Frente a la matanza de Pataz y la ola de extorsiones y asesinatos por sicarios que nos golpea, se hace común el llamado a la fuerza bruta y el gatillo rápido disparando a matar. El salvajismo de las bandas nos asquea y asusta y queremos que alguien – un Bukele, un dictador, una mano dura – nos quite de encima esa amenaza. Yo también quisiera que eliminaran la amenaza criminal. A mí también se me va agrandando el miedo. Pero décadas atrás me enseñaron que una lucha debe enfrentarse poniendo por delante nuestra capacidad de pensar y planificar cuales son las estrategias más sensatas y las mejores medidas, y para eso hay que entender el escenario del enfrentamiento. Luego de usar la cabeza es que se puede, con firmeza, ganar la batalla.

Es como una pelea de box u otro deporte de lucha y como en cualquier enfrentamiento violento. No gana el que tiene más fuerza o los músculos más grandes ni el que actúa con mayor ferocidad, sino el que hace mejor uso de su inteligencia, tiene mejor estrategia y logra mayor destreza. Una batalla clave de la Segunda Guerra mundial, el desembarco en Normandía, se ganó porque los nazis fueron engañados y Hitler no pudo responder a tiempo. Sendero Luminoso fue derrotado no porque le faltaron bombas ni salvajismo asesino; sino porque su estrategia fracasó – los apoyos iniciales que lograron en zonas rurales cambiaron de bando tras sus ataques sangrientos – y un esfuerzo de inteligencia finalmente brindó la información para capturar a Abimael Guzmán y la cúpula del Comité Central de Sendero Luminoso.

La consigna del “Bukele peruano” no es realmente una idea. Quienes así proclaman solo repiten, como loros, el nombre de alguien visto como exitoso en la lucha contra el crimen. Pero ¿tienen alguna idea de a qué situación concreta se enfrentó El Salvador y cuáles fueron las medidas específicas al respecto? No, no la tienen. Sólo son políticos torpes tratando de colgarse de saco ajeno buscando arrastrar la imaginación popular. Levantan la idea de disparar muchas balas de alta calibre, pero no saben adónde dirigir sus ataques ni como apuntar sus armas.

Ese es el gran problema de la propuesta de detener la criminalidad sólo en base a fuerza bruta, que suele ser expresada a grito pelado y con una supuesta gran firmeza, anunciando fusilamientos a diestra y siniestra, pero sin idea alguna de estrategia o inteligencia. Antauro Humala es un buen ejemplo de eso, alguien carente de propuestas reales que se presenta como valiente pero que cuando había que enfrentarse a la dictadura de Dina Boluarte arrugó y la apoyó. Ese y otros candidatos de similar discurso apelan a nuestro temor y nuestro odio, buscando conectar con sentimientos muy reales de la población. Pero ojo, con sus voces altisonantes también buscan que no nos demos cuenta que detrás de esas frases de altos decibeles, carecen de idea alguna acerca del cómo, es decir, de con qué medidas y con qué cambios fundamentales, se enfrentaría la ola de crimen.

Hagamos algunas preguntas claves sobre este tema a quienes vociferan anunciando fusilamientos y pena de muerte como las soluciones al crimen desbocado: ¿a quién van a matar sin saber quiénes son los criminales avezados y cabecillas de las bandas extorsionadoras y menos donde están escondidos? Sin esa información previa y una forma efectiva de capturar a los criminales ¿de qué sirve amenazar con fusilamientos y penas de muerte? ¿acaso creen que así van a amedrentarlos? No sería raro, ya lo hemos visto, que el jefe policial o el ministro del interior, no carentes de sus propios anticuchos, presenten ante las cámaras de televisión algún chivo expiatorio solo por distraer a una opinión pública fuertemente crítica de su inoperancia. Tengamos entonces en claro que lo más importante es primero tener bien identificados los criminales y lograr capturarlos, algo que claramente nuestra policía actualmente no está haciendo. Hasta el cabecilla responsable de la matanza de Pataz se fugó al exterior a la vista y paciencia de todos ellos, tomando un avión en el aeropuerto de Lima. Investigación e inteligencia son fundamentales, de tal manera que una primera tarea indispensable es reformar y reconstruir esos dos elementos básicos de la organización policial y fiscal. Esos candidatos que gritan “muerte” pero sin alternativa alguna para resolver este problema previo, o son idiotas o nos quieren tomar de tontos (pienso en varios que son más lo primero).

En ambas tareas, inteligencia y captura de los criminales, un problema clave es la posibilidad de que algún policía o político vendido les pase el aviso de que los están persiguiendo. Recordemos que Vladimir Cerrón está buscado con orden de detención hace muchos meses y nada. Eliminar la corrupción de la policía, el sistema de justicia y el INPE es una parte esencial de la reforma necesaria, porque un serio problema en el Perú es que están comprometidas con la criminalidad las propias instituciones que se supone van a combatirla. Todos sabemos que el Congreso ha dado una serie de leyes en favor de la criminalidad solo por salvar a Keiko y a Cerrón, y que el Tribunal Constitucional nombrado por ellos ha avanzado en el mismo sentido. En esas condiciones, una respuesta “de fuerza bruta” con fusilamientos, el efecto que va a tener es darle más poder a policías y políticos sinvergüenzas para que puedan cobrar coimas más grandes u obtener favores más jugosos.

El problema de la fuerza bruta es precisamente, que es bruta. Sin estrategia e inteligencia no vamos a ningún lado, y es sobre eso que los candidatos y partidos deben esclarecer sus propuestas para enfrentar la ola criminal que nos golpea.