Estamos en medio de una muy fuerte recesión donde el sector más afectado es la industria, pero la atención económica de estas semanas se ha centrado en la minería. La principal reunión anual del gremio minero, Perumin, motivó protestas de la población en Arequipa. Fue también oportunidad para que el gobierno diera mensajes contradictorios; mientras el ministro de energía y minas anunciaba que el proyecto Tía María se iniciaría el premier Otárola negaba que estuviera en la agenda del gobierno al tiempo que decía que “no le temblaría la mano”, como diciendo que a las decenas de muertos de las que él es responsable podrían añadirles varias más. El “broche de oro” de este momento minero han sido las declaraciones del presidente de Sothern, gran empresa productora de cobre en la costa sur y propietario de Tía María, diciendo que si el proyecto Tía María no está en la agenda del gobierno, “pues habrá que cambiar de gobierno”. Aunque concuerdo que nos convendría que se vaya el actual gobierno, viniendo esas palabras de alguien que no es ciudadano peruano, semejante intromisión en los asuntos internos del Perú me parece de una insolencia francamente inaceptable. La ultraderecha que se muestra indignada cuando organismos internacionales de derechos humanos, de quienes soberanamente hemos decidido formar parte, se pronuncian sobre las masacres de este gobierno, por supuesto que no dicen ni pío frente a esta declaración que es realmente una afrenta a nuestra soberanía.
Centrémonos sin embargo en la actual situación económica y en los asuntos que debieran ser principales en su discusión, empezando por algunos datos básicos. El PBI ha caído -1,3 por ciento en julio, acumulando en el año una retracción del -0,6 por ciento. Pero el desempeño ha sido sumamente desigual y esos datos, que son una suma de toda la economía, promedian resultados abismalmente distintos entre minería e industria. Entre enero y julio la producción minera metálica ha aumentado en 12 por ciento, fundamentalmente gracias a la entrada en plena operación de la mina Quellaveco en el segundo semestre del año pasado, de tal manera que ese crecimiento no puede adjudicarse al actual gobierno. Quellaveco produjo entre enero y julio de este año 168 TMF (toneladas de contenido fino de cobre) mientras los mismos meses del año pasado aún no producía nada significativo; sin esa mina el crecimiento de la minería este año sería sólo de entre 2 y 3 por ciento y el PBI global sería 0,8 por ciento menos que lo estimado, de tal manera que la caída del primer semestre sería el doble de la registrada. En suma, si se ven las cifras con mayor detalle el resultado económico que tiene el gobierno Dina-Otarola-Congreso es desastroso.
Esta conclusión resulta aún más nítida cuando se analiza lo que le ha pasado a la industria este año. Los datos más recientes indican que la manufactura no primaria, es decir la dedicada al mercado interno y no aquella de refinación de metales u otras materias primas para la exportación, cayó en -6,6 el primer trimestre, -8,8 el segundo trimestre y -12,2 en julio; lo que indica una recesión fuertísima y que se ha venido agravando. Una primera conclusión que se obtiene de ver estas cifras junto con las de la minería, es que la minería no “jala” a la industria; puede haber crecimiento minero y recesión industrial al mismo tiempo, incuso en las magnitudes elevadas, de dos cifras en ambos casos. Durante nuestra gestión en el MEF y coordinando estrechamente con el sector industrial, instalamos una Mesa Ejecutiva para promover una mayor articulación entre ambos sectores, buscando en particular que la minería le compre insumos – alimentos, equipos personales, insumos diversos, maquinaria – a la industria nacional, lo que nos permitiría un mayor crecimiento. Países como Australia y Chile han sido exitosos en esa promoción industrial; lamentablemente este esfuerzo ha sido abandonado por el estado aunque hay innovadoras industrias privadas que persisten en avanzar por este camino.
La caída de la industria peruana es generalizada. La producción de consumo masivo se ha reducido en 5 por ciento y la de insumos ha caído en 13 por ciento. De los 16 rubros dedicados al consumo masivo interno, todos ellos producen menos ahora que el año pasado, siendo los mayores retrocesos (en 16 por ciento) en la producción de aceites, de fideos y de artículos de papel y cartón. Entre los insumos los rubros más afectados son el procesamiento de madera (36 por ciento menos) y, en medio de una crisis agrícola, los fertilizantes y plaguicidas (22 por ciento menos); pero todos los 15 rubros de producción de insumos están en rojo. La producción de ropa que se hace tanto para vender acá (lo poco que le permite la invasión de productos asiáticos) como para exportar ha caído 22 por ciento. Debido a la caída fuerte que también ha tenido la construcción, la producción industrial de cemento ha caído 12 por ciento. Esta situación hace que las fábricas estén manteniendo parte de tiempo sus máquinas paradas, hayan reducido personal contratado mediante ´services´ o tercerización, eliminado turnos y cortado horas extras si las tenían. ¿Por qué las industrias han recortado su ritmo de producción? No es porque ya no sea negocio producir, es porque sus ventas han caído fuertemente; las empresas han terminado con 50% más productos en sus almacenes y su demanda está mucho más baja que lo esperado, según lo indica la encuesta de “expectativas macroeconómicas” que mensualmente hace el BCR a los empresarios. En esas condiciones, con máquinas paradas y productos sin vender, ¿por qué debiera sorprender que muchas industrias posterguen sus proyectos de inversión?
La causa de la recesión industrial, de la construcción y de muchos servicios, está clarísimo, es que la demanda interna se ha reducido dramáticamente este año. La caída del consumo, que arrastra al sector de insumos, se debe al deterioro de los salarios reales. Los datos más recientes, comparando el segundo trimestre de este año con el del año anterior, indican que los trabajadores formales han perdido 5 por ciento de su capacidad de compra, una reducción bastante fuerte considerando que tras la pandemia apenas habíamos logrado recuperar totalmente el valor real de estos salarios en noviembre del 2021. Esta caída de los salarios reales es producto de la inflación, de que se mantiene una remuneración mínima vital (RMV) congelada y de una política neoliberal que impide cualquier reclamo laboral bajo la amenaza de despido del trabajador.
El actual gobierno ha llevado a un empobrecimiento tal que, según la última encuesta del IEP, si en junio del año pasado el 44 por ciento de hogares pasaban algunos días sin alimentos, esa cifra era 46 por ciento en junio 2023 y ahora es 57 por ciento; es decir, 4 millones más de peruanos hambrientos. Hoy la mayoría de peruanos compra menos aceite, fideos y ropa porque sus ingresos ya no le alcanzan, y eso significa menos demanda para las industrias. Este gobierno ha empobrecido masivamente al pueblo y ha provocado una recesión industrial de proporciones no vistas en treinta años, y ni siquiera le importa la gravedad de nuestra situación económica actual.
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