El presidente Kuczynski dijo la semana pasada que “la reactivación económica está en plena marcha”, mientras que el presidente del BCR Julio Velarde (quien a inicios de agosto había dicho que “la economía está en un punto de inflexión”) destacó la recuperación de la economía peruana, afirmando que hay “mucho optimismo” y que quizás “nos quedamos cortos” con el estimado de crecimiento de 4,2% para el 2018. Buenos deseos que ojalá se cumplan, pero no, todavía no. Al menos no para la gente.

Ahí están los últimos datos estadísticos de empleos e ingresos para comprobarlo. Según tanto el Ministerio de Trabajo como el Instituto Nacional de Estadística, las empresas siguen reduciendo puestos de trabajo; el último dato referido a setiembre muestra una caída de 1,2 por ciento anual (curiosamente, el BCR solo publica estos datos hasta julio, teniendo ya dos meses de atraso). En la industria la situación es bastante peor, ya que la caída registrada es de 4,7 por ciento. Así que no, el empleo no se ha recuperado. Como hemos dicho otras veces, nos referimos a la creación o destrucción de puestos de trabajo en empresas, que son verdaderos empleos, y no a la sobrevivencia vendiendo cualquier cosa por las esquinas a la que los peruanos se ven obligados precisamente porque no hay trabajo. Si se mezclan los datos de empleo con los de la sobrevivencia, sale un arroz con mango que confunde en vez de ayudar.

Los datos anteriores vienen de una encuesta que desde hace décadas el ministerio de trabajo hace todos los meses a las empresas registradas. Hay otra estadística que corrobora la misma situación, que viene del INEI haciendo una encuesta a los hogares puerta por puerta en Lima. El dato más reciente de esta estadística, referido al tercer trimestre del año, indica que el empleo en empresas de más de 10 trabajadores, lo que se usa comúnmente para aproximar empresas formales, ha caído en 49 mil puestos de trabajo. Peor es la situación de los empleos adecuados en estas empresas, que se ha reducido en un 4 por ciento, 64 mil empleos adecuados menos. La diferencia muestra que, simultáneamente a reducir 49 mil puestos de trabajo, las empresas han cambiado otros 15 mil empleos “adecuados” por empleos mal pagados (y así nos dicen que para las empresas es muy pero muy difícil despedir en el Perú y que hace falta facilitar los despidos!).

Como estos despedidos están obligados a ganarse la vida para ellos y sus familias, recurren a la venta ambulante y a los servicios de sobrevivencia (lavado de carros, etc). Pero el problema es que esa mayor competencia reduce los ingresos de esa masa de trabajadores. Efectivamente, eso es lo que registra la estadística: de un año a esta parte los ingresos reales de los trabajadores limeños ha caído en 2,5 por ciento. ¿Es eso reactivación señor presidente? ¿Cree que hay en ellos mucho optimismo doctor Velarde?

Un sector fundamental para tener una idea de cómo va la economía peruana es el sector industrial pues este recoge la evolución del mercado interno, articula diversos sectores y es generador de empleo. La manufactura no primaria creció en agosto por primera vez en meses, con una ligera recuperación del sector textil que había caído fuertemente los últimos años. Todavía es apenas un ligero síntoma tras una fuerte recesión industrial. Ramas claves como las de alimentos, que se vinculan mucho al mercado masivo de los trabajadores, no han mejorado; por ejemplo la molinería, que produce la harina de trigo para el pan y los fideos de consumo masivo, muestra una caída de 12 por ciento.

El gobierno, el MEF y el BCR han seguido apostando a que el PBI crecerá este año 2,8 por ciento, pero hasta agosto solo suma 2,2 por ciento, de tal manera que para llegar a ese proyectado anual hace falta que el último cuatrimestre meses el crecimiento sea del 4 por ciento, un salto grande. Parece que les sobre optimismo y les falta realismo; un indicador clave para el PBI como es la producción de electricidad solo creció 1,6 por ciento en setiembre.

RECONOCIMIENTO E INFLEXIÓN

Lo bueno de las palabras de Kuczynski y Velarde es que, implícitamente, reconocen que estábamos en un estancamiento. Porque si se habla de reactivación, es porque se acepta que la economía estaba parada, algo que nunca habían aceptado. Pero lo hacen tarde, mientras el futuro económico siempre lo pintan rosado.

Lo cierto es que las señales de la economía peruana son mixtas. Yo había pensado, antes de ponerme a revisar y analizar las cifras, que la economía ya se estaba recuperando. Por un lado, el bombardeo de noticias “positivas” en los medios, es apabullante, mientras la pérdida de 64 mil empleos adecuados no llega ni siquiera a la segunda plana; de un tiempo a esta parte pareciera que ser periodista de página económica consiste solamente en repetir la lista de buenas noticias que les gusta seleccionar al MEF y a los bancos de inversión. Por otro lado el precio del cobre ha seguido subiendo y se está manteniendo encima de los 3,10 dólares la libra. Frente a 2,20 que llegó a estar el cobre a inicios del 2016, la subida es fuerte, y está ampliamente estudiado que el crecimiento de la economía peruana depende de los precios internacionales de las materias primas: este velerito depende de que venga viento favorable del norte y hasta ahora es poco lo que se ha hecho para dotarlo de motores propios en la industria y otros sectores diversificados.

La cuestión es que la economía mundial ha acelerado su crecimiento y los precios de lo que exportamos han crecido 13 por ciento en promedio desde inicios de este gobierno, en especial de productos mineros, que son más del 60 por ciento de nuestras exportaciones totales. Por su parte, el clima ha ayudado a una recuperación fuerte de la pesca. En la economía, PPK está con suerte.

Pero vale la pena ver en más detalle lo que está pasando. ¿Por qué el empleo no se recupera? Hay dos mecanismos mediante los cuales esta mejora en las exportaciones jala la economía. El primero y más importante es el fiscal: cuando suben los precios de los metales, las arcas del estado se llenan. Dado que todos estos años el MEF ha trabajado con un tope de déficit fiscal, los mayores ingresos hacen que el estado pueda gastar más, y usualmente lo hace. Pero las cosas parecen ir bastante lento a este respecto. En setiembre todavía los ingresos tributarios fueron 2 por ciento menos que el año pasado; parece que la inercia y las malas políticas vienen frenando la recaudación fiscal.

Por otro lado, el gasto y la inversión pública fueron recontra bajas en los primeros doce meses de este gobierno por el hachazo que les metió el MEF, pero ahora sí muestran una recuperación, lo que se siente en la construcción (+8,9% en setiembre). Esta tendencia general en la inversión pública no se ha visto afectada por la lentitud en la reconstrucción de las zonas afectadas por las inundaciones del verano, lo que muestra que esto se pudo hacer mucho antes, si no se hizo fue por una mala política no por un mal clima.

Regresando a las cifras del comienzo, queda la pregunta ¿por qué este avance en la inversión pública no ha reactivado el empleo? El que el gasto público recién haya empezado a avanzar en los últimos meses es posiblemente la razón por la cual no ha tenido efectos ampliamente en el conjunto de la economía, la reactivación depende de efectos acumulativos y multiplicativos que tardan en llegar. Hasta hace poco el problema principal que se veía era que ese aumento de gasto no se iba a sostener dado el tope de déficit establecido por el gobierno, pero con el alza del cobre es probable que los ingresos fiscales aumenten los próximos meses y eso sirva para sustentar un gasto público un poco mayor (aunque sin duda muy insuficiente para las necesidades de reactivación, empleo e infraestructura que tenemos).

El segundo mecanismo por el cual los mayores precios del cobre y los metales empujan la economía peruana es el canal financiero: los mayores precios de materias primas suelen traer inversión y capitales. Esto no está sucediendo de manera masiva. Cuando vienen los capitales la banca aprovecha, se presta del exterior y amplía su oferta de créditos, pero en los últimos doce meses el crédito al sector privado en términos reales está totalmente estancado, no ha aumentado nada, mientras el BCR sigue sin cumplir su rol de apoyar la economía. Hay sin embargo otros indicadores que señalan que la inversión privada se recupera un poco, por ejemplo, las importaciones de maquinarias y equipos están aumentando, en lo que algunos llaman un “brote verde” de la recuperación económica.

¿Será suficiente lo que estamos viendo para una creación vigorosa de empleos como la que necesitamos? No lo creo. Recordemos que son cerca de 300 mil puestos de trabajo que deben crearse cada año solamente para darle cabida a los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo, a lo que habría que sumar otro tanto si queremos enfrentar en serio la enorme falta de empleo e informalidad (70%) existente.

El problema sigue siendo una mala política económica que prioriza el ajuste fiscal antes que la reactivación y que no enfrenta el serio problema de la baja presión tributaria ni la necesaria diversificación productiva. Como esta política neoliberal se mantiene, el crecimiento depende de que los buenos vientos internacionales continúen y se fortalezcan. Es como si la principal tarea de Claudia Cooper fuera rezar, cuando lo que debe hacer es construir motores propios y pisar el acelerador para que sea nuestra propia energía la que nos haga avanzar a buen ritmo.

(publicado en Hildebrandt en sus Trece el 10 de noviembre de 2017)