Dos hechos contrastan reveladoramente en el Plan de Competitividad que impulsa el ministro de finanzas y la derecha empresaurial. Por un lado, Carlos Oliva pone énfasis en reducir las vacaciones a 22 días y facilitar los despidos de dirigentes sindicales. Por el otro, desperdicia la Red Dorsal de Banda Ancha y que nos costó 320 millones de dólares, para que centenas de miles de pequeños y medianos empresarios de provincias puedan dar un salto en su competitividad.

Expliquemos primero esto último, que se refiere a las nuevas tecnologías que hoy podrían permitir a muchos pequeños empresarios provincianos tener mejores conocimientos y técnicas y acceder a mercados mucho mayores, pero que no les resulta posible por no tener una buena conexión a internet.

El sector productivo en el que más gente trabaja en el Perú es, de lejos, el de los micro, pequeños y medianos empresarios. Muchos peruanos apenas sobreviven con la venta ambulatoria o de algún servicio. Millones más labran la tierra y llevan sus productos al mercado o lo venden a algún comerciante. En provincias los productores agropecuarios han logrado, aunque muchos no lo crean, ir aumentando su productividad; se han ido multiplicando los que sacan un producto orgánico logrando mejorar su precio con la calidad. Son todavía la minoría pero ahí están, avanzando y luchando por seguir progresando, como los cafetaleros organizados en cooperativas y los productores de cacao que se articulan con pequeñas empresas chocolateras, dos productos en los que por gusto personal ando siempre buscando, y encontrando, mejores opciones nacionales. Puedo por eso con orgullo decir que hoy el Perú tiene muy buen café y muy buenos chocolates; pero estas mejoras todavía no alcanzan a la mayoría de productores. Esos son solo dos ejemplos, pero las oportunidades que nos da nuestra biodiversidad y nuestra variedad ecológica son enormes, incluyendo nuevas frutas, plantas medicinales, hojas que sirven para infusiones, flores que se convierten en perfumes, jabones y otros productos de cuidado personal, y muchos más. Para ello se necesita un buen internet para aprender de otras experiencias y conectarse a mercados amplios.

El turismo es otra enorme potencialidad que tenemos, en base a maravillas naturales de gran belleza escénica, patrimonio arqueológico y diversidad cultural y biológica. Vamos avanzando pero con una enorme concentración de visitantes en Machu Picchu, algo entendible pero que tiene límites evidentes, tanto por la congestión que ya se nota como por la amenaza a la sostenibilidad del patrimonio arqueológico. Es indispensable abrir muchos más lugares atractivos a los turistas internacionales. Sin embargo, sin una conexión a internet es muy difícil avanzar. Podríamos por ejemplo promover lugares de alojamiento con vista a las cataratas de Gocta, maravillosas y en una localidad accesible, pero si los turistas internacionales no pueden reservar una habitación por internet desde sus propios países, el mercado se achica enormemente. En todo el mundo la conexión directa entre el turista y el alojamiento, es fundamental: la gente quiere saber de primera mano cómo son los cuartos, que tan difíciles son las caminatas, asegurar una comida vegana o la atención a alguna discapacidad.

Una conexión a internet de alta velocidad y a precio accesible resulta hoy en día tan fundamental para la competitividad en provincias y pueblos, como antes era tener un camino que lo conectara.

Nuestro país ha hecho una importante inversión en lo que se conoce como la Red Dorsal, que podemos decir que es como una carretera moderna, de alta velocidad y gran capacidad, que conecta las distintas regiones del Perú. Esa inversión la pagó el estado peruano, es decir todos nosotros como contribuyentes, al costo de 325 millones de dólares. El gran problema es que esa Red Dorsal se queda en las capitales departamentales, faltando la conexión a las provincias y distritos, con el agravante que ni siquiera se usa mucho en las capitales porque en ellas ya hay otras empresas privadas proveyendo el servicio. Esas mismas empresas privadas no quieren ir a las provincias y distritos: ahí el mercado es muy pequeño y no les resulta rentable. Ese debiera ser responsabilidad del estado, tal como lo es el mantener las carreteras y caminos regionales y provinciales aunque el tráfico en ellas no alcance a autosostener su mantenimiento con un peaje.

En la Red Dorsal, cuya gestión hoy está privatizada, tiene responsabilidad central Pro-Inversión, una agencia del ministerio de economía y finanzas, que la concesionó como APP- Alianza Público-Privada. Pero al ministro Carlos Oliva permitir que las provincias tengan una buena conexión no le parece importante. En sus declaraciones públicas Oliva ha defendido como lo más importante de su plan de competitividad la reforma laboral que facilite aún más los despidos y que reduzca las vacaciones a 22 días. Una muestra más de que el ministro Oliva lo que busca es aumentar las ganancias de las grandes empresas y no realmente la competitividad de las provincias y de los pequeños empresarios, a pesar de que es esta última la más importante para el progreso económico y bienestar de la mayoría de peruanos.