Aunque a menudo pensamos que el crecimiento peruano depende sobre todo de lo que haga el gobierno, lo cierto es que somos fuertemente dependientes de la economía global. Hace un par de meses resaltaba los grandes problemas y riesgos que la evolución de la economía mundial traía para el Perú. La guerra de Rusia contra Ucrania trajo un fuerte golpe inflacionario con el alza de precios internacionales del petróleo, trigo, aceite y maíz que importamos. A su vez, la Reserva Federal, el BCR gringo, había anunciado que respondería a la inflación subiendo las tasas de interés de manera rápida, como efectivamente ha venido haciendo, y seguirá según lo anunciado en su reciente reunión anual de Jackson Hole. Esa política genera grandes olas financieras que alcanzan a todo el planeta y generó amenazas muy preocupantes de un frenazo económico. Pero el mundo sigue cambiando semana tras semana y hay variables económicas claves que deben analizarse si queremos entender lo que pasa en nuestro país.
INFLACIÓN MUNDIAL
Precios claves que empujaron hacia arriba la inflación mundial y peruana, han retrocedido. El petróleo subió de 72 dólares el barril en diciembre 2021 a 109 en marzo, bajó estos últimos meses hasta 95. El precio de los combustibles fue un gran factor inflacionario, muy parcialmente contenido en el Perú mediante el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles. La solución de fondo es reducir nuestra dependencia energética aprovechando nuestro gas natural, que tenemos abundante, y hacer que sea esa la fuente que mueve nuestra producción y transporte en vez de la gasolina o diesel. Pedro Casillo en la segunda vuelta electoral presentó el llamado Plan Bicentenario que ofrece “Relanzar la construcción del gasoducto sur peruano. Construir una Red Nacional de Gasoductos. La masificación del gas debe ser una política de Estado; fortaleciéndose la gestión de empresa pública, regulando una política de subsidios por destino y uso: domiciliario, industrial, otros, favoreciendo la rentabilidad social del recurso”, pero luego de que en el gabinete dirigido por Myrtha Vásquez hiciéramos un plan para la masificación del gas, el avance a la fecha ha sido nulo.
Más allá de las reformas de fondo que se necesitan, en la coyuntura la reducción del precio internacional de petróleo es buena noticia en la lucha contra la inflación. De importancia en este mismo frente son los precios del trigo para hacer harina, pan y fideos, de los aceites y del maíz (que es la base de la alimentación del pollo). Estos productos vienen mayoritariamente del exterior y sus precios, luego de un pico muy alto, han venido bajando. Por ejemplo, el trigo que a julio 2021 estaba en 264 dólares la tonelada, subió a 367 en enero y llegó hasta 532 en mayo, pero desde entonces ha estado a la baja y la semana pasada estaba en 384. Rusia y Ucrania son grandes productores mundiales de trigo, maíz y aceite, productos que salen por sus puertos en el Mar Negro que estuvieron cerrados por la guerra, pero ya se logró un compromiso para reestablecer el comercio por esa zona sin que los barcos vayan a ser atacados por las armadas en conflicto.
El dólar es otra variable crítica a observar. Al final de mi gestión en el MEF, en enero lo dejamos en 3,84, precio similar al de junio 2021, y luego ha subido y bajado alrededor de ese nivel. Eso muestra que las alzas del segundo semestre del año pasado no tenían fundamentos reales y que pudieron ser controladas por una intervención adecuada del BCR. Los fundamentos del sol son nuestras sólidas cuentas fiscales y la positiva balanza comercial, ambas apoyadas porque el cobre y el zinc que exportamos siguen a muy buen precio, lo que nos recuerda que podríamos captar una mayor porción de esa riqueza minera para destinarla a la salud y educación públicas sin que por eso las grandes empresas mineras dejen de ser muy rentables.
Ojo que respecto a las demás monedas, como el euro, el yen, el peso chileno o el peso colombiano, el sol peruano se ha revaluado, está más fuerte. Por ejemplo, en junio de año pasado se necesitaban 4.71 soles para comprar un euro, en enero bastaban 4.40 y ahora 3.95, y algo similar pasa con el sol respecto de las otras monedas de países desarrollados y latinoamericanas. Lamentablemente eso ayuda poco en un contexto inflacionario mundial que afecta a toda nuestra canasta de consumo y de insumos productivos importados.
FINANZAS Y COMERCIO MUNDIAL
En el mundo financieramente globalizado de hoy tienen mucho peso las tendencias del movimiento de capitales de alcance mundial. La cuestión entonces es, entre los trillones de dólares que los grandes inversionistas de EEUU y Europa mueven por el mundo anualmente ¿qué sucede con los países emergentes y el Perú? El alza de la tasa de interés en Estados Unidos ha afectado estos flujos financieros globales. Dejando aparte el caso excepcional de China, las estadísticas muestran que los capitales internacionales aún están comprando bonos gubernamentales, pero están vendiendo las acciones de empresas privadas en países emergentes. En nuestro caso, los bonos peruanos tienen además un fuerte sustento en nuestro bajo nivel de endeudamiento y los más de 124 mil millones de activos financieros (14,3 % del PBI, 35 mil millones adicionales en el 2021) que dejamos en la caja del MEF. En la bolsa de valores, según los datos oficiales del BCR pasamos de captar 350 millones de dólares de inversiones netas del exterior en el segundo semestre del año pasado, a perder la misma cantidad en el primer semestre de este año. Si sumamos las otras formas de inversión y préstamos privados, el flujo total de capitales del exterior durante el segundo semestre del 2021 fue positivo en 5 mil 900 millones de dólares, desmintiendo la campaña de los amigotes de la Confiep contra nuestras propuestas de reforma tributaria que según ellos desalentaba la inversión privada.
En el lado comercial, hay buenas noticias. A pesar de que el crecimiento económico mundial se ha ido para abajo, las materias primas mantienen un buen precio; un susto que tuvimos de caída del cobre duró poco, recuperándose encima de los 3 dólares 65. Además, las tensiones EEUU-China han abierto espacio a las exportaciones industriales sudamericanas. Sin destacar respecto a nuestros vecinos, el año pasado nuestras exportaciones industriales crecieron 40 por ciento frente al 2020 y fueron 12 por ciento más que el nivel pre-pandemia del 2019. Estamos hablando de 900 millones de dólares adicionales, casi 0,5% del PBI total solo en este rubro. En el primer semestre de este año, estas exportaciones, principalmente de productos químicos, sidero-metalúrgicos y textiles, han crecido encima de 30 por ciento. Este crecimiento exportador ha sido un factor primordial para que nuestra Industria no primaria haya crecido 7,2 por ciento en el segundo trimestre de este año, siendo así el sostén, junto al regreso del turismo y los restaurantes, del crecimiento de 3,3 por ciento en un periodo en el que tuvimos minas paradas.
En resumen, aunque hemos pasado malos momentos, el contexto internacional no significa hoy una tormenta en nuestra contra. Los precios internacionales han mejorado y tenemos un buen escenario comercial. La clave ahora está en aprovechar las oportunidades abiertas y complementarlas con una política económica que reactive el mercado interno y asegure que el crecimiento se convierta en mejores empleos, salarios y servicios básicos para las mayorías.
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