Hernando de Soto ha tenido fama internacional y hoy postula a la presidencia. En este artículo revisamos las teorías que le dieron prestigio y los estudios que han revisado su validez y vigencia, y también damos una mirada a su actuación en la política peruana.

Hernando de Soto se hizo conocido por dos libros, “El otro Sendero” (OS) y “El misterio del capital” (MC). En el primero de ellos resalta el peso de la actividad informal, que según él se mantiene en la informalidad debido el alto costo de los trámites legalmente exigidos. Esta barrera afectaría posteriormente a los informales, ya que “La vida del empresario extralegal resulta mucho más costosa que la del empresario legal” (MC, pág 112). Así, según De Soto, los informales quisieran formalizarse, pero no pueden hacerlo porque pasar a ser formal cuesta demasiado. 

Me consta que muchas veces las demandas burocráticas para abrir un negocio son altas y realmente muy antipáticas, pero ¿es esta la principal barrera, o la principal, que genera la informalidad? Para saberlo, hace unos años un proyecto especial en Lima le planteó a un grupo de informales pagarles todos los trámites para su formalización, a ver qué sucedía. Resultó que penas uno de cada cuatro aceptó, según detalla un estudio de Miguel Jaramillo publicado el 2009. Se mostró, así, que la primera teoría de De Soto no se cumple. Otros estudios han mostrado que la mayor parte de informales aceptarían un empleo asalariado, el problema es que no lo encuentran y por eso deben ingeniárselas para subsistir como sea: más que emprendedurismo, es necesidad y falta de oportunidades. Además, el asunto no es sólo el costo de formalizarse, sino que ser formal exige pagar impuestos, cumplir las reglas de tránsito y cancelar las multas por violaciones al reglamento, tener condiciones de seguridad y sanidad, etc. Sólo actividades con un nivel mínimo de productividad, sustentado en avances técnicos, pueden lograr esas condiciones que son indispensables para el desarrollo. Simplificar trámites y reducir costos burocráticos es bueno si no se sacrifican salud, ambiente y derechos, pero aún así no son la solución de fondo a la informalidad.

En su segundo libro De Soto plantea lo que considera un “misterio de capital”: según él, los informales tienen equipos, tierras, viviendas, pero al no tener sus propiedades y negocios registrados legalmente, eso les impide conseguir un crédito que les permita crecer. Ese sería el gran problema del subdesarrollo y la pobreza. La solución Desotiana: otorgar títulos de propiedad a los pobres para que puedan tener acceso al crédito y así progresar económicamente. Nuevamente, siendo obviamente bueno que se otorguen títulos de propiedad, ¿basta esto para erradicar la pobreza? ¿será que al tener títulos de propiedad los infomales serán bien recibidos en los bancos que presurosos abrirán sus bóvedas para darles préstamos? La respuesta es negativa en tres estudios distintos para el Perú, hechos por Richard Webb y colaboradores (2006), Field y Torero (2006) y Morris (2004). Los propietarios de viviendas tituladas no reciben más créditos de bancos privados, no mejoran sus ingresos, no pagan más impuestos, sus viviendas no son mejores ni consiguen antes tener luz y agua. La realidad social no sigue los postulados de De Soto.

Además, el punto crítico de De Soto era que los pobres necesitan crédito para mejorar sus micronegocios y que no pueden tenerlo si son informales. Pero el premio nobel Muhammad Yunus creó las microfinanzas y demostró que sí se puede dar crédito a informales en forma masiva. El microcrédito ha despegado en Perú de la mano de cajas y cooperativas de ahorro y crédito, y siendo buen negocio los grandes bancos han entrado también al ruedo: un estudio del BCR muestra que ya el 2014 había 1 millón 800 mil informales con créditos del sistema financiero formal. Con el programa Reactiva, el gobierno ha apoyado que 26 mil millones de crédito lleguen a las pymes (y 28 mil millones a las grandes empresas). Si el problema es la falta de crédito, hay otras soluciones distintas a las propuestas por De Soto que ya han demostrado su eficacia.  Lo que falta es la decisión política de ampliar mucho más ese apoyo, y no sólo en emergencias.

AUGE Y DECLIVE DE DE SOTO

¿Por qué tuvo Hernando De Soto sus 15 minutos de fama? Resulta que estaba muy buen conectado al centro del poder e ideología neoliberal, a quienes les caía como anillo al dedo la a idea de que reforzar la propiedad privada resuelve el subdesarrollo, sólo hay que hacer que llegue hasta los pobres reduciendo barreras regulatorias (que producen informalidad) y otorgando títulos ((lo que es deseado por la población). Ambas medidas, además, hacen muy buena campaña política. Por eso, de Soto recibe tempranamente fondos millonarios del “Centro Internacional para la Empresa Privada” y de un multimillonario suizo, conectado a través de Friedrich Hayek. Otras grandes figuras intelectuales de esta corriente, como Milton Friedman y Mario Vargas Llosa, y políticos como Ronald Reagan y Vicente Fox, respaldan a De Soto en los años del auge neoliberal. Luego de eso, llega el apoyo financiero del Banco Mundial en los años 90, organismo siempre presidido por un norteamericano designado por el Departamento de Estado de los EEUU. Aunque los cálculos de De Soto sobre la informalidad ya habían sido refutados, en un artículo académico publicado en 1990 por el gerente general del BCR Renzo Rossini, nada de eso importa.

Siguiendo a De Soto, el gobierno de Alan García 1985-90 y luego el de Alberto Fujimori hicieron grandes proyectos de formalización de la propiedad. Inclusive se creó un organismo público exclusivo con ese fin, el Cofopri; quien lo dirigió fue Edgardo Mosquera, luego promovido a ministro de la presidencia de Fujimori. Fue priorizado desde 1998 para recibir 38 millones de dólares de préstamos del Banco Mundial, de tal manera de regalar miles de títulos de propiedad como una medida clientelista para ganar votos hacia la re-re-reelección de Fujimori.

En esos años De Soto hace buen negocio mediante su “Instituto Libertad y Democracia” (ILD), tanto en el Perú como en otros países adonde fluyen fondos de los EEUU y organismos internacionales bajo su influencia. Años después van saliendo a luz los resultados reales de esos proyectos.  La teoría de De Soto, aplaudida por todos estos adalidades del capitalismo desregulado, se confronta con la realidad: no resuelve la informalidad ni mucho menos la pobreza y el subdesarrollo. En esas condiciones, ya en este milenio De Soto pasa a decir que gracias a su proyecto es que en Perú se venció a sendero Luminoso y que dar títulos de propiedad es la forma de combatir al terrorismo internacional. Lo absurdo de sus afirmaciones añaden a su descrédito y el ocaso de su estrella pasa a convertirse en naufragio. Hoy en la escena internacional De Soto es un desvencijado recuerdo que mejor se barre bajo la alfombra: ya nadie le hace caso.

DE SOTO EN LA POLÍTICA PERUANA

De Soto ha tenido un largo y reiterado compromiso con dictaduras y gobiernos corruptos en Perú. En 1979, la dictadura de Morales Bermúdez lo nombró director del BCR, siendo cesado del cargo apenas regresó la democracia. Su rol más destacado en el Perú fue cuando, semanas después del autogolpe del 5 de abril de 1992, De Soto intermedió para que el dictador Fujimori fuera aceptado por los Estados Unidos y la OEA. Es en esa coyuntura que llamó “hijo de puta” a Mario Vargas Llosa, quien como parte de la argolla intelectual ultraliberal, había prologado su primer libro. Posteriormente su ILD sería beneficiario destacado de los fondos presupuestales de Cofopri. Obviamente, no dijo una palabra en contra de la re-re-reelección de Fujimori ni de Montesinos y la enorme corrupción de la época.

Su compromiso con el fujimorismo ha continuado: el 2011 manifestó su apoyo a la candidatura de Keiko Fujimori, en esa campaña en la que la “china” recibió 360 mil dólares en maletines de Dionisio Romero y otros 2 millones de la Confiep. El 2016, De Soto volvió a apoyar a Keiko, en esa oportunidad apareciendo como integrante de su “equipo técnico”. Solo tras el declive de Keiko, decidió De Soto lanzar su propia candidatura.

Es curiosa la relación de De Soto con los derechos de propiedad, que en su teoría tienen el máximo valor posible. Por una nueva edición de su libro “El Otro Sendero”, fue multado por Indecopi al haber retirado la mención a sus coautores Mario Ghibellini y Enrique Ghersi, violentando su propiedad intelectual.

Ahora De Soto postula por el partido “Avanza País” con el que nunca había tenido relación; se trata de un partido ”vientre de alquiler” que cobijó en las pasadas elecciones municipales al ex- congresista fujimorista Julio Gagó y ahora se ha vendido a De Soto. Como la transacción se hizo tardíamente, no ha alcanzado a cambiar el símbolo del partido: un tren tipo metro, diseñado para la candidatura de Gagó a la alcaldía de Lima Metropolitana y que no guarda relación alguna con las ideas de De Soto. Nuestro histriónico personaje ha logrado controlar un partido, institución que por ley no puede ser propiedad privada, y que por eso mismo no puede arreglar a su medida. De Soto ha terminado en la misma situación de informalidad empobrecedora sobre cuya solución tanto predicó. Quizás ahora pretenda resolverlo legalizando partidos de propiedad privada.