Mauricio Macri era la estrella de la derecha pro-empresarial latinoamericana junto con Pedro Pablo Kuczynski y Sebastián Piñeira. Nombró un “gabinete empresarial” con gerentes de grandes trasnacionales, para quienes representaba la esperanza tras la “larga noche kirchnerista” en la segunda economía más grande de Sudamérica. Fue el niño mimado que recibió el apoyo financiero más grande que nunca haya hecho el FMI y resultó ser, igual que PPK, un desastre económico.
Las últimas medidas son la mejor representación de su fracaso. Macri, quien basó su campaña criticando el control de cambios de Cristina Kirchner e inició su gestión eliminando toda limitación a la salida de dólares, se ha visto obligado ahora a establecer lo que antes repudió: ahora nadie en Argentina puede comprar más de 10 mil dólares sin un permiso especial y todos los exportadores deben vender sus dólares al banco central. Son medidas de emergencia, tomadas porque Macri ha llevado a su economía a una situación crítica, graficada en un dólar que en pocas semanas se había disparado pasando de 42 a 60 pesos por dólar (cuando Macri inició su gobierno el tipo de cambio oficial era apenas 9 pesos por dólar). Esta disparada del dólar fue claramente responsabilidad del propio Macri, ya que como confirmó Martín Redrado, ex – presidente del Banco Central, fue él quien dio la orden de “dejar correr el tipo de cambio sin tener techo…para que los argentinos aprendan a votar”, despechado por el triunfo de la dupla opositora Fernández-Fernández en las elecciones primarias.
Pero a la economía argentina las cosas ya le iban muy mal desde el año pasado, ante los primeros vientos en contra de la economía internacional. Bajo la vieja (pero no por eso menos tonta) idea de que toda economía de “libre mercado” tiene “sólidos fundamentos” al haber aplicado las “reformas estructurales” que se necesitan, Macri consiguió durante sus dos primeros años de gobierno que inversionistas internacionales compraran bonos públicos y metieran dinero en Argentina. Como suele suceder en estos esquemas neoliberales, la liberalización fue de la mano de fuertes medidas en beneficio de las grandes corporaciones y en contra de las mayorías populares. En el caso del gobierno de Macri, quienes concentran la riqueza recibieron como “regalito” una rebaja del impuesto a la renta de 35 a 25 por ciento y la devolución anticipada del IVA (lo que nosotros llamamos IGV). Los que más beneficios recibieron fueron los grandes exportadores, ya que los dólares que al final del gobierno anterior los cambiaban a 9 soles en pocos días pasaron a cobrar 14 pesos por dólar, y además les quitaron el impuesto a las exportaciones mineras y agrarias, manteniendo solo una tasa reducida 5 por ciento a la soya (que es donde están los mega negocios). Particularmente polémico fue la entrega de más de 9 mil millones de dólares a los llamados “fondos buitre”, especuladores internacionales que sabotearon el anterior acuerdo (de 2004) de Argentina respecto de la deuda. Para la gente, lo que les tocó fue un “shock” de tarifas públicas de transporte, gas y electricidad, que llegó en algunos casos hasta el 500%, al mismo tiempo que frenaba los salarios para que no recuperaran su poder de compra.
Así, la esencia de la política económica macrista fue aplicar liberalizar la salida de capitales, favorecer a los especuladores internacionales y aplicar un ajustón contra el pueblo, al mismo tiempo que favorecía enormemente a los grandes exportadores de materias primas. Es decir, aplicó un paquetazo pro-empresarial similar pero mayor al que entre 2014 y 2016, entre fines del gobierno de Humala e inicios de PPK, se aplicó en el Perú, donde también hubo rebaja del impuesto a las ganancias empresariales (aunque no tan fuerte como en Argentina) y devolución de IGV a las mineras (que ahora se hace en sólo un día). En cuanto al modelo económico, Macri ha significado el regreso a un neoliberalismo con priorización de los exportadores de materias primas, similar al modelo peruano.
Como en el Perú, la derecha neoliberal dijo que con esas medidas se recuperaría la “confianza empresarial” y vendrían más inversiones; igual que en el Perú estas medidas no trajeron un aumento de las inversiones ni una recuperación económica. En Argentina las medidas fueron más duras y los efectos económicos peores. Luego de que Macri asumió la presidencia en diciembre 2015, al año siguiente el PBI se redujo 2,4 por ciento, caída que fue revertida el 2017 pero para seguir cayendo 2,5 por ciento el 2018 y otro 2 por ciento este año. La inflación fue 25 por ciento el 2017, 34 ciento el 2018 y según las proyecciones el FMI alcanzaría el 2019 la cifra de 44 por ciento, lo que otros países latinoamericanos acumulan en una década. La pobreza en su gobierno aumentó un 15% según la Universidad Católica Argentina UCA, siendo que Macri dijo al iniciar su gestión que por este indicador debía ser juzgado su gobierno.
EL FMI Y EL DÓLAR
Macri no se puede quejar de un congreso obstruccionista como Vizcarra, ha tenido mayoría para poder aprobar sus leyes. La oposición kirchnerista ha estado a la defensiva tras sustanciales denuncias de corrupción que alcanzan a la propia ex -presidenta Cristina Fernández. Macri inclusive logró en las elecciones parlamentarias intermedias en 2017 mantener esa mayoría.
El 2018 se hizo patente que la economía argentina no era sólida. Las medidas de Macri habían permitido que entraran capitales financieros, vendiendo con éxito bonos pagaderos en cien años. Pero entre los fondos buitre y fuerte la fuga de capitales argentinos, no acumularon muchas reservas. Cuando a inicios del año pasado la Reserva Federal de los EEUU empezó una subida de tasas de interés generando un movimiento mundial de capitales hacia ese país, los “mercados emergentes” sufrieron los efectos de la “corrida” al norte y un par de los más débiles enfrentaron crisis, Turquía y Argentina. Su situación era endeble. La abrupta salida de capitales generaba fuertes presiones al alza del tipo de cambio, devaluándose su moneda. Luego de algunos meses de enfrentar la salida de capitales vendiendo sus propias reservas para evitar una disparada mayor del dólar, Argentina recurrió al apoyo del FMI.
A diferencia de Turquía, la política económica argentina era “música celestial” para los oídos neoliberales del FMI, que decidió respaldar a Macri con el mayor préstamo nunca aprobado por esa institución. El FMI aprobó apoyarlo con 55 mil millones de dólares, una suma enorme. Era una apuesta arriesgada. Ahora el gobierno argentino ya despilfarró casi todo ese dinero y el muy probable ganador de las próximas elecciones, Alberto Fernández, ya ha dicho que renegociará esa deuda y no la pagará en las condiciones establecidas. Eso pasa cuando la ideología y los intereses empresariales de corto plazo predominan; lamentablemente quien debiera limpiar el desastre que es Christine Lagarde porque aprobó esos préstamos, ya dejó de ser directora-gerente del FMI para irse a presidir el banco central europeo.
PROBLEMAS IRRESUELTOS
Una mirada latinoamericana más amplia muestra algunos elementos comunes y varios países con problemas similares a los de Argentina. Casi todos los países de la región son exportadores de materias primas; unos mineros (Perú, Chile), otros petroleros o hidrocarburíferos (Bolivia Ecuador, Venezuela), otros agrícolas (Brasil, Argentina). Entre 2006 y 2013 hubo un boom de precios de materias primas, que gobiernos de izquierda aprovecharon para amplios programas de infraestructura y desarrollo social, lo que no pasó en el Perú tras la traición de Ollanta Humala. Luego, los precios internacionales cayeron.
El mayor problema es que ninguno, ni de izquierdas ni de derechas, trabajó desde temprano y con fuerza en diversificar su producción y cambiar su estructura productiva. Así que cuando cayeron los precios internacionales de las materias primas, todos salieron golpeados. Sin embargo, los que habían acumulado reservas internacionales y no se endeudaron, es decir guardaron “pan para mayo”, han tenido más espaldas financieras para enfrentar la crisis. Claramente no fue el caso de Venezuela, causa central de su tremenda crisis. Ecuador guardó algo y luego Correa consiguió préstamos que le permitieron mantener una fuerte inversión pública y un buen nivel de crecimiento; pero ahora su sucesor (y traidor) Lenin Moreno ha girado hacia el FMI y empieza a aplicar una política de ajuste que se viene recontra fea. Ellos tienen el agravante de que la dolarización les quita la posibilidad de que algún nivel de devaluación ayude a su competitividad y equilibrio. Evo Morales fue quien aplicó una política económica más precavida y acumuló más reservas, y gracias a eso ha podido invertir y crecer fuerte los últimos años, pero todo llega a su fin y Bolivia va a tener que hacer ajustes el próximo año.
En todos esos casos, no habiendo cambiado la estructura primario-exportadora, resulta muy difícil reequilibrar sus cuentas externas sin un shock que aumente la pobreza ni un esquema hipercontrolista que desordene la economía con mercados negros y carestía generalizada. Las respuestas no son fáciles, pero lo que la experiencia de Argentina con Macri deja claro una vez más es que el viejo esquema neoliberal de elevar ganancias empresariales esperando que vengan capitales para levantar la economía, no es la solución.
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