La pandemia del Covid nos agarró con un sistema de salud sumamente débil. El Perú tenía 0.82 médicos por cada mil habitantes, Argentina cinco veces más (3.99), Chile seis veces más (5.18), Colombia cuatro y media veces más (3.84). También en camas hospitalarias, estamos a la cola en la región, y ni hablar en UCIs y ventiladores, rubros en los cuales esos países vecinos tenían diez y veinte veces más que el nuestro. No cabe duda que la escasez de equipos y recursos humanos en salud ha sido la mayor causante de que, con 220 mil fallecidos, tengamos el triste récord de ser el país del mundo con mayor mortalidad Covid per cápita (entre los países con más de un millón de habitantes), duplicando o triplicando a países vecinos como Chile o Colombia.

Partiendo de esta base tan endeble, en la pandemia se han hecho esfuerzos extraordinarios, empezando por la gran dedicación de una enorme mayoría de profesionales y trabajadores públicos de salud. En términos de presupuesto, el 2020 que empezó la pandemia se destinaron recursos especiales a la atención del Covid, gastándose 5 mil 800 millones de soles en mejorar los servicios de salud, 800 millones en traslados de emergencia y 920 millones en bonificaciones especiales al personal de salud. Sin embargo, ese año que fue cuando tuvimos una fuerte cuarentena, más dinero aún se destinó a bonos para las familias: 12 mil 800 millones de soles. El 2021, ante la necesidad de comprar vacunas y redoblar esfuerzos, el gasto especial por Covid en servicios de salud fue de 12 mil 300 millones de soles y hubo otros 720 millones en apoyo de bonificaciones al personal de salud. Aunque el año pasado también hubo bonos para las familias, estos ya fueron menores que el apoyo a salud; esos bonos sumaron 7 mil 800 millones de soles, de los cuales 2 mil 700 millones en el primer semestre durante la gestión de Sagasti y Waldo Mendoza (bono de 600 soles a regiones más afectadas) y algo más de 5 mil 85 millones durante mi gestión como ministro (bono Yanapay).

Este año el apoyo presupuestal al sector salud sigue. El 2019, antes de la pandemia, el presupuesto final (llamado PIM o Presupuesto Institucional Modificado) fue de 20 mil 890 millones para la función salud, lo que incluye Ministerio de Salud, SIS, INS, gobiernos regionales y municipalidades. Ese presupuesto subió a 27 mil 500 millones el 2020, un aumento bien fuerte del 32 por ciento, totalmente justificado por la pandemia. El 2021 lo aumentamos aún más; se partió de un presupuesto inicial de 20 mil 990 millones que subió hasta llegar a un presupuesto final de 31 mil 65 millones, del cual el sector salud y las regiones y municipios sólo llegaron a gastar 27 mil millones. Para este año 2022 ya hay un presupuesto de 28 mil 800 millones de soles, pero sólo se ha gastado la mitad, cuando ya estamos por terminar el octavo mes del año. Y eso, a pesar de que se han renovado los contratos CAS-Covid, que ahora pasarán a ser CAS permanentes. Al ministerio de salud le quedan sobrando 7 mil millones de soles. ¿Quién es responsable? Como se sabe, el doctor Hernando Cevallos dirigió exitosamente el sector logrando una gran campaña de vacunación que nos salvó de tener una tercera ola de Covid con alta mortalidad, a pesar de lo cual desde inicios de año la dirección de ese ministerio está a cargo de militantes cerronistas. Siendo el propio Vladimir Cerrón un médico, es evidente que esa designación corresponde a una exigencia del jefe del partido Perú Libre.

PRESUPUESTO DEBE ORIENTARSE A SALUD PRIMARIA

En la comunidad de la salud pública, hay un consenso desde hace varios años en reforzar la atención primaria de la salud. Junto a políticas de promoción y prevención basadas en fuertes campañas comunicacionales y una buena regulación de alimentos chatarra, cigarrillos y otros productos que generan riesgo para la salud, es urgente fortalecer una red de centros de salud de amplia cobertura nacional. Esta deber ser una misión fundamental de nuestra nación para los próximos años. Una red primaria de atención de salud bien constituida y abastecida puede atender adecuadamente el 80 por ciento de las necesidades de salud; el problema en el Perú es que los centros de salud tienen poco personal, carecen de especialidades, su abastecimiento de medicamentos es deficiente, tienen escaso equipamiento con tecnologías de bajo costo como ecografías o laboratorios básicos y no aprovechan las potencialidades del internet. Resolviendo estos problemas, podemos constituir una red de policlínicos modernos y tener una mucho mejor atención de salud a un costo mucho menor, solución muy superior a la de simplemente multiplicar hospitales. Estando los servicios de salud más cerca de la gente, se puede tener un modelo de atención donde las comunidades participen y las familias sean visitadas por médicos, enfermeras y equipos de salud. Eso es muy importante porque, pasada la urgencia de la pandemia, hay que recordar que hoy predominan en el Perú enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes o lumbalgias discapacitantes, o problemas como la malnutrición y la anemia, frente a las cuales es fundamental que haya continuidad en su tratamiento y control, algo que sólo puede hacerse desde centros de salud cercanos a la población asentada en los distritos y territorios.

Una de las grandes barreras para lograr esa transformación ha sido el presupuesto. Con un gasto en salud de apenas 3 por ciento del PBI, realmente miserable, no había casi margen para un esfuerzo de este tipo. Hoy sí la hay, aunque se necesita una mayor recaudación tributaria para asegurar que el apoyo presupuestal a salud se amplíe y sea sostenible en el tiempo. En lo inmediato es urgente una buena gestión para, con mirada estratégica, orientar los recursos disponibles a una nueva misión, que debe ser el relanzamiento de la salud primaria integral.

Podría pensarse que este problema es obvio para el verdadero mandamás en el ministerio de salud, Vladimir Cerrón, educado en Cuba, admirador declarado de su régimen político y su sistema de salud basado en atención primaria. Pero en realidad el “cubanismo” de Cerrón es a su medida y conveniencia. Por ejemplo, el sistema de salud cubano ha logrado reducir la mortalidad materna atendiendo de manera gratuita a toda mujer que solicite un aborto desde 1965, pero ahora Cerrón coincide con sectores conservadores y fujimoristas buscando limitar el derecho de las mujeres a decidir sobre su salud sexual y reproductiva. De igual manera, Cerrón está bien calladito frente al nuevo Código de la Familia de Cuba que legaliza el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, derecho social que a él le parece “caviar”. No debe extrañar tanto por eso que ahora, cuando hay presupuesto adicional para combatir el cáncer, menos del 1 por ciento se destine a prevención y promoción, que es lo más efectivo y resulta esencial para una estrategia de atención primaria de la salud. 

PRESUPUESTO Y LIDERAZGO

Estando en vísperas de la presentación del Presupuesto 2023, me imagino el difícil dilema del ministerio de economía y finanzas. Por un lado, la obvia necesidad de seguir apoyando al sector salud, luego de que el Covid nos aventara en la cara el tremendo error que cometimos como país al no darle la prioridad correspondiente. Por otro lado ¿para qué asignar más recursos presupuestales, que siempre son escasos, cuando el sector no tiene rumbo y este año le van a sobrar varios miles de millones sin gastar?

En salud necesitamos dos cosas: presupuesto sostenido y liderazgo con visión estratégica. Se logró con la vacunación. Ahora se necesita para esta nueva misión de relanzar la atención primaria en salud.