Es momento de plantearnos una relación económica distinta con China. En las décadas previas, les hemos concedido todo. Se adueñaron de la mina más grande del Perú, Las Bambas, y cambiaron el sistema de transporte del cobre con cientos de camiones levantando polvo en el camino, afectando las comunidades cercanas con tal de evitarse el costo de un mineroducto. Son dueños de todas las redes de electricidad de Lima y aunque había leyes limitando que quien tuviera la distribución también fuera dueño de las hidroeléctricas, se les permitió. Arruinaron la producción nacional de ropa, calzado, acero y otros productos, invadiendo nuestro mercado con competencia desleal. Hicieron su propio megapuerto en Chancay y Dina Boluarte aprobó que controlaran todos los servicios del mismo con tal de tomarse su foto con Xi Jinping. Mientras tanto, sólo nos compran materias primas sin un mínimo de procesamiento y en la agroexportación, apenas si acogen el 3 por ciento de nuestros envíos al mundo.

El gran agresor económico hoy en el mundo son los Estados Unidos, de eso no cabe duda.  Trump ha dicho la semana pasada que los países latinoamericanos “deben escoger entre China y Estados Unidos”, chantaje que no podemos aceptar. Frente a eso el Perú debiera aunarse a la búsqueda de la mayor unidad latinoamericana posible. Hace pocas semanas hubo una cumbre de CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y el gobierno de Boluarte mandó a un funcionario de tercer nivel, lo cual estuvo pésimo. Debemos defender la soberanía nacional con una respuesta inteligente a las barbaridades de Donald Trump y su ruptura salvaje de los tratados que tenemos firmados, pero también debemos reubicarnos en el escenario internacional. China es un actor principal que también actúa priorizando sus propios intereses, y si hoy se presenta como la gran “defensora del libre comercio” no es por convencimiento ideológico sino para seguir aprovechando nuestros minerales y mantener acceso a mercados para su plataforma industrial exportadora.

Durante décadas la política neoliberal peruana frente a la globalización nos ha mantenido como una nave al garete llevada por la corriente, sin un timón que marque un norte ni un motor propio que nos impulse, ni económica ni socialmente. Era una mala política y ahora que el mundo está en medio de una guerra comercial, es mucho peor. Tampoco hay que actuar apresuradamente, a tontas y a locas, estilo Trump. Hay que plantearse una estrategia e implementarla con inteligencia.

Nuestra estrategia económica debe combinar dos políticas sustanciales: defender el interés nacional actual y proyectarnos al futuro con diversificación productiva y despegue tecnológico. ¿Qué tenemos para apoyarnos? Nuestros recursos naturales y la capacidad de trabajo y superación de los peruanos y peruanas. ¿Cómo cambiamos nuestra relación con China en esa mirada? Primero: negociar inversiones y tecnologías que hoy China nos puede aportar y que nos resultan muy necesarias; por ejemplo, en Lima y varias ciudades importantes tenemos un problema serio de contaminación ambiental, frente al cual cambiar a vehículos eléctricos nos ayudaría mucho. En este aspecto, China hoy lleva la delantera tecnológica y además controla la electricidad de Lima, así que hay espacio para un convenio “win-win” en el que ambos ganemos. Segundo: debemos promover la industrialización del país; empresas chinas debieran venir a producir acá generando empleo, transfiriendo tecnología y dando oportunidades a nuestros ingenieros y técnicos. Tercero: ampliar el mercado chino en rubros claves para nosotros como la agroexportación, el turismo receptivo y otros. Cuarto: la explotación de nuestros recursos naturales, desde el cobre hasta la pesca, debe hacerse respetando el ambiente y reteniendo esas rentas para nuestro desarrollo social y seguridad ciudadana; lo que debe valer para cualquier inversionista. Junto a impuestos justos hay que promover que esos productos se procesen en el Perú, ¿por qué todo el cobre que va a China sale como concentrados y se refina allá y nada en nuestro territorio, generando valor agregado y más empleos? Un quinto elemento, más estratégico y de mayor proyección estratégica, es el del acceso y regulación a las redes sociales y las herramientas de Inteligencia Artificial, temas en los que Estados Unidos hoy domina en nuestro país, pero en el que está abierta la competencia con China.

Varias de estas estrategias requieren una combinación de políticas nacionales y negociación de mejores relaciones económicas internacionales. ¿Tenemos elementos para negociar con China? En lo inmediato, debe cambiarse esa política neoliberal de sacrificar la industria nacional frente a productos chinos que hacen competencia desleal, situación que además puede agravarse en el futuro próximo ahora que muchas fábricas chinas ya no podrán competir en el mercado estadounidense ante los aranceles que les ha puesto Trump. Hay varias medidas de salvaguarda permitidas por la OMC al respecto. Igualmente, es urgente una fuerte campaña comercial de productos peruanos en China. Junto a eso, hay que abrir la discusión sobre la electrificación del transporte y el desarrollo industrial. Es un buen momento, pues ante los aranceles trumpistas, China necesita defender sus posiciones económicas y comerciales en el mundo y está abierta en ese terreno. Su necesidad nos abre oportunidades. No será fácil, desde luego, porque son poderosos y negocian duro, pero nosotros tampoco somos mancos. ¿O si lo somos?

En realidad, me rectifico: sería un buen momento para negociar con China si tuviéramos un gobierno mínimamente preocupado por el interés nacional. No lo tenemos. El actual llega al extremo de dar leyes en favor de los delincuentes mientras crece una terrible ola de extorsiones y asesinatos. Sin gobierno y sin sentido de nación, estamos más al garete que nunca. Pero el cambio económico mundial irá desenvolviéndose por varios años, así que este es un asunto que debe asumir con seriedad quien quiera gobernar los años subsiguientes.