La tasa de interés máxima fijada por el Banco Central de Reserva es de 113 por ciento anual. Eso quiere decir que si usted saca un préstamo de 10 mil soles a esa tasa y quiere devolverlo en dos años, deberá pagar 45 mil soles. Treintaicinco mil soles más por mantener el dinero en sus manos dos años. Fuertecito, ¿no? Pero hoy los bancos no llegan a cobrarle el tope; de acuerdo a la Superintendencia de Banca la tasa del banco Ripley es 100,5% anual, así que si usted compra uno o varios electrodomésticos por 10 mil soles y le dieran el crédito para pagar todo al final en un par de años, deberá apoquinar más de 40 mil soles. Estoy seguro que a la mayoría les parecerá excesivo. A mí también. Pero durante muchos años se cobraron tasas aún más altas y una mayoría del congreso quiere ahora eliminar el tope y permitir que los bancos cobren lo que les de la gana, sin tope alguno, simplemente lo que ellos digan sin regulación ni control alguno. Quienes así proponen dicen que lo mejor es que haya un “mercado libre”. Pero ¿en el sistema bancario peruano uno predomina la competencia?

Una primera forma de analizarlo es ver cuán concentrado está este mercado, y la respuesta es que está dominado por un pequeño grupo de bancos. Los cuatro grandes bancos, en orden de tamaño Crédito, BBVA, Scotia e Interbank, concentran el 90% de los créditos hipotecarios y el 87% de los préstamos a grandes corporaciones. Tienen más del 80% de todos los depósitos y también de los créditos a medianas empresas, así como de los préstamos de consumo (tarjetas de crédito y por compras en tiendas). Los economistas usamos un índice más complejo llamado IHH que incluye el peso de los bancos medianos y menores. Ese índice en el Perú es mayor a 2,000, un nivel muy alto, y así se ha mantenido por al menos veinte años. Chile y Colombia tienen índices IHH menores, de 1440 y 1320. En el Perú el banco más grande tiene 33% del mercado, en Colombia el banco mayor tiene 20%. Allá hay el doble de bancos que en nuestro país. Además, mientras acá no hay más bancos que antes, allá han aumentado al ritmo de uno por año, introduciendo algo más de competencia.

Un segundo nivel de análisis necesario es mirar si los bancos explotan a sus clientes con precios abusivos. Eso se mide en el sistema financiero con lo que llamamos “spread”: la diferencia entre lo que el banco te paga por tus depósitos y lo que cobra por un préstamo. Las ganancias del banco están en esa diferencia y parte de los problemas en Perú no sólo es lo caro de los préstamos sino también lo poco que nos pagan cuando ponemos nuestro dinero en una cuenta de ahorros. Los datos comparativos entre varios países latinoamericanos (para el 2022) muestran que el spread bancario en Perú es mayor al de Colombia, México, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Chile. En Perú es casi 8 por ciento promedio mientras en Chile es la cuarta parte de eso, apenas 2 por ciento. La diferencia es aplastante para los consumidores que sacan crédito; en Perú nos cobran en promedio 56% y empresas chilenas como Ripley y Falabella cobran hasta 100 por ciento de interés anual, mientras en Chile la tasa promedio para consumidores es 17%. Así, un préstamo a dos años de 10 mil con Ripley en Perú terminas pagando 30 mil de intereses pero la misma empresa en Chile te cobraría 6 mil. Para las microempresas la tasa promedio en Perú es de 42%, en Colombia 22% y en Chile 18%, tremendas diferencias, y son países vecinos y con economías similares a la nuestra.

El resultado obvio es que los bancos peruanos hacen enormes ganancias. La rentabilidad de los dueños de los bancos ha estado cercana al 20 por ciento anual durante veinte años. Los bancos internacionales no ganan ni la mitad de eso. El año pasado el BCP tuvo una rentabilidad de 22 por ciento, con utilidades netas de 5 mil 217 millones de soles; todos los bancos sumados ganaron 10 mil 325 millones. ¿Tendrá algo que ver con los 3 millones 700 mil dólares que su dueño Dionisio Romero entregó en diecisiete maletines a la mano de Keiko?

La segunda consecuencia de esta concentración y poder monopólico es que la proporción de peruanos que tiene una cuenta de ahorros es baja. No es de extrañar: si ponemos nuestra plata en el banco nos pagan poquísimo, así que la gente busca recurrir a otras opciones – negocio propio, carrito que se alquila, cuarto en renta, préstamo informal. No está mal, pero eso requiere dedicación y un riesgo mucho mayor. El muy bajo interés que nos pagan los bancos empuja a que algunas personas caigan en estafas, como las cooperativas AELU y Coopac Arequipa o la criptomoneda estafadora promovida por Javier Milei. La otra cara de los pocos ahorros captados por los bancos es que tienen pocos fondos para prestar, de tal manera que muchos emprendimientos, las pymes y el agro se quedan sin financiamiento.

La primera conclusión de este análisis es que en nuestro país no hay mayor competencia entre los bancos. Por eso, simplemente confiar en que van a tratarnos bien y con justicia en base al funcionamiento del “libre mercado” no tiene sustento. El Perú necesita un sistema financiero más competitivo y que realmente llegue a las pymes y el agro, y para eso hace falta una buena regulación y acción pública. Es una de las reformas pendientes a afrontar apenas salgamos de esta dictadura.