28 de julio, momento para pensar el país. Escojo olvidarme por un momento de Dina y el congreso y mirar más al futuro. La mayoría de familias y trabajadores peruanos trata de progresar con mucho esfuerzo propio, contra viento y marea, a menudo aprovechando nuevas tecnologías del mundo. Pienso en Wilber, joven de una comunidad cusqueña, que tras estudiar para experto en soldadura y estructuras metálicas, siguió capacitándose en nuevas técnicas y en gestión de proyectos. Pienso en las familias en las alturas de Calca que han implementado riego por goteo en una chaca diversificada incluyendo fresas y rosas para el mercado, cultivos que nunca antes habían tenido y que han adaptado a su zona. Así van produciendo un avance tecnológico nacional, indispensable para un desarrollo sostenible.
Todas las regiones del Perú, sin excepción, cuentas con condiciones geográficas especiales y una gran biodiversidad que ofrece la posibilidad de sacar nuevos productos, avanzar en la industrialización y añadir valor de nuevas formas. El cacao podría exportarse como chocolate de alta calidad, dado que tenemos cacao orgánico y de diversas variedades. Frutas que durante siglos no supimos podían producirse en el Perú, como lo arándanos, o con variedades nuevas como la palta Hass, han surgido, pero ¿cuántos otros podríamos estar sacando, vendiendo internacionalmente, conquistando nuevos mercados? No sólo el agro: hay grandes atractivos turísticos desaprovechados en provincias, al mismo tiempo que Machu Picchu se está sobreexplotando con beneficios concentrados en unos pocos, en particular por el monopolio abusivo del tren de López-Aliaga.
Contamos con la iniciativa de profesionales peruanos que han impulsado importantes desarrollos. A pesar de estos esfuerzos valiosos, la velocidad a la que se producen esas innovaciones, en comparación con las oportunidades que tenemos y el crecimiento que necesitamos, es insuficiente. En el mundo, los países que han logrado un desarrollo económico acelerado son aquellos que han logrado adaptar nuevas tecnologías internacionales a su realidad, avanzando en innovaciones. China, Japón, Corea del Sur, por dar algunos ejemplos, lo han hecho con mucha iniciativa del estado generando ‘ecosistemas de innovación’, financiando y promoviendo una relación fructífera entre universidades, centros de investigación y empresas privadas. En el Perú, dadas nuestras condiciones geográficas y culturales, tenemos que trabajar mucho en ese sentido: somos únicos y por eso adaptar e innovar es esencial, particularmente en la sierra y selva.
Las universidades son esenciales en ese esfuerzo, formando profesionales de alta capacidad y como centros de investigación asociados al desarrollo. Su especialidad no es hacer negocios sino enseñar e investigar. Las empresas privadas, por su parte, muchas veces deban ser el actor principal para lanzar nuevos negocios, en especial las peruanas y medianas empresas descentralizadas. Pero sin vínculos con laboratorios y centros de innovación apoyados por el estado, no pueden llegar muy lejos. Necesitamos una relación fructífera entre el estado, las universidades y los emprendedores, con un esfuerzo nacional por investigar cómo aprovechar mejor, económica y socialmente, nuestros recursos naturales y culturales. Hoy en día, las nuevas tecnologías internacionales nos abren muchas más oportunidades al respecto que no podemos desperdiciar.
Durante los últimos treinta años de neoliberalismo, sin embargo, en vez de impulsar un desarrollo tecnológico nacional hemos tenido una economía dominada por grandes monopolios y trasnacionales mineras que han capturado el estado en favor de sus intereses con una visión cortoplacista. Han mantenido el modelo de cholo barato e impuestos bajos, ampliando su esfera de negocios a derechos sociales esenciales como la salud y la educación con su buena dosis de corrupción. En la realidad de la educación superior que vivimos hoy, heredada del fujimorismo de los 90s, las universidades públicas languidecen entre el ahogamiento presupuestal y algunas camarillas de mente estrecha. Debido a ese abandono y a la enorme demanda de educación universitaria por parte de las familias peruanas buscado un futuro mejor para sus hijos, proliferaron universidades-negocio, la mayoría de ellas de baja calidad y sin ningún aporte de nuevo conocimiento. En vez de universidades comprometidas con el desarrollo regional y nacional, que den oportunidades para todos de acuerdo a sus capacidades humanas y no a su posibilidad de pago, hemos tenido fábricas de egresados mediocres.
La reforma de la educación superior iniciada una década atrás, con la Sunedu estableciendo requisitos mínimos de calidad, promovió que las universidades formaran buenos profesionales e investigaran. Fue separando la paja del trigo en este terreno e incentivó a que decenas de universidades mejoraran su calidad de enseñanza e investigación. Faltaba, sin embargo, otro elemento fundamental para un sistema universitario realmente conducente al desarrollo nacional: un reforzamiento y reforma de las universidades públicas, promoviendo igualdad de oportunidades y asegurando su calidad, ampliando su alcance con un buen sistema de becas y sedes en nuevas provincias, y organizando un sistema de investigación y desarrollo de las que éstas formaran parte.
La contrarreforma de este congreso dominado por las mafias se ha traído abajo lo positivo de la reforma de Sunedu. Llegan ahora al extremo del retroceso destructivo con su proyecto del “licenciamiento permanente”, fórmula para que cualquiera de estos negocios mafiosos logre – por las buenas o por las malas – un visto bueno y de ahí ya hagan lo que quieran, rebajando la calidad, abriendo sucursales en garajes o puestos de mercado para hacer plata como cancha. Hay congresistas muy interesados en esto, empezando por José Luna, dueño del partido Podemos y de la ex-universidad Telesup que era pura fachada y no cumplía ni una sola de las diez condiciones de calidad requeridas. El candidato de APP a presidir el congreso, el ex-fujimorista José Elías, también es dueño de una universidad-negocio y sin duda tiene varios millones de intereses en esta reforma. Cerrón y sus compinches comparten la misma orientación política. Han apoyado todo el retroceso en la reforma educativa. También tienen intereses de por medio. Uno de los dueños de la Universidad Privada del Centro fue candidato al congreso por Perú Libre. La Sunedu el 2020 denegó el licenciamiento a esa empresa por no tener las condiciones de calidad básica. Ahora, luego de que la Sunedu fuera capturada por el cogobierno congresal del fujicerronismo, les han dado el licenciamiento. Y ahora Cerrón apoya que nunca más se le exija nada a esos negociantes de la educación sin calidad.
Al mismo tiempo, estos congresistas malhadados han optado por hacer demagogia barata “aguando el caldo” de las universidades públicas. No se han preocupado por asegurarles presupuesto, mejorar sus condiciones de gobierno o promover la investigación. No han optado porque las universidades públicas de calidad, que las hay varias, se expandan hacia nuevas localidades o encabecen redes de mejora de calidad e investigación en sus mejores especialidades. Lo que han hecho es aprobar leyes de creación de un montón de nuevas universidades. ¿Con presupuesto? No. ¿Con calidad? Tampoco. ¿Asegurando buen gobierno? Menos. Pura demagogia, nada más.
Por el camino de este gobierno del congreso mafioso y su títere Boluarte, vamos marcha atrás. Se profundiza la privatización de la educación superior, el modelo del fujimorismo, donde proliferan universidades sin calidad, sin investigación ni innovaciones. La política del ´libre mercado´ que abre las puertas a negocios estafadores. Es el camino del atraso tecnológico, del desaprovechamiento de nuestras riquezas naturales y culturales, de la desigualdad y la corrupción.
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