Los peruanos enfrentamos ahora dos enormes desastres: la epidemia del Covid-19 y el empobrecimiento masivo. Con la reactivación económica planteada por el gobierno el riesgo de que los enfermos y muertos por el coronavirus retomen una curva ascendente ha aumentado, siendo a mi juicio el principal riesgo los focos de contagio que existen en buses y micros.

Lo primordial sigue siendo, por eso, las medidas que debemos tomar para preservar la salud pública y nuestras propias vidas. Esta epidemia nos obliga a estar permanentemente revisando y mejorando nuestras prácticas de cuidado de acuerdo a los estudios internacionales; mientras se va mostrando que algunas no son tan importantes hay otras nuevas que resultan sustanciales.

Las mascarillas siguen siendo nuestra principal defensa, hay que usarlas bien tapándose la nariz y optar por unas de doble tela o las llamadas N95, sobre todo si vamos a usar el transporte público o ir a espacios cerrados con gente. Si algo me da esperanza de que la epidemia no se agrave, es el uso generalizado de las mascarillas entre los peruanos. Los protectores faciales, con esas micas delante de la cara, son importantes: el virus también entra por los ojos.

Los buses y micros, como todos los espacios pequeños cerrados con gente apiñada, son lugares de contagio. Allí la ventilación es clave, porque si fluye el aire, este se lleva y dispersa los virus. Por eso, lo que conviene para evitar enfermarnos del covid-19 es viajar con las ventanas bien abiertas. Esto va contra nuestra costumbre de tratar de evitar el frío y de nuestra creencia de que así frenamos gripes y bronquitis. Pero no es así, la razón por la que nos enfermamos más en invierno es porque al cerrar las ventanas, al haber menor circulación de aire los riesgos de contagio con virus son mayores. Lo que corresponde es optar por otra forma de evitar el frío: abrigarnos bien, ponernos doble chompa, usar bufanda y gorro o lo que más les acomode. Y al subirse al micro, pidan que bajen las ventanas, si van a tomar taxi hagan lo mismo y si lo piden por teléfono mejor insistan al conductor que baje las ventanas antes de llegar donde ustedes, así cualquier virus que pueda haber dejado un pasajero anterior se dispersará en el aire.

Recordemos finalmente que no podemos arriesgarnos a permitir que funcionen espectáculos masivos o actos religiosos, porque ya se sabe que es en este tipo de actividades donde el virus se difunde agresivamente.

HABLEMOS DE ECONOMÍA

Este fin de semana, habiendo pasado diez días desde el levantamiento de la cuarentena, tendremos ya algunas cifras para ver si la epidemia sigue bajando en Lima y a nivel nacional. Pongámonos primero en el caso de que los resultados sean positivos y los casos y fallecidos sigan bajando. Habrá entonces que acelerar la generación de empleos y de oportunidades económicas, que ahora son bastante reducidos, mediante un fuerte impulso a la demanda.

Tres herramientas centrales debiera desplegar el gobierno con ese fin. La primera es la entrega de un nuevo “Bono Universal”. Millones de familias lo necesitan: 760 soles para cuatro meses es una ridiculez. La primera experiencia demoró muchísimo, pero con esa base una segunda entrega puede hacerse en menos de una semana, mientras se sigue mejorando el sistema para llegar a los que faltan. Esta ayuda económica a las familias aliviaría mucho el hambre, reduciría las angustias económicas y permitiría recuperar la demanda, porque todo ese dinero será gastado rápidamente en los mercados. Hay plata para hacerlo, eso no lo pueden negar: los bonos entregados a las familias han costado 5 mil millones de soles mientras se está entregando 60 mil millones a bancos y empresas y el tesoro público tiene en cuentas bancarias 90 mil millones. 

La segunda es relanzar la inversión pública, algo que el gobierno ha llamado ahora “Arranca Perú”. La idea es buena, porque eso reactivaría la industria de materiales y crearía miles de empleos de construcción civil, obreros que gastarán sus salarios levantando los mercados. También es bueno que hayan incluido un programa de empleo temporal para pequeñas obras locales, que debiera ser mucho más ambicioso y amplio de lo que se ha anunciado y considerar más esfuerzos en ayudar a las familias empobrecidas enfermas. Mi principal preocupación sin embargo es que, como ha sucedido en otras ocasiones, la ejecución del programa se quede muy corta.

La tercera medida necesaria es aliviar las deudas a familias y facilitar financiamiento a empresas. Hemos tenido una primera ronda de 30 mil millones de soles de ReactivaPerú, algo que era necesario pero que ha tenido serios defectos al otorgar dinero a corruptos, reforzar la concentración del crédito en bancos basados en paraísos fiscales y dejar de lado a las pequeñas y microempresas. La segunda ronda de otros 30 mil millones de ReactivaPerú, ya en marcha, debiera girar hacia las pymes y el agro canalizando el dinero mediante las cajas y cooperativas que se dedican a ellos. También se necesita un refinanciamiento y rebaja de tasas de interés de los créditos hipotecarios y de consumo que ahogan a muchos peruanos que han perdido su empleo. Si el BCR y el gobierno pueden rescatar bancos y empresas con créditos a tasas del 1 por ciento anual, las personas en dificultad también deben tener un apoyo.

REORIENTACIONES NECESARIAS

¿Hay que reactivar la misma economía que teníamos antes de la epidemia? Ni podemos ni debemos. Hay dos cambios fundamentales que se tienen que plantear ahora.

Uno se refiere a los sectores económicos a priorizar. Necesitamos generar empleo de forma masiva y reforzar servicios esenciales que han estado ninguneados. La agricultura es el sector productivo que más trabajadores incorpora, miles de retornantes han regresado a sus pueblos de origen descongestionando un poco las ciudades, necesitamos alimentos para paliar el hambre y se acerca la temporada de siembra. No podemos seguir dejando a la agricultura sin apoyo real.  El crédito, las inversiones públicas y los programas de empleo temporal deben orientarse prioritariamente hacia allí.

A su vez, la educación y la salud son otros dos sectores a los que no se les ha dado la prioridad necesaria, que necesitamos más que nunca y donde podrían emplearse cientos de miles de personas.

El segundo cambio importante es establecer una mejor relación entre el estado y el mercado. Se ha hecho patente que en varios servicios el neoliberalismo nos ha pasado una factura elevada en términos de enfermedad y empobrecimiento. Pongo algunos ejemplos. Empiezo por el mercado de la salud privada, en el que hemos visto con indignación como el oxígeno está controlado por dos empresas extremadamente abusivas y como en las farmacias dominadas por el monopolio de Intercorp algunos genéricos desaparecieron quedando sólo los remedios más caros. Las clínicas privadas pasan facturas de medio millón por los casos de Covid-19 y cobran el paracetamol a más de 100 soles, rehusándose a contratar con el estado a un precio justo. Una regulación inteligente de los mercados en salud es urgente.

Sigo con la industria y la innovación: la epidemia nos agarró con muy bajas capacidades de producir medicamentos, pruebas de laboratorio, equipos de protección personal y ventiladores. En varios de estos temas se han producido avances importantes, con varios esfuerzos innovadores para producir ventiladores, algunos de los cuales ya están funcionando. Pero han tenido que pasar cuatro meses, y sería una tontería desperdiciar el esfuerzo desplegado y permitir que sea flor de sólo un día. Una política reforzada y mejorada de innovación e industrialización es indispensable.

Finalmente, nuestro reto más urgente hoy es el transporte público. El “libre mercado” implantado por el fujimorismo y reforzado por Castañeda Lossio, nos ha traído a esta situación desastrosa, donde los micros son la única opción diaria para cientos de miles de peruanos que deben viajar apiñados por largo rato. En lo inmediato se debe regular las horas de entrada y salida del trabajo de diversas industrias para reducir las congestiones en horas de punta. Atender de fondo este problema requiere enfrentarlo desde un sistema de transporte urbano y una planificación de las ciudades. Hay que darle un adiós definitivo al neoliberalismo en las ciudades, donde los espacios públicos son vitales y escasos.

PLAN B

Las medidas de cuidado personal y una respuesta rápida a los problemas del transporte urbano son indispensables para evitar un rebrote del Covid-19. Pero la verdad es que nos enfrentamos a una epidemia de pronóstico reservado. Hay que mantenerse alerta y seguir con esperanza, pero también prepararse para lo peor. Lamentablemente, como lo muestra la experiencia reciente de los Estados Unidos, un rebote fuerte de la epidemia no puede descartarse.

Eso significa que debemos tener un Plan B, una respuesta preparada si las cosas empeoran. Esto es una estrategia básica de gestión de riesgos: estar siempre listos.  Esperemos que el gobierno así lo esté entendiendo. Vaya igualmente este consejo, como de un conejo, para quienes amablemente nos leen.