Minería con Articulación Productiva Diversificadora

¿Cómo puede la minería generar encadenamientos económicos para promover el crecimiento, el empleo y la diversificación? ¿Cómo puede ser una actividad que no sea exclusivamente de exportación de materias primas, sino que mediante sus compras de equipos, servicios e insumos, pueda dinamizar un crecimiento más diversificado con avance tecnológico? Esa es la pregunta que animó un diálogo al que me invitaron esta semana a la 35ava Convención Minera Perumin, que es el gran cónclave minero peruano que se lleva a cabo anualmente en Arequipa.  Relato acá mis ideas principales.

¿TIENE IMPORTANCIA?

A algunos les puede parecer un tema secundario. No lo es. Estratégicamente, para avanzar hacia un desarrollo económico es fundamental que diversifiquemos nuestra estructura productiva. Sin eso, nunca lograremos acercarnos a los países económicamente más avanzados, eso es algo claramente establecido entre los estudiosos del desarrollo económico. Desarrollo económico es transformación productiva, y sin eso no hay crecimiento sostenido. En ese sentido la agroexportación viene siendo importante, en especial por su generación de empleos (ya 1 de cada 10 empleos formales está ahí). Pero no es suficiente, es necesario que la industria nacional tenga mayor importancia. En artículos anteriores he llamado la atención sobre el fuerte avance de nuestras exportaciones industriales y no tradicionales en el último año. Pero esta es una situación que podría ser una golondrina que no hace verano, algo sólo de corto plazo, si no miramos y planeamos a futuro.

¿Cómo hacerlo? Pensar en que mediante “zonas económicas especiales” al estilo chino vamos a pasar a exportar televisores, celulares, computadoras u otros bienes de consumo, está fuera de contexto. Ya no sólo China sino India, Vietnam y varios otros países del Asia nos llevan demasiada ventaja en estos rubros. Quien propone públicamente estas zonas francas oculta que estas conllevan un alto costo fiscal, tratándose de exoneraciones tributarias similares a aquellas que ya nos cuestan 12,500 millones de soles anuales. Desechada esta opción, una mejor alternativa es aprovechar nuestros recursos naturales, tanto mineros como de diverso tipo, como una base para generar cadenas de valor con un mayor procesamiento.

Siendo más específicos, una oportunidad a la mano es la de potenciar el sector de proveedores mineros, que son aquellas empresas que le venden a la diversidad de minas que hay en el Perú. Ya tenemos unas 6 mil empresas en el rubro, las mineras compran 10 mil millones anuales y se genera un 4,1 por ciento del PBI (pero en Chile es 7 por ciento y en Australia 10 por ciento del PBI). Dos tercios de esas empresas está en Lima, ya que la descentralización económica es todavía un reto nacional. 30 por ciento exporta al exterior, en particular a Estados Unidos, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Colombia y Chile; salvo el primer y el último de esos países, la minería peruana tiene mayor desarrollo relativo que ellos. 69 por ciento son empresas medianas, pequeñas y micro, y 93 por ciento considera a la innovación parte de su estrategia de negocio. Estas empresas proveedoras también ofrecen sus servicios a sectores productivos como construcción, agroindustria, hidrocarburos y servicios, en especial la pequeñas y microempresas. Estos datos vienen de un estudio hecho el año pasado por SAMMI-Cluster Minero Andino, una iniciativa conjunta de la CAF – Banco de Desarrollo de América Latina y la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa, centrada en “el fortalecimiento e impulso de los encadenamientos productivos locales, a través del desarrollo de una industria de tecnología, manufactura y servicios con mayores capacidades para innovar y exportar conocimiento”. El tema ya se está moviendo.

MEDIDAS CONCRETAS

Recuento acá una iniciativa sobre este tema que tomamos durante mi gestión en el ministerio de economía y finanzas: la creación de una mesa ejecutiva llamada de “proveedores mineros” en la cual se produce un encuentro continuo entre el estado, la sociedad de industrias, la sociedad de minería y organismos técnicos como el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú – IIMP, SAMMI, el Colegio de Ingenieros del Perú – CIP y CONCYTEC. Estas “mesas ejecutivas” se han ido promoviendo en diversos rubros, fueron originalmente promovidas por Piero Ghezzi, luego impulsadas por varios ministros en el MEF y ahora retomadas por Kurt Burneo que ha instalado tres nuevas. En el caso de la mesa de proveedores mineros, el objetivo era que se facilitara que las mineras que operan en el Perú orienten sus compras de equipos, insumos y servicios a empresas peruanas, en vez de estar importando del exterior. Debo confesar que la ida de promover este sector en particular me fue alcanzada por la Sociedad Nacional de Industrias, su presidente Ricardo Márquez y su gerente de estudios económicos Antonio Castillo; al César lo que es del César.

Las medidas más importantes que se están avanzando desde esta “mesa de proveedores mineros” son las siguientes. Uno: debido a que un problema de los proveedores es que cada empresa minera les pide requisitos sanitarios con características distintas, se busca unificar todos esos trámites en un solo “pasaporte minero”. La minería debe reducir su tramitología. Dos: igualmente las mineras piden insumos que son muy similares pero con especificaciones diferentes, eso dificulta mucho la producción nacional, por lo que se está trabajando una homologación técnica de esas especificaciones, de tal manera que un proveedor pueda entregar el mismo producto a varias mineras y así tener economías de escala y reducir costos. Tres: facilitar la innovación en el sector de proveedores mineros mejorando sus condiciones de acceso a los distintos fondos y mecanismos de apoyo a la innovación que existen. Por mi parte, considero que debe facilitarse financiamiento a los proveedores mineros, lo que tiene la ventaja de que con las órdenes de compra ya se tiene seguridad del pago, y la participación de COFIDE en la mesa ejecutiva de proveedores mineros debe tener esa orientación. Hay mucho más por hacer.

Quiero insistir en la potencialidad de este sector. Como parte de la promoción de esta iniciativa, como ministro fui a visitar a una empresa peruana dedicada a equipos mineros, Resemin SA, invitado gentilmente por James Valenzuela, el dueño y gerente. Quedé impresionado. Producen unas máquinas tuneladoras, jumbos, cargadores, desatadoras de rocas y otros equipos para minería subterránea, que son exportadas a todo el mundo. Son el tercer mayor fabricante global de equipos de perforación para minería subterránea y el líder mundial indiscutible en el nicho de minado de vetas angostas. Tienen plantas en seis países fuera del Perú y venden por todo el mundo, ya en el orden de los cientos de millones de dólares. Todo eso liderada por peruanos y basados en una fábrica ubicada en Huachipa. Es un logro impresionante, el Perú en cuanto a industria de equipos y maquinaria tiene poco avance y este es uno de los más destacados.

BALANCE

Siendo alguien que ha promovido insistentemente que la minería pague más impuestos a sus sobreganancias, que defiende los derechos laborales y que también se ha solidarizado con varios pueblos que se han opuesto a nuevos proyectos mineros por temor a la contaminación ambiental que producirían, agradezco especialmente la apertura de los organizadores por la invitación. Más importante, sin embargo, es que este tema entre a la discusión.  Como digo, no es un tema menor. A menudo abrumados por los problemas inmediatos y los conflictos sociales que no dejan de surgir en torno a la minería, perdemos de vista asuntos de fondo, de importancia estratégica y de largo plazo. Promover a la industria de proveedores mineros es uno de ellos, y para ello el sector privado, minería e industria, y el sector público deben

La Situación Económica Actual, el Reporte del BCR y el Alza de Tasas de Interés

El Banco Central de Reserva presentó su reporte trimestral la semana pasada con una mirada actualizada de lo que pasa en la economía peruana y mundial que vale la pena comentar. Temas saltantes: el mundo ha girado hacia un menor crecimiento mientras los precios de petróleo y alimentos bajan sin que la inflación haya cedido; en este contexto el crecimiento económico peruano estaría alrededor de 3 por ciento, unas décimas debajo de lo previsto pero lejos de la catástrofe anunciada por la derecha golpista; el BCR seguirá elevando las tasas de interés lo que, como sucede internacionalmente, implica indefectiblemente un freno a la economía.

EL MUNDO Y LA ECONOMIA PERUANA

La economía mundial se está desacelerando fuertemente desde sus tres grandes centros – Estados Unidos, Europa y China. La economía gringa crecería apenas 1,7 por ciento este año y 1,2 el próximo, y la europea 2,5 este y apenas 1 por ciento el 2023. La pisada de freno del FED, el banco central norteamericano, viene fuerte, se espera el próximo miércoles suban su tasa de interés en 0,75% adicional. China, que la última década tuvo crecimientos bajando en torno a 6%, se espera que crezca poco más de 3% este año. Implicancias: con un precio del cobre a 3,50 dólares la libra todavía la minería tiene un buen margen de ganancia, pero hay un mercado más difícil para nuestras exportaciones no tradicionales y menos capitales viniendo a los países emergentes.

La proyección del BCR de un crecimiento de 3 por ciento este año es razonable. El dato reciente de un crecimiento de apenas 1,4 por ciento en julio anuncia la desaceleración y es poco probable que las medidas propuestas por el ministro Burneo tengan impacto este año, entre que son tramitadas por el Congreso y se aplican pasarán varios meses, y eso si es que se aprueban. Ojo que el crecimiento de toda Latinoamérica este año está en 2,2 por ciento, nosotros con 3 por ciento estamos por encima de Estados Unidos y Europa, casi igual que China y en la región sólo debajo de Colombia y Argentina y bien por encima de Chile, México y Brasil. Es también interesante anotar que según el BCR este año la inversión privada no minera crecerá medio por ciento y el próximo año 4 por ciento; tampoco el desastre anunciado por los medios de derecha, y era imposible que la inversión minera no se redujera luego de la culminación de la mega-inversión de Quellaveco.

Hay sí dos claras falencias nacionales. Uno es que la inversión pública ha caído en 5 por ciento, sumando tanto gobierno nacional, empresas públicas y gobiernos regionales y locales. El otro problema ha sido la falta de respuesta a los conflictos sociales en torno a la minería, asunto olvidado por la PCM desde que Mirtha Vásquez dejó el cargo, lo que ha llevado a una caída en su producción.

INFLACIÓN Y ALZA DE TASAS DE INTERÉS

A nivel mundial, la inflación no ha cedido. Han caído bastante respecto a su pico los precios del petróleo, el trigo, el maíz y los aceites, que empujaron mucho la inflación hacia arriba en los primeros meses del año. Pero la caída reciente de estos precios no ha detenido el ritmo inflacionario general. La inflación anual en Estados Unidos está ahora en 8,4 por ciento, igual que la del Perú; Brasil y México tienen la inflación un poco por encima de eso mientras en Chile alcanza hasta el 14 por ciento. La noticia de que la inflación en Estados Unidos en agosto siguió al alza y no bajó, golpeó las bolsas mundiales, debido a que ello anuncia que las tasas de interés seguirán subiendo, lo que afecta el financiamiento empresarial y desincentiva las compras de acciones. En todas partes, una inflación alta es motivo de descontento ciudadano; los países europeos están tomando medidas extraordinarias en el mercado energético, Alemania está nacionalizando una empresa estratégica y la nueva primera ministra de Inglaterra anuncia un paquete masivo de subsidios a la energía financiados con endeudamiento, contradiciendo sus promesas de campaña y su ideología conservadora.

Frente a la inflación, la receta macroeconómica estándar es que los bancos centrales suban las tasas de interés. Efectivamente, así lo han hecho en todo el mundo, aunque en magnitudes distintas. En Perú el BCR el último año ha subido su tasa de interés de 0,25 hasta 6,75 por ciento. En toda América Latina los bancos centrales tienen tasas a ese nivel o por encima, pero en Estados Unidos, Europa y Corea del Sur su tasa de interés es de 2,5 por ciento, mucho menos. ¿Por qué los países desarrollados han sido más cautos en esta política?

El tema de fondo es este: al subir la tasa de interés a la que el BCR entrega dinero a los bancos comerciales, ellos también tienen que subir sus tasas de interés. En el Perú los bancos además han ampliado su margen financiero o “spread”, como se llama a la diferencia entre la tasa que los bancos pagan a sus ahorristas y la que cobran por los préstamos que dan. Cuando los créditos son más caros, pues a las familias se les ajusta su presupuesto mensual, las empresas tienen mayores costos y cualquier inversión pierde rentabilidad. Por otro lado, el dinero ayuda a mover los mercados y a que haya más demanda; pero si el crédito es más caro la gente tenderá a usar menos su tarjeta de crédito o comprar un carro o electrodoméstico en cuotas. Este manejo del BCR del mercado de crédito tiene mucho impacto, porque hay mucho dinero en juego. El total de crédito que hay en soles en el Perú es de 320 mil millones, si se aplicara el 6,5 por ciento que ha subido la tasa de interés a ese total, estamos hablando de más de 20 mil millones. Las familias, entre crédito de consumo e hipotecario, deben más de 140 mil millones de soles (más otros 3 mil millones de dólares). Hartísima plata.

¿Y cómo esta política de elevar tasas de interés detendría la inflación según el modelo básico de macroeconomía? Reduciendo la demanda, es decir, el consumo y sobre todo la inversión. Con gente y empresas comprando menos, los productores y vendedores no pueden seguir subiendo aceleradamente sus precios porque no podrían colocar todos sus productos, así que se ven obligados a frenar su alza de precios. Como el mercado demora en funcionar de esa manera, el efecto del alza de tasas de interés sobre la inflación es lento.

El gran problema es que actuando de esta manera no sólo se detiene la inflación: al frenarse las compras también se frenan las ventas, y si las empresas venden menos no van a estar ampliando su producción por gusto, y el crecimiento económico se reduce. Eso es lo que está pasando ahora en Estados Unidos, en Europa, en Latinoamérica y en el Perú, con el agravante de que la inflación había ya antes golpeado los bolsillos de los trabajadores.

Idea clave a retener es la siguiente: toda la política de los bancos centrales de elevar las tasas de interés para controlar la inflación funciona mediante la reducción de la demanda agregada, y cuando esta cae, también cae el crecimiento. Esa es la dura realidad. No se puede aplaudir al BCR porque porque lucha contra la inflación SUBIENDO TASAS DE INTERÉS y al mismo tiempo quejarse de que el crecimiento en el corto plazo se reduce, porque las dos cosas vienen juntas. Carne sale con hueso.

¿Cómo van el Empleo Formal y los Salarios?

El ministro de economía Kurt Burneo ha planteado un plan de reactivación para generar empleos. Pero ¿qué nos dicen las cifras sobre el nivel de empleo y la situación de los trabajadores formales en el Perú? ¿Luego de la pandemia, los serios problemas de gobernabilidad en este periodo gubernamental y el salto inflacionario por la invasión Rusia a Ucrania, cómo ha evolucionado la creación de puestos de trabajo y los salarios? Analicemos las cifras, buscando un acercamiento a la realidad, más allá del griterío prevaleciente desde las distintas “barras bravas” de la política.

Es útil primero darle una mirada a dónde se ubican los empleos formales. Hay casi 5 millones 450 mil empleos registrados en las planillas entregadas por las empresas a la SUNAT a junio de este año (el último dato disponible), de los cuales están en Lima 3 millones 270 mil, el 60 por ciento del total, proporción muy superior al tercio de la población nacional que alberga la capital. A nivel nacional, un millón 600 mil de estos puestos de trabajo formales son empleos públicos, en sus distintas modalidades y sectores como educación, salud y policía. Por otra parte, hay 3 millones 840 mil puestos de trabajo privados y el sector donde se ubica un mayor porcentaje de estos es el de los servicios, donde está la mitad de ese total: restaurantes y hoteles, transporte, sector financiero, servicios privados de salud y educación, asesoría a empresas y comunicaciones suman más de 1 millón 900 mil empleos formales. Otros 660 mil están en el comercio, 470 mil en la industria de todo tipo – alimenticias, textiles, químicos, refinerías, muebles, calzado –, 380 mil en la agroexportación (estamos fuera de temporada, en enero sobrepasaron los 570 mil) y 230 mil en la construcción. La minería, con 110 mil trabajadores formales, llega en atrasado sexto lugar en las estadísticas nacionales con apenas 2 por ciento del total de empleo formal. Ahí hay riqueza concentrada pero que aporta ingresos directos sólo a una muy reducida proporción de los hogares peruanos.

¿Qué ha pasado en estos años difíciles? Poco antes del inicio de la pandemia, los trabajadores formales sumaban 5 millones 270 mil. Eran tres de cada diez personas ocupadas, siendo las otras autoempleados, miembros de microempresas familiares e informales, de los que nos ocuparemos en un próximo artículo. Con la pandemia y la cuarentena, se cerraron más de medio millón de puestos de trabajo formales en el sector privado, más de 300 mil de estos se perdieron en Lima. Un tremendo golpe para las economías populares, y fue peor en la capital donde hay más empleos formales, la ciudad facilitaba más contagios y la cuarentena fue más estricta. No por gusto miles salieron caminando a sus pueblos de origen.

Ad portas de iniciarse el actual gobierno, en junio 2021, aunque la recuperación había avanzado aún había 280 mil empleos privados menos que antes de la pandemia. La tremenda bajada no se había revertido pero ayudaba la contratación masiva de personal para atención de salud y vacunación que había aumentado la planilla pública en 136 mil personas. Para enero del 2022, a mi salida del MEF, los trabajadores formales ya eran 5 millones 400 mil, 130 mil adicionales a los que había antes de iniciarse la pandemia. En seis meses logramos que se crearan 280 mil puestos de trabajo formales en el sector privado a pesar de que aún estábamos con el riesgo de la tercera ola y se tuvieron que mantener restricciones de aforos en diversos sectores. No engordamos más la planilla pública. Luego de eso, gracias a la vacunación masiva se pudo levantar las restricciones de aforo que se pusieron por motivos de salud pública y con eso hemos tenido la reapertura de restaurantes, del turismo y otros servicios, sectores que generan bastante empleo.

Pero subsiste un déficit acumulado. Recuperar los empleos pre-pandemia no basta. En los últimos tres años, debido al crecimiento poblacional la fuerza laboral ha aumentado en 880 mil personas, que se añaden a la enorme cantidad de gente buscando empleo y sobreviviendo inventándose alguna forma individual o familiar de subsistencia, incluyendo la fuerte inmigración venezolana. El mercado laboral sigue sufriendo de un fuerte y agravado desequilibrio. Reimpulsar la generación de empleo, una de las metas que ha planteado el ministro Burneo, está totalmente justificada.

¿Y LOS SALARIOS?

Junto a la cantidad de empleos, un análisis económico básico debe revisar también que ha pasado con los salarios reales, notoriamente afectados por la pandemia, el desempleo subsecuente y la inflación. ¿Los trabajadores formales están ganando igual, menos o más que antes de la pandemia? ¿Se recuperan puestos de trabajo pero los empleos vienen ahora con salarios más bajos?

En la construcción, el ingreso promedio de un trabajador era de 2895 soles a junio 2022, lo que es 230 soles más que lo que ganaba en enero 2020 poco antes que se desatara la pandemia. Esa diferencia, sin embargo, no cubre al aumento de la canasta de consumo; ese 8,5 por ciento de aumento nominal palidece frente al 13 por ciento de inflación. En el sector minero, la pérdida de ingresos reales ha sido mucho mayor. Los mineros, debido a la condición de su trabajo y la riqueza minera, han venido siendo desde hace años el sector de trabajadores mejor pagado, pero su ingreso mensual promedio en junio pasado era 1,200 soles menos de lo que estaban sacando en enero 2020. Si a eso le sumamos la inflación, resulta que han perdido más de una cuarta parte de su ingreso real. Mientras tanto, el precio del cobre subió 40 por ciento, de 2.65 a 3.70 dólares la libra, y el zinc subió 55 por ciento, de 1.01 a 1.56 dólares. Más ganancias, menos salarios.

En la manufactura, el ingreso promedio mensual está ahora (a junio) en 2848 soles, 296 soles más que antes de la pandemia, un aumento el 11 por ciento, mejor que otros sectores pero aún inferior a la inflación. Hay, sin embargo, otros problemas que podrían estar ocurriendo, aunque no tenemos estadísticas de su magnitud. Este sector industrial al segundo trimestre de este año produjo 6 por ciento más que antes de la pandemia pero con el mismo número de empleos. ¿Será que ha habido una gran inversión, un salto tecnológico y mayor productividad en este sector justo durante la pandemia y la inestabilidad política del último año? Difícil de creer. He sabido más bien que en sectores como el textil, cuya producción ha crecido 27 por ciento el último año gracias a mayores ventas a los Estados Unidos, algunos empresarios han optado por hacer que se trabajen muchas horas extras sin reconocer el pago completo por ellas. Muchos trabajadores, debido a sus muy bajos salarios y escasa organización sindical, están dispuestos a trabajar más aun cuando el pago adicional no incluya todo el monto extra que la ley establece. SUNAFIL tiene harto trabajo por hacer y acá tienen una pista de dónde fiscalizar.

¿Y el salario mínimo? Con los 1025 soles que es ahora, un trabajador puede comprar 7 por ciento menos que el salario mínimo que dejó al salir PPK, el financista de los grandes grupos empresariales. En un par de meses, con esos 1025 soles los trabajadores comprarán menos que lo que les permitía el salario mínimo al iniciarse este gobierno. Ese es el resultado de haber cedido a la Confiep, aproximarse al neoliberalismo y otorgar un aumento del salario tan mínimo cuando era posible algo mucho mejor. Más allá de esta medida, es necesaria una política general para crear más empleos e ir aumentando los salarios, que son dos objetivos que muy bien pueden ir juntos en un esfuerzo reactivador.

DESIGUALDAD MUNDIAL Y MIRADAS PERUANAS

Ha salido el Informe sobre la Desigualdad Mundial 2022, dirigido por grandes economistas como Thomas Piketty, Gabriel Zucman y Emanuel Saez. Pueden verlo acá: https://wir2022.wid.world/. Los datos son estremecedores. El 0.001 por ciento más rico, uno de cada cien mil adultos, juntan un patrimonio que triplica al de 2 mil 600 millones de personas todas juntas. Eso quiere decir que ese grupo de 57 mil ultraricos tiene, cada uno, más que 150 mil personas sumadas, y esa brecha se acrecienta año tras año.

Este Informe es un esfuerzo por corregir indicadores de desigualdad totalmente sesgados, penosamente aún muy utilizados por organismos internacionales y economistas neoliberales, que no consideran los billones guardados en paraísos fiscales ni el hecho de que, cuando un encuestador del INEI toca a la puerta de una mansión millonaria, no le contestan con la verdad. Piketty y colaboradores ya registran 26 países con datos que incluyen a los millonarios, cuatro de ellos latinoamericanos, pero el Perú todavía no está en la lista. Algunos estudios nacionales como los dirigidas por Bruno Seminario o Waldo Mendoza, sin embargo, ya han estimado indicadores de desigualdad muy superiores a los oficiales del INEI. Otro estudio, sobre la riqueza acumulada en el Perú, calcula que apenas 4 mil 500 personas, sólo el 0.015 por ciento del total, tienen el 40 por ciento de todo el valor del patrimonio privado nacional. Ratificando estos resultados, el Informe de Desigualdad Mundial ubica al Perú entre los países más desiguales del mundo a lo largo de los distintos indicadores que usan.

En diversos países de distintas latitudes, tanta desigualdad ha generado respuestas políticas. Joe Biden, en Estados Unidos, está subiendo los impuestos a los ricos y billonarios, mientras en Alemania el jefe de gobierno (“canciller”) Olaf Scholz ha dicho que cobrará impuestos a las sobreganancias de las empresas energéticas para financiar apoyo económico a las familias. En la misma línea va la propuesta de Gustavo Petro con su ministro José Antonio Ocampo en Colombia, de hacer una reforma tributaria para financiar derechos sociales. Eso son sólo algunos ejemplos.

La desigualdad estos últimos años en el Perú

En nuestro país se ha divulgado hace poco una encuesta sobre como la ciudadanía ve el tema de la desigualdad. Había habido algunas preguntas en estudios anteriores; uno que se lleva a cabo en toda la región conocida como Latinobarómetro indicaba que para el 2020 más del 80 por ciento de los peruanos consideraba la distribución de la riqueza injusta o muy injusta. El 74 por ciento de peruanos cree que el acceso a la educación es injusto (terceros en la región tras Chile y Paraguay), 89 por ciento que el acceso a la justicia es injusto (igualmente terceros en la región) y 76 por ciento que el acceso a la salud es injusto. Estos datos seguramente explican mucho porqué para el año 2020 apenas 11 por ciento de peruanos estaba algo satisfecho con la democracia, a la cola de la región junto a Ecuador, siempre según Latinobarómetro. Es que apenas 11 por ciento cree que se gobierna “para bien de todo el pueblo” mientras 86 por ciento considera que se gobierna “por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”, datos siempre referidos a opiniones peruanas del año 2020.

Este año el Instituto de Estudios Peruanos y Oxfam han hecho una encuesta nacional detallada sobre el tema. Solo 6 por ciento, uno de cada dieciséis peruanos, cree que el Perú no es nada desigual económicamente; la mayoría cree que es MUY desigual.  ¿Y qué ha pasado estos dos últimos años 2020 y 2021? El 60 por ciento considera que la diferencia entre ricos y pobres ha aumentado, mientras apenas 15 por ciento cree que ha disminuido.

Algunos datos indican que las mayorías tienen la razón. Para el 2021 logramos recuperar todo el nivel de producción perdido en la pandemia y cuarentena, y gracias a ello el empleo formal también ya superaba los niveles del 2019. Pero los ingresos promedio de cada trabajador urbano eran 9 por ciento más bajos que antes de la pandemia, cayendo de 1600 el 2019 a 1450 soles el 2021, a lo que hay que añadir el 9 por ciento de alza de precios al consumidor que representan una fuerte pérdida de poder adquisitivo. Comparando estos datos sale una pregunta: si el 2021 la producción se recuperó al nivel de 2019 pero los ingresos reales de los trabajadores urbanos estaban 18 por ciento por debajo, ¿dónde quedó la diferencia? Acá algunas pistas. Las exportaciones tradicionales, principalmente mineras, controladas por grandes empresas y trasnacionales, aumentaron entre el 2019 y el 2021 en 12 mil 500 millones de dólares, gracias al alza del precio de sus productos en el mercado mundial. Las utilidades de las empresas trasnacionales en el Perú, incluyendo mineras, petroleras, bancos, telecomunicaciones, pesqueras y otras, aumentaron de 8 mil 200 millones de dólares el 2019 a 15 mil 700 millones el 2021 (y en el primer semestre de este año ya llevan 9 mil 300 millones). A pesar de eso, el Congreso se trajo abajo nuestra propuesta de que estas ganancias extraordinarias pagaran más impuestos para ayudar a la salud y educación pública.

Distintas desigualdades en nuestras mentes

¿Qué desigualdades consideran graves los peruanos? El 72 por ciento considera que la desigualdad entre ricos y pobres es grave, seguidos de 61 por ciento que ve grave la diferencia entre ciudades y zonas rurales y 56 por ciento la desigualdad entre Lima y el resto del país. Podemos ponerlo así: las desigualdades que duelen más son las de clase y aquellas asociadas a Lima y las ciudades. Sólo una minoría de peruanos, entre la que me encuentro, considera grave la diferencia entre blancos y no blancos (30%), entre hombres y mujeres (34%) o entre los adultos y los jóvenes (38%). Un 32% considera graves las desigualdades entre personas LGBTIQ y quienes no lo son, porcentaje que no es bajo considerando que sobre este tema hay mucha resistencia conservadora haciendo campaña activa en redes y espacios públicos y políticos.

La encuesta del IEP-Oxfam ayuda también a analizar el pensamiento social frente a estas desigualdades. El 59 por ciento está de acuerdo con que “en el Perú una persona pobre que trabaja duro puede ser rica” y sólo 20 por ciento está en desacuerdo. La preguntas, sin embargo, no agota el tema. ¿La gente piensa que de todas maneras un pobre que trabaja duro se hará rico o que puede darse el caso si además tiene suerte? ¿Esa posibilidad es grande o pequeña? ¿Y cuántos piensan que los ricos lo son por herencia o contactos sociales sin importar su trabajo?

Preguntados si “las personas pobres son pobres porque la sociedad las trata injustamente”, hay 32 por ciento de acuerdo y 39 en desacuerdo. Parecería que nuestra ciudadanía da poca importancia a las causas estructurales de la desigualdad como un freno potente a las oportunidades individuales de progreso; el “tú si puedes” del emprendurismo tiene fuerza. Al mismo tiempo, contradictoriamente, recordemos que una buena mayoría considera graves la diferencias entre ricos y pobres y entre las ciudades y el campo.

La misma encuesta señala que el 39 por ciento piensa que “los pobres son pobres porque desaprovechan oportunidades” con un 35 por ciento en desacuerdo de esa afirmación. Me pregunto si en el imaginario popular esas “oportunidades” se refieren sólo a las legales y cuántos tienen la idea de que no ser un “cojudigno” significa tratar de enriquecerse sin importar cómo. Viendo la política de hoy, los resultados de esta encuesta ayudan a pensarnos como nación, pero quizás dejan más preguntas que respuestas.

El Perú y los Nuevos Vientos en la Economía Mundial

Aunque a menudo pensamos que el crecimiento peruano depende sobre todo de lo que haga el gobierno, lo cierto es que somos fuertemente dependientes de la economía global. Hace un par de meses resaltaba los grandes problemas y riesgos que la evolución de la economía mundial traía para el Perú. La guerra de Rusia contra Ucrania trajo un fuerte golpe inflacionario con el alza de precios internacionales del petróleo, trigo, aceite y maíz que importamos. A su vez, la Reserva Federal, el BCR gringo, había anunciado que respondería a la inflación subiendo las tasas de interés de manera rápida, como efectivamente ha venido haciendo, y seguirá según lo anunciado en su reciente reunión anual de Jackson Hole. Esa política genera grandes olas financieras que alcanzan a todo el planeta y generó amenazas muy preocupantes de un frenazo económico. Pero el mundo sigue cambiando semana tras semana y hay variables económicas claves que deben analizarse si queremos entender lo que pasa en nuestro país.

INFLACIÓN MUNDIAL

Precios claves que empujaron hacia arriba la inflación mundial y peruana, han retrocedido. El petróleo subió de 72 dólares el barril en diciembre 2021 a 109 en marzo, bajó estos últimos meses hasta 95. El precio de los combustibles fue un gran factor inflacionario, muy parcialmente contenido en el Perú mediante el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles. La solución de fondo es reducir nuestra dependencia energética aprovechando nuestro gas natural, que tenemos abundante, y hacer que sea esa la fuente que mueve nuestra producción y transporte en vez de la gasolina o diesel. Pedro Casillo en la segunda vuelta electoral presentó el llamado Plan Bicentenario que ofrece “Relanzar la construcción del gasoducto sur peruano. Construir una Red Nacional de Gasoductos. La masificación del gas debe ser una política de Estado; fortaleciéndose la gestión de empresa pública, regulando una política de subsidios por destino y uso: domiciliario, industrial, otros, favoreciendo la rentabilidad social del recurso”, pero luego de que en el gabinete dirigido por Myrtha Vásquez hiciéramos un plan para la masificación del gas, el avance a la fecha ha sido nulo.

Más allá de las reformas de fondo que se necesitan, en la coyuntura la reducción del precio internacional de petróleo es buena noticia en la lucha contra la inflación. De importancia en este mismo frente son los precios del trigo para hacer harina, pan y fideos, de los aceites y del maíz (que es la base de la alimentación del pollo). Estos productos vienen mayoritariamente del exterior y sus precios, luego de un pico muy alto, han venido bajando. Por ejemplo, el trigo que a julio 2021 estaba en 264 dólares la tonelada, subió a 367 en enero y llegó hasta 532 en mayo, pero desde entonces ha estado a la baja y la semana pasada estaba en 384. Rusia y Ucrania son grandes productores mundiales de trigo, maíz y aceite, productos que salen por sus puertos en el Mar Negro que estuvieron cerrados por la guerra, pero ya se logró un compromiso para reestablecer el comercio por esa zona sin que los barcos vayan a ser atacados por las armadas en conflicto.

El dólar es otra variable crítica a observar. Al final de mi gestión en el MEF, en enero lo dejamos en 3,84, precio similar al de junio 2021, y luego ha subido y bajado alrededor de ese nivel. Eso muestra que las alzas del segundo semestre del año pasado no tenían fundamentos reales y que pudieron ser controladas por una intervención adecuada del BCR. Los fundamentos del sol son nuestras sólidas cuentas fiscales y la positiva balanza comercial, ambas apoyadas porque el cobre y el zinc que exportamos siguen a muy buen precio, lo que nos recuerda que podríamos captar una mayor porción de esa riqueza minera para destinarla a la salud y educación públicas sin que por eso las grandes empresas mineras dejen de ser muy rentables.

Ojo que respecto a las demás monedas, como el euro, el yen, el peso chileno o el peso colombiano, el sol peruano se ha revaluado, está más fuerte. Por ejemplo, en junio de año pasado se necesitaban 4.71 soles para comprar un euro, en enero bastaban 4.40 y ahora 3.95, y algo similar pasa con el sol respecto de las otras monedas de países desarrollados y latinoamericanas. Lamentablemente eso ayuda poco en un contexto inflacionario mundial que afecta a toda nuestra canasta de consumo y de insumos productivos importados.

FINANZAS Y COMERCIO MUNDIAL

En el mundo financieramente globalizado de hoy tienen mucho peso las tendencias del movimiento de capitales de alcance mundial. La cuestión entonces es, entre los trillones de dólares que los grandes inversionistas de EEUU y Europa mueven por el mundo anualmente ¿qué sucede con los países emergentes y el Perú? El alza de la tasa de interés en Estados Unidos ha afectado estos flujos financieros globales. Dejando aparte el caso excepcional de China, las estadísticas muestran que los capitales internacionales aún están comprando bonos gubernamentales, pero están vendiendo las acciones de empresas privadas en países emergentes. En nuestro caso, los bonos peruanos tienen además un fuerte sustento en nuestro bajo nivel de endeudamiento y los más de 124 mil millones de activos financieros (14,3 % del PBI, 35 mil millones adicionales en el 2021) que dejamos en la caja del MEF. En la bolsa de valores, según los datos oficiales del BCR pasamos de captar 350 millones de dólares de inversiones netas del exterior en el segundo semestre del año pasado, a perder la misma cantidad en el primer semestre de este año. Si sumamos las otras formas de inversión y préstamos privados, el flujo total de capitales del exterior durante el segundo semestre del 2021 fue positivo en 5 mil 900 millones de dólares, desmintiendo la campaña de los amigotes de la Confiep contra nuestras propuestas de reforma tributaria que según ellos desalentaba la inversión privada.

En el lado comercial, hay buenas noticias. A pesar de que el crecimiento económico mundial se ha ido para abajo, las materias primas mantienen un buen precio; un susto que tuvimos de caída del cobre duró poco, recuperándose encima de los 3 dólares 65. Además, las tensiones EEUU-China han abierto espacio a las exportaciones industriales sudamericanas. Sin destacar respecto a nuestros vecinos, el año pasado nuestras exportaciones industriales crecieron 40 por ciento frente al 2020 y fueron 12 por ciento más que el nivel pre-pandemia del 2019. Estamos hablando de 900 millones de dólares adicionales, casi 0,5% del PBI total solo en este rubro. En el primer semestre de este año, estas exportaciones, principalmente de productos químicos, sidero-metalúrgicos y textiles, han crecido encima de 30 por ciento. Este crecimiento exportador ha sido un factor primordial para que nuestra Industria no primaria haya crecido 7,2 por ciento en el segundo trimestre de este año, siendo así el sostén, junto al regreso del turismo y los restaurantes, del crecimiento de 3,3 por ciento en un periodo en el que tuvimos minas paradas.

En resumen, aunque hemos pasado malos momentos, el contexto internacional no significa hoy una tormenta en nuestra contra. Los precios internacionales han mejorado y tenemos un buen escenario comercial. La clave ahora está en aprovechar las oportunidades abiertas y complementarlas con una política económica que reactive el mercado interno y asegure que el crecimiento se convierta en mejores empleos, salarios y servicios básicos para las mayorías.

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