La derecha pro-Confiep nos repite una y otra vez que para retomar el crecimiento son necesarias nuevas reformas estructurales, empezando por nuevas medidas anti-laborales. En realidad tienen un problema serio: ellos han defendido por décadas el modelo neoliberal y extractivista que otorga todas las ventajas a las grandes empresas que exportan nuestras riquezas naturales, pero ese modelo sólo funciona bajo condiciones muy especiales. Como el ciclo de los super-precios de materias primas ya pasó, necesitan inventar alguna causa de la parálisis a la cual echarle la culpa.

Según Roberto Abusada, el ideólogo de la Confiep, hay un caso flagrante de “parálisis gubernamental en gestionar la correcta interpretación del artículo 27 de la Constitución, actualmente maliciosa e ideologizadamente usada para convertir al Perú como el país con la legislación laboral más inflexible del mundo”, lo que sería un caso emblemático de “sumo desgobierno”. Interesante como Abusada oculta que está hablando de un fallo del Tribunal Constitucional que controla el despido arbitrario y abusivo, y como llama “gestionar” a su propuesta de que Vizcarra intervenga en un organismo autónomo. No extraña que a Abusada los principios democráticos le importen nada, habiendo sido jefe de asesores del ministerio de economía durante la dictadura de Fujimori.

Ya antes hemos señalado el absurdo de sindicar a la legislación laboral peruana como “inflexible” argumentando que dificultaría el despido de trabajadores, cuando el 70 por ciento de los trabajadores formales tiene un contrato a plazo fijo que cuando se termina no hace falte pago ni trámite alguno de la empresa para botar al trabajador. Además, durante el 2018 llegamos a tener más de 200 mil trabajadores contratados menos en empresas grandes ¿cómo podría haber sucedido eso si fuera difícil despedir? Quien prefiera la experiencia directa a las frías estadísticas, oiga como en cantidad de restaurantes y tiendas trabajan docenas de venezolanos, que evidentemente han reemplazado a peruanos por una menor paga: ¿no es obvio que si los peruanos no están es porque los despidieron?

Hay que añadir, además, que no existen estudios nacionales o internacionales que muestren que cuando se flexibiliza el mercado de trabajo y se facilitan los despidos, las economías crecen más. Ni una brizna de evidencia. Nada de nada. Es pura propaganda, la que desde luego resulta muy conveniente para los dueños de las grandes empresas que quieren tener menos reclamos laborales  y pagar menos salarios. Hoy por hoy ni el Banco Mundial en sus documentos de análisis habla de la flexibilización laboral como una receta; eso fue cosa de hace 20 años cuando la ideología neoliberal reinaba en el mundo.

DESTRABE

La otra gran reforma propuesta desde la derecha pro-Confiep es la de atacar las excesivas trabas burocráticas. Esto nos suena bien cuando debemos hacer pesados trámites, aunque quien ha tenido que intentar un reclamo a Telefónica sabe que la empresa privada no siempre trata mejor. A mí por ejemplo Movistar me ha cargado una deuda por un servicio que ya les había cancelado y las tres veces que he ido a sus oficinas me he encontrado con colas de tres horas que me han espantado. Las empresas privadas también te ponen trabas en la vía pública: la calle frente a mi casa está cerrada y llena de zanjas debido a un edificio que están haciendo en la esquina, y he visto muchas construcciones por mi barrio que durante más un año se han tomado toda la vereda y parte de la calle sin ningún reparo. Por no hablar de los camiones que descargan deteniendo el tráfico en avenidas críticas en hora punta. Los neoliberales pro-Confiep hablan de destrabar a las empresas privadas pero no dicen nada cuando las empresas privadas nos ponen trabas por varios lados.

En lo que por cierto la Confiep no tuvo traba alguna fue en juntar 2 millones de dólares por lo bajo para promover la elección de Keiko, así como  su ex – directivo José Chlimer ha carecido de trabas para llevar a RPP un maletín con 200 mil dólares en efectivo de origen cuestionable así como para ausentarse del directorio del BCR sin empacho.

Más allá de eso, habría que recordar que el “destrabe” fue el caballito de batalla de PPK, empezando por “destrabar” el aeropuerto de Chinchero regalándole a los sinvergüenzas de la empresa privada Kuntur Wasi 90 millones de dólares. Como en este caso o el de la Central hidroeléctrica de Chaglla mostrado en esta revista la semana pasada, las APPs o Alianzas Público-Privadas desreguladas o “destrabadas” han sido un vehículo preferido para la corrupción por las innumerables adendas sin control y con prebendas otorgadas por 30 o 40 años.

Estaría muy bien que se redujeran y agilizaran trámites burocráticos innecesarios. Pero hay regulaciones que debieran establecerse, como que las construcciones no malogren el tránsito por semanas enteras, por no hablar del necesario cuidado ambiental, de la salud y la integridad.

DIAGNOSTICO DE CRECIMIENTO

La receta de hacer “reformas estructurales” para lograr el crecimiento es de la década de los 90, cuando el llamado “Consenso de Washington” sacara una lista de diez políticas neoliberales. Diversas investigaciones han mostrado que tales políticas no aceleraron el crecimiento. En Latinoamérica y Perú, y en los países desarrollados también, el crecimiento económico fue bastante mayor en décadas anteriores, los 60s y 70s, que con las políticas neoliberales.

Una de las críticas más consistentes a esta propuesta de “reformas estructurales” ha sido la de dabi Rodrik, profesor de Harvard. Para él, presentar una lista de lavandería de grandes reformas es como decir que si tienes buenas instituciones, cero corrupción  un estado eficiente, mercados competitivos y capital humano, crecerás mucho. El asunto es que no es nada fácil lograr todo eso y menos sin prioridades ni idea de cómo hacerlo. Recuerdo esta crítica porque oigo casi lo mismo en el debate actual en el Perú, con muchas voces insistiendo en que Vizcarra debe hacer “reformas”, sin decir ni cuales ni cómo, salvo insistir en que tiene que reducir supuestos sobrecostos laborales y rigideces. Quienes así hablan ignoran la voluntad ciudadana y cierran los ojos a la movilización enorme de trabajadores del 15 de enero pasado, que en Lima hicieron la marcha sindical más grande en varias décadas contra esta política anti-laboral. Hay que recordarles que trabajadores descontentos están poniendo de cabeza la globalización en el mundo desarrollado (Brexit, Trump, etc).

Hay sin embargo otros diagnósticos de la economía peruana: “Baja productividad, lenta adopción de tecnologías y falta de diversificación están estrechamente relacionados, generando un equilibrio de baja demanda de trabajo por empleos productivos y bien pagados”. Es decir, el asunto central es como avanzamos tecnológicamente y salimos del modelo extractivista con exportaciones concentradas en pocos minerales, hacia una cartera de producción diversificada con mayor complejidad y valor agregado. La cita, por cierto, es del último análisis del Perú que realizó el Banco Mundial, muy lejos de cualquier izquierdismo o estatismo.

LA INVERSIÓN PÚBLICA  Y LA POLÍTICA FISCAL

Si una mirada estructural llama a un cambio en producción e innovación, en el corto plazo la clave para reactivar la economía urbana y generar empleo está en la política macroeconómica. Nuevamente recurriendo a una fuente insospechable de izquierdismo, el FMI en su último análisis del Perú considera que “en el corto plazo, políticas monetarias y fiscales anticíclicas siguen siendo apropiadas”.

En otras palabras: como la demanda interna es baja, hay que dinamizarla con mayor gasto fiscal, lo que dinamizaría la industria, los servicios, el comercio y la construcción. Más inversión pública se necesita para reconstruir el norte y reducir el déficit de infraestructura. Pero no se piensa hacer. Según el BCR en su informe llamado “Reporte de Inflación”, la inversión pública este año caerá de 4,4 por ciento del PBI a 4,2 por ciento del PBI y se mantendrá en ese mismo nivel el 2020. Esta reducción de 0,2 por ciento del PBI equivale a unos 1,500 millones de soles menos de inversión pública. Hay que comparar esta cifra del 4,2 por ciento de inversión con el 5,3 por ciento del PBI que invertimos en el 2012-2014 y con el 6 por ciento que invierten los países asiáticos. El recorte de la inversión pública peruana este año sucedería a pesar de que se estiman 3,500 millones en la reconstrucción del norte y 635 millones en los Juegos Panamericanos, de tal manera que en el resto del país la caída será mucho más pronunciada.

Debido a la política de ajuste fiscal es que seguiremos con malas carreteras, poco crecimiento, empleo escaso e ingresos bajos. Mientras tanto, la Confiep nos sigue distrayendo con discursos de reformas anti-laborales y destrabes, buscando controlar la presión social por obras y empleos. Son fake news orientadas a encubrir el fracaso de la política neoliberal en generar crecimiento y empleo.