TIEMPOS EXCEPCIONALES EXIGEN NUEVAS IDEAS

Vivimos en tiempos que no son normales, y la cuarentena es el mejor reconocimiento de la excepcionalidad del momento. A pesar de eso en varias políticas públicas, ministros, tecnócratas y economistas neoliberales repiten las mismas recetas de siempre. El resultado previsible de esa flojera de pensar es que la terminan embarrando. Acá dos ejemplos críticos: la focalización de los bonos y los precios de las medicinas.

La focalización de los bonos

La idea de antes era que para ayudar a la gente pobre lo mejor era la focalización individual, con indicadores de la situación socioeconómica de cada familia y que, sobre esa base, se decidiera quién debiera recibir ayuda del gobierno y quién no. Suena bien, pero como dicen, el diablo está en los detalles: la “línea de pobreza” debiera decidirse de manera democrática y no sólo técnica, y un sistema así requiere un ejército de encuestadores, buena supervisión y monitoreo e incentivos adecuados para que la información sea de calidad. Incluso en tiempos normales, todos los días hay familias que se inician y otras que se desarman, trabajos que se consiguen y micronegocios que fallan, así que hay que estar continuamente actualizando la base de datos.  A pesar de la magnitud de la pobreza urbana, nunca se había aplicado focalización en gran escala en las ciudades en Perú; los datos urbanos del llamado “Sistema de focalización de hogares” (SISFOH) eran de hace 8 años. Pero la idea seguía ahí, fija, como si lo que era altamente deficiente hubiera estado funcionando bien.

No sólo eso: la epidemia del coronavirus hacía que ese mal sistema fuera totalmente inadecuado. En primer lugar, porque se necesitaba una respuesta urgente y no había tiempo para arreglar un aparato defectuoso. Pero, sobre todo, porque los sistemas de focalización individual tienen como punto de partida que las familias viven en condiciones que corresponden, más o menos, a sus ingresos, de tal manera que quien tiene una casa con piso y paredes sólidas, teléfono y refrigerador suele tener un sueldo o ingreso decente. Eso dejó de ser válido: la epidemia y la cuarentena han sido como un tsunami que se ha traído abajo empleos, negocios y subsistencias por millones, y que muchas familias hoy pueden tener casa y refrigerador pero no dinero con qué comprar alimentos, pagar la luz y asegurarse las medicinas. Así que la idea pre-existente de focalización individual, no funcionaba en las nuevas condiciones.

Había además otra falla esencial en un sistema de focalización individual en esta nueva situación de epidemia: que el problema de fondo no era individual sino público. Era evidente que todas esas familias con necesidad se verían forzadas a salir a la calle a ver cómo ganar algo de dinero, colaborando con la difusión del coronavirus: no se trataba pues solamente de un tema de individuos aislados a quienes ayudar sino de un esfuerzo colectivo contra la enfermedad. Negarle el bono a algunos necesitados conspiró, y sigue conspirando, contra la lucha nacional contra la pandemia.

¿Vale la pena seguir hablando de esto? Sí, porque la demora y exclusiones del nuevo Bono “Universal” Familiar indican que en el gobierno siguen pensando con el mismo “chip”, que no considera que la situación económica de millones cambió a gran velocidad y mantienen una lógica de familias aisladas y no de ciudadanía. Tratan de hacer lo mismo que antes, a escala más amplia y con una fórmula un poquito distinta, pero nada más, con lo que sólo han logrado que a dos meses y medio de cuarentena el gobierno haya llegado recién a la mitad de las 6 millones 700 mil  familias anunciada. Ahora Vizcarra dice que en un mes más se llegará a las 3 millones de familias que aún están fuera, lo que parece una mala broma cuando ni siquiera toman en cuenta que ya se van a acumular más de 3 meses con la economía parada. Que digan que los excluidos se pueden “registrar” en una hoja web es realmente macabro, porque no hay ningún mecanismo con la capacidad de verificar a quienes se aceptaría y a quienes no en esta coyuntura. Es probable que estén pensando que la actual “etapa 2” de la reactivación resolverá la pobreza masiva, cuando es evidente que el desempleo seguirá siendo masivo y que el principal efecto combinado de pobreza masiva y bono limitado es empujar a millones a la calle donde se enfermarán y enfermarán a otros.

¿Es esta focalización en la que se persiste solamente una “mala idea” aislada? No, es parte de una ideología más amplia, que considera que destinar presupuesto a la gente necesitada es “malgastar” el dinero fiscal mientras darle 60,000 millones a la banca y grandes empresas es un asunto sobre el cual no cabe preocuparse de que haya posibles desperdicios ni de focalización individual.

Es urgente que el gobierno tire a la basura todas esas ideas viejas, malas e inútiles, y asuma un Bono Universal que sustente a todos los ciudadanos peruanos durante esta larga cuarentena. Es esencial para poder retomar algún control y evitar que la epidemia se dispare las próximas semanas.

El “libre mercado” de medicinas

Cuando tras la epidemia se ha visto que diversas cadenas y farmacias han elevado sus precios exageradamente, nuevamente la Confiep y sus abogados nos dicen que lo mejor es el mercado “libre”, que un control sería muy negativo y que no se puede hacer. También en este caso olvidan que el sistema anterior no era tan bueno como lo pintan y que no vivimos tiempos “normales” sino en una emergencia.

Lo que se oculta es que desde antes de esta epidemia tenemos un monopolio dominante en las cadenas de boticas, que hay varios estudios demostrando que cobran precios abusivos, que ya Indecopi sancionó a esas cadenas por coludirse contra los consumidores aun antes de que el billonario Rodríguez Pastor monopolizara el sector y que el gobierno reaccionó limitada y tímidamente hace unos meses obligándolos a vender 35 medicamentos genéricos cuando según el ministerio de salud hay más de 900 medicamentos esenciales. Además, en el caso de los remedios no se trata de un mercado en el cual los consumidores podamos escoger, ya que estamos obligados a comprar los que nos dicen que debemos tomar. Incluso cuando un médico nos indica (sin base científica) que es mejor la medicina de marca que la genérica, nos resulta muy difícil discernir qué es lo mejor para nosotros: el lunes pasado un médico quería que tomara medicina de marca y pagara diez veces más aunque la receta eran dos medicamentos ampliamente usados y producidos como genéricos.

Más allá de que el mercado de medicinas en Perú ya funcionaba mal para los consumidores (aunque muy bien para los monopolios) y de que hace falta pensar cambios estructurales en la salud peruana reforzando el sistema público, la situación actual es extraordinaria y de emergencia. En condiciones de un mercado competitivo con buena información, los precios son buenos señalizadores, un alza indica a las empresas que deben elevar su producción y a los consumidores que nos convendría buscar otras alternativas. Pero en esta emergencia de salud pública eso no funciona para nada. En otras circunstancias y en mercados para otro tipo de cosas, uno podría decidir postergar la compra de un producto o buscar una alternativa, y si hubiera mucha demanda por algún bien se empezarían a producir más, pero ahora no funciona así. El remedio no lo puedo postergar porque el dolor lo tengo ahora, no se van a poner más plantas de fabricación de paracetamol solo porque hay más demanda durante unos meses y en cualquier caso eso no nos ayudaría en esta situación de emergencia.

Es cierto que si un control de precios no es bien calibrado puede generar problemas de colas y desabastecimiento en el mediano plazo. Pero nunca fue más actual la famosa frase de Keynes sobre que en el largo plazo todos estaremos muertos. Para quienes necesitan la medicina o el oxígeno, el momento es ahora, no mañana. Y si bien es difícil regular precios durante muchos meses, es bastante fácil hacerlo en el corto plazo: basta congelar los precios, o dicho con más precisión, prohibir un alza de precios por dos o tres meses. Eso no resolvería problemas de desabastecimiento o falta de oferta, como tampoco lo haría un alza de precios, pero sí frenaría el sufrimiento de mucha gente pobre que por falta de dinero no puede acceder a los remedios necesarios. Aunque un buen Bono Universal, serviría bastante también para este objetivo.