“Dirigentes no aceptan paralizar Juliaca a falta de dinero para sus enfermos”. Así titula una nota periodística, relatando como en una reunión de dirigentes sociales, Aurelio Jarro Pari, dirigente de la salida norte de Juliaca, dijo que “sí se debe tomar medidas más estrictas porque las muertes cada vez son más constantes”. Sin embargo Leoncio Quilca, uno de los dirigentes del Cono Sur de Juliaca, gritó “¡Si no vendemos con qué siquiera vamos a curar a nuestros enfermos!”, y ese fue un rompan filas en la reunión.
Resumo la noticia porque contiene los elementos que definen la situación actual: la enfermedad y muerte crecen terriblemente –en especial en el sur del Perú- y la población busca salidas, muchos pidiendo incluso una cuarentena, pero la necesidad económica, agravada por un sistema de salud en el que no se puede confiar, se imponen.
Esta discusión recuerda a lo que sucedía en Lima y otras grandes ciudades en mayo y junio, cuando la cuarentena no podía hacerse efectiva porque la gente no tenía para comer. Para muchos pareciera que estamos entre la espada y la pared, entre el hambre y la enfermedad. Pero no es así. Hay una forma sencilla, directa y eficaz para atender ese problema: entregar un Bono Universal a la población, en especial donde una cuarentena es indispensable para frenar el avance del coronavirus.
UN BONO MENSUAL ES VIABLE
Pero desde la derecha en sus diversas variantes, se critica a quienes insistimos en un Bono Universal diciendo que la propuesta de la izquierda es “romper la caja fiscal a punta de bonos”, como dijo Juan Carlos Tafur el domingo pasado. Está triplemente equivocado.
El primero, que ésta sea una propuesta sólo de la izquierda. En Estados Unidos desde el inicio de la epidemia el gobierno paga, además del sueldo completo por seguro de desempleo, un adicional de 600 dólares mensuales a todos los desempleados, trabajadores independientes y trabajadores temporales; ahora que en ese congreso no se han logrado poner de acuerdo demócratas y republicanos, Trump ha sacado un decreto prorrogando ese apoyo con 400 dólares. ¡Trump, la ultraderecha! Similares medidas han adoptado los gobiernos de Alemania e Inglaterra, también derechistas. En la región, lo que acá llamamos “bono” se ha entregado ya cuatro veces en Colombia y en Chile ya programaron la quinta entrega, ambos bajo presidentes nítidamente de derecha, y los ejemplos podrían seguir con Bolivia, Brasil, etc. A nivel internacional, nada menos que la Organización Panamericana de la Salud, que agrupa a todos los gobiernos del continente, ha llamado a que se entregue un bono o ingreso básico universal por seis meses. No es un asunto de izquierdas, es un asunto de sobrevivencia humana, de resguardo del orden social y de sostenimiento de la demanda para que la economía no se hunda más. ¡Si hasta Aldo Mariátegui ahora me da la razón en cuanto a que haya más y mayores bonos!
Hay además una incongruencia básica: ¿Cómo puede criticarse un bono universal que cuesta 5 mil millones diciendo que “rompe la caja fiscal” pero no decir nada respecto de los 60 mil millones otorgados vía BCR a la banca concentrada y a las empresas, a los que se suman otros 16 mil millones en beneficios tributarios? ¿Si otorgar bonos en favor de la gente necesitada rompería la caja fiscal, como es que esa misma caja no se quiebra cuando sale de ella muchísimo más dinero en favor de los empresarios?
Estos hechos hacen obvio un dato de la realidad: dar un bono universal cada mes que queda del año no arruinaría al Tesoro peruano ni nada parecido. Datos oficiales a los que cualquiera puede acceder indican que el tesoro público tiene 85 mil millones de soles depositados en los bancos nacionales, de los que puede disponer en cualquier momento; 65 mil millones de ellos están en el banco central de tal manera que retirarlos no afectaría la capacidad financiera de los bancos privados. Es más: el gobierno al negar el bono mantiene la demanda deprimida, haciendo mucho más difícil que las empresas en problemas puedan recuperarse y repagar sus préstamos a los bancos. Levantar la demanda mediante un apoyo económico a la gente no va en contra del capitalismo ni de las empresas, juega a su favor, como la experiencia de nueve décadas de políticas keynesianas lo demuestran con total claridad. Los liberales amigos de Cateriano se han quedado en una vieja lectura de Hayek, quien pensaba que un estado fuerte en darle seguridad económica a sus ciudadanos sería el camino a un socialismo opresor, lo que no ha sucedido en Inglaterra, Japón, Alemania y demás países desarrollados.
MAZZETTI ANTE UNA ECONOMÍA EN EMERGENCIA:
«¿CÓMO HACEMOS?»
El domingo pasado la ministra Pilar Mazzetti señaló que “si el virus mata, el hambre también. ¿Cómo hacemos? Si el país no se reactiva, ni siquiera tendremos fondos para contribuir a la salud”. Suena razonable, pero en lo que respecta a la emergencia que enfrentamos hoy, está muy equivocada.
Es verdad que, como implica Mazzetti, la falta de dinero en los bolsillos de la gente es lo que provoca el hambre. La solución, entonces, es darle un poco de dinero a las familias. De tal manera que, siendo verdad que el hambre también mata, hay una forma directa, rápida y sencilla de solucionar ese problema: entregar el Bono Universal. Con un poco de dinero las familias pueden comprar sus alimentos, y en lo que queda del año la producción agropecuaria ya está garantizada, porque la siembra ya se produjo. Mirando al próximo año, es necesario también apoyar a los agricultores con créditos y, para las familias productoras, con un bono que les permita no comerse sus animales, guardar o comprar semillas y poder así resguardar las bases que sustenten el próximo ciclo productivo.
La otra frase de Mazzetti dice que necesitamos reactivar la economía para que la salud tenga fondos. Es claro que, mirando en el largo plazo, si no hay producción ni economía, no habrá ingresos fiscales. Pero como dice una famosa frase del gran economista John Maynard Keynes “en el largo plazo, todos moriremos”, resaltando así que de nada sirve plantearse un futuro distante si no se atiende el aquí y ahora, el corto plazo. En esto, una economía o sociedad en un momento de crisis aguda se parece a una emergencia médica: lo que corresponde es actuar para salvar las vidas, los demás problemas se verán después. A nadie se le ocurriría decirle a una persona que necesita atención médica de emergencia, que debemos trabajar para que pueda financiarse la salud; aunque sea verdad que los sistemas de salud necesitan recursos económicos y que esos fondos tienen que ser generados con nuestro trabajo, la verdad de largo plazo simplemente no es pertinente ante una emergencia. Ese es el problema con la frase de Mazzetti: está totalmente fuera de lugar.
Con las muertes llegando a 50 mil y creciendo rápidamente, esta es la mayor emergencia de salud que nunca hemos pasado. En esta situación, la afirmación de Mazzetti sobre que sin reactivación no hay fondos para la salud, es errónea: el fisco tiene fondos guardados. Como dijimos: el Tesoro Público tiene 85 mil millones de soles, que es muchísimo dinero. Así que la respuesta al “¿Cómo hacemos?” de Mazzetti es bien sencilla: usamos nuestros ahorros. Es como una familia que no tiene empleo e ingresos ahora pero tiene guardados cien mil soles, si uno de sus miembros requiere una atención médica de emergencia y carece de seguro, pues lo que deben hacer es usar ese dinero. Obvio. Eso tiene un costo porque se usan los ahorros: si, por supuesto. Pero si uno recupera la salud luego puede trabajar, ganar dinero y recuperar sus ahorros; si uno muere, no hay nada más que se pueda hacer. ¿Y qué mejor uso de nuestros ahorros que salvar nuestras vidas?
Para decirlo de otra manera: no es verdad que para atender el hambre y tener dinero que nos permita combatir el virus, tengamos que aguantar que la minería haya contagiado a más de 3 mil trabajadores y la población deba salir a vender cualquier cosilla para subsistir arriesgándose a contagiarse desde que sube el bus. Tenemos fondos públicos guardados que se pueden usar para ayudar económicamente a la gente y a reforzar el sistema de salud.
En la idea de que no hay más alternativa que aceptar esta reactivación neoliberal, hay otro gravísimo error: pensar que puede haber reactivación con doscientos o trescientos muertos diarios. A nivel internacional lo dijo la semana pasada con todas sus letras Anne Krueger una reputada economista de derecha. Con epidemia desatada no hay nueva inversión, no hay turismo, no hay recuperación del consumo; y sin la demanda que esas fuentes constituyen, no hay circulación económica ni producción. El nuevo premier Martos dijo el martes ante el Congreso que «Si no contenemos la enfermedad, será difícil avanzar con la reactivación de nuestra economía.» Más que difícil: imposible. ¿Acaso una persona enferma puede trabajar como si estuviera sana? Pues tampoco una nación entera.
OJO CON LA ESTRATEGIA
El flamante primer ministro ha hecho bien en centrar su mensaje en la emergencia de salud que vivimos. La estrategia planteada, sin embargo, tiene muchas deficiencias. Necesitamos un bono universal mensual que debe darse con urgencia en el sur y las zonas en cuarentena, un enfoque integral para controlar los contagios en el transporte público, una atención primaria de la salud con fuerte conexión comunitaria para atender y aislar a los contagiados, información y educación ciudadanas mucho más fuerte. Para mejorar el empleo la estrategia debe ser una promoción prioritaria del agro, la salud, la educación y la infraestructura pública, sectores donde se puede cubrir necesidades básicas y al mismo tiempo asegurar condiciones de distanciamiento físico y seguridad sanitaria. Para todo ello, hay fondos públicos para enfrentar esta emergencia y este es el momento de usarlos.
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