En medio de escándalos políticos, la salud y la macroeconomía muestran señales de rápida mejoría. ¿Es esta una figura completa de lo que pasa? ¿Será duradero? A responder esas dos preguntas se orienta este artículo.

Veamos primero los datos conocidos. Si vemos los datos oficiales de muertos acumulados por Covid, mantenemos el primer puesto mundial con más de mil muertos por millón, un 40 por ciento encima de nuestros vecinos Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador y casi el doble que Argentina. La mortalidad adicional que hemos tenido durante la pandemia es de 80 mil fallecidos según el Sistema Nacional de Defunciones (aunque la cifra estaría algo exagerada debido al subregistro previo). El costo humano ha sido espantoso.  El daño económico ha sido también brutal, con el PBI cayendo hasta 40 por ciento en los primeros meses de cuarentena y el empleo en Lima reduciéndose a la mitad.

Pero la epidemia ha bajado mucho en intensidad. Hace dos meses fallecían en exceso 700 personas diarias, ahora son 100, y quizás sean menos si se ha mejorado el registro en relación al año pasado como parece probable. En la enorme mayoría de regiones del Perú, en toda la sierra, la selva y el sur, la mortalidad por Covid prácticamente ha desaparecido y la ocupación de camas hospitalarias se ha reducido enormemente. En Lima hay ya más de 100 camas UCI disponibles y a nivel nacional hay más de 450. La reducción de los contagios, hospitalizaciones y fallecidos por Covid es rápida y persistente en los últimos dos meses.

Por el lado de la economía, el PBI que era casi menos 40% en abril pasó a menos 9 en agosto, pero diversos indicios señalan que ha seguido una rápida recuperación. La producción de electricidad, por ejemplo, que responde estrechamente a la demanda de minas e industrias, en la primera quincena de octubre ya ha sido superior a la del año pasado. Las perspectivas de los precios de los metales son buenas considerando que la economía china creció en el tercer trimestre en 5 por ciento, muy por encima de lo esperado. Las ventas de cemento en setiembre ya estuvieron un 7% al 10% por encima del año anterior, indicando una fuerte recuperación de la construcción.  Para los principales grupos monopólicos y grandes empresas, las cosas van muy bien.

Pero esta no es toda la verdad. En contraposición, los datos de empleo e ingresos salen con bastante retraso pero el último dato de julio-agosto-setiembre indica que en Lima hay casi 1 millón y medio menos de trabajadores “adecuadamente empleados”, 47 por ciento menos que hace un año. Entre quienes mantienen un trabajo, el ingreso promedio de un trabajador con educación primaria ha caído de 1040 a 840 soles mensuales, y de alguien con secundaria, de 1,300 a apenas 1,020 mensuales. La economía de muchísimas familias está lejos de haberse recuperado, muy lejos. La perspectiva no es buena porque el turismo que de manera directa e indirecta genera 1 millón 300 mil empleos no se ha recuperado ni lo hará en muchos meses, lo que es un peso muerto grande de desempleo y baja de demanda que dificulta la reactivación.

¿SERÁ SOSTENIBLE O VIENE UNA SEGUNDA OLA?

La pregunta fundamental, desde luego, es si esta mejora será sostenible o si habrá una segunda ola del Covid. Esta es la cuestión principal, porque lo que muestra la experiencia internacional (y diversas investigaciones hasta del FMI) es que la reactivación de la economía depende en primer lugar de la fuerza de la epidemia: si hay una segunda ola la economía se detendrá, como ha pasado en Europa, pero si el Covid sigue bajo control como en China, la economía puede recuperarse con las políticas adecuadas. El problema es uno de demanda: con epidemia el consumo y la inversión se caen y con ellos la economía, y por eso se necesita de impulso fiscal y monetario.

Hay que insistir, sin embargo, que el Perú no es ni China ni Europa o Estados Unidos. Tenemos que entender lo que está pasando en nuestro país para poder proyectar los riesgos y las posibilidades. En Estados Unidos, la tozudez de Trump y los ultraliberales reaccionarios anti-mascarillas han generado que la pandemia vaya saltando entre estados generando gran mortalidad, ahora con la llegada del frío parece estarse iniciando una letal tercera ola. En Europa la primera ola fue controlada gracias a cuarentenas y medidas de distanciamiento fuertes y respetadas, con la ayuda crucial del verano, pero se descuidaron totalmente con viajes de vacaciones, fiestas y bares llenos de gente sin mascarillas, y ahora que la temperatura y las horas de sol bajan hay una fuerte segunda ola. Sin embargo, ahora la mortalidad por Covid en Europa es la décima parte que en la primera ola, por dos razones: antes había muchísimos casos no registrados y se aplican tratamientos hospitalarios más eficaces.

En el Perú ¿la caída en el número de contagios y muertes a que se deben? Ojo que quien no entiende el pasado y presente, carece de bases para proyectar el futuro y es presa fácil de sus miedos y prejuicios. El gobierno dice que hay mucho mejor respuesta que en julio, pero sigue habiendo condiciones que favorecen el contagio como un transporte público congestionado lleno de pequeñas combis, y aunque los mercados han mejorado, ahora se ve a la gente más relajada en el uso de mascarillas y el distanciamiento. La otra posibilidad es que se trate de una “inmunidad de rebaño”, al menos parcial. Discutir esta hipótesis para el Perú no guarda relación alguna con una polémica internacional que hay ahora sobre el tema referida a países que tienen todavía bajos niveles de contagio y mortalidad acumuladas, y entre quienes se rechaza que esta “inmunidad de rebaño” puede ser un objetivo de la política, mientras acá ésta sería el resultado indeseado de un desastre nacional ya ocurrido. Son dos cosas muy pero muy distintas y que no deben confundirse; una cosa es Europa y otra el Perú, una situación es la de principios de año y otra la que tenemos ahora, un asunto es proponer que se busque “inmunidad de rebaño” y otra no haberla querido pero entender que más allá de nuestros deseos esa podría ser la realidad.

Si tuviéramos cierta “inmunidad de rebaño”, el problema es que no hay ninguna seguridad de cuánto duran esas respuestas de nuestros cuerpos para defenderse del Covid. Hay pocos estudios a nivel internacional y no se puede arribar a conclusiones firmes, siendo posible que muchas personas pierdan la inmunidad en 6 a 12 meses. Bajo ese supuesto, si el pico de los contagios fue entre junio y julio, como parece, una segunda ola nos amenazaría en el primer o segundo trimestre del próximo año. Nada de esto es seguro, por supuesto; el sustento es pobre porque lo que sabemos del Covid sigue siendo muy poco. En los meses que vienen, el verano nos ayudará. Aún no está claro por qué, pero la experiencia europea muestra claramente que el contagio se reduce en verano; la mayor ventilación de nuestros espacios (en casa, trabajo y transporte) es una razón, pero se estudian otras como un posible efecto de protección de la vitamina D, producida por nuestros cuerpos con la exposición al sol.

¿QUÉ HACER? VENTILACIÓN, VENTILACIÓN, VENTILACIÓN

Vale la pena repasar lo que sabemos de este coronavirus SARS-CoV-2: se propaga de varias maneras, incluyendo las superficies y el desagüe, pero lo más importante es la trasmisión aérea. Este virus se propaga tanto porque está en lo que llaman “aerosoles”, partículas diminutas que pueden permanecer muchas horas flotando en espacios cerrados. Por eso la gran importancia de la ventilación; si un cuarto o un carro se ventilan y el aire circula, los virus se dispersan. Estar largo tiempo en espacios cerrados donde hay muchas personas es altamente peligroso, sobre todo si esas personas gritan, cantan o hablan, como en fiestas, iglesias o restaurantes. Es riesgoso ir en avión y mucho más un bus interprovincial por las muchas horas encerrados (abrir las ventanillas al máximo es recomendable en este caso). Al mismo tiempo, hay otras cosas que podemos hacer sin tanto riesgo, como salir a caminar, ir en bicicleta, pasear en parques y gozar espacios abiertos, manteniendo la distancia con los demás y usando mascarilla, todas actividades menos riesgosas que estar comprando en el interior de una tienda.

Debemos seguir cuidándonos con las mascarillas y protectores, y manteniendo distancias. Lo nuevo: en sus casas, trabajos y transportes, abran ventanas lo más posible. Fiestas e iglesias deben seguir cerradas. Los restaurantes deben aprovechar la mejora del clima para sacar las mesas afuera, lo que debe ser facilitado por los municipios; la atención en interiores debe seguir con aforos muy reducidos. Todos los restaurantes, tiendas y locales de atención deben tener ventiladores que circulen el aire hacia afuera, y los taxis y transporte público ir con todas las ventanas bien abiertas.

Evitar una segunda ola, sin embargo, dependerá mucho de que tengamos un buen sistema de pruebas, aislamiento de contagiados y seguimiento de contactos. La vacuna podría salvarnos, pero es improbable que tengamos 30 millones de dosis para el Perú en menos de un año. La buena noticia es que ya se pueden comprar pruebas moleculares y nuestra capacidad de aplicarlas se ha ampliado, y que están saliendo nuevas pruebas, más baratas y fáciles de aplicar, a nivel internacional. Con un número de contagios muy reducido, ahora sí empieza a hacerse viable tener un sistema de pruebas y seguimiento con el alcance suficiente, que debe complementarse con ayudas económicas para incentivar a la gente a tomarse las pruebas y aislarse de resultar positivos. En la economía, ayudar a la gente y a la reactivación requiere una política clave: un Bono, rápido, repetido y bien diseñado.