texto editado

De la presentación realizada en Foro del Colegio M´édico


6 de octubre 2022

Voy a hacer un repaso de la evolución de la economía en relación con la pandemia del Covid19 en el Perú, poniendo énfasis en tratar de responder tres grandes preguntas. La primera es: ¿si como dicen algunos sectores la economía peruana había funcionado tan bien entre 1992 y el 2019 cómo es que tenemos 240,000 muertos y una tasa de mortalidad de las más altas del mundo? Lo que quiero analizar es si resulta válida la idea de algunos economistas de que el crecimiento es todo lo que importa, mientras al mismo tiempo constatamos que en pandemia, luego de haber crecido, hubo tan alta mortalidad. Esa es a mi juicio la primera gran pregunta a responder sobre la economía y la pandemia.

La segunda gran pregunta que quiero intentar contestar es en relación a lo que se dijo en el momento crítico de la pandemia en el sentido que: “No podemos seguir con la cuarentena y con estas medidas restrictivas de aforos porque se está matando la economía” ¿Eso era verdad o no era verdad? Esta idea llevó a que se presentara la situación como una que exigía escoger entre salud o economía, se argumentó que había que escoger solo una de las dos, una disyuntiva terrible.  Pero ¿era verdadero ese dilema o no? ¿había que escoger entre salud o economía, una u otra, necesariamente, o había otra forma de entender la situación?

Y lo tercero que quiero preguntar es ¿cuáles son las lecciones desde el punto de vista del estado peruano, y propongo la pregunta no de una manera restringida en relación a posibles nuevas pandemias y la salud pública, sino incluso de una manera más amplia, ampliando la mirada hacia la estrategia de desarrollo y las relaciones entre el estado y la sociedad.

ANTECEDENTES

La economía peruana entre el 2,000 al 2019, y posteriormente, ha sido marcada por una política neoliberal; una política donde ha dominado el libre mercado. A a las grandes empresas, se le ha dado muchas facilidades, ventajas y beneficios, predominando una lógica de priorizar el sector primario exportador con una extrema debilidad del estado.

Teníamos un PBI retrasado debido a la gran crisis de los 80s y hasta 1992, y además tuvimos un contexto en el cual los precios de nuestras exportaciones, los términos de intercambio fueron muy favorables. Respecto al año 2000, el 2013 eran prácticamente el doble. Esto significa muchos más dólares ingresando al Perú. El país tuvo condiciones internacionales muy favorables.

En base a esto, logramos un crecimiento que fue récord entre los medianos y grandes países latinoamericanos entre el 2,000 y el dos mil y el 2019. Logramos una gran por fortaleza fiscal, reducción de la pobreza, mejora en los indicadores de desnutrición crónica infantil y de varios otros indicadores de salud, ampliación de la cobertura de la educación inicial y superior. Como consecuencia de ello, pobreza se redujo.

Si uno analiza el crecimiento con más detalle, lo podemos ver en el cuadro adjunto. Entre el 2001 y el 2010 América Latina creció 3,1 por ciento anual en promedio y el Perú 5,6. Los cinco años siguientes: América Latina creció en promedio anual 1,4 y nosotros 4,8. 

En términos de deuda pública, de fortaleza fiscal, el Perú el 2,019 era de los países que tenía menos deuda en América Latina. En promedio América Latina tenía el doble de deuda pública, como porcentaje del PBI, que el Perú. No estábamos particularmente endeudados, teníamos un espacio fiscal, una excelente clasificación crediticia, había amplio espacio para que el estado pudiera tener recursos en caso de urgencia. Y nuestras reservas internacionales eran excelentes.

Pero había varios problemas que no se estaban viendo. El crecimiento estaba disminuyendo, se estaba ralentizando, iba cada vez más despacio. Nuestra economía no era muy compleja, ni se había diversificado, no había creído mucho el empleo, había alta desigualdad, bajo gasto social y baja presión tributaria.

En este gráfico, en el espacio verde se muestra el porcentaje de la población está en el autoempleo, el micro empleo y su productividad es muy baja. Se ve como desde el año sesenta hasta el momento seguimos con una enorme parte de la población como vendedores ambulantes, pequeños campesinos, gente que tiene una productividad muy baja. Apenas una pequeña parte de la población, a pesar de todo este crecimiento, ha pasado a tener trabajar en sectores de mayor productividad, que son los mayormente formales.

En términos de la complejidad de nuestra economía, de nuestra tecnología, hemos avanzado muy poco. El Perú esta en el puesto 94 de 127 países evaluados (Información provista por la Universidad de Harvard), y con tendencia al descenso en los últimos años, mientras que pueden ver como México, Colombia o Chile estaban bastante por encima.

Tenemos una alta desigualdad que se mantiene elevada, y la opinión de la gente sobre la distribución de la riqueza en el Perú es que solo 15% cree que la distribución es justa o muy justa. 85% de los peruanos consideran que a la distribución del ingreso es injusta o muy injusta, según los últimos datos de Latinobarómetro.

La capacidad de las instituciones púbicas, en la región y sobre todo en el Perú, de corregir las dinámicas desigualadoras del mercado, son muy limitadas. Un elemento esencial que hay que tener en consideración es: ¿cuál es la capacidad del Estado? La capacidad del estado tiene muchos indicadores pero hay uno muy importante que son sus recursos financieros; porque como dicen: “la salud no tiene precio, pero como cuesta”. Los ingresos del gobierno general en el Perú en 2019, año antes de la pandemia, estaban bastante bajos.  Si nos comparamos con Colombia, un país vecino a nosotros, ellos tienen diez puntos más del PBI de ingresos, es decir, un 50% más; por cada dólar que hay en el Perú, en relación con su economía y a su tamaño de la población; les he hablado de Colombia para ser un poco modesto, pero se supone que el Perú quiere entrar a la OCDE y estamos en la mitad de ese nivel.

Y por eso muchos países de América Latina hicieron un esfuerzo sostenido, en este milenio, aumentando su presión tributaria, no en términos exagerados, digamos, en cuatro puntos del PBI, cinco puntos del PBI. No es una revolución; en España, cuando entró a la Unión Europea, elevó su presión tributaria en más de diez puntos del PBI. En cambio, el Perú prácticamente no logró mayor avance.

Entonces llegó la pandemia. Y la pregunta, repito, es esta: si tenemos una gran economía, fortaleza fiscal, poca deuda, y para algunos todo iba muy bien, porque razón tuvimos una de las mortalidades más grande del mundo.

No me voy a detener en las explicaciones primarias, digamos los determinantes más inmediatos de la salud, pero sí analizando su vinculación al tema económico. Sabemos que en indicadores como: médicos por habitante, camas UCI por habitante, cualquiera de estos indicadores básicos de la oferta de salud, estamos a la cola en la región.

 A la par, registramos los mayores niveles de informalidad en el empleo en la región, debido al tipo de crecimiento que tuvimos. La baja capacidad de estado esto también ha dado lugar a estos otros factores de riesgo en la pandemia, como la baja cobertura de internet: Perú 53%, muy por debajo de Chile, Brasil, México; y por supuesto muy por debajo de Dinamarca y Estados Unidos. Otro indicador es el acceso sistema financiero:  Perú alcanza el 40%, mientras que Chile 74%. ¿Y esto por qué es importante? Porque cuando se quieren pagar bonos, cuando se quiere hacer alguna medida de apoyo, hay un problema con el sistema operativo de pagos.

Clave es que el Perú tiene un nivel de informalidad laboral muy alto respecto a otros países. En la base de eso tenemos millones de personas que tienen que estar vendiendo en las calles, o haciendo una pequeña peluquería en su barrio, o teniendo dos hectáreas de agricultura para subsistir en el campo. Su productividad es muy baja.

El balance general es que el crecimiento económico no lo es todo, la economía no sube automáticamente todos los botes, como lo hace el mar. Nuestra economía tenía una serie de problemas, que explica por que la economía ya se estaba deteniendo previamente al inicio de la pandemia. Tenía ciertos pies de barro, pero sobre todo generaba estos elementos que favorecieron el desarrollo de la pandemia: Informalidad, inequidades sociales, poco internet, y desde luego la debilidad del sistema de salud, que tiene varias explicaciones, pero que resalto la económica: el escaso financiamiento. Es por un tema de recursos. Por ejemplo, respecto a la cantidad de médicos que hay en el Perú, si son pocos o muchos, hay dos miradas. Respecto a los médicos que necesitamos son muy pocos, pero respecto a las plazas existentes, hay una gran cantidad de médicos que salen de la universidad y no consiguen plazas. Es decir, necesitamos muchos más médicos, pero el Perú no está pagando por la cantidad de médicos que necesitamos. Más que no haber tenido una suficiente cantidad de formación de médicos; no hemos destinado suficiente dinero para pagarle a los médicos de la salud pública peruana.

EL DILEMA SALUD-ECONOMÍA EN LA CUARENTENA

Veamos el segundo tema. La economía con la cuarentena. Se dijo. “Hay que detener esto, esto fue la peor decisión que se tomó en el Perú porque la economía se fue al agua y esta caída es irreversible”. Pero no fue irreversible.

Esta caída del PBI producida por la cuarentena efectivamente fue de las más grandes de América Latina. Casi ningún país de América Latina tuvo una cuarentena tan fuerte y tan restrictiva como la del Perú; y una caída del producto bruto interno tan grande como la que tuvimos acá. Pero la recuperación se logró en un plazo relativamente corto. Podíamos soportarlo.

En el intermedio, se tomaron decisiones críticas, lo que debe ser evaluado por la salud pública. A fines del 2020 comenzó la segunda ola y cuando estaba comenzando, economistas influyentes en el gobierno dijeron: “no hay que preocuparse porque ya tenemos inmunidad de rebaño, no hay que detener la economía”, y la economía siguió, pero tuvimos cien mil nuevas defunciones. El número es escalofriante. Algunas decisiones críticas que se han tomado, en función de priorizar la economía antes que la salud pública, probablemente han tenido un alto costo en vidas humanas.

La esencia aquí es tomar lecciones para el futuro, y la próxima vez no debemos plantearnos  este falso dilema: salud o economía. Si frenamos un poco la economía esto nos trae abajo para siempre. La evidencia muestra que no es así. La evidencia muestra también que esa recuperación económica sucedió en otros países en la región, como Colombia o Chile, y un elemento clave para una recuperación más permanente, ha sido la vacunación, me parece que eso está bastante claro.

La inversión privada que estuvo detenida el 2,020, porque  la construcción estaba casi prohibida durante un periodo, se recuperó. La inversión privada y la inversión pública se recuperaron totalmente el 2021. Hace poco, este año se dice: “¡Huy! La inversión privada va a crecer cero por ciento”. Sí, pero lo que ha resaltado entre otros Julio Velarde Presidente del Banco Central de Reserva, es que el 2021 no solamente la inversión privada creció 37%, fue el 15% más que la del 2,019. Si este año estamos en este nivel, es como si tres años seguidos, la inversión privada hubiera crecido 5%. En estas circunstancias de crisis económica internacional eso no está nada mal. Con la inversión pública, ha pasado algo parecido, hay un rebote pero mantenemos un nivel de inversión pública que es bastante bueno.

La gran lección es que la economía peruana es resiliente, responde rápidamente ante un golpe tan duro como fue una caída del producto bruto de 40%, una cifra brutal, pero la caída duró muy poco. El mayor desastre del siglo pasado, que ocurrió entre los años 88 y 89, en el primer gobierno de Alan García, la economía peruana cayó un 30%. Esta vez la caída fue proporcionalmente mayor, pero duró un corto periodo. Concluimos que la caída fue brutal, pero la economía peruana tiene una resiliencia al respecto si se toman las medidas macroeconómicas adecuadas y se controla la pandemia.

Quiero regresar aquí a un elemento de discusión adicional, sobre un tema crítico de las políticas para enfrentar la pandemia: ¿El Estado pudo haber hecho un mayor esfuerzo fiscal?, ¿Pudo haber puesto más dinero para los bonos y para el sector salud en los años críticos de 2,020 y 2,021? Y la respuesta es: Desde luego que sí, fácilmente, holgadamente, sin ninguna duda.

¿El gobierno hizo un esfuerzo significativo para poner dinero al sector salud? Sí. ¿Y dio una cantidad de bonos? Sí. ¿Pero ese bono de trescientos ochenta soles pudo haber sido de mil soles? La respuesta clara desde el punto de vista del espacio fiscal es: Sí, sí pudo. Uno puede evaluar las cifras y verá que en el caso de que se hubiera dado ese bono, la deuda pública del Perú no habría subido significativamente. En vez de estar en 35% podría estar 37%; hubiéramos estado aún muy por debajo de lo que está el promedio de países emergentes de América Latina y de lo que se considera razonable en el Perú. Por si acaso este nivel de deuda pública del Perú, el Fondo Monetario Internacional lo calificó dentro del decil (10%) más bajo entre todos los países emergentes, o sea, había espacio fiscal. Entonces ahí hay una gran lección: ¿en un momento crítico se puede fuertemente mover todos los recursos posibles para ayudar a la gente? ¡Sí!

Esto es importante puesto que uno de los grandes problemas, respecto a la primera cuarentena, fue que la gente tenía hambre y por eso dejaron de respetar la medida. Lamentablemente el primer bono demoró en llegar. El primer bono era anunciado para 2´700,000 personas básicamente rurales beneficiarias de programas sociales; pero había varios millones en Lima y las principales ciudades que no tenían que comer, y de esa población los beneficiarios del primer bono no eran ni el uno por ciento. Se demoró mucho en tomar una decisión de un apoyo amplio, de espíritu universalista, a la gente que lo necesitaba. Ahí me parece que hay un tema que alguien debería investigar con más detalles, sobre lo que pasó en esos momentos críticos.

EL ESTADO PERUANO

Quiero concluir la presentación con una mirada más amplia del tema, no solo económica: el estado peruano está en crisis, es demasiado débil.

La primera debilidad económica del estado es que tiene poca plata y destina poca plata a salud y a protección social. Cualquier comparación con otros países muestra que el Perú gasta muy poco en protección social y en otras cuestiones sociales, como vivienda y transporte público, elementos que agravaron la pandemia. Pero el mayor problema que tenemos ahora, y que la pandemia lo desnudó y lo agravó, es el de un estado débil, y esta crisis le ha generado una crisis sumamente aguda a este estado. Un primer componente de esta crisis del estado se refiere a la inestabilidad política. Este es el quinto gobierno en cuatro años y no sabeos cuánto durará. Hemos pasado de tener una democracia que solía cambiar presidentes cada cinco años, a ser un país que suele cambiar presidentes cada año.

Más allá de la coyuntura política, la crisis del estado tiene causas estructurales. El 85% de los peruanos cree que el gobierno es para beneficiar a unos grupos poderosos. Esto los cree ahora, y los creía hace varios años consistentemente; eso lo mide una encuesta que se llama Latinobarómetro. 85% de los peruanos cree que el acceso a la educación, a la justicia, a la salud son injustas. Hay una enorme desigualdad que hace que la gente no quiera al gobierno; lo cual es lógico si la mayoría cree que el gobierno es para beneficiar principalmente a unos poderosos, con el agravante de que viene la pandemia, el momento más crítico de nuestras vidas, cuando nuestros familiares están entre la vida y la muerte y el Estado es un fracaso total, no cubre para nada las necesidades que tenemos por ningún lado.

Uno confía en alguien, en una institución, cuando en el momento crítico está a tu costado. “Uno conoce a los amigos en los momentos difíciles” dicen, pero el Estado en estos momentos tan difíciles no fue nuestro amigo. Frente a la debilidad del estado, que creo que es el gran problema nacional, la gran lección que nos deja la pandemia puede ponerse así: con un estado tan débil y en crisis como éste, no resolvemos ni la pandemia ni la salud pública ni la economía ni el bienestar social. El estado requiere recursos y para eso una reforma tributaria es esencial. Es una lógica muy directa y fuerte en términos de pensamiento económico: Sin plata no hay salud, el estado necesita plata para dar la salud, y tiene que sacarla de los impuestos. No hay que ser economista para entender esto.

Clave en la debilidad del estado es la informalidad. Hay muy pocos empleos en las grandes empresas y en las medianas empresas. Millones sobreviven en el autoempleo. Por ejemplo, el señor que vende periódicos; la señora que tiene su tiendita, que vende unas cuantas cositas, que trabaja sola. Esto da una baja productividad y un nivel de subsistencia ínfimo, que nos lleva a la imposibilidad de fiscalización por parte del Estado. No hay Estado que funcione con esa estructura productiva. Estos agentes productivos no solo son informales, son informalizables, ¿podríamos pensar qué todo ese sector pueda ser formal?, ¿podríamos pensar qué el Estado va a pedirle recibo a cada uno de los productores de papa de los mil ochocientos distritos de Perú porque les rebajamos los impuestos?, ¡es imposible! Y eso genera un círculo vicioso, porque el estado es débil, el estado no fiscaliza, si el Estado no responde a las necesidades de la gente, se multiplica una lógica individualista, inclusive “antisocial”, reflejada en todas estas discusiones respecto de si usamos mascarillas o si respetamos a la colectividad.

Hay otro gran nudo que ata esta debilidad del Estado, y es que el junta la informalidad con la desigualdad. La otra gran razón por la que la gente tiene una gran desafección  por el Estado, se mantiene en la informalidad, no respeta las reglas y no confía en lo que el Estado le dice, es porque el 85% cree que el Estado funciona para beneficiar a unos cuantos grupos poderosos. ¿Y por qué piensan así? No son ni amnésicos ni irracionales. Es por la enorme desigualdad que existe en el Perú. El que tiene dinero y tiene Covid puede ir a una clínica privada y gastar los cien mil soles que le piden por una semana de cama UCI, pero si no tienes plata, sólo si tienes suerte logras acceder a esa atención especializada de salud que es cuestión de vida o muerte. Esa realidad se repite en muchísimos ámbitos de la vida, pero nada lo refleja con más crudeza que el hecho de que ni siquiera cuando está nuestra vida en juego tenemos un mínimo de igualdad. Si en condiciones cuando está en juego la vida y la muerte hay una distancia tan gigantesca entre los distintos sectores sociales, entonces ¿no es entendible qué alguien que está en esas condiciones de desventaja no tenga mucho ánimo a favor de actuar en pro del bien colectivo y del estado que supuestamente representa ese bien colectivo?

Creo que lo que estamos viviendo ahora es que tras la pandemia ese sentimiento se ha llevado al extremo, hay un sálvese quien pueda generalizado, originado en las condiciones tan letalmente desiguales que hubo durante la pandemia.  Siento que en los distintos estamentos del Estado y de la sociedad cada uno baila con su propio pañuelo, y el que puede por las condiciones sociales o económicas que tiene, saca más ventaja. Considero que hay una enorme destrucción del sentimiento colectivo, del sentimiento de nación, sin el cual no tenemos Estado y no tenemos desarrollo y ni tendremos salud pública. Para mí esa es la gran lección que pone en evidencia la pandemia.