Cayetana Aljovín, en su tercera cartera ministerial, declaró ayer que “no se puede dar una explotación de venezolanos”. Oculta que todos los días en el Perú se da una explotación de trabajadores peruanos.
En los últimos 25 años los salarios han pasado de ser 30% del PBI a ser 20% del PBI, un retroceso fenomenal. Mientras la economía creció, las ganancias aumentaban pero los salarios reales estuvieron congelados, estando los trabajadores impedidos de reclamar porque de hacerlo son inmediatamente botados de sus puestos de trabajo, ya que en su enorme mayoría son contratados a plazo fijo, por services u otras modalidades. Al carecer los trabajadores del derecho básico a la reclamación y negociación colectiva, ya que la Sunafil tampoco es efectiva, muchos empresarios abusan de su poder y pagan salarios ínfimos, niegan beneficios o sostienen condiciones de trabajo riesgosas o insolubles. Tan explotación es eso, que en marco del TLC con los Estados Unidos, ya ese país (la cuna del capitalismo liberal) ha señalado observaciones y demandado cambios porque esa exacerbada negación de derechos laborales en el Perú viola las reglas de competencia justa, observaciones a las que la ministra de relaciones exteriores debiera prestar oídos.
Por otro lado, para algunos desorientados hay que insistir en que los problemas de falta de empleo y explotación laboral en el Perú no se deben a que haya muchos venezolanos hoy en el Perú, como tampoco se resolvieron esos problemas cuando muchos peruanos, en décadas anteriores, salieron de nuestro país para irse a trabajar a Venezuela.
El año pasado en el Perú se perdieron 80 mil empleos, mientras como todos los años 300 mil jóvenes salieron a buscar trabajo por primera vez, y el ingreso de los trabajadores formales e informales retrocedió 5% en términos reales. Es obvio que está pérdida de empleos no se debió a los venezolanos, que nada tienen que ver con este resultado. La responsabilidad de esta dramática pérdida de empleos en la política económica, ya que se dio a pesar de que la economía internacional nos favoreció con mayores precios internacionales de nuestras exportaciones.
La falta de empleo en el Perú, sin embargo, no solo es de corto plazo sino que es estructural. Se ha mantenido en las últimas décadas por culpa de un modelo económico que ha afectado negativamente a sectores intensivos en empleo como la agricultura, la industria, el pequeño comercio y muchos servicios; ahora mismo tenemos una crisis agraria agravada por 2,500 millones de dólares anuales de importaciones de alimentos. Al mismo tiempo, con este modelo neoliberal se ha desaprovechado oportunidades en rubros claves para la generación de empleos como el turismo y el aprovechamiento sostenible de nuestra biodiversidad. Esa es la verdadera cauda de la falta de empleo.
Plantear que los culpables son los inmigrantes es coincidir con la política de Trump, que distrae la atención atacando a los latinos mientras profundiza el neoliberalismo, reduce impuestos a los ricos y agrava la desigualdad. No es atacando a unos trabajadores como defendemos a otros. La supuesta defensa “nacionalista” de los trabajadores fue el origen del fascismo y el nazismo en Italia y Alemania en los años 20 y 30 del siglo pasado, y es hoy el sustento político de Trump, la derecha más agresiva y ramplona que hemos visto en décadas y que bajo este manto demagógico acaba de regalar a los billonarios de los Estados Unidos unos 3 trillones de dólares en rebajas de impuestos. Desde las izquierdas, por el contrario, corresponde insistir en que todos los trabajadores merecen y tienen derecho a empleos dignos con salarios justos, lo que demanda cambiar la política económica de PPK.
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