Ya no cabe duda que este gobierno nos ha llevado a una aguda crisis económica. Nuevamente las cifras oficiales publicadas esta semana indican una caída de la producción de -0,6 por ciento de crecimiento en agosto. La cifra es un promedio de tendencias sectoriales muy dispares, con la construcción cercana a 10 por ciento de caída, la industria no primaria destinada al consumo interno cayendo 9 por ciento y la agricultura agravando su deterioro reduciendo su producción en 4 por ciento mientras la minería e hidrocarburos crecen 5 por ciento. Así, el golpe es mayor donde se genera más empleo, mientras donde se concentra la propiedad y las ganancias las cosas van muy bien, porque además los metales mantienen excelentes precios a nivel internacional.

Esta recesión tiene indicios de agravarse, ya que el PBI total, de la construcción y de la industria no primaria ha caído más que en meses anteriores y sectores que antes estaban en positivo han pasado a negativo, como los restaurantes y hoteles y las telecomunicaciones. El conjunto del sector servicios cae 0,6 por ciento según la última cifra del INEI para agosto. Datos más recientes, parciales pero indicativos, tampoco son favorables, por ejemplo la venta de pollo en Lima se redujo 2,7 por ciento en setiembre y 5,2 por ciento en la primera quincena de octubre. En suma, las cifras indican que la caída de la demanda interna y en particular del consumo, producto del empobrecimiento de la clase trabajadora, se profundiza y amplía. El cogobierno Boluarte-Otárola-Congreso fujicerronista, que siguió a pie juntillas los intereses de los grandes empresarios condonándoles impuestos por miles de millones y archivando cualquier intento de reforma tributaria, que se sintió feliz con los aplausos de los economistas neoliberales en la prensa concentrada, ha conducido al país a una recesión industrial de una magnitud que no veíamos hace mucho tiempo. Vamos camino a unas fiestas navideñas y de fin de año que pueden ser bastante sombrías para muchas familias y pequeños comercios.

Todos los datos apuntan a que la causa esencial de esta recesión es el desplome de la demanda interna. La explicación es directa – cuando las empresas venden menos, luego de que durante unas semanas se acumulan sus productos en sus almacenes, reducen su producción. En esas condiciones se inicia un círculo vicioso – si las empresas producen menos entonces deben reducir personal u horas pagadas, lo que a su vez contrae aún más la demanda, lo que a su vez afecta más las ventas empresariales. ¿Por qué está cayendo la demanda interna? La mayor parte de la demanda interna es el consumo, es decir nuestras compras de alimentos, ropa, zapatos, libros y servicios como restaurantes, peluquerías o entretenimiento. Sucede que hay en marcha un ajuste fuerte en el consumo de los hogares peruanos, por la sencilla razón que los salarios cada vez alcanzan para menos. Mientras la inflación ha carcomido fuertemente los salarios reales, el bloque derechista pro-Confiep que nos gobierna sigue pensando que lo mejor para el país es un “cholo barato” sometido con la amenaza de despidos primero, balas y terruqueo si aun así salen a reclamar. Para los medios de comunicación concentrados, a pesar de que los trabajadores por las mismas horas de trabajo ganan hoy menos 5 por ciento menos que el año pasado, es un anatema hablar de reajustar la remuneración mínima vital o apoyar que los trabajadores se organicen en sindicatos y planteen pliegos de reclamos y negociaciones colectivas, como sucede en cualquier país democrático. Hasta Joe Biden, presidente del país más capitalista del mundo, ha ido a mostrar su apoyo a la huelga de los trabajadores automotrices de su país en demanda de mejores salarios. En cambio en Perú, a pesar de que tenemos el ejemplo exitoso de negociación colectiva por rama en construcción civil, prevalece más actitudes como el de la empresa Gloria, a quien se ha descubierto pagando a empleados para que se infiltren en el sindicato y lo saboteen. El ministro de trabajo, por supuesto, no ha dicho ni pío de tremenda violación a la libertad sindical y los derechos de los trabajadores a organizarse en forma autónoma.

La inversión privada que es menos de un tercio del consumo privado, sin embargo, tiene el valor adicional de ampliar la capacidad productiva a futuro. El problema es que, aunque los grandes empresarios han obtenido del congreso fujicerronista y su gobierno miles de millones de condonaciones de impuestos y nuevas exoneraciones, la inversión privada se ha reducido. La compra de máquinas y equipos del exterior ha retrocedido 5 por ciento en el año; la producción nacional de maquinaria eléctrica ha caído 25 por ciento. Este resultado muestra que, aunque se han otorgado beneficios especiales para los grandes grupos monopólicos, en el conjunto de empresarios, incluyendo los grandes y pequeños, pesan más la inestabilidad generada por los sesenta asesinatos de este gobierno, la tasa de interés elevada y que el mercado interno se está achicando.

Las malas noticias, sin embargo, no acaban ahí. Para complicar la situación, el balance fiscal muestra un marcado deterioro. El déficit fiscal ya se encuentra en 2,8 por ciento del PBI, cuando el tope establecido por ley es de 2,4 por ciento del PBI. El estado peruano ha pasado de un rojo de -318 millones de soles en agosto a un resultado negativo de -2 417 millones en setiembre. ¿Se debe esto a que el gobierno está gastando mucho? No, en setiembre el gobierno general ha gastado 175 millones de soles menos que el año anterior, una caída real del 6 por ciento. La inversión pública, en términos reales, se ha reducido, a pesar de la enorme necesidad existente. ¿Si no hay más gasto sino todo lo contrario, como es que hay más déficit fiscal? La razón es la fuerte disminución de los ingresos del estado, es decir, se está cobrando mucho menos impuestos, como resultado de tantos favores a los grandes empresarios y de la ausencia de una reforma tributaria, con el agravante de la propia recesión.

En esta situación hay tres orientaciones de política fiscal posibles. La primera es ajustar más la inversión pública, profundizando lo que se ha hecho en setiembre; el problema es que eso reduce aún más la demanda y agrava la recesión – si hay menos obras públicas habrá menos trabajadores de construcción recibiendo su paga y menos producción de fierro, cemento y vidrio. La segunda opción es acelerar la inversión pública sin reforma tributaria, lo que ayudaría a reactivar el mercado interno pero llevará a incumplir la meta de déficit – sería ilegal pero como este gobierno lleva sesenta asesinatos sin que al respecto la Fiscal de la Nación haya hecho nada en serio pueden pensar que no una raya más al tigre no importa. La tercera y buena opción es acelerar la inversión pública al mismo tiempo que se combate la evasión y elusión de los grandes empresarios y se cobra lo justo a las trasnacionales mineras que hoy tienen ganancias extraordinarias. Así se promovería una reactivación con responsabilidad fiscal. Pero para eso se necesitaría un gobierno cuya mirada esté puesta en el interés nacional; es decir, otro gobierno.