Los productores de papa, en especial aquellos ubicados en regiones de la sierra, tienen hoy un problema álgido: el precio al que les compran su producto ha caído muy bajo y la papa tiene un tiempo relativamente corto antes que empiece a descomponerse. Cientos de miles de paperos corren un grave riesgo de empobrecerse aún más. ¿Cuál es la raíz del problema y qué está haciendo el gobierno?

Mala política económica

La razón central de la caída del precio de la papa es que ha disminuido su demanda. Al haber menos gente comprando papa, en los mercados el producto debe bajar de precio porque sino simplemente se queda sin vender y el perjuicio es mayor. ¿Cómo es qué ahora hay menos demanda de la papa peruana que antes? Por dos razones: porque se ha favorecido las importaciones de alimentos en contra de la producción nacional, y porque el empleo y los salarios han retrocedido restando capacidad de compra a millones de familias en las ciudades.

Antes de entrar en el análisis, es necesario establecer que no puede entenderse de manera aislada lo que pasa con el mercado de papas, sino que es necesario mirar al conjunto del mercado de alimentos. Hay que mirar el bosque y no solo un árbol o una especie de árboles. Porque las familias van al mercado, comparan varias alternativas y se orientan hacia lo que les resulta más barato y conveniente. Si la papa está muy cara, se puede mejor comprar ollucos o más panes, y viceversa, si la papa cae mucho de precio, pues el olluco también se ve afectado. Esto es efectivamente lo que ha pasado en el Perú en los últimos meses: no es solamente la papa la que ha bajado su precio;  todos los alimentos llamados “no transables” es decir que no son importados y cuyo precio depende de lo que pasa en el mercado nacional, han perdido 4,6 por ciento de su valor.

Esto viene a cuento porque, en relación al efecto negativo de las importaciones, se ha dicho que las importaciones de papa no son muy voluminosas, siendo menos del 1 por ciento de la producción nacional. El dato es correcto, porque como la papa tiene un costo de transporte relativamente alto debido a su peso y a que requiere refrigeración, se le considera esencialmente un producto “no transable”, es decir, poco sujeto a la competencia internacional. Por ello, el efecto de las importaciones de papa sobre el mercado no es muy grande, lo que no impide que tales importaciones sigan siendo un absurdo completo. Pero el problema es que la papa sí compite con otros productos importados como el trigo, por ejemplo, que sirve para hacer harinas y con ello fideos y pan, alimentos muy presentes en la mesa popular. Si se permite que se importe mucho trigo muy barato, cuya producción es subsidiada en Estados Unidos y otros países, se trae abajo el precio de la papa, el camote y el olluco. Las importaciones de papa no son un problema grande, las importaciones de alimentos en general sí lo son.

Eso es efectivamente lo que ha pasado. El 2017 se importaron más de 2,500 millones de dólares en alimentos, una suma enorme y que significó además un aumento de más de 400 millones de dólares respecto al año anterior. El precio internacional del trigo ha caído 22 por ciento entre el 2015 y el 2017, pero hemos importado 21 por ciento más. La importación de arroz, otro producto muy popular, ha aumentado 35 por ciento el año pasado. Todo esto ha afectado fuertemente el mercado nacional de alimentos y a los productores agropecuarios.

Pero esto no tiene porqué ser así, habiendo alternativas de política económica. El Perú tiene un sistema llamado de “franja de precios” que hace que cuando el precio del arroz se hace demasiado barato a nivel mundial, se protege la producción nacional agropecuaria imponiéndole una sobretasa o costo adicional a su importación, cuyo pago va a engrosar las arcas fiscales. Lamentablemente, siguiendo el modelo neoliberal hace ya varios años se retiró de esta política al trigo, que es el primer producto alimenticio de importación. Más recientemente se ha ido rebajando el nivel de protección para productos como el arroz, lo que dio lugar a protestas y movilizaciones un par de meses atrás por parte de los productores arroceros. También se ha permitido importaciones de lácteos y de conservas de manera indiscriminada, con engaños a los consumidores y sin controles de calidad. De esta manera, lo que ha hecho la política neoliberal y este gobierno ha continuado y profundizado, es favorecer el ingreso de importaciones de alimentos subsidiados, afectando a los productores agropecuarios nacionales orientados al mercado interno.

Junto con el aumento de las importaciones de alimentos, la otra gran causa de la caída del precio de la papa es el retroceso del empleo y los salarios. Según el Ministerio de Trabajo las empresas han reducido puestos de trabajo continuamente desde julio pasado, cayendo en 1 por ciento en promedio y en más de 3 por ciento en el sector industrial. La última estadística INEI disponible índice que en el año pasado se perdieron 81 mil empleos. Como entre 250 y 300 mil jóvenes salen anualmente a buscar trabajo por primera vez, esto quiere decir que no solo hay 81 mil empleos menos, sino que la falta de puestos de trabajo faltantes aumentó en unos 350 mil.

Si sumamos a ello la política aplicada de recortar las posibilidades de los sindicatos de negociar colectivamente o someter a arbitraje sus reclamos, el resultado es que los ingresos reales de los trabajadores, incluyendo formales e informales, han caído casi 5 por ciento el año pasado. De esta manera, con toda la masa laboral perdiendo fuertemente capacidad de compra, su demanda de alimentos ha caído, y si bien los trabajadores quizás no sean los que más compran carros o alquilan casas de playa, dado su gran número sí son los que demandan la mayoría de los alimentos.

Así, con menos dinero en el bolsillo de los trabajadores y favoreciéndose la importación antes que la producción nacional, la demanda por papa y otros productos de la agricultura tradicional ha caído, y con ello los precios de sus productos.

A su vez, esta menor demanda y caída de precios ha traído también un retroceso de la producción agrícola, que según las cifras oficiales fue de 0,9 por ciento en el año. Pero mientras se ha producido mucho menos quinua (-30%), arroz (-18%) y choclo (-35%), los campesinos se orientaron a producir papa, de tal manera que es en este producto donde se han encontrado a la vez una mayor oferta con una menor demanda, generando el colapso de los precios.

Haciendo un recuento, es bastante claro de que la política macroeconómica es una muy mala política para la agricultura tradicional y para el desarrollo nacional. En primer lugar por la enorme cantidad de familias afectadas, que se calcula en 700 mil. En segundo lugar, porque es en la sierra rural donde se concentra la pobreza monetaria que llega al 48 por ciento; si se paga a los campesinos una ridiculez por su producción van a ser más pobres aún. Finalmente, un empobrecimiento del campesinado lleva a más migraciones a las ya sobrepobladas ciudades y también a la selva, al cultivo de coca y la minería ilegal que tanto daño ambiental y social hacen.

Por cierto, mientras se aplican estas políticas anti-campesinas, se mantienen exoneraciones tributarias por más de 16 mil millones de soles a favor de las grandes empresas mineras, bancarias, de las universidades-negocio de baja calidad y de los casinos. En el agro, la política neoliberal solo da ventajas y beneficios a los sectores agroexportadores, en especial a quienes concentran grandes extensiones de tierra en la costa, que también reciben exoneraciones tributarias y hasta subsidios cruzados de todos los trabajadores que sustentamos la seguridad social que ellos dejan de pagar. Una situación tremendamente injusta.

Malas respuestas

Frente a las protestas y movilizaciones de paperos y campesinos, la respuesta del gobierno pepecausa ha sido demagógica y sinvergüenza. Lo que ha hecho el gobierno es dar un decreto mediante el cual los gobiernos regionales podrán comprar papa con sus propios presupuestos. La medida es demagógica porque no ataca las causas del problema, es decir, no aporta ninguna solución de fondo. En efecto, si las causas son el crecimiento acelerado de las importaciones de alimentos y la baja demanda, algunas compritas este mes no resuelven nada. Es demagógica además porque ¿luego de la compra, que van a hacer los gobiernos regionales con la papa? El decreto dice que lo usen en programas sociales, pero los programas de alimentación dependen de los municipios no de los gobiernos regionales. Primera metida de pata del flamante ministro del MIDIS, congresista Jorge Meléndez.

El decreto de PPK es además sinvergüenza porque les tira la “papa caliente” a los gobiernos regionales, en condiciones imposibles. Por un lado, las compras las deben hacer los gobiernos regionales con su propio dinero proveniente del canon y regalías que por ley deben destinarse a inversiones. En otras palabras, les obligan a desvestir a un santo para vestir a otro. Peor aún, entre los trámites burocráticos de la modificación presupuestal, el procedimiento administrativo de compra, el riesgo de observaciones de Contraloría y las propias dificultades por la inexistencia de un sistema de almacenamiento y distribución, los gobiernos regionales no podrían hacer las compras señaladas en  menos de 2 o 3 meses, momento en el cual ya toda la papa que hoy no encuentra salida en el mercado ya estaría malograda.

De esta manera, lo que pretende hacer el gobierno PPK se parece muchísimo a una táctica desplegada hace un poco más de 2 mil años por Poncio Pilatos: es una lavada de manos total frente al problema. Una sinvergüencería más de Míster PPK, que posee una hacienda ganadera de miles de hectáreas en Wisconsin pero jamás ha prestado atención alguna a los campesinos comuneros de nuestra sierra.