Segunda Ola: Riesgos y Medidas a Tomar

En medio de escándalos políticos, la salud y la macroeconomía muestran señales de rápida mejoría. ¿Es esta una figura completa de lo que pasa? ¿Será duradero? A responder esas dos preguntas se orienta este artículo.

Veamos primero los datos conocidos. Si vemos los datos oficiales de muertos acumulados por Covid, mantenemos el primer puesto mundial con más de mil muertos por millón, un 40 por ciento encima de nuestros vecinos Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador y casi el doble que Argentina. La mortalidad adicional que hemos tenido durante la pandemia es de 80 mil fallecidos según el Sistema Nacional de Defunciones (aunque la cifra estaría algo exagerada debido al subregistro previo). El costo humano ha sido espantoso.  El daño económico ha sido también brutal, con el PBI cayendo hasta 40 por ciento en los primeros meses de cuarentena y el empleo en Lima reduciéndose a la mitad.

Pero la epidemia ha bajado mucho en intensidad. Hace dos meses fallecían en exceso 700 personas diarias, ahora son 100, y quizás sean menos si se ha mejorado el registro en relación al año pasado como parece probable. En la enorme mayoría de regiones del Perú, en toda la sierra, la selva y el sur, la mortalidad por Covid prácticamente ha desaparecido y la ocupación de camas hospitalarias se ha reducido enormemente. En Lima hay ya más de 100 camas UCI disponibles y a nivel nacional hay más de 450. La reducción de los contagios, hospitalizaciones y fallecidos por Covid es rápida y persistente en los últimos dos meses.

Por el lado de la economía, el PBI que era casi menos 40% en abril pasó a menos 9 en agosto, pero diversos indicios señalan que ha seguido una rápida recuperación. La producción de electricidad, por ejemplo, que responde estrechamente a la demanda de minas e industrias, en la primera quincena de octubre ya ha sido superior a la del año pasado. Las perspectivas de los precios de los metales son buenas considerando que la economía china creció en el tercer trimestre en 5 por ciento, muy por encima de lo esperado. Las ventas de cemento en setiembre ya estuvieron un 7% al 10% por encima del año anterior, indicando una fuerte recuperación de la construcción.  Para los principales grupos monopólicos y grandes empresas, las cosas van muy bien.

Pero esta no es toda la verdad. En contraposición, los datos de empleo e ingresos salen con bastante retraso pero el último dato de julio-agosto-setiembre indica que en Lima hay casi 1 millón y medio menos de trabajadores “adecuadamente empleados”, 47 por ciento menos que hace un año. Entre quienes mantienen un trabajo, el ingreso promedio de un trabajador con educación primaria ha caído de 1040 a 840 soles mensuales, y de alguien con secundaria, de 1,300 a apenas 1,020 mensuales. La economía de muchísimas familias está lejos de haberse recuperado, muy lejos. La perspectiva no es buena porque el turismo que de manera directa e indirecta genera 1 millón 300 mil empleos no se ha recuperado ni lo hará en muchos meses, lo que es un peso muerto grande de desempleo y baja de demanda que dificulta la reactivación.

¿SERÁ SOSTENIBLE O VIENE UNA SEGUNDA OLA?

La pregunta fundamental, desde luego, es si esta mejora será sostenible o si habrá una segunda ola del Covid. Esta es la cuestión principal, porque lo que muestra la experiencia internacional (y diversas investigaciones hasta del FMI) es que la reactivación de la economía depende en primer lugar de la fuerza de la epidemia: si hay una segunda ola la economía se detendrá, como ha pasado en Europa, pero si el Covid sigue bajo control como en China, la economía puede recuperarse con las políticas adecuadas. El problema es uno de demanda: con epidemia el consumo y la inversión se caen y con ellos la economía, y por eso se necesita de impulso fiscal y monetario.

Hay que insistir, sin embargo, que el Perú no es ni China ni Europa o Estados Unidos. Tenemos que entender lo que está pasando en nuestro país para poder proyectar los riesgos y las posibilidades. En Estados Unidos, la tozudez de Trump y los ultraliberales reaccionarios anti-mascarillas han generado que la pandemia vaya saltando entre estados generando gran mortalidad, ahora con la llegada del frío parece estarse iniciando una letal tercera ola. En Europa la primera ola fue controlada gracias a cuarentenas y medidas de distanciamiento fuertes y respetadas, con la ayuda crucial del verano, pero se descuidaron totalmente con viajes de vacaciones, fiestas y bares llenos de gente sin mascarillas, y ahora que la temperatura y las horas de sol bajan hay una fuerte segunda ola. Sin embargo, ahora la mortalidad por Covid en Europa es la décima parte que en la primera ola, por dos razones: antes había muchísimos casos no registrados y se aplican tratamientos hospitalarios más eficaces.

En el Perú ¿la caída en el número de contagios y muertes a que se deben? Ojo que quien no entiende el pasado y presente, carece de bases para proyectar el futuro y es presa fácil de sus miedos y prejuicios. El gobierno dice que hay mucho mejor respuesta que en julio, pero sigue habiendo condiciones que favorecen el contagio como un transporte público congestionado lleno de pequeñas combis, y aunque los mercados han mejorado, ahora se ve a la gente más relajada en el uso de mascarillas y el distanciamiento. La otra posibilidad es que se trate de una “inmunidad de rebaño”, al menos parcial. Discutir esta hipótesis para el Perú no guarda relación alguna con una polémica internacional que hay ahora sobre el tema referida a países que tienen todavía bajos niveles de contagio y mortalidad acumuladas, y entre quienes se rechaza que esta “inmunidad de rebaño” puede ser un objetivo de la política, mientras acá ésta sería el resultado indeseado de un desastre nacional ya ocurrido. Son dos cosas muy pero muy distintas y que no deben confundirse; una cosa es Europa y otra el Perú, una situación es la de principios de año y otra la que tenemos ahora, un asunto es proponer que se busque “inmunidad de rebaño” y otra no haberla querido pero entender que más allá de nuestros deseos esa podría ser la realidad.

Si tuviéramos cierta “inmunidad de rebaño”, el problema es que no hay ninguna seguridad de cuánto duran esas respuestas de nuestros cuerpos para defenderse del Covid. Hay pocos estudios a nivel internacional y no se puede arribar a conclusiones firmes, siendo posible que muchas personas pierdan la inmunidad en 6 a 12 meses. Bajo ese supuesto, si el pico de los contagios fue entre junio y julio, como parece, una segunda ola nos amenazaría en el primer o segundo trimestre del próximo año. Nada de esto es seguro, por supuesto; el sustento es pobre porque lo que sabemos del Covid sigue siendo muy poco. En los meses que vienen, el verano nos ayudará. Aún no está claro por qué, pero la experiencia europea muestra claramente que el contagio se reduce en verano; la mayor ventilación de nuestros espacios (en casa, trabajo y transporte) es una razón, pero se estudian otras como un posible efecto de protección de la vitamina D, producida por nuestros cuerpos con la exposición al sol.

¿QUÉ HACER? VENTILACIÓN, VENTILACIÓN, VENTILACIÓN

Vale la pena repasar lo que sabemos de este coronavirus SARS-CoV-2: se propaga de varias maneras, incluyendo las superficies y el desagüe, pero lo más importante es la trasmisión aérea. Este virus se propaga tanto porque está en lo que llaman “aerosoles”, partículas diminutas que pueden permanecer muchas horas flotando en espacios cerrados. Por eso la gran importancia de la ventilación; si un cuarto o un carro se ventilan y el aire circula, los virus se dispersan. Estar largo tiempo en espacios cerrados donde hay muchas personas es altamente peligroso, sobre todo si esas personas gritan, cantan o hablan, como en fiestas, iglesias o restaurantes. Es riesgoso ir en avión y mucho más un bus interprovincial por las muchas horas encerrados (abrir las ventanillas al máximo es recomendable en este caso). Al mismo tiempo, hay otras cosas que podemos hacer sin tanto riesgo, como salir a caminar, ir en bicicleta, pasear en parques y gozar espacios abiertos, manteniendo la distancia con los demás y usando mascarilla, todas actividades menos riesgosas que estar comprando en el interior de una tienda.

Debemos seguir cuidándonos con las mascarillas y protectores, y manteniendo distancias. Lo nuevo: en sus casas, trabajos y transportes, abran ventanas lo más posible. Fiestas e iglesias deben seguir cerradas. Los restaurantes deben aprovechar la mejora del clima para sacar las mesas afuera, lo que debe ser facilitado por los municipios; la atención en interiores debe seguir con aforos muy reducidos. Todos los restaurantes, tiendas y locales de atención deben tener ventiladores que circulen el aire hacia afuera, y los taxis y transporte público ir con todas las ventanas bien abiertas.

Evitar una segunda ola, sin embargo, dependerá mucho de que tengamos un buen sistema de pruebas, aislamiento de contagiados y seguimiento de contactos. La vacuna podría salvarnos, pero es improbable que tengamos 30 millones de dosis para el Perú en menos de un año. La buena noticia es que ya se pueden comprar pruebas moleculares y nuestra capacidad de aplicarlas se ha ampliado, y que están saliendo nuevas pruebas, más baratas y fáciles de aplicar, a nivel internacional. Con un número de contagios muy reducido, ahora sí empieza a hacerse viable tener un sistema de pruebas y seguimiento con el alcance suficiente, que debe complementarse con ayudas económicas para incentivar a la gente a tomarse las pruebas y aislarse de resultar positivos. En la economía, ayudar a la gente y a la reactivación requiere una política clave: un Bono, rápido, repetido y bien diseñado.  

7 Consejos para Mejorar el Bono

Con muchísima tardanza, el gobierno empieza a entregar por segunda vez el llamado “Bono Universal Familiar”. Que finalmente se dé es buena noticia para los millones de peruanos que la necesitan con urgencia y porque va a empujar la demanda, facilitando que miles de pequeños negocios puedan vender más y mejorar sus ingresos. Esto no es populismo, recordemos que el estado peruano tiene todavía 79 mil millones de soles de dinero guardado mientras un bono universal no cuesta ni la décima parte de esta suma. Hay sin embargo mucho por mejorar en este Bono y acá presentamos siete ideas al respecto.

  1. Entréguenlo rápido

Hay empobrecimiento, hambre y angustia en miles de familias peruanas que carecen de un mínimo de recursos económicos. Mientras tanto, han pasado más de doscientos días desde el inicio de esta emergencia sanitaria. Ahora que pasó todo ese tiempo, por lo menos entréguenlo rápido a todos. Que quienes lo necesitan con urgencia no vuelvan a pasar semana tras semana y mes tras mes desesperando por el bono. Esos 760 soles pueden hacer un mundo de diferencia para quienes sufren por llenar la olla cada día, y ya no pueden aceptarse más demoras ¡ya llevan siete meses en esto!

  • 2. Háganlo realmente universal

Como se llama universal el bono debiera llegar a todos los que no tienen ingresos económicos. Pero la decisión del gobierno, tomada cuando Pedro Cateriano era primer ministro, ha sido que quienes no están en una base de datos de familias que ha armado el gobierno, no reciben el bono. El propio gobierno calcula que se trata de unas 800 mil personas que, a pesar de tener DNI y no tener empleo ni ingresos, no se les entregará el bono. Ellos no están en el listado del gobierno porque en el censo no recogieron su información de DNI o porque en los últimos tres años decidieron vivir independientemente, caso de jóvenes que quieren hacer su vida, parejas que se separaron o mujeres a quienes su esposo golpeaba. Pero nadie debe ser excluido porque el gobierno nunca se preocupó por tener un registro completo de familias ni por actualizar su base de datos. Hagan realmente universal el bono “Universal”.

  • 3. Un bono familiar tiene que considerar a los niños y adultos mayores

Un bono familiar debe reconocer algo obvio: que hay familias de muy distinto tamaño, condición de trabajo y necesidades. Si la decisión ha sido entregar un Bono Familiar y no un Bono Ciudadano, una familia con varios niños menores debe recibir un apoyo mayor debido a la carga familiar y a la necesidad de proteger a esos niños de la desnutrición y la anemia, con mayor razón ahora que los chicos no van al colegio ni reciben alimentación escolar. Lo mismo si tienen adultos mayores o personas con discapacidad a su cargo. A mayor necesidad, corresponde dar mayor apoyo.

  • 4. Soporte económico a las familias con enfermos graves

En estos siete meses de pandemia ha habido demasiadas familias que han sido particularmente golpeadas por el virus. Han sufrido mucho, y aunque ni las muertes ni la angustia y el dolor pasados los podemos revertir, si podemos amortiguar un poco el golpe económico que han recibido. Las familias que han tenido enfermos de gravedad del Covid han visto sus economías seriamente afectadas, empezando con los traslados de emergencia y el oxígeno que había que comprar, y también porque la persona enferma y quienes tuvieron que cuidarla ya no pudieron trabajar. Su situación ha sido mucho más difícil que los demás, muchos se han endeudado con algún amigo o empeñado lo poco que tenían para tratar de salvar a sus familiares. Además, muchas de las personas enfermas han quedado con secuelas del Covid, con daños neurológicos, respiratorios o en otros órganos. Merecen un apoyo económico adicional.

  • 5. Más apoyo a las regiones con más cuarentena

La crisis de las economías familiares es mayor en las regiones que han tenido una cuarentena más larga. Con una visión centralista, el gobierno parece olvidar que si la cuarentena nacional de tres meses y medio fue económicamente dura para muchísimas familias, hay varias regiones y provincias que han tenido uno o dos meses adicionales de cuarentena adicional. Es obvio que en esos lugares el golpe económico ha sido mayor, y peor todavía quienes como Cusco y en menor medida Arequipa y Puno, tenían mucha gente empleada en el turismo. Ahí es necesario que haya una entrega más rápida y realmente universal del bono y donde debe darse antes una tercera entrega.

  • 6. Una mano productiva a los retornantes

Muchas personas, desesperadas por la demora del primer bono y por no tener como subsistir, decidieron regresar a sus pueblos de origen o donde tuvieran quienes los acogieran. Viajaron como pudieron, algunos a pie recorriendo distancias mayúsculas, subiéndose a cualquier camión, burlando controles; otros con un apoyo de los gobiernos regionales; muchos teniendo que vivir cuarentenas en sus comunidades por el control de las rondas y autoridades locales. Otros, sin ver en el horizonte mejoras para ellos en las ciudades, se han trasladado más recientemente cuando ya se han activado los viajes regionales, con pasajes carísimos. En momentos duros han confiado en esa solidaridad que es la fraternidad de los pobres. No ha sido fácil, porque para las comunidades y pueblos rurales, hay un riesgo a la salud que controlar, unas bocas más que alimentar hasta el nuevo ciclo productivo y la necesidad de compartir pastos y tierras.

Ya están allá y ayudarlos económicamente les permitiría comprar semillas, habilitar tierras, comprar aperos, fertilizantes y animales menores que aporten a su alimentación (pollos, gallinas ponedoras, cuyes). De esa manera el próximo año habrá más alimentos para todos, y ellos podrían empezar una nueva vida productiva reactivando la agricultura familiar peruana, evitando además que vuelva a crecer la aglomeración en las ciudades. Dado el fracaso del esquema de crédito del FAE-Agro del gobierno, un bono adicional puede ser una forma directa y sencilla de darles una base para que puedan salir adelante.

  • 7. Nuevos bonos deben servir para ayudar a prevenir una segunda ola

Finalmente, debemos prevenir una segunda ola del coronavirus. Ahora que los contagios se han reducido mucho, y siguen cayendo, es el momento adecuado para preparar e implementar un sistema de pruebas, aislamiento y seguimiento de contactos. Un sistema como este requiere un buen soporte informático, pero depende críticamente de la respuesta de la gente: si los enfermos asintomáticos o leves siguen circulando, o si los contactos de los infectados no colaboran para que se les hagan las pruebas, un sistema de este tipo fracasa. Lastimosamente, ya sea por necesidad de subsistencia o por desconfianza y rechazo al estado, demasiadas personas no quieren colaborar. Pero si se entregara un bono a condición de que las personas se hagan las pruebas cuando son requeridas, y si a quienes están con el virus se les pueda dar un monto adicional a condición de que se asilan bajo las condiciones necesarias en sus domicilios, muchos sí estarían dispuestos y un sistema de pruebas-aislamiento-seguimiento podría ayudar mucho a evitar una segunda ola.

AYUDAR A LA GENTE TIENE QUE SER PRIORIDAD

El asunto central, sin embargo, es que ante el empobrecimiento masivo provocado por la pandemia y la necesidad de levantar la demanda para reactivar la economía, la entrega de un bono o ingreso básico universal es clave. Lo necesitamos ahora y en los meses que siguen. Las enormes inequidades y el retroceso económico, social y sanitario de este año tienen que ser abordados resueltamente por el estado; si no afianzamos la cohesión social los abismos sociales que nos dividen pueden transformarse en conflictos agudos, ingobernabilidad e inestabilidad.

En este contexto, decir como pretexto para no dar esta ayuda a la gente que el estado no tiene fondos, es absurdo. En primer lugar, porque el estado peruano tiene aún 79 mil millones de soles en sus cuentas según la información oficial del BCR. En segundo lugar, porque si se ha otorgado 60 mil millones de soles a bancos y empresas con el programa ReactivaPerú, se puede tener una política similar para las personas.

Mirando más adelante, hacia el mediano plazo, no podemos seguir con un estado precario sin salud pública ni seguridad social dignas de ese nombre; y el bono económico tiene que ser parte de un esquema de protección social permanente ante desastres. Para lograr que tenga sustento financiero, se debe enfrentar la elusión prohibiendo el uso de paraísos fiscales, eliminar exoneraciones tributarias a grandes monopolios, cobrar impuestos y regalías justas a las mineras que hoy nuevamente gozan de precios altos e imponer un impuesto a las grandes fortunas. La necesidad de mejorar la salud y la seguridad social es una lección que esta pandemia nos deja muy claramente, y que requiere de justicia tributaria que le de sostenimiento fiscal.

Riesgos : No Olvidarlos Para Manejarlos Bien

La epidemia parece estar saliendo de la mente del gobierno, candidatos y medios de comunicación. Momentito, momentito: ni conviene hacerlo ahora ni debemos simplemente olvidarnos de lo que hemos pasado. Tenemos que repensar nuestras vidas de ahora en adelante; la epidemia ha sido un remolino de miedos, angustias, pérdidas y también extraños descubrimientos, y debemos estar continuamente mirando una realidad que no deja de cambiar con rapidez.

Nueva mirada del ¿desarrollo?

Hasta antes de la epidemia, en tiempos históricos hasta ayer nomás, las palabras claves eran crecimiento y desarrollo. Me gusta más la segunda que la primera, pero ambos términos tienen una base común: la idea de que vamos adelante, hacia arriba, a conquistar nuevas cumbres, con muy poca valoración de los riesgos y las crisis. Para la economía neoliberal, incluso el que se corrieran riesgos era uno de los fundamentos morales de las ganancias empresariales: como “arriesgan” su plata merecen una (cuantiosa) recompensa, y ese riesgo es bueno porque gracias a él hay progreso.

Espero que tras esta epidemia haya quedado claro que la realidad no es así ni está bien pretender que sea así. No es así porque una vez más los gobiernos se apresuraron a rescatar bancos y empresas, en Perú con 60 mil millones de soles de dinero estatal, aunque al mismo tiempo se postergó y retaceó apoyo a las familias necesitadas. Los capitalistas hablan mucho de cómo merecen ganar por que arriesgan hasta que hay problemas y corren a pedir rescate del estado.

Muchos peruanos, sin embargo, hemos pensado parecido, priorizando el consumo y la casa propia y dando muy poca atención a un seguro de salud o una jubilación. Incluso se construye en lugares de alto riesgo ante huaicos o terremotos, sin invertir en hacer seguras las viviendas. No deja de ser sorprendente que actuemos así, en un país donde hay huaicos todos los años y terremotos cada década; como si en nuestra de profunda desigualdad se ha considerado “normal” que la vida esté continuamente en peligro.

Esta epidemia debiera hacernos cambiar las prioridades en ese sentido. No sale a cuenta crecer sin considerar los riesgos, porque luego vienen las crisis y lo construido se cae, como cuando un terremoto o un huaico se lleva nuestras casas. La epidemia pone de manifiesto lo grave de nuestro descuido en prevenir riesgos, como al no tener un buen sistema de salud, olvidarnos que la obesidad genera diabetes y malogra los corazones y carecer de sistemas para nuestra seguridad económica. Tenemos además el calentamiento global, un problema que sigue agravándose ¿en serio luego de la pandemia seguiremos pensando que es algo sin importancia y que ya veremos más adelante qué hacemos al respecto? ¿podemos ser tan ciegos e insensatos?

Los cambios tecnológicos y las megatendencias del trabajo también generan riesgos que debemos considerar. Desde antes de la epidemia ya venía un empuje fuerte hacia el teletrabajo y la robótica, que pueden traer una mayor inestabilidad laboral y de los ingresos. Esto puede llevar a que muchísimas personas y familias pasen a vivir en una situación de vulnerabilidad permanente, con sus medios de vida en riesgo, razón por la cual el Ingreso básico universal es una opción a considerar seriamente. La inteligencia artificial puede traer grandes ventajas con un buen uso público, pero si lo que hay es una explotación masiva de nuestros datos personales por parte de los conglomerados monopólicos que dominan las redes sociales, las consecuencias pueden ser graves: se alerta de un “capitalismo de vigilancia”, donde cualquier actitud o comportamiento que pueda ser mal visto por los “jefes” de la empresa o del país lleve a sanciones, pérdida de libertades y discriminación. ¿No son estos también riesgos que debemos evaluar con cuidado?

Los riesgos en este momento preciso en el Perú

Debemos trasladar las discusiones sobre el riesgo a nuestro presente. La semana pasada arriesgué insistir nuevamente en la posibilidad de que estemos alcanzando “inmunidad de rebaño”, algo tan importante que es urgente un estudio nacional y de regiones en el Perú, lo que se hace sin dificultad ni mayor costo en base a pruebas serológicas rápidas con un muestreo bien diseñado. Dice el gobierno que lo hará en octubre, ojalá salga lo antes posible.

Es clave porque un buen estudio daría muchas luces respecto a un tema donde veo creciente preocupación: la posibilidad de una segunda ola del Covid-19. En Europa se está iniciando una segunda ola, de mayor gravedad en Madrid y París pero creciente en muchas partes. Estados Unidos no terminó nunca la primera ola, solo pasó a una continuada seguidilla de olas regionales. Pero se trata de otras realidades: el número de muertos e infectados por millón de habitantes en esos países es mucho menor que en Perú, y además ellos (también México y el Asia) están entrando al invierno luego de un verano en el que no han sido cuidadosos. Es bien sabido que estos virus respiratorios se contagian más en invierno, no porque el virus naturalmente viva más en el frío, sino porque los seres humanos cerramos las ventanas y reducimos la ventilación. El inicio de una segunda ola en Europa ahora, no augura que simultáneamente la vayamos a tener nosotros.

Sobre nuestra situación y la inmunidad de rebaño, hay varios puntos por analizar con cuidado. Lima y Callao todavía tienen demasiados muertos y contagios; éstos caen rápidamente pero no hemos llegado todavía al punto en que la enfermedad prácticamente deja de matar como en Loreto o Tumbes. Diera la impresión que en Lima hay grupos que se han cuarentenado y cuidado y que no han sido contagiados, lo que podría formar un bolsón desprotegido suficientemente grande como para que la enfermedad prosiga aunque a un ritmo menor. En las regiones de altura, como Cusco y Puno, la ola ha bajado rápidamente y una inmunidad de rebaño solo podría sustentarse si se verifica que a más de 2,500 metros el Covid ataca menos, algo sobre lo cual las evidencias son crecientes (unos colegas y yo tenemos una investigación que da fuerte sustento esta hipótesis). Desconfío bastante de lo que pueda estar pasando en zonas rurales más aisladas, en algunas de las cuales el virus puede recién estar llegando o tener una difusión más lenta. En general, sabemos demasiado poco de este virus como para tener certezas sobre su evolución.

La salud no es, por cierto, nuestro único riesgo: empobrecimiento, desempleo, corrupción, desgobierno, están a la vista. Pero el riesgo del Covid, para la vida misma y de secuelas que pueden ser discapacitantes, es todavía el riesgo principal.

¿Cómo actuar ahora frente a los riesgos en el Perú?

Acá tres ideas básicas respecto de cómo actuar nosotros mismos, para uno mismo y para los demás, en esta situación.

Uno: Primum non nocere, lo primero es no hacer daño. Usar mascarillas siempre y protectores faciales en el transporte público y sitios cerrados, es crucial y no es difícil ni costoso. Tener mucha ventilación es un asunto al que se le debe dar más importancia y que se facilita con el cambio de clima. Mantener mucho cuidado en relación a espacios pequeños, cerrados y congestionados, que son centros de contagio masivo; ni hablar de fiestas, conciertos o restaurantes llenos en interiores estrechos. Todo esto no es un asunto individual, es por el bien de todos, con prácticas “de riesgo” te arriesgas tú y toda tu familia y todos tus contactos. Así que: ¡a usar bien las mascarillas!

Dos: Repensar bien qué hacer para evitar riesgos pero también reacomodándonos a nuevas formas de vivir, sobrevivir y ser lo más felices posible. En un primer momento de gran emergencia era correcto imponer reglas universales fuertemente restrictivas, como las cuarentenas y otras prohibiciones. Pero ahora hay que abrir paso a mejores entendimientos y a comportamientos más meditados, que nos cuiden a nosotros mismos y a los demás, pero también resguarden la salud mental y la salud física en general, y den espacio a goces y alegrías. Por ejemplo, los grandes parques de Lima deben abrirse y los adultos mayores y los niños deben poder salir, con el cuidado respectivo, a pasear en ellos; no creo que los mayores de 65 años vayan a arriesgar tontamente su vida.

Tres: Hay que estar siempre alertas a nueva información y conocimientos. La situación de la epidemia sigue estando en cambio permanente, todavía hay mucha incertidumbre y esta seguirá presente por un buen tiempo. Los expertos dicen que ni las vacunas resolverán ese tema, porque lo más probable es que no nos otorguen una protección completa y total. Mi mejor análisis indica que, más allá de que la epidemia pueda continuar bajando, no se puede descartar una segunda ola, que me parece más probable que pueda atacarnos en siguiente invierno si no nos preparamos para evitarla.

Inequidades en Covid-19

INEQUIDADES EN COVID-19

La pandemia del Covid-19 significa también un agravamiento de la epidemia de inequidades que marcan al Perú desde su nacimiento como república hace ya casi dos siglos completos.

La primera inequidad agrava fue la del propio derecho a la vida y la salud. Los más pobres y vulnerables enfrentaron la epidemia bajo una serie de condiciones que os hicieron mucho más propensos a resultar contagiados: su menor nivel educativo dificultó el conocimiento y comprensión de un fenómeno nuevo que requería decisiones urgentes, las viviendas con pequeños espacios, poca ventilación y hacinamiento en las ciudades hacía casi imposible impedir el contagio entre familiares, el no tener una refrigeradora los obligaba a salir a comprar alimentos diariamente, y la falta de empleo e ingresos los empujó a salir a trabajar o a buscar cómo obtener algún sustento aunque eso implicara romper la cuarentena establecida y, luego subirse a un transporte público hacinado y cerrado por largo tiempo donde el virus se trasmite con facilidad aun si se usa mascarilla y protector facial. Si tenía la mala suerte de que el caso fuese grave, pasaba a sufrir el vía crucis de un sistema de salud rebasado, en el que en los momentos críticos obtener oxigeno implicaba comprarlo de manera privada, a veces a comerciantes abusivos, algo que solo era posible para quien tuviera el dinero – o llevaba a familias al límite de la sobrevivencia y a la ´pérdida de unos pocos ahorros acumulados con uro esfuerzo durante décadas.

Algunos de estas inequidades añadidas resultaban de una epidemia rampante en un ambiente cargado de desigualdades, pero otras crecieron por la debilidad de la respuesta estatal: un Bono que demoró muchísimo en llegar, que en seis meses solo se dio una vez aunque el monto alcanzaba para solo un mes, y que todavía deja fuera a cientos de miles por el simple hecho de que los registros oficiales no saben si carecen de familiares receptores.

Pero las medidas tomadas para enfrentar la epidemia también han agravado inequidades en otro servicio fundamental como es la educación. A nivel de la educación básica, la propuesta de “Aprendo en Casa” podía atender con sus limitaciones a quienes, sobre todo en zonas urbanas, tenían mejor conectividad por la infraestructura de comunicaciones en su zona, recursos que les permitieran acceder a planes y equipos de mejor calidad. Familias pobres tienen equipos menos funcionales y por lo tanto su servicio es de menor calidad, pero además la realidad familiar de una vivienda hacinada y padres que deben trabajar largas horas para subsistir y les cuesta mucho poder acompañar a sus hijos e hijas como se requiere, agravan la situación. Los que han sufrido más en su derecho a la educación son los miles de niños y niñas en zonas rurales viven en zonas de baja o nula conectividad y carecen de equipos básicos, quedando totalmente excluidos a pesar de que en muchas comunidades rurales no había ni un solo caso de Covid. La propuesta de abrir el servicio educativo en zonas rurales alejadas vino tarde y no se implementó nunca: los niños y niñas que ya venían de tener una educación de menor calidad pasaron a no tener nada, y siguen igual.

Hoy que la epidemia parece ceder en su ferocidad, mucha injusticia queda por reparar.

ARTICULO PUBLICADO POR EL IDEHPUCP, ESTA ES UNA VERSIÓN LIGERAMENTE MÁS LARGA

¿Inmunidad de Rebaño?

Hace tres semanas escribí acerca de la fuerte caída en el ritmo de contagios, hospitalizaciones y muertes por Covid. Discutía si lo que ha causado este dramático cambio en la epidemia es la llamada “inmunidad de rebaño”, que surge cuando ya la mayoría hemos tenido la infección y los sobrevivientes hemos desarrollado anticuerpos frente al virus. Esa hipótesis se hace cada vez más fuerte, lo que nos exige pensarla a fondo, con todos sus significados y consecuencias.

Los datos indican que las muertes por Covid, medidas por el Sinadef, han caído de seiscientos a cien al día. Un centenar de muertos diarios todavía es demasiado, pero la tendencia a la baja es rápida. La pregunta clave es: ¿por qué? No veo grandes cambios favorables de estrategia gubernamental o comportamiento ciudadano y la caída de los indicadores del Covid es previa a la campaña publicitaria del miedo. La hipótesis alternativa es que sea por inmunidad de rebaño. Hace 3 semanas, con 70 mil muertos, estimé que podríamos (ojo con el condicional) estar en más de 70 por ciento de peruanos que ya habían pasado por el Covid, la enorme mayoría sin síntomas o síntomas leves. Farid Matuk ha hecho un cálculo reciente, más detallado, estimando en 13 millones y medio el número de infectados mayores de 25 años, equivalente al 76 por ciento de esa población.

¿Con esos porcentajes ya llegaos a la inmunidad de rebaño? No se sabe con certeza, para este virus, con qué cantidad de contagiados se detendría la trasmisión de la enfermedad; pero en los estudios a nivel mundial 70 por ciento es una cifra alta y algunos dicen entre 25 y 50 por ciento. Los cálculos señalados para Perú se basan en modelos que son solo aproximaciones y pueden no ser precisos en este caso. Además, una cosa es un promedio nacional y otra, muy distinta, la posibilidad de que subsistan bolsones donde no se ha llegado a esa inmunidad de rebaño, quizás en distritos rurales alejados. La situación es todavía incierta.

CAMBIO DE JUEGO

Si hubiera inmunidad de rebaño, ese sería un game changer, un giro completo de nuestra situación. Marcaría un antes y un después, con muy amplias consecuencias. Al mismo tiempo, es algo difícil de considerar puesto que nos obliga a aceptar una nueva manera de pensar y un error tendría consecuencias catastróficas.

Una vez que el porcentaje de la población que ha desarrollado inmunidad es muy alto, simplemente el virus deja de trasmitirse. Pasa algo parecido con el sarampión en el Perú: la vacuna no tiene cobertura del cien por ciento sino ahora algo como 85 por ciento, pero no hay la enfermedad debido a que las oportunidades para que el virus circule son muy bajas. En ese caso, los que no tienen la vacuna están siendo protegidos por los vacunados, que establecen una especie de “escudo social” contra la enfermedad. Si frente al Covid ya llegamos a la inmunidad de rebaño, algo parecido ocurriría. De ser ese el caso, pasaría a ser muy poco probable que alguien que no ha tenido la enfermedad se contagie, incluyendo a los adultos mayores y la población en riesgo. Tal vez sólo los encuentros de mucha gente, prolongados, en espacios cerrados y con cantos, declamaciones o gritos, serían aún demasiado riesgosos.

Se me encoge el estómago cuando escribo esto. Durante meses he insistido en favor de medidas para evitar que el Covid se esparza tanto y cause tantas muertes. Ahora, casi nada de eso podría (insisto en resaltar el condicional) importar. ¿Cómo puedo decir algo absolutamente opuesto a lo que con todo mi espíritu gritaba semanas atrás? Bueno, es que la situación ha cambiado. Así de simple. Si las cosas cambian, hay que pensar de nuevo. “El análisis concreto de la situación concreta”, pregonaba Lenin.

Anotemos una precaución importante: nadie sabe cuánto tiempo dura la inmunidad frente al Covid que otorga el haber estado infectado. Tampoco estamos seguros de en qué proporción nos seguirá defendiendo nuestra respuesta autoimune dentro de varios meses, porque no es un asunto de ´blanco o negro´, ´protegido o desprotegido´, hay una gradualidad.

Mientras tengamos “inmunidad de rebaño”, incluso la vacuna es innecesaria: nosotros solitos nos hemos “vacunado”. En la historia de la salud pública esto se conoce como ´variolización´, porque la primera respuesta de la humanidad frente a la terrible viruela fue infectar a las personas con el virus de manera leve, para que se autoinmunicen. Pero en este caso, la inmunidad podría irse en seis meses a dos años, y en ese momento la vacuna sería fundamental.

Me cuesta escribir estas líneas por que la idea de la inmunidad de rebaño me ha causado repulsión todos estos meses. Cuando empezó esta epidemia en el mundo había quienes proponían que la política a seguir era apostar por la inmunidad de rebaño, como anunció el gobierno estúpido-conservador de Boris Johnson en Inglaterra. El resultado, como era previsible y ha quedado demostrado con los resultados de Suecia, que siguió esta política, es miles de muertos adicionales sin ninguna ventaja para la economía. Buscar la inmunidad de rebaño no sólo era una política equivocado, era una política criminal. ¿Cómo decir ahora que tener la inmunidad de rebaño nos abre oportunidades? Bueno, hay que distinguir el pasado, del futuro: este desastre suma 80 mil muertos, debemos llorarlos y compadecernos de nuestra desgracia, pero también hay que mirar hacia adelante, y para eso necesitamos mantener nuestro raciocinio por encima de emociones descontroladas. Una distinción ética es también clave: de ser cierta la inmunidad de rebaño, eso no significa que valoremos positivamente las decisiones que provocaron esos 80 mil muertos. Para nada. Si pudiéramos regresar el tiempo, mantendría la crítica a las inequidades pre-existentes y las decisiones tomadas, por el contundente hecho de la enorme mortalidad y enfermedad sufrida.

SEGUIDILLA DE CAMBIOS RÁPIDOS

Hay un tema más de fondo detrás de esta discusión, y es que la epidemia nos ha obligado a cambiar muchísimo, pero tenemos que seguir adaptándonos constantemente. Lo que parecía necesario ayer, ya no parece serlo hoy. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, como dice una frase famosa. Ni siquiera hay muchas verdades, sino apenas aproximaciones que no llegan a ser certezas, sobre las cuales debemos tomar decisiones, individual y colectivamente.

Recordemos algunos asuntos en los cuales hemos debido cambiar de opinión en estos seis meses de pandemia. Podemos empezar por esos primeros meses, cuando recién se conocían los primeros casos y algunas voces insistían en que había más muertos por dengue en la selva que por el Covid, y que por tanto había que priorizar lo primero. Las cifras eran verdaderas: hasta marzo las muertes por dengue eran mucho mayores que las del Covid. Pero es que el tsunami recién se aproximaba a nuestras costas. Hoy, nuevamente resulta necesario recordar que el Covid no es la única enfermedad ni epidemia presente.

Llegó entonces la epidemia del Covid y el debate de las mascarillas. Nos hemos olvidado, pero en las primeras semanas la recomendación que incluso realizó la Organización Mundial de la Salud es que no compráramos mascarillas porque había que cuidar que el personal de salud las pudiera tener. Pocas semanas después, cambio total: “no se despeguen de sus mascarillas”. ¿Fue un error el primer mensaje? En parte sí, porque ahora sabemos que incluso unas mascarillas de tela hechas en casa ayudan bastante, pero sólo en parte: era necesario priorizar a los trabajadores de salud. El mensaje debió ser más complejo: no te compres ahora una mascarilla N95, hazte una en casa o cómprate una artesanal.

Podemos seguir con temas como el lavado de manos, que ya no es tan importante como parecía al comienzo y algunos expertos a nivel mundial indican que esa campaña puede estarnos desviando de la prioridad, que es evitar el contagio aéreo. En otro caso similar, en casa durante meses mantuvimos toda una dinámica de cambiarnos los zapatos al entrar y salir y buscar desinfectarlos, algo que no aparece en las recomendaciones internacionales frente al Covid, pero que se mantiene en muchos mercados y locales comerciales.

Me animo por eso a escribir y publicar este artículo. Porque lo más importante es pensar, pensar y no dejar de pensar. Prefiero los análisis complejos que no dan respuestas precisas sino que abren espacio a incertidumbres, frente a esas campañas simplonas del miedo que nos tratan como animales. Opto por revisar constantemente lo que antes tenía como verdades. Y sigo teniendo fe en que la humanidad avanza sobre la capacidad de razonar, aunque esta solo pueda ser parcial e incompleta, aunque el racionalismo occidental del siglo 18 no haya sido el fin de la historia, aunque esta fe mía sea ella misma irracional.  Cogito, ergo sum: Pienso, luego existo.

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