La vacunación avanza en el mundo. Estados Unidos e Inglaterra ya tienen más de la mitad de su población adulta vacunada, muchos países europeos van por el 30 por ciento y China ahora está poniendo 7 millones de vacunas diarias siendo ya el país con más vacunados del mundo. El total de vacunas colocadas ya superó mil trescientos millones de dosis a nivel mundial y se están colocando más de veinte millones diarias. El Perú, para variar, está muy a la zaga con apenas 3 por ciento de vacunados, pero va agarrando un poquito más de velocidad.

En EEUU varios estados están pidiendo al gobierno federal que les reduzcan en cientos de miles la cantidad de vacunas que les mandan porque no hay tanta demanda; hay mucho gringo idiotizado que no quiere vacunarse. En Inglaterra se anuncia a los menores de 40 años, que dentro de poco empezarán a ser vacunados, que podrán escoger entre la de Oxford/Astrazeneca u otras. Nuevas vacunas y centros de producción siguen apareciendo: la alemana Curevac ya está terminando sus pruebas finales de fase 3; en Cuba ya empezó la aplicación masiva a la población de su vacuna Abdala con 400 mil dosis en las próximas semanas y con la meta de alcanzar al 70 por ciento de cubanos a agosto; una empresa china ha acordado con Pfizer/BioNTech producir mil millones de sus vacunas.

Así, luego de varios meses a ritmo muy lento y a pesar de las restricciones recientes a las exportaciones puestas por India y China para priorizar a su gente, la disponibilidad mundial de vacunas está despegando. The Economist ha calculado que este año podrían producirse en el mundo 14 mil millones de vacunas; dado que casi todas (salvo de la Johnson y Johnson) requieren dos dosis eso alcanzaría para vacunar a 7 mil millones de personas. Alcanzaría: la población a vacunar es de poco más de 6 mil millones de personas en todo el mundo, considerando que no se han aprobado para niños menores de 12 años en quienes el contagio es menor y la enfermedad severa aparece muy raramente (recién esta semana se han dado las primeras autorizaciones de emergencia para vacunar de 12 a 15 años). En la frase anterior dije “podrían producirse” esos 14 mil millones: según The Economist, prestigiosa revista liberal, el problema fundamental hoy es que EEUU ha establecido desde hace meses que unos 300 insumos claves para la producción de vacunas están prohibidos de exportarse sin permiso previo del gobierno (el “libre comercio” claramente para ellos solo se aplica cuando les conviene, en especial cuando se lo exigen a los demás).

PATENTES E INSUMOS

Una iniciativa mundial que ha entrado al debate grande ahora es la liberación de las patentes de las vacunas. Las patentes otorgan un monopolio por veinte años al inventor de un producto; en el caso de muchos medicamentos eso les permite cobrar precios exorbitantes. Ese fue el caso de los antirretrovirales contra al VIH/SIDA hace veinte años, cuando las trasnacionales farmacéuticas dueñas de las patentes impusieron precios que significaban costos superiores a 10 mil dólares anuales por un tratamiento, hasta que una presión internacional por el levantamiento de las patentes forzó una rebaja de precios. Incluso las reglas de la Organización Mundial del Comercio establecen, en la llamada Declaración de Doha, que un país puede suspender las patentes ante una emergencia de salud pública. Además, si bien la razón económica de las patentes es hacer rentable la inversión privada en innovaciones, la mayor parte de los costos de las investigaciones de las vacunas han sido financiadas de manera pública; en el caso de la vacuna de Oxford/Astrazeneca se ha establecido que el 97 por ciento del financiamiento de esa investigación ha sido público (estados y fondos filantrópicos) y no privado.

Algunas empresas, como Moderna, una farmacéutica de menor tamaño que inventó una vacuna con la nueva técnica del ARN modificado como la de Pfizer, ya en noviembre señaló que no impondría una patente durante la pandemia. Pero las otras empresas se han negado. India, Sudáfrica y más de 100 países pidieron la suspensión temporal de las patentes de las vacunas, a quienes se sumó el Papa Francisco y más recientemente, el gobierno de Joe Biden. Ha sido una movida que sorprendió al mundo: los Estados Unidos han sido los más duros defensores de las patentes, incluso durante el gobierno de Barack Obama en las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio y el entonces llamado TPP o Acuerdo Transpacífico. Ojo, hoy los EEUU sólo proponen una suspensión temporal negociada, pero a pesar de eso la empresa Pfizer ya se manifestó en contra e igual el gobierno de Alemania, sin duda porque la empresa germana BioNTech es socia de Pfizer en esa vacuna y ahora otra empresa de ese país está sacando la vacuna Curevac.

Por su parte, Macron de Francia ya salió a plantear otros temas como prioritarios frente a la propuesta de Biden. Los reclamos de Macron no dejan de tener sentido. En estos momentos la principal limitante para multiplicar la producción de las vacunas son los conocimientos, procedimientos y técnicas que están al interior de las empresas y el abastecimiento de insumos críticos, cuestiones que no se resuelven con una suspensión de las patentes. La tecnología de producción de vacunas no es algo que pueda transferirse con rapidez y hacerlo requiere de acuerdos con la empresa inventora; incluso en ese caso, el contrato de Oxford/Astrazeneca de producir su vacuna con México y Argentina está con bastante retraso por problemas de los “charros”. Digámoslo así: levantar las patentes tiende a promover la competencia en tiempos normales, con su efecto positivo de reducción de precios, pero hoy en medio de una pandemia, con una decena de vacunas en circulación y muchas más en camino, el tema crítico es de elevar la producción con rapidez y distribuir ampliamente las vacunas. Biden debiera responder a los pedidos de facilitar que los insumos producidos en Estados Unidos puedan ir a apoyar la producción en Europa, la India y otras regiones.

PERÚ: ATRASO Y ¿DESPEGUE?

En el Perú estamos bastante atrasados con la vacunación. Con menos de 4 por ciento de la población vacunada, estamos muy por debajo de Chile (45 por ciento), Uruguay (35 por ciento), Argentina (17), México (11), e incluso debajo de Colombia (8), Ecuador y Bolivia (6). Estábamos atrasados y lentos cuando aplicamos el primer millón de vacunas de Sinopharm que llegaron en febrero, pero el programa era que llegarían otros 2 millones de esa vacuna en marzo, 3 en abril y 3 en mayo, con lo que tendríamos un total de 8 millones a fin de este mes, adicionales a las que están llegando ahora de Pfizer. Sin embargo, una campaña de la derecha bruta y achorada, lanzada desde Willax con declaraciones de Rafael López-Aliaga y de Ernesto Bustamante (quien dirige el plan de salud pública de Keiko), criticó sin base alguna la vacuna china. Deformaron un informe parcial al mejor estilo de fake news y Bustamante llegó a decir que “la vacuna de Sinopharm produce más covid-19 que el placebo”, lo que era totalmente falso: la semana pasada la Organización Mundial de la Salud revisó la vacuna Sinopharm y estableció que era segura y efectiva. Pero ya perdimos esos 8 millones de vacunas de marzo a mayo y muy probablemente los otros 5 millones que ya estaban programadas para junio y julio: hay muchísima demanda internacional por vacunas rápidas y los chinos no están para esperarnos.

Pero ya empiezan a llegar a mejor ritmo las vacunas de Pfizer. Al ya estar sobrando las vacunas en Estados Unidos, empiezan a venir con más facilidad a los demás países. Por eso se ha avanzado bastante con la vacunación en las principales ciudades de los mayores de 80 años, se vacuna este mes a los mayores de 70 y es bastante probable en junio llegue a quienes estamos en los sesentas. Bien. El problema está en que la vacuna de Pfizer requiere de refrigeración a menos 80 grados centígrados, lo que hace bastante difícil su traslado y almacenamiento a provincias y distritos alejados. Si hubiéramos tenido la vacuna de Sinopharm, esa a la cual la gente de Keiko le tiró caca con ventilador, y en especial esos 13 millones de dosis prometidas, ya estarían vacunados todos los adultos mayores en todas las provincias: la vacuna Sinopharm no requiere condiciones de conservación mayores a las que ya tienen todos los centros de salud a nivel nacional para las vacunas que se colocan regularmente en nuestro país.

Hoy, la vacuna que tenemos contratada que sólo requiere refrigeradoras regulares y puede llegar a provincias alejadas es la de Oxford/Astrazeneca, pero ésta sólo llegaría desde setiembre: muchísimo tiempo de espera. El gobierno dice que antes vendrían algunas mediante la llamada facilidad Covax de cooperación multilateral, pero esas serán pocas y se demorarán más de lo planeado porque se producen mayormente en la India y ese país ha cerrado sus exportaciones por la ferocidad de la pandemia.

En esas condiciones se iniciará el próximo gobierno: con una vacunación atrasada, avanzando en las ciudades pero dejando fuera a la mayor parte de las poblaciones rurales e indígenas. Una vez más excluidas, de algo tan importante como las vacunas, en un momento crítico de la nación. ¿Seguirá esa exclusión marcando nuestra historia? Las elecciones que vienen serán cruciales para responder esa pregunta.