hay que tratar sus síntomas y estar muy atentos a si baja su nivel de oxígeno, para lo cual un oxímetro es de mucha utilidad.  Si la saturación de oxígeno en el cuerpo ha bajado, el balón de oxígeno y la atención hospitalaria son críticas, así como el redemsivir, la dexametasona y la postura boca abajo. Son tratamientos de eficacia parcial, y un agravamiento mayor requiere UCI y ventilador, y tampoco eso es seguro. Duele decirlo, es espantoso, es terrible, pero es así.

Las pruebas y aislamiento de casos para que no contagien a otros es, claramente, una estrategia de prevención recomendable. El problema es que estamos con unos 5 mil nuevos casos diarios, y si cada uno tiene unos diez contactos, se necesitaría encontrar a 50 mil personas cada día, de muchas de las cuales no se conocen sus identidades, no tienen celular o su dirección no es la que dice su DNI. Imagínense una persona que sale positiva la prueba molecular, y los 3 días previos salió de su casa, tomó una mototaxi, pasó por el mercado, se subió a una combi, en la estación del Metro hizo cola una hora, fue a vender en Gamarra. Información de celulares podría ayudar, pero ¿sería posible ubicar a todos sus contactos? Si lo lográramos necesitaríamos aplicar 1 millón y medio de pruebas moleculares al mes, con resultados al día siguiente o máximo tres días, porque en un plazo mayor ya la persona que sale positiva ya contagió a cientos. Estados Unidos no logra resolver este problema de la cantidad de pruebas: ¡la potencia que domina la economía y la tecnología! Además, si asumimos que 3 de 10 contactos salen positivos, en cada momento del tiempo habría que asegurar que unas 200 mil personas cumplen con el aislamiento, otra tarea propia del semidios Hércules.

Los países que han aplicado esa estrategia exitosamente lo han hecho con decenas de casos diarios, no con miles de casos diarios. Ningún país desarrollado, EEUU o de Europa, lo ha podido aplicar teniendo el contagio desatado masivamente, y eso con enormes recursos. Se debe primero bajar los casos a nivel de decenas diarios y recién entonces el método de pruebas-aislamiento-seguimiento de contactos sería viable para contener el Covid-19. Hay que prepararse para ello: sí. Puede ayudar en algo hacerlo desde ahora de manera focalizada, en especial en zonas donde todavía no hay demasiados casos y hay buena cobertura de celulares: sí. Es la “bala de plata” para detener la epidemia nacional ahora: Lamentablemente No.

INDIVIDUOS Y CAMBIO DE COMPORTAMIENTO

El gobierno insiste en esta teoría: el problema es de la gente. Y la mayoría se lo ha creído. Por eso ahora nos encierran los domingos, para que no visitemos a nuestros familiares. Pero yo vivo con mi familia ¿acaso nos vamos a encerrar cada uno en su cuarto durante 12 a 18 meses? Por otro lado, si hay contagios en la familia alguien tiene que haber traído el virus de afuera, y por lo tanto evitando que el virus entre de la calle a las casas se detiene la trasmisión intrafamiliar del virus.

Concuerdo en que más consciencia de la gente, lavado de manos, buen uso de buenas mascarillas y evitar reuniones con mucha gente o estancias prolongadas en espacios cerrados a corta distancia, es clave. Para eso hace falta una buena estrategia comunicacional y un gran esfuerzo en esta área que el gobierno no está haciendo. Es como si las frases del Vizcarra de marzo y las imágenes de Víctor Zamora saludando con el codo se estuvieran borrando, y además hay nuevos mensajes que dar: las mascarillas no pueden dejar la nariz de fuera, distancia mayor a 2 metros, no reuniones sociales amplias y menos en espacios cerrados, etc.

Pero ¿es solo cuestión de comportamiento individual? ¿Cómo lavarse las manos seguido si no hay agua, como evitar estar en un sitio cerrado con muchas personas al costado si para trabajar hay que subirse a una combi, como mantener los cuidados necesarios si la empresa no sigue buenos protocolos ni dan los equipos de protección necesaria y urge el empleo, como comprar una mascarilla de alta protección N95 y un protector facial si no hay para comer en el día?

Para ponerlo de otra manera, si usar mascarillas es la principal recomendación internacional que genera conflictos en EEUU, Brasil y España, ¿por qué en el Perú donde el uso de mascarillas es obligatorio y generalizado estamos tan mal? La respuesta se obtiene observando un micro, una de esas combis de 10 a 12 pasajeros, apretados, casi nadie con protector facial, nadie con mascarilla N95, ventanas bien cerradas salvo el chofer, y así viaja una hora u hora y media. Las mascarillas de tela ligera dejan el 30 por ciento de los virus saliendo al ambiente, lo que en una hora encerrados genera un alto riesgo de contagio. Repita usted el ejercicio con un vendedor de tienda que atiende a cientos de clientes, no todos bien comportados y a quienes no les puede llamar la atención; o con el trabajador minero almorzando con sus compañeros y trasladándose en el mismo bus. ¿Responsabilidad individual? Sí, y necesitamos una fuerte estrategia comunicacional al respecto, pero no podemos olvidar que las personas tomamos decisiones dentro de circunstancias que, en el Perú de hoy, empujan a millones a situaciones de riesgo. Además, modificar masivamente conductas en un corto plazo no es algo sencillo ni tenemos modelos precisos de cómo lograrlo en el Perú: ahí están para comprobarlos la escasa cobertura de papanicolaus, la obesidad mayoritaria y los embarazos adolescentes.

UNA ESTRATEGIA CENTRADA EN LAS CONDICIONES REALES DE CIRCULACIÓN

Una estrategia eficaz contra la epidemia tiene que cortar el contagio. Tiene que golpear con fuerza y masivamente. Junto a una fuerte comunicación estratégica para el cambio de comportamientos, es indispensable cambiar las condiciones de base que empujan a millones de peruanos a situaciones de alto riesgo: familias empobrecidas sin tener que comer para el día, transporte apiñado, empresas produciendo y vendiendo sin protocolos seguros. Estos tres elementos de la realidad están entrelazados: obligados a recursearse para el día los peruanos se suben a la combi y van a la empresa o a vender y se contagian.

Por eso hacen falta tres medidas claves. La primera es el bono universal mensual para que las familias puedan subsistir y tener cierta seguridad de su alimentación. Eso debe ser lo primero, urgente, para que se recupere la confianza en el estado y en que tendrán comida las semanas siguientes. Junto a eso hay que reorganizar el transporte y, donde no se puede asegurar un transporte en mínimas condiciones de seguridad, hay que reducir la circulación con cuarentenas: viajes con los asientos llenos son medios de contagio masivo. Con un bono mensual, la urgencia de salir a trabajar se reduce enormemente. Finalmente, hay que forzar protocolos de alta seguridad en mercados, empresas productivas y lugares de venta; quien no los cubre no puede operar.

Rosa María Palacios dice que “La estrategia “encierro a todos, les doy un bono y los espero en un hospital saturado” fracasó”. Esto es claramente un argumento tramposo: ¿alguien podía pensar que con apenas un sumamente tardío bono de 760 soles por cinco meses, apenas 5 soles diarios, se podía evitar que la gente saliera a la calle a ganarse la vida? Claro que no y por eso lo que propusimos desde la izquierda fue un bono universal mensual. Es más, según el propio Vizcarra hay todavía 2 millones y medio de hogares (que albergan a unos 8 millones de peruanos) que debieran haber recibido un bono y todavía no se les da, así que eso de que todos recibieron el bono es claramente falso.

Para quien todavía crea las mentiras de que un bono “rompería la caja fiscal”, les repito que mientras un bono mensual cuesta 5 mil millones de soles, el gobierno tiene fondos por 85 mil millones y le ha dado a bancos y empresas 60 mil millones. Hasta el BCR ha publicado en su reporte la disponibilidad de fondos fiscales y la necesidad de un impulso fiscal a la demanda de las familias.

Para las familias y personas no solo hay que entregar el bono universal mensual, también mascarillas con buena contención del virus. Un bono universal mensual además también puede servir para forzar comportamientos: a quien no usa bien su mascarilla o sale a la calle cuando no debe, se le retira el bono.

En esencia, se requiere un nuevo martillazo. El primero funcionó con tardanza y debilidad porque no se dio el bono y se enfrentó tarde el problema de los mercados, pero había logrado reducir el número de contagios. El problema se agravó porque, en vez de dar un bono universal mensual, corregir deficiencias y persistir hasta bajar realmente a pocos casos y ahí aplicar el método de pruebas-aislamiento-seguimiento de contactos, se optó por una reactivación neoliberal a la bruta. Grave error. Ahora necesitamos un nuevo martillazo, bien dado, con apoyo económico a la gente, atención a los puntos críticos y estrategia económica de salida. Esta debe consistir en impulsar el agro y la inversión pública, sectores muy necesarios y/o en los que se puede producir manteniendo distanciamiento físico y condiciones de seguridad.

EL GOBIERNO Y EL OPTIMISMO

Quisiera terminar analizando la estrategia del gobierno, pero ¿cuál es esa estrategia? Misterios de Orinoco, usted no sabe y yo tampoco. El gobierno, luego de un enfrentamiento franco y directo a la epidemia entre marzo y mayo, levantó la cuarentena prematuramente. Optó por inclinarse ante la Confiep y un “sálvense quien pueda” individualista. Hoy mantiene como prioridad real la reactivación neoliberal, da mensajes que no calan en nadie y toma medidas “parche” ante el rebrote de la epidemia que sus mismas políticas favorecieron.

¿Se puede ser optimista en estas circunstancias? Me quedo nuevamente con Mariátegui: “Los que no nos contentamos con la mediocridad, los que menos aún nos conformamos con la injusticia, somos frecuentemente designados como pesimistas. Pero, en verdad, el pesimismo domina mucho menos nuestro espíritu que el optimismo. No creemos que el mundo deba ser fatal y eternamente como es. Creemos que puede y debe ser mejor. El optimismo que rechazamos es el fácil y perezoso optimismo panglosiano de los que piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles”.

Hay Fondos Públicos y Debemos Usarlos

“Dirigentes no aceptan paralizar Juliaca a falta de dinero para sus enfermos”. Así titula una nota periodística, relatando como en una reunión de dirigentes sociales, Aurelio Jarro Pari, dirigente de la salida norte de Juliaca, dijo que “sí se debe tomar medidas más estrictas porque las muertes cada vez son más constantes”. Sin embargo  Leoncio Quilca, uno de los dirigentes del Cono Sur de Juliaca, gritó  “¡Si no vendemos con qué siquiera vamos a curar a nuestros enfermos!”, y ese fue un rompan filas en la reunión.

Resumo la noticia porque contiene los elementos que definen la situación actual: la enfermedad y muerte crecen terriblemente –en especial en el sur del Perú- y la población busca salidas, muchos pidiendo incluso una cuarentena, pero la necesidad económica, agravada por un sistema de salud en el que no se puede confiar, se imponen.

Esta discusión recuerda a lo que sucedía en Lima y otras grandes ciudades en mayo y junio, cuando la cuarentena no podía hacerse efectiva porque la gente no tenía para comer. Para muchos pareciera que estamos entre la espada y la pared, entre el hambre y la enfermedad. Pero no es así. Hay una forma sencilla, directa y eficaz para atender ese problema: entregar un Bono Universal a la población, en especial donde una cuarentena es indispensable para frenar el avance del coronavirus.

UN BONO MENSUAL ES VIABLE

Pero desde la derecha en sus diversas variantes, se critica a quienes insistimos en un Bono Universal diciendo que la propuesta de la izquierda es “romper la caja fiscal a punta de bonos”, como dijo Juan Carlos Tafur el domingo pasado. Está triplemente equivocado.

El primero, que ésta sea una propuesta sólo de la izquierda. En Estados Unidos desde el inicio de la epidemia el gobierno paga, además del sueldo completo por seguro de desempleo, un adicional de 600 dólares mensuales a todos los desempleados, trabajadores independientes y trabajadores temporales; ahora que en ese congreso no se han logrado poner de acuerdo demócratas y republicanos, Trump ha sacado un decreto prorrogando ese apoyo con 400 dólares. ¡Trump, la ultraderecha! Similares medidas han adoptado los gobiernos de Alemania e Inglaterra, también derechistas. En la región, lo que acá llamamos “bono” se ha entregado ya cuatro veces en Colombia y en Chile ya programaron la quinta entrega, ambos bajo presidentes nítidamente de derecha, y los ejemplos podrían seguir con Bolivia, Brasil, etc. A nivel internacional, nada menos que la Organización Panamericana de la Salud, que agrupa a todos los gobiernos del continente, ha llamado a que se entregue un bono o ingreso básico universal por seis meses. No es un asunto de izquierdas, es un asunto de sobrevivencia humana, de resguardo del orden social y de sostenimiento de la demanda para que la economía no se hunda más. ¡Si hasta Aldo Mariátegui ahora me da la razón en cuanto a que haya más y mayores bonos!

Hay además una incongruencia básica: ¿Cómo puede criticarse un bono universal que cuesta 5 mil millones diciendo que “rompe la caja fiscal” pero no decir nada respecto de los 60 mil millones otorgados vía BCR a la banca concentrada y a las empresas, a los que se suman otros 16 mil millones en beneficios tributarios? ¿Si otorgar bonos en favor de la gente necesitada rompería la caja fiscal, como es que esa misma caja no se quiebra cuando sale de ella muchísimo más dinero en favor de los empresarios?

Estos hechos hacen obvio un dato de la realidad: dar un bono universal cada mes que queda del año no arruinaría al Tesoro peruano ni nada parecido. Datos oficiales a los que cualquiera puede acceder indican que el tesoro público tiene 85 mil millones de soles depositados en los bancos nacionales, de los que puede disponer en cualquier momento; 65 mil millones de ellos están en el banco central de tal manera que retirarlos no afectaría la capacidad financiera de los bancos privados. Es más: el gobierno al negar el bono mantiene la demanda deprimida, haciendo mucho más difícil que las empresas en problemas puedan recuperarse y repagar sus préstamos a los bancos. Levantar la demanda mediante un apoyo económico a la gente no va en contra del capitalismo ni de las empresas, juega a su favor, como la experiencia de nueve décadas de políticas keynesianas lo demuestran con total claridad. Los liberales amigos de Cateriano se han quedado en una vieja lectura de Hayek, quien pensaba que un estado fuerte en darle seguridad económica a sus ciudadanos sería el camino a un socialismo opresor, lo que no ha sucedido en Inglaterra, Japón, Alemania y demás países desarrollados.

MAZZETTI ANTE UNA ECONOMÍA EN EMERGENCIA:
“¿CÓMO HACEMOS?”

El domingo pasado la ministra Pilar Mazzetti señaló que “si el virus mata, el hambre también. ¿Cómo hacemos? Si el país no se reactiva, ni siquiera tendremos fondos para contribuir a la salud”. Suena razonable, pero en lo que respecta a la emergencia que enfrentamos hoy, está muy equivocada.

Es verdad que, como implica Mazzetti, la falta de dinero en los bolsillos de la gente es lo que provoca el hambre. La solución, entonces, es darle un poco de dinero a las familias. De tal manera que, siendo verdad que el hambre también mata, hay una forma directa, rápida y sencilla de solucionar ese problema: entregar el Bono Universal. Con un poco de dinero las familias pueden comprar sus alimentos, y en lo que queda del año la producción agropecuaria ya está garantizada, porque la siembra ya se produjo. Mirando al próximo año, es necesario también apoyar a los agricultores con créditos y, para las familias productoras, con un bono que les permita no comerse sus animales, guardar o comprar semillas y poder así resguardar las bases que sustenten el próximo ciclo productivo.

La otra frase de Mazzetti dice que necesitamos reactivar la economía para que la salud tenga fondos. Es claro que, mirando en el largo plazo, si no hay producción ni economía, no habrá ingresos fiscales. Pero como dice una famosa frase del gran economista John Maynard Keynes “en el largo plazo, todos moriremos”, resaltando así que de nada sirve plantearse un futuro distante si no se atiende el aquí y ahora, el corto plazo. En esto, una economía o sociedad en un momento de crisis aguda se parece a una emergencia médica: lo que corresponde es actuar para salvar las vidas, los demás problemas se verán después. A nadie se le ocurriría decirle a una persona que necesita atención médica de emergencia, que debemos trabajar para que pueda financiarse la salud; aunque sea verdad que los sistemas de salud necesitan recursos económicos y que esos fondos tienen que ser generados con nuestro trabajo, la verdad de largo plazo simplemente no es pertinente ante una emergencia. Ese es el problema con la frase de Mazzetti: está totalmente fuera de lugar.

Con las muertes llegando a 50 mil y creciendo rápidamente, esta es la mayor emergencia de salud que nunca hemos pasado. En esta situación, la afirmación de Mazzetti sobre que sin reactivación no hay fondos para la salud, es errónea: el fisco tiene fondos guardados. Como dijimos: el Tesoro Público tiene 85 mil millones de soles, que es muchísimo dinero. Así que la respuesta al “¿Cómo hacemos?” de Mazzetti es bien sencilla: usamos nuestros ahorros. Es como una familia que no tiene empleo e ingresos ahora pero tiene guardados cien mil soles, si uno de sus miembros requiere una atención médica de emergencia y carece de seguro, pues lo que deben hacer es usar ese dinero. Obvio. Eso tiene un costo porque se usan los ahorros: si, por supuesto. Pero si uno recupera la salud luego puede trabajar, ganar dinero y recuperar sus ahorros; si uno muere, no hay nada más que se pueda hacer. ¿Y qué mejor uso de nuestros ahorros que salvar nuestras vidas?

Para decirlo de otra manera: no es verdad que para atender el hambre y tener dinero que nos permita combatir el virus, tengamos que aguantar que la minería haya contagiado a más de 3 mil trabajadores y la población deba salir a vender cualquier cosilla para subsistir arriesgándose a contagiarse desde que sube el bus. Tenemos fondos públicos guardados que se pueden usar para ayudar económicamente a la gente y a reforzar el sistema de salud.

En la idea de que no hay más alternativa que aceptar esta reactivación neoliberal, hay otro gravísimo error: pensar que puede haber reactivación con doscientos o trescientos muertos diarios. A nivel internacional lo dijo la semana pasada con todas sus letras Anne Krueger una reputada economista de derecha. Con epidemia desatada no hay nueva inversión, no hay turismo, no hay recuperación del consumo; y sin la demanda que esas fuentes constituyen, no hay circulación económica ni producción. El nuevo premier Martos dijo el martes ante el Congreso que “Si no contenemos la enfermedad, será difícil avanzar con la reactivación de nuestra economía.” Más que difícil: imposible. ¿Acaso una persona enferma puede trabajar como si estuviera sana? Pues tampoco una nación entera.

OJO CON LA ESTRATEGIA

El flamante primer ministro ha hecho bien en centrar su mensaje en la emergencia de salud que vivimos. La estrategia planteada, sin embargo, tiene muchas deficiencias. Necesitamos un bono universal mensual que debe darse con urgencia en el sur y las zonas en cuarentena, un enfoque integral para controlar los contagios en el transporte público, una atención primaria de la salud con fuerte conexión comunitaria para atender y aislar a los contagiados, información y educación ciudadanas mucho más fuerte. Para mejorar el empleo la estrategia debe ser una promoción prioritaria del agro, la salud, la educación y la infraestructura pública, sectores donde se puede cubrir necesidades básicas y al mismo tiempo asegurar condiciones de distanciamiento físico y seguridad sanitaria. Para todo ello, hay fondos públicos para enfrentar esta emergencia y este es el momento de usarlos.

La Embarraron: Si se puede Defender la Vida

SI SE PUEDE DEFENDER LA VIDA

Hace un par de semanas la epidemia nos golpeaba muy duro en una meseta de casi 600 muertos diarios. La situación era terrible e inaceptable. Ahora estamos peor. El número de contagios ha subido de unos 4 mil diarios a más de 7 mil diarios, y no es porque se estén tomando más pruebas. Esta alza en los contagios en dos semanas traerá más muertes, porque ese es lapso en el cual un porcentaje de casos se agrava, requiriendo oxígeno y cuidados intensivos, y aún así solo una parte salvará su vida. Es muy duro, durísimo, decirlo; pero hay que hacerlo.

¿Debemos olvidarnos de reducir los contagios, dejar que un tsunami de enfermos graves llegue a unos hospitales cuya capacidad ha sido totalmente sobrepasada y resignarnos a ser el país americano con mayor mortalidad por millón de habitantes, mientras intentamos cerrar los ojos a esta realidad? Me niego a seguir ese pensamiento Cateriano-Confiepista, ese Vizcarra de junio-julio que está tan lejos del Vizcarra de abril-mayo.

LA EMBARRARON

Vizcarra y Alva la embarraron cuando demoraron y negaron el bono a millones, generando un empobrecimiento masivo que forzó a millones a salir a las calles o intentar escapar como sea hacia sus pueblos de origen. Mientras tanto les daban, ahí si rapidito, 60 mil millones de soles a los bancos y la Confiep. La terminaron de embarrar cuando empujaron una reactivación económica sin medidas para cuidarnos de la epidemia en el transporte y en el trabajo, multiplicando espacios de contagio masivo. Añadieron a ese despropósito un descuido total en las comunicaciones, sin informar reiteradamente sobre el buen uso de mascarillas y protectores faciales y de la importancia de evitar reuniones familiares grandes y encuentros prolongados en espacios cerrados.

Dijimos y repetimos que tuvieran cuidado: no lo hicieron. Ahí están las consecuencias. Es verdad que no se sabe mucho de esta epidemia; pero esa es razón para cuidarse mucho, no para relajarse.

Aumentando los contagios, había que sacar lecciones y retomar la lucha contra la epidemia. Pero Vizcarra y Cateriano nos plantearon profundizar una reactivación neoliberal que nos lleva al abismo. Porque incluso para la economía, su opción de priorizar la Confiep antes que la vida, es inviable: con una pandemia desatada no hay consumidores que quieran salir a comprar, ni turistas que quieran visitarnos, ni inversionistas apostando por el Perú excepto quienes sólo quieren llevarse nuestros minerales. En suma, con epidemia no hay reactivación, como hoy se sabe a nivel internacional.

Felizmente esta ideología obtusa, que en estos momentos resulta más mortal y estúpida que nunca, ha sufrido un revés en el Congreso. Ojalá eso haga reflexionar a Vizcarra y que un nuevo gabinete retome una defensa a rajatabla de la vida y la salud, la alimentación y el sostenimiento económico de todos los peruanos. Acá le hacemos llegar unas ideas centrales de cómo hacerlo.

BONO UNIVERSAL SIGUE SIENDO URGENTE Y POSIBLE

Analistas de izquierda, de centro y de derecha coinciden en que fue un gran error del gobierno no haber dado un bono universal desde el comienzo. Aun así, se persiste en el error. Todo julio han seguido en cuarentena en los departamentos de Arequipa, Ica, Junín, Huánuco, San Martín, Madre de Dios y Áncash y desde esta semana se suman a la cuarentena provincias de otras nueve regiones hasta hacer un total de 63 provincias, un tercio del total. ¿No es obvio que estas familias necesitan urgentemente ayuda económica, y que sin ese apoyo económico la gente se ve obligada a salir a las calles a recursearse para poder comer, facilitando así los contagios?

No hay excusas para demorar esa ayuda económica que hemos llamado “bono”. La excusa de Vizcarra en la entrega del primer bono ha sido que la confección del padrón demoró. El problema real fue de política, al optarse por construir una lista de familias en vez de dar el bono por DNI, del cual tenemos una base de datos que se actualiza permanentemente, como propusimos quienes defendemos la propuesta de un bono universal desde abril. Pero hoy el padrón, aunque sea de sólo 6 millones de familias, ya está hecho: ¿por qué no dar un segundo bono urgente en las provincias cuarentenadas?

En realidad, ¿porque no dar un segundo bono a todos? Erróneamente, mucha gente cree que el gobierno no tiene dinero para hacer eso. Pero la información oficial publicada por el Banco Central de Reserva en su Nota Semanal, cuadros 8 y 9, indica que el gobierno central tiene 85 mil millones de soles depositados en los bancos nacionales, de los cuales 65 mil millones están en el propio BCR. Quizás algunos pensarán que se han usado esas reservas durante la pandemia, pero no es así: entre febrero y junio el gobierno no ha retirado fondos de esas cuentas, más bien las ha incrementado en 4,500 millones de soles.

Además, el gobierno ya le ha dado 60 mil millones de soles a la banca y grandes empresas, mientras a millones de peruanos en extrema necesidad no les ha dado ni la décima parte de esa suma. Inaceptable. Vizcarra el 28 de julio ha prometido que “pronto” completarán la entrega del primer bono a 2 millones y medio de familias que quedaron fuera y darán otro segundo bono en los meses venideros, pero si así fuera todo eso apenas sumaría 150 soles mensuales, 5 soles diarios, para cada familia en este año de terrible crisis. Además de dejar en la miseria a millones, esta política hace que la demanda interna esté deprimida, y con eso los pequeños negocios no pueden despegar, los comerciantes y ambulantes apenas logran unas pocas ventas y la reactivación es una promesa vacía, aunque para mineras, pesqueras y agroexportadores las ganancias sigan aumentando.

Es urgente dar un segundo bono, en especial en las zonas en cuarentena, empezando a cambiar esa política del embudo que le da harto a los millonarios y poderosos y a cuentagotas al pueblo. Los pobres del Perú debieran recibir un pago mensual en esta temporada de crisis, y es posible hacerlo: dar un Bono en cada uno de los meses que restan del año no sumarían, como costo total, ni un tercio de lo otorgado a bancos y empresas, y se lo sacaran de los fondos ahorrados del tesoro, apenas gastarían una cuarta parte de ese “chanchito” fiscal. Propuesta similar han sustentado la semana pasada para Latinoamérica, de manera conjunta, la Organización Panamericana de la Salud (la coalición de todos los gobiernos del continente en salud) y la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas-CEPAL, recomendando un ingreso básico universal por seis meses como mínimo.

Es curioso que quienes desde la orilla neoliberal cierran los ojos ante estas propuestas diciendo que son fiscalmente inviables, son los mismos que insisten en que una de las virtudes del manejo económico de las últimas décadas ha sido precisamente dejarnos en una posición fiscal sólida para enfrentar esta crisis. ¿En qué quedamos, entonces? ¿Si nuestro tesoro está bien respaldado, y las cifras dan sustento a esta afirmación, porqué entonces no podemos usar ese dinero para que nuestra gente pueda comer?

OTRA REACTIVACIÓN

La razón por la que esta reactivación económica ha generado una ola de contagios es por su carácter neoliberal: dejar que las empresas hagan lo que quieran, mantener el transporte como un asunto de libre mercado y hacer que predomine un sálvense quien pueda. Lo dejó claro Cateriano en su mensaje del lunes: “En los últimos días hemos visto un incremento significativo en el número de contagiados. Por ello, a través de este foro, hago un llamado a la responsabilidad de todos los ciudadanos”. En otras palabras, si hay más contagios, es problema de ustedes. En su ideología ultraliberal Cateriano esconde que, en el transporte, ese “sálvese quien pueda” sólo lo pueden aplicar quienes tienen carro propio y no la mayoría de peruanos.

El asunto es que si la economía funciona como antes morirán cientos de miles. Por eso, la economía tiene que reestructurarse a toda velocidad, y lo debe hacer en varios sentidos. Uno es que las empresas y negocios funcionen con todos los protocolos y cuidados sanitarios. La cantidad de enfermos que hay en sectores como la minería suman miles, con el agravante que terminan contagiando a ciudades, pueblos y comunidades de su entorno. La reactivación tiene que ser sin contagio; si una empresa no ha tomado todas las medidas de cuidado necesarias pues simplemente no puede estar poniendo vidas en riesgo.

Una economía sin contagio, sin embargo, tiene que organizarse no sólo al interior de cada empresa. El transporte público es un foco contagioso. El gobierno, para reactivar la economía, ha permitido que se usen todos los asientos, lo que agrava el riesgo. Ha aceptado además que eso se haga en el transporte interprovincial, donde uno puede terminar sentado al costado de algún contagiado durante quince horas, casi condenado a enfermarse y a llevar el virus a su familia, trabajo y comunidad. La alternativa a eso sólo puede ser protocolos más estrictos, realizar pruebas de descarte cada quince días a los choferes y cobradores pagadas por el estado, que el transporte interprovincial tenga sistemas de circulación del aire y desinfección con luces ultravioletas que eliminan el 99% de todos los virus y bacterias. Se necesita una nueva reducción en el número de asientos en viajes urbanos e interprovinciales, financiado con subsidios del estado como se hace en la mayor parte del mundo. Para que eso funcione y no haya aglomeraciones contagiosas, se necesita una reorganización de nuestros horarios de trabajo que debe hacerse de manera regulada desde el estado.

Mientras eso no se haga, mantener al 50 por ciento de la población limeña, por ejemplo, circulando en el transporte público, es una receta para más contagios y muertes que no podemos aceptar, haciéndose necesario reducir la cantidad de gente con posibilidades de salir a la calle. La cuarentena mal hecha nos ha dejado maltratados y desconfiados, pero si tuviéramos el sostén económico de un bono o ingreso básico mensual, y se aprovechara para actuar decididamente en los espacios de contagio, repartiendo mascarillas y en los mensajes para comportamientos seguros, puede ser eficaz. ¿Si no, cuál es el sentido de la cuarentena en 65 provincias del país?

Finalmente, otro giro necesario es que hay actividades que deben promoverse con especial énfasis, mientras otras no pueden o no deben levantarse. El turismo no se va a reactivar por un buen tiempo, ¿quién va a venir a un país lleno de enfermedad?  Lugares de fiesta, cines y teatro no pueden reabrirse, sería receta para el desastre. Los restaurantes, muy pero muy limitadamente. Y todo eso seguirá así hasta que no controlemos la epidemia. Por otro lado, la agricultura es un sector a apoyar ya que ocupa mucha gente, se trabaja distanciado, necesitamos los alimentos y tenemos tierras. El gobierno tiene que impulsarla con fuerza, mediante créditos, tecnologías, promociones y sistemas de comercialización La salud y la educación son otras dos actividades que el gobierno debe impulsar decididamente, se han vuelto más necesarias que nunca. Infraestructura pública, de salud, transporte y comunicaciones en especial, también tiene que priorizarse, para mejorar nuestras vidas y ayudar a controlar la enfermedad.

CUARENTENA CON SALIDA

Otro error del gobierno los meses pasados fue éste: prorrogar la cuarentena quincena tras quincena, pero mientras tanto no se construía una salida al final del túnel. A pesar de sus debilidades, la cuarentena sirvió para recomponer en algo el sistema de salud público. Pero faltó una estrategia de salida. Sin sostenibilidad del esfuerzo, obtuvimos como resultado el desastre actual. Están bien las cuarentenas como medidas de emergencia en muchas provincias, y debieran aplicarse en todos los casos en que sea necesario. Pero las cuarentenas tienen que ser sólo una salida de emergencia, para detener la circulación del virus dándole un martillazo efectivo a la curva de la epidemia, y al mismo tiempo para prepararnos para la salida. ¿Cómo prepararnos? En el terreno de la economía y la circulación de gente en espacios públicos, con protocolos sanitarios efectivos en las empresas, nuevas regulaciones de transporte, programas para una reactivación selectiva. Si junto a eso logramos una campaña de educación y comunicación efectiva, repartimos mascarillas N95 a toda la población y organizamos un sistema amplio de salud comunitaria para detectar enfermos, asilarlos y hacer pruebas a sus contactos, tendremos buenas chances de detener la epidemia, seguir viviendo y abrir las puertas a una nueva economía.

Discurso Fuera de Lugar

El largo discurso presidencial parecía el de cualquier 28 de julio, con sus optimistas balances de lo hecho y su listado de obras prometidas. Pero esta medianía es ahora trágica, porque el 2020 no es cualquier año: llevamos 50 mil muertos en apenas 5 meses de pandemia y se van sumando 4 mil cada semana. En proporción a la población, que es la forma para poder hacer comparaciones válidas, nuestro país registra el nivel de fallecimientos producto de la pandemia más alto de todo el mundo.

¿Estoy exagerando? Todas las cifras indican que la tendencia de muertos no está reduciéndose; si algo sucede, es que está aumentando. No solo en Arequipa y otras ciudades del interior la gente se muere en la calle por alta de camas UCI u oxígeno; en la propia Lima la cola de espera por una cama UCI se acerca a un ciento de personas.

Lo que vivimos hoy es terrible, aunque a veces parece que los peruanos cerramos los ojos ante la tragedia que vivimos. Pero quien aspira a liderar una nación tiene que partir de un análisis descarnado y crudo de la realidad y no reforzar autoengaños.

Está muy bien reconocer el enorme esfuerzo de profesionales y trabajadores de la salud, así como el meritorio avance en camas hospitalarias y oxígeno que hay que aplaudir sin reservas. El problema es que todo eso se queda muy corto ante el enorme número de contagios, que según estudio reciente del Instituto Nacional de Salud llega en Lima y Callao a más de 2 millones 700 mil personas. Es ese vertiginoso ritmo de enfermos lo que causa los 4 mil muertos semanales por la pandemia de los que Vizcarra no quiso hablar en su mensaje presidencial.

Tengo una diferencia moral, que se transforma en indignación, con ese silencio presidencial. No olvido que mueren sobre todo los más pobres, los que viven hacinados, los que no tienen agua o desagüe, los que tienen que subirse a un bus congestionado para poder sobrevivir.  Oigo a Vizcarra decir que “durante décadas la salud no estuvo en la agenda pública, durante décadas la salud fue olvidada y postergada” y me da bronca que su política actual sea precisamente esa: postergar la salud pública para priorizar la agenda de la Confiep y los grandes negocios.

Lo que dijo el presidente sobre el presupuesto para la salud es por demás revelador, anunciando “la mayor inversión de salud de la historia…cerca de 20 mil millones de soles” cuando este año el presupuesto de salud es de 22,800 millones. Vaya manera de sacar a la salud pública de su postergación. Pero hay otro elemento sustancial de las políticas de salud pública que obvió, y ese es la importancia de evitar contagios antes que curar enfermos. Vizcarra atisbó esa cuestión esencial en momentos anteriores, cuando sacó adelante los octógonos informativos en la comida chatarra y cuando aplicó la cuarentena. Pero ahora ha olvidado la necesidad del buen uso de mascarillas altamente protectivas y de los protectores faciales, habló del transporte urbano como si no hubiera nada que hacer con él hasta el 2022 aunque sea foco de contagio y, habiendo ciudades y regiones como el Cusco que claman por una cuarentena para proteger sus vidas, no las incluye en su discurso.

No puedo dejar de relacionar ese “olvido” de la necesidad de cuidar la salud de los peruanos regulando mejor la economía y la sociedad, con ese viejo pregón ideológico de la Confiep que prioriza las ganancias empresariales por encima de la salud, el bienestar y la vida e insiste que nadie debe meterse con “su economía” ni regularla de ningún modo porque eso sería una nefasta “tramitología”.  

BONO Y POBREZA

Junto a la enfermedad y muerte, tenemos un empobrecimiento masivo y brutal. El estado peruano debe asegurar la subsistencia de las familias peruanas y la falla del gobierno en atender esa necesidad ha sido notoria. Pero Vizcarra se ha referido al bono de 760 soles como un logro del gobierno diciendo que llegó al 90% de primer padrón. Pero resulta que 760 soles para cinco meses son menos de 5 soles diarios, y eso para toda una familia. Esa misma ridiculez quiere repetirse ahora, un solo pago para otro semestre, cuando es obvio que no alcanza para nada.

Hay otra trampa en la afirmación presidencial sobre la entrega de los Bonos: el 23 de abril, hace más de tres meses, Vizcarra dijo que “ningún hogar se quedará sin bono universal”. No dijo “ningún hogar del padrón se quedará sin Bono”, no. Pues resulta que se han quedado sin recibir Bono alguno entre 6 y 7 millones de peruanos necesitados.

Ahora se anuncia que “pronto” se llegaría a 2 y medio millones de familias más. Pero hay algo importante que Vizcarra ha ocultado en su mensaje: su gobierno ha decidido que 934 mil personas sobre los cuales no han logrado información sobre a que familia pertenecen, simplemente se les negará cualquier ayuda de este tipo. Esta decisión figura en el Acta 006-2020-PCM/CIAS del Consejo Interministerial de Asuntos Sociales del 17 de julio, reunión en la que estuvieron Vizcarra, Cateriano y 15 ministros más. Con el mayor desparpajo y a ocultas, deciden que las deficiencias del propio gobierno, las paguen miles que resultan excluidos. Como se planteó desde un inicio, la alternativa directa y sencilla es darle un Bono a todos los que tienen DNI y listo, estando a identificadas y probadas diversos mecanismos de pago para hacerlo.

¿Por qué lo hacen? Solo puede haber una razón: ahorrarse algunos millones de soles en ayuda social, de tal manera que mientras a las empresas se les da mediante reactiva Perú y otros mecanismos casi 100 mil millones de soles, a las familias se da menos de la octava parte. El hambre, la evicción, la miseria, el dolor, la necesidad insatisfecha, de estos cientos de miles de familias a quienes se niega la ayuda económica pasan a último plano.

RECESIÓN Y DESEMPLEO

La falta de empleo e ingresos de millones de peruanos es el otro asunto clave frente al cual no se está planteando soluciones reales. El discurso de Vizcarra evidencia el serio error de pretender una recuperación económica mientras la epidemia sigue descontrolada. Por ejemplo, es francamente absurdo pretender, como dijo en el mensaje de 28 de julio, que ocho proyectos de infraestructura turística por 142 millones de soles van a atraer un millón de turistas: ¿a quién se le puede ocurrir que van a venir turistas en masa a un país que tiene la tasa de mortalidad más alta del mundo? Por más que permitan negocios de manera indiscriminada sin un criterio de salud pública, hay muchos rubros en los cuales no va a haber consumidores por el simple hecho de que tenemos miedo de contagiarnos y morir. Yo a una discoteca o un cine no voy ni pagado.

Reactivar sin criterio de salud pública se topa entonces con este muro, el de los consumidores que con buen sentido queremos cuidarnos. La idea del gobierno de cerrar los ojos frente al contagio, dejar libres a las empresas para que intenten regresar al pasado, y reaccionar tarde y mal frente a las siempre desbordantes demandas de UCIs, no sólo favorece que se multipliquen enfermos y muertos, es también un freno efectivo a cualquier reactivación económica.

Por otro lado, Vizcarra nuevamente anuncia que su gobierno apretará el acelerador del crecimiento económico con el plan ArrancaPerú de inversiones públicas. Este plan tiene dos grandes problemas. El primero es el tamaño: menos de 1 por ciento del PBI. Esta cifra ya hubiera sido baja antes de la pandemia; ante la enorme caída de la demanda, es una insignificancia. La segunda es el tiempo: si aun está por empezar, aunque ya se había anunciado hace mes y medio, es obvio que ese ínfimo impulso reactivador recién estará agarrando viada dentro de muchos meses.

Con el freno pisado a fondo y el acelerador apenas con un toque, ningún carro se va a mover, y menos uno desvencijado y achacoso como es la economía peruana. Este 28 de julio era una oportunidad para dar un giro. Enfrentar la epidemia frontalmente y con todas las herramientas disponibles, desde el sistema de salud pero también en el transporte, el comercio, la economía, las comunicaciones y el liderazgo político. Empujar una reactivación selectiva donde tengan prioridad el agro, los servicios de salud y la educación, todas necesidades básicas que pueden emplear a muchas personas. Para reactivar la demanda, aplicar dos políticas vigorosas, decididas, amplias; inversión pública todo dar y apoyo económico a las familias con un bono mensual hasta fin de año. Ha sido una oportunidad desperdiciada.

PROSPECTIVA

En el pasado Martín Vizcarra confrontó a la corrupta mafia aprofujimorista. Ante la pandemia aplicó una cuarentena sin la cual la epidemia hubiera sido mucho peor. En ambos momentos, tomó decisiones difíciles y la ciudadanía reconoció el valor de su liderazgo. ¿Dónde quedó ese Vizcarra? El mensaje de 28 de julio indica claramente que ha desaparecido.

La tristísima verdad es que con la epidemia arrasando y la demanda deprimida, al final de este mandato presidencial lo que vamos a tener son unas cifras de muerte y pobreza escalofriantes. Ojalá que, en nuestro bicentenario, eso sirva para promover ese gran giro que necesitamos como nación. No hay que perder la esperanza.

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