Nos vamos para el mes y medio de cuarentena y quién sabe si más. Los médicos, enfermeras y trabajadores de salud hacen un esfuerzo heroico por atender a pacientes altamente contagiosos, desde un sistema de salud en crisis al haber sufrido un acogotamiento presupuestal por décadas. Añade a la dificultad que el gobierno de los Estados Unidos, quienes antes nos vendían el discurso de la globalización como el remedio infalible para todos nuestros males, ahora violan las más elementales reglas del comercio internacional y secuestran cargamentos enteros de mascarillas y ventiladores. Encima siguen presentándose como los defensores de los derechos humanos ¡qué tal cuajo! Porque seamos claros: la consecuencia directa de los abusos de Trump será que miles de centro y sudamericanos, careciendo de equipos de protección y asistencia, enfermarán y morirán. Es duro pero es así. Agárrense que se viene un tsunami de enfermos graves y mortandad. Lávense las manos, usen mascarillas, salgan poco. Cuídense que la más fea está por llegar.
ECONOMIA DEL DÍA A DÍA
A pesar de la ominosa presencia de la muerte entre nosotros, el conseguir los alimentos para el día tras día domina nuestras preocupaciones cotidianas. La economía que la sostiene preocupa profundamente a muchísimos peruanos, a la enorme mayoría sin ninguna duda. Según una última encuesta, en el sector D constituido por los más pobres, el 53 por ciento ya no tiene ningún ingreso y otro 25 por ciento ha perdido casi todos sus ingresos; menos de una cuarta parte tiene algún respaldo. En el sector C, que en algún momento pudimos considerar que estaba saliendo de la pobreza, más de dos terceras partes ha perdido todos o casi todos sus ingresos, y hasta la clase media, que ya sabemos aquí no goza la comodidad de Europa, Chile o Argentina, más de la mitad está en esa situación.
La política de “focalizar” los 380 soles para que solo llegue a los pobres ha dejado fuera a millones de necesitados. No es sorpresa: el sistema SISFOH en el que se basa el padrón de beneficiarios es muy imperfecto y la información que lo alimenta es muy antigua, sirviendo de poco cuando esta crisis empobrece agudamente a millones. Además, los pequeños productores agrarios y los pobladores rurales siguen sin recibir ninguna ayuda del gobierno. La mayoría de esas familias completaban la olla con trabajos eventuales que ya desaparecieron, y en muchas localidades los camiones ya no llegan a recoger los productos o pagan mucho menos. Como eran ya pobres extremos antes de la crisis, para ellos perder un poco de ingresos es pasar a estar bajo la línea de flotación. Pero el gobierno los ignora a pesar de que ellos nos alimentan: 70 por ciento de nuestra comida la producen ellos.
Frente a esta situación, como escribí 3 semanas atrás, “la ayuda económica debe llegar a todos los trabajadores y no solo a un grupo minoritario”. ¿Porqué? Una llegada amplia a los informales es necesaria no solo por razones de solidaridad humana, sino también para asegurar que la cuarentena funcione: hay que evitar que la necesidad extrema los empuje a la calle ¿Se puede hacer? Sí, es fácil hacer un listado de ciudadanos que no reciben salario y darles el bono como se ha hecho con una minoría. Desde luego, apoyar a todos estos peruanos excluidos de la ayuda oficial se necesita presupuesto. Hay fondos para eso, ahora se los demuestro.
LA DESIGUAL POLÍTICA ECONÓMICA
Se ha aprobado ya la entrega de 30 mil millones de soles a los bancos, principalmente a los más grandes, para que ellos a su vez den crédito a las empresas. Pero esos préstamos van sobre todo a las más grandes empresas y a las trasnacionales. La propaganda dice que es para las pymes, pero del total que presta la banca privada apenas 1,4% va a microempresas y 6% a pequeñas empresas; a las corporaciones y grandes empresas les presta 7 veces más. El negocio para la banca privada es redondo: es plata prestada a tasa de 0,25 por ciento, casi cero, por la que ya se preparan a cobrar 8 o 10 por ciento, y son préstamos casi sin riesgo porque si alguien no les paga entre el 80% y el 98%, es decir casi todo el faltante, se los devuelve el MEF, así de regalo nomás, sin pedir nada a cambio, absolutamente nada.
Incluso el BCR de Julio Velarde ha insistido en que la garantía se eleve al 100% bajo el cuento de que sólo así la banca prestará rápido al no correr absolutamente ningún riesgo. Frente a esta propuesta, que dicen ha sido aceptada por el MEF, la pregunta que se cae de madura es: si vamos a regalar dinero a la gente prestando sin garantía real, ¿no sería mucho mejor que lo haga directamente el estado con un bono ciudadano que llegue a todos? ¿cuál es la ventaja de que tengamos como intermediarios a bancos angurrientos y que el dinero sea para grandes empresarios en vez de para la gente?
Hasta el momento, todos los presupuestos adicionales para la salud pública, los bonos de 380 soles y el reparto de alimentos de los municipios, no suman ni la décima parte de los 30,000 millones que recibirá la banca. Así que mientras el MEF retacea y amarretea los fondos para las grandes necesidades sociales e insiste en la “estricta focalización” para “no malgastar recursos”, cuando se trata de la banca y las grandes empresas ese discurso rápidamente se olvida y abre la billetera fiscal en grande.
Y hablando del apoyo que recibirán las grandes empresas ¿debiera el estado dar dinero a trasnacionales con fuertes espaldas financieras o entregar fondos a empresas domiciliadas en paraísos fiscales como Luxemburgo o Bermudas, y hacerlo sin condiciones? ¿no importa que despidan gente, que violen derechos laborales, que hagan tretas para eludir impuestos, que mantengan monopolios abusivos?
La verdad da cólera que luego de que el gobierno regalara la gigantesca suma de 30 mil millones de soles a los bancos y grandes empresas, la Confiep exija que le permitan despedir personal y el gobierno se los otorgue usando la figura de la “licencia sin goce”: sigues en mi planilla pero no te pago, sigues enganchado a la empresa mientras no ganas nada. Abuso total.
Debemos reconocer que esta es una emergencia y hay que salvar a las empresas. Pero salvar “el tejido empresarial” no implica regalar millones a los accionistas y dueños de las grandes empresas. Si el estado les da decenas de millones de soles de crédito barato que por décadas negó a las pymes, al agro y a los emprendedores, y además subsidia a las empresas con el 35% de su planilla, ¿no debiera pedirse una retribución económica, aunque esa venga después de la crisis? Hay además una distinción clave que hacer: una cosa son las empresas y otra son los millonarios dueños de varias de ellas. ¿Tenemos los peruanos que regalar dinero a Interbank cuando su dueño Carlos Rodríguez Pastor es billonario y tiene el monopolio de las boticas que ahora hacen más negocio que nunca? ¿No es este un tiempo para la solidaridad por parte de quienes han hecho enormes fortunas en el Perú en años anteriores, lo que podría hacerse mediante un impuesto a las riquezas?
Por cierto, este no es un asunto de capacidad personal de la ministra de economía, es una cuestión de orientación de política económica. Hay que decidir que es prioritario: ¿la gente o los grandes bancos y AFPs? ¿la salud pública o las ganancias empresariales? Recordemos que no estamos en tiempos normales, hoy lo que está en juego son VIDAS HUMANAS. O para ponerlo de otra manera: una política económica que niega recursos a la gente que lo necesita con urgencia mientras regala miles de millones a los ricos de siempre es, literalmente, la muerte. En lenguaje de salud pública, cuando el coronavirus SARS-CoV-2 se combina con el virus del neoliberalismo, se configura una co-morbilidad de alta letalidad. La política económica es la primera saboteadora del esfuerzo de salud pública contra el coronavirus, que hoy tiene liderazgos destacados.
OPORTUNIDADES DE CAMBIO
La crisis actual nos da dos oportunidades para cambiar las cosas. La primera es que la salud pública no puede volver a ser la cenicienta olvidada con apenas 2 por ciento del PBI de presupuesto, rotando ministros sin liderazgo cada seis meses, con empresas insalubres generando “casos McDonalds” diariamente, monopolios cobrando precios abusivos por las medicinas y sin política industrial en el sector. A quitar exoneraciones, terminar con la elusión en paraísos fiscales, cobrar deudas tributarias y poner un impuesto a las grandes fortunas, para así financiar un sistema de salud que merezca llamarse como tal.
La segunda es que la desigualdad tiene que ser enfrentada y ahora que las grandes empresas están obligadas a recurrir al apoyo del estado es el mejor momento para establecer nuevas reglas tributarias, de distribución de ingresos, de responsabilidad social, de transparencia y de gestión empresarial más democrática y abierta. Es el momento porque las grandes empresas nacionales, que siempre han tenido el poder económico de su lado, hoy necesitan apoyo del estado. Deben tenerlo, pero no sin cambios profundos.
El mundo capitalista enfrentó la crisis financiera de 2008/2009 entregando trillones a los bancos. Hicieron pocas reformas de fondo al sistema financiero y la desigualdad siguió creciendo con enormes costos sociales y políticos. Saquemos la lección y enfrentemos la emergencia defendiendo la vida y la economía de los peruanos, de tal manera que a la salida de esta situación tomemos u nuevo rumbo hacia mayor equidad y desarrollo social.
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