El aumento de la pobreza monetaria durante el 2017 en un punto a 21,7 por ciento ha generado titulares y discusiones, resaltándose el aumento de la pobreza en Lima de 11,0 a 13,3. Pero la sierra y selva rurales también han visto aumentar su pobreza; en la sierra rural esta golpea a casi la mitad de la población (48,7 por ciento), casi cuatro veces más que en Lima. Mientras tanto el grupo en mejor situación, de la clase media-alta para arriba (estadísticamente perteneciente al llamado “quintil 5”), siguió aumentando su consumo. Como para no perder de vista que la pobreza es producto de la desigualdad y no porque nuestra economía nacional sea insuficiente; en efecto, un indicador calculado por el INEI, la llamada “brecha de pobreza”, señala que bastaría poco más del 3% del PBI para acabar con ella.

Ojo que estas son medidas de pobreza monetaria, aunque la pobreza es mucho más que falta de dinero. Por ejemplo, durante varios años hemos vivido la contradicción de que la pobreza caía pero la desnutrición o la anemia no. Frente a ello, hay varios estudios midiendo la pobreza multidimensional en el Perú, aunque esa gran pobreza nacional, la pobreza moral, de la confianza interpersonal y de la democracia, todavía no está incluida ahí.

La misma forma de medir la pobreza monetaria tiene diversas limitaciones que nunca se mencionan en la prensa. Por ejemplo, considera que las necesidades no han aumentado en diez años, como si viviéramos igual que una década atrás con limitado acceso a celulares e internet. Tampoco considera que el deterioro de los servicios públicos de educación y salud ha empujado a millones de peruanos a poner a sus hijos en colegios privados y a huir de los hospitales públicos. Todas razones por las cuales, estoy seguro, para la mayoría de peruanos decirles que con 250 soles mensuales en la sierra rural o 300 soles en Huancayo o Cusco ya no están en pobreza es algo absolutamente fuera de la realidad. La situación de pobreza es mucho más grave de lo que indican las cifras del INEI.

POBREZA Y EMPLEO

A pesar de todo eso, las cifras muestran claramente un deterioro en las condiciones económicas de muchos peruanos. Hoy, los varios economistas de la derecha empresarial, los neoliberales pro-Confiep, dicen que ya estaba visto que la pobreza aumentaría y lo explican por la caída del empleo y los salarios del año pasado. Hubiera sido bueno que alertaran de esa mala situación económica del 2017 no ahora sino en la primera mitad del año pasado, cuando ya el empleo se venía abajo en caída libre, como alertamos desde estas páginas.

Vayamos a las razones de fondo del aumento de la pobreza: son la recesión industrial (que ya lleva cuatro años seguidos) y la parálisis de la construcción las que explican la ola de despidos y pérdida de empleos. Por cierto, las cifras muestran caídas adicionales de empleo al primer trimestre de este año. En un contexto de un cuarto de millón de jóvenes entrando a buscar trabajo cada año, la presión sobre el mercado de trabajo es enorme, mientras los pequeños restaurantes y negocios contratan informalmente inmigrantes a menor costo.

Hay que insistir, ante esta realidad, en la total falacia de la campaña de “El Comercio” sobre la presunta inflexibilidad del mercado de trabajo: lo que ha sucedido el año pasado es que ha habido cientos de miles de despedidos, la mayor parte con el nombre de “terminación de contratos” porque tienen contratos a plazo fijo sin derechos. Si el mercado de trabajo fuera muy rígido ¿cómo se podría explicar que hay 160 mil trabajadores menos en empresas el 2017? ¿cómo se puede decir que el mercado de trabajo es inflexible cuando los salarios nominales han caído, es decir los trabajadores ganan menos que el 2016 aún cuando la inflación ha encarecido el costo de vida, de tal manera que hay 22 mil subempleados más no en sectores informales sino en grandes empresas?

En el sector informal, a todos estos despedidos y a los jóvenes sin acceso al empleo, hay que sumar los cientos de miles de venezolanos que han llegado a nuestras costas. Vemos por eso más jóvenes en las calles de Lima vendiendo gaseosas, haciendo acrobacias o cualquier otro autoempleo de urgencia. Pero cuando el mercado está en retroceso porque la gente no tiene plata, el que haya más ambulantes en las calles no multiplica las ventas sino que sólo reparte lo mismo entre más bocas. No por gusto el consumo per cápita de los 800 mil peruanos de mayor pobreza de Lima Metropolitana cayó el 2017 más de 8%, de 353 a apenas 324 soles mensuales, una verdadera miseria. De esta manera, la crisis iniciada en la economía formal alcanza a los informales y autoempleados.

Para los campesinos y agricultores, los menores empleos e ingresos en los salarios se traen abajo la demanda y hace que los precios de sus productos caigan. No es solo la papa la que tiene precios disminuidos, son la mayoría de precios agropecuarios los que han retrocedido, sin que el gobierno PPK tome previsiones como frenar el ingreso de alimentos subsidiados del exterior y más bien optando por medidas demagógicas como la inefectiva compra de papa.

LAS CAUSAS DE FONDO

La cuestión de fondo que hay que preguntarse es porqué ha habido esa recesión industrial y de la producción no primaria. La respuesta es que se apostó durante varios años al modelo primario-exportador a pesar de que varios repetimos e insistimos en que se modelo no era sostenible, y cuando los precios de los metales y las materias primas se vinieron abajo en el 2013-2014 el crecimiento se detuvo. La presión tributaria y los ingresos fiscales se cayeron, en parte por la caída de precios internacionales, en parte por pésimas medidas de Humala y PPK, quitando piso presupuestal a las políticas y programas sociales. Peor aún, atenazado el MEF por la teoría del ajuste del déficit fiscal para contentar prestamistas internacionales, se cortó la inversión pública, con lo que dejó de crecer la construcción y así se instaló un circulo vicioso recesivo, afectando empleo, ingresos y producción, mientras el gobierno, la Confiep y sus analistas nos decían que ya ahorita nomás las cosas mejorarían. Desde esta trinchera cumplimos el trágico rol de modernas Cassandras.

Los intentos de diversificación productiva, indispensables para un nuevo crecimiento más sostenible y generador de empleo, fueron tardíos y débiles, carentes de una política macroeconómica que ampliara mercados y aumentara la competitividad con un mayor tipo de cambio real. Para empeorar las cosas, el gobierno de PPK los tiró por la borda con una serie de pretextos idiotas por parte de sus “ministros de lujo”. El 2017 es solo el peor de una serie de años con políticas económicas que pasaron de malas a pésimas y de deterioro macroeconómico, dejando que el empleo cayera y la pobreza regresara con fuerza.

CAMBIOS

¿Cambiarán las cosas ahora? Ya antes he escrito mi escepticismo al respecto y vuelvo a rogar estar equivocado. En el corto plazo el alza de precios internacionales ayuda, pero hay todavía mucha incertidumbre en la economía mundial, mientras los anuncios del nuevo ministro Tuesta de cortar el gasto corriente condicionando la inversión pública a ese resultado no son buenos augurios. Lo mismo hizo Alfredo Thorne con pésimos resultados y la otra medida de aumentar los impuestos al diesel termina recayendo sobre los consumidores y la demanda. La inversión pública debe ser una prioridad que no debe condicionarse a la meta de déficit y los ingresos fiscales deben aumentarse con impuestos directos a las riquezas y utilidades empresariales y no recargando los precios al consumidor.

En el mediano y largo plazo, insistir en el modelo que nos trajo acá porque funcionó algunos años, es como cerrar los ojos y negarse a ver que exportar sólo minerales ya llegó a su límite, sobre todo cuando el mundo avanza hacia nuevas tecnologías, robótica, inteligencia artificial, diversificación y cuidado ambiental. Lo que necesitamos es un fuerte impulso reactivador de inversión pública, una mayor justicia fiscal y un giro de mediano plazo hacia la diversificación productiva, recuperando los avances de la gestión de Piero Ghezzi pero incluyendo otras medidas de mucho mayor alcance, defendiendo el mercado interno de las importaciones dumping, promoviendo exportaciones industriales y no tradicionales impidiendo nuevas caídas del tipo de cambio, ampliando el consumo con mejores salarios y promoviendo a todo trapo las innovaciones tecnológicas y los nuevos rubros de negocio.