La economía peruana enfrenta un nuevo problema llamado Trump. La política de Trump ha generado caos en el comercio mundial, porque ya nadie sabe que nuevas medidas aplicará mañana, cuales quedarán en su lugar y en cuales retrocederá. Ha anunciado aranceles al cobre y a todos los productos alimenticios, que son las principales exportaciones peruanas. El asunto es grave y no es sólo un tema de coyuntura; nuestro modelo económico ha tenido en los Tratados de Libre Comercio- TLCs una columna importante y ahora ese puntal ha sido demolido.

La decisión de fondo que tomaron quienes dirigieron la economía peruana en este milenio fue continuar con el modelo neoliberal que impuso Fujimori. Su idea básica fue engancharnos como furgón de cola a la economía mundial dejando que el comercio internacional decidiera nuestro destino y los capitales extranjeros aprovecharan nuestras riquezas y oportunidades. Para ello aceptaron las reglas planteadas por los Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio, que luego firmamos bajo el mismo molde con la Unión Europa, China y otros países. La integración regional quedó relegada; no quisieron buscar mejores condiciones de negociación buscando coincidencias en Latinoamérica.

Los Tratados de Libre Comercio – TLCs incluyen una serie de cláusulas sumamente perjudiciales; por ejemplo, debemos pagar precios altos por las medicinas para que las trasnacionales farmacéuticas cobren fuertes royalties bajo el concepto de “propiedad intelectual”, e igual a otros monopolios tecnológicos. Además el Perú se comprometió a que, cuando llegaron trasnacionales tramposas con contratos corruptos, podían reclamar a tribunales comerciales internacionales que tienden a darles la razón (y se las han dado muchas veces a costos millonarios para el estado peruano). Imagínense que Odebrecht está incluso protegida por un tratado con Luxemburgo, un paraíso fiscal con el cual hemos suscrito un tratado para proteger sus inversiones, aunque todo lo que viene de allá es pura pantalla de trasnacionales sinvergüenzas. También entran al Perú textiles y manufacturas subvaluadas de China y otros países, destrozando la industria nacional y eliminando miles de empleos, y el algodón peruano ha desaparecido desplazado totalmente.

Por otro lado, llegaron grandes trasnacionales al Perú, gringos, chinos y demás a llevarse nuestro cobre y recursos naturales con grandes ganancias y asegurando abastecimiento para su industria. Las exportaciones de metales y otras materias primas aumentaron, y aún sin pagar impuestos justos, han dejado una partecita al fisco – uno de cada diez soles la recaudación de Sunat de tributos internos viene de la minería. Hoy, en medio de esta tormenta desatada por Trump, a las grandes mineras les va muy bien; el oro está batiendo récords de precio, acercándose a los 3 mil dólares la onza troy. ¿Por qué? La incertidumbre mundial hace que más gente piense que el oro es un refugio para sus ahorros, y ante el temor de guerras cada vez menos países quieren usar dólares como reservas internacionales porque EEUU se los puede quitar (como ya lo ha hecho). El cobre también tiene precios muy altos, encima de los 4,30 dólares la libra. El asunto es que esas noticias, que debieran ser muy buenas para el Perú, no lo son tanto; lo que se han ido al cielo como cohetes son las ganancias de las trasnacionales mineras, pero siguen sin pagar impuestos mínimamente justos mientras el déficit fiscal se ha disparado. Lo que ha aumentado también es la minería ilegal, que cada vez le da más dinero a quienes extraen y comercian ese oro, multiplicándose bandas asesinas, corrupción y contaminación.

Con los TLC también hubo mayores oportunidades para exportar mangos, paltas y demás frutas a Estados Unidos y Europa, negocios que nuestro estado apoyó con grandes irrigaciones pagadas por el tesoro público, es decir impuestos de todos los peruanos. Las agroexportaciones han florecido y han generado millones de ganancias y muchos empleos, aunque sin respetar los derechos básicos de sus trabajadores ni aportar en impuestos igual que un policlínico privado o una industria.

Mientras, el Perú no atendió otros viejos problemas de la economía peruana: alta desigualdad con falta de empleo y pobreza, déficits en educación y salud pública que frenan la acumulación de capital humano, escasa innovación y avance tecnológico provocando un crecimiento bajo desde hace más de una década. Sin política industrial y sin estrategia para promover la productividad de ancha base, incluyendo a las pymes y la pequeña agricultura, nuestra economía quedó desequilibrada y vulnerable. No, no bastaba firmar tratados y ser el vagón de cola de la economía mundial.

Sin embargo, discutir los TLCs ya es un tema de historia, no de actualidad. Ese mundo venía agonizando y Trump lo ha terminado de matar. El TLC con los Estados Unidos ya no sirve ni como papel higiénico, miren nada más lo que ha hecho Trump con México y Canadá con quienes él mismo firmó tratados comerciales. Ahora que ha anunciado aranceles a todos los productos alimenticios, nuestras agroexportaciones están en la picota. ¿Sólo queda rezar y esperar que por suerte no nos caiga una bala de ese mono con ametralladora?

Que este gobierno persista en hacer las genuflexiones más profundas frente a Trump no nos salvará. Milei fue a posar como el mejor amigo de Elon Musk e igual les cayeron los aranceles al acero y aluminio afectando 1,200 millones de dólares de sus exportaciones industriales. Otra política es necesaria. Para empezar, Trump ha dejado claro que ahora estas negociaciones de comercio exterior dependen críticamente de otros factores como la geopolítica y la lucha contra las drogas, por lo que ya no tiene sentido que se hagan sin que nuestra cancillería tenga un rol preponderante en ellas. Es indispensable hacer frente a las amenazas y desarrollar una nueva estrategia ante este otro mundo que está naciendo.