Se cumplen dos años de gobierno de Dina junto a Keiko y Acuña. Sumando el crecimiento económico de estos dos años, el negativo de 0,6 del año pasado más el 3 de este año, juntos alcanzan 2,4 por ciento, apenas 1,2 por ciento promedio por año. Dado que la población sigue aumentando es apenas un 0,2 por ciento de crecimiento anual del PBI per cápita, como quien dice cero. Dijeron que seríamos uno de los países de mayor crecimiento de la región pero resultamos ser de los últimos; según el Banco Mundial en estos dos años Bolivia crecería 6,7 por ciento, Brasil 5,9 por ciento, Colombia 7,9 por ciento, México 6,9 por ciento, todos ellos más del triple que el Perú. Los datos de crecimiento económico en la región del 2023, ya definitivos, muestran que estamos en el puesto 31 de 33 países, solo encima de Argentina y Haití. La CEPAL en su reciente informe del “Panorama Social de América Latina” muestra que en 2023 fuimos en pobreza y en pobreza extrema salimos primeros: en ambas medidas, de todos los países de la región somos en donde esta aumentó más.

Pongamos el foco en este año. En la agricultura, el tercer trimestre de este año, el último para el que hay datos del INEI de su “informe de coyuntura”, ha caído 1,7 por ciento, y este es el sector del que viven casi una cuarta parte de los peruanos. La manufactura produjo 3 por ciento menos que el 2022, ya que todavía no se recupera de la tremenda recesión del año pasado, y lo mismo pasa con la construcción. No es por gusto que en el último CADE la presidenta fue rechazada por el 97 por ciento de los presentes y ni ella ni su premier ni su ministro de economía se atrevieron a ir, algo que no pasaba en muchos años. Hasta quien esto escribe, que por querer cobrar impuestos y defender a los trabajadores y el ambiente no tenía muy buena acogida en la Confiep, junto con la entonces primera ministra Mirtha Vasquez, fuimos al CADE a dialogar con los empresarios. Claro que en nuestro caso los resultados eran muy distintos, con un crecimiento acelerado que ese 2021 llegó al 13,3 por ciento y una fuerte reducción del déficit fiscal gracias al cobro de deudas tributarias. El pésimo resultado económico del 2023-2024 le ha pasado la factura al gobierno dentro del cogollo empresarial que, en un inicio, la apoyó entusiastamente a pesar de las decenas de muertos que había dejado tirados en el sur.

¿Y los trabajadores? Según el último “informe del empleo nacional” del INEI con datos al tercer trimestre del 2024, en este año de “crecimiento económico” tras la recesión del 2023 los puestos de trabajo en empresas (más de 11 trabajadores) ha aumentado 0,7 por ciento, otra cifra insignificante, que no llega ni a la décima parte de lo que aumentó la población en edad de trabajar. Es decir, 9 de cada 10 peruanos que se han sumado este año a la fuerza laboral potencial no han encontrado empleo y han tenido que inventarse alguna forma de sobrevivir. Si se pone el foco del análisis en empresas de más de 50 trabajadores, más formales, la situación es peor, ya que estas grades empresas han reducido en 33 mil sus puestos de trabajo. Otro indicador básico de empleo digno, el del número de trabajadores con seguro de EsSalud, muestra una caída en el porcentaje de quienes tienen ese respaldo ha caído en 0,3 por ciento, lo que significa unos 5 mil trabajadores menos con seguro social de salud. Puras cifras rojas en este tema crucial, fundamental para las familias peruanas, que es el empleo.

LA POLÍTICA ECONÓMICA Y SUS SOSTENEDORES

Este cogobierno Boluarte-Congreso se ha impuesto impidiendo el adelanto de elecciones que la ciudadanía exigía e imponiéndose con 50 asesinatos. Este bloque representa los intereses de la nueva oligarquía peruana, centrada en el núcleo minero-financiero-agroexportador. Por ello favorecen los intereses de esos grupos, profundizando las políticas neoliberales y el extractivismo. Ya teníamos un modelo económico que genera alta desigualdad, concentra beneficios en pocos grupos, mantiene salarios deprimidos, niega derechos sociales y laborales fundamentales, descuida la educación y la salud pública, invierte poco en carreteras y comunicaciones y produce serios daños ambientales. Esto se ha agravado. Medidas principales al respecto han sido exonerar a los agroexportadores de cientos de millones de soles anuales de contribuciones a EsSalud, perdonar 12 mil millones de soles a los grandes deudores tributarios, frenar cualquier intento de reforma tributaria orientado a que las trasnacionales mineras y los billonarios contribuyan lo justo, congelar el salario mínimo y erosionar las tímidas regulaciones ambientales existentes. Los resultados no han sido buenos ni desde el punto de vista de la economía neoliberal.

Donde las cosas han ido definitivamente para peor es en el terreno fiscal. Perú ya tenía un serio problema al tener muy pocos recursos fiscales para atender la salud, la educación, la seguridad ciudadana y la infraestructura. El 2022 los ingresos tributarios totales eran 19,2 por ciento del PBI frente al promedio de 34 por ciento en la OCDE (33 por ciento en Brasil, 30 por ciento en Argentina, 24 por ciento en Chile). Ya estábamos mal y esa fue una de las grandes razones por las cuales, con un gasto en salud bajísimo, pocos médicos y camas hospitalaria en relación a nuestros vecinos, la mortalidad por el Covid en Perú fue el doble que el promedio latinoamericano; si el Covid nos hubiera golpeado como en el promedio mundial no hubiéramos tenido 215 mil muertos menos. Si ya estábamos mal, con este gobierno todo ha empeorado. El 2023 la presión fiscal peruana cayó en 2,3 por ciento del PBI y este año otro 0,4 por ciento. Hemos ido como el cangrejo en forma acelerada. Esto ha hecho que el déficit fiscal, que el 2022 fue un 1,7 por ciento del PBI, se ha elevado hasta 4,1 por ciento del PBI, más de 40 mil millones de soles. Una ley aprobada por este congreso el 2022 estableció que el déficit este año no debía sobrepasar el 2,0 por ciento este año, pero es el doble de esa cifra: más de 40 mil millones de soles. Es el resultado de haber dado enormes beneficios tributarios a las grandes empresas, política que el congreso quiere profundizar bajo la batuta del fujimorismo. En estas condiciones, las posibilidades que haya un aumento de presupuesto para atender las necesidades urgentes en la educación pública, los sistemas de salud, la seguridad ciudadana y las inversiones en transportes, agua potable, vivienda y otros, son inexistentes. En particular para la atención de salud, que todos necesitamos, el presupuesto real aprobado para el 2025 muestra un retroceso. 

Todo esto ha pasado mientras los precios de los metales y otras materias primas que exportamos, como el oro y el cobre, baten récords. Muchas más ganancias para las trasnacionales, pero muy poco de eso queda para el Perú. Cuando tuvimos un boom de precios internacionales entre 2004 al 2013, aumentó el aporte de las mineras, el déficit fiscal se redujo y la economía creció aceleradamente, aunque con mucha desigualdad y contaminación. Con este gobierno, la profundización del modelo neoliberal extractivista nos deja más daño y ningún beneficio. Nuestra mejor alternativa es que Dina se vaya lo antes posible y tengamos un cambio de verdad.