El ministro de economía Kurt Burneo ha planteado un plan de reactivación para generar empleos. Pero ¿qué nos dicen las cifras sobre el nivel de empleo y la situación de los trabajadores formales en el Perú? ¿Luego de la pandemia, los serios problemas de gobernabilidad en este periodo gubernamental y el salto inflacionario por la invasión Rusia a Ucrania, cómo ha evolucionado la creación de puestos de trabajo y los salarios? Analicemos las cifras, buscando un acercamiento a la realidad, más allá del griterío prevaleciente desde las distintas “barras bravas” de la política.

Es útil primero darle una mirada a dónde se ubican los empleos formales. Hay casi 5 millones 450 mil empleos registrados en las planillas entregadas por las empresas a la SUNAT a junio de este año (el último dato disponible), de los cuales están en Lima 3 millones 270 mil, el 60 por ciento del total, proporción muy superior al tercio de la población nacional que alberga la capital. A nivel nacional, un millón 600 mil de estos puestos de trabajo formales son empleos públicos, en sus distintas modalidades y sectores como educación, salud y policía. Por otra parte, hay 3 millones 840 mil puestos de trabajo privados y el sector donde se ubica un mayor porcentaje de estos es el de los servicios, donde está la mitad de ese total: restaurantes y hoteles, transporte, sector financiero, servicios privados de salud y educación, asesoría a empresas y comunicaciones suman más de 1 millón 900 mil empleos formales. Otros 660 mil están en el comercio, 470 mil en la industria de todo tipo – alimenticias, textiles, químicos, refinerías, muebles, calzado –, 380 mil en la agroexportación (estamos fuera de temporada, en enero sobrepasaron los 570 mil) y 230 mil en la construcción. La minería, con 110 mil trabajadores formales, llega en atrasado sexto lugar en las estadísticas nacionales con apenas 2 por ciento del total de empleo formal. Ahí hay riqueza concentrada pero que aporta ingresos directos sólo a una muy reducida proporción de los hogares peruanos.

¿Qué ha pasado en estos años difíciles? Poco antes del inicio de la pandemia, los trabajadores formales sumaban 5 millones 270 mil. Eran tres de cada diez personas ocupadas, siendo las otras autoempleados, miembros de microempresas familiares e informales, de los que nos ocuparemos en un próximo artículo. Con la pandemia y la cuarentena, se cerraron más de medio millón de puestos de trabajo formales en el sector privado, más de 300 mil de estos se perdieron en Lima. Un tremendo golpe para las economías populares, y fue peor en la capital donde hay más empleos formales, la ciudad facilitaba más contagios y la cuarentena fue más estricta. No por gusto miles salieron caminando a sus pueblos de origen.

Ad portas de iniciarse el actual gobierno, en junio 2021, aunque la recuperación había avanzado aún había 280 mil empleos privados menos que antes de la pandemia. La tremenda bajada no se había revertido pero ayudaba la contratación masiva de personal para atención de salud y vacunación que había aumentado la planilla pública en 136 mil personas. Para enero del 2022, a mi salida del MEF, los trabajadores formales ya eran 5 millones 400 mil, 130 mil adicionales a los que había antes de iniciarse la pandemia. En seis meses logramos que se crearan 280 mil puestos de trabajo formales en el sector privado a pesar de que aún estábamos con el riesgo de la tercera ola y se tuvieron que mantener restricciones de aforos en diversos sectores. No engordamos más la planilla pública. Luego de eso, gracias a la vacunación masiva se pudo levantar las restricciones de aforo que se pusieron por motivos de salud pública y con eso hemos tenido la reapertura de restaurantes, del turismo y otros servicios, sectores que generan bastante empleo.

Pero subsiste un déficit acumulado. Recuperar los empleos pre-pandemia no basta. En los últimos tres años, debido al crecimiento poblacional la fuerza laboral ha aumentado en 880 mil personas, que se añaden a la enorme cantidad de gente buscando empleo y sobreviviendo inventándose alguna forma individual o familiar de subsistencia, incluyendo la fuerte inmigración venezolana. El mercado laboral sigue sufriendo de un fuerte y agravado desequilibrio. Reimpulsar la generación de empleo, una de las metas que ha planteado el ministro Burneo, está totalmente justificada.

¿Y LOS SALARIOS?

Junto a la cantidad de empleos, un análisis económico básico debe revisar también que ha pasado con los salarios reales, notoriamente afectados por la pandemia, el desempleo subsecuente y la inflación. ¿Los trabajadores formales están ganando igual, menos o más que antes de la pandemia? ¿Se recuperan puestos de trabajo pero los empleos vienen ahora con salarios más bajos?

En la construcción, el ingreso promedio de un trabajador era de 2895 soles a junio 2022, lo que es 230 soles más que lo que ganaba en enero 2020 poco antes que se desatara la pandemia. Esa diferencia, sin embargo, no cubre al aumento de la canasta de consumo; ese 8,5 por ciento de aumento nominal palidece frente al 13 por ciento de inflación. En el sector minero, la pérdida de ingresos reales ha sido mucho mayor. Los mineros, debido a la condición de su trabajo y la riqueza minera, han venido siendo desde hace años el sector de trabajadores mejor pagado, pero su ingreso mensual promedio en junio pasado era 1,200 soles menos de lo que estaban sacando en enero 2020. Si a eso le sumamos la inflación, resulta que han perdido más de una cuarta parte de su ingreso real. Mientras tanto, el precio del cobre subió 40 por ciento, de 2.65 a 3.70 dólares la libra, y el zinc subió 55 por ciento, de 1.01 a 1.56 dólares. Más ganancias, menos salarios.

En la manufactura, el ingreso promedio mensual está ahora (a junio) en 2848 soles, 296 soles más que antes de la pandemia, un aumento el 11 por ciento, mejor que otros sectores pero aún inferior a la inflación. Hay, sin embargo, otros problemas que podrían estar ocurriendo, aunque no tenemos estadísticas de su magnitud. Este sector industrial al segundo trimestre de este año produjo 6 por ciento más que antes de la pandemia pero con el mismo número de empleos. ¿Será que ha habido una gran inversión, un salto tecnológico y mayor productividad en este sector justo durante la pandemia y la inestabilidad política del último año? Difícil de creer. He sabido más bien que en sectores como el textil, cuya producción ha crecido 27 por ciento el último año gracias a mayores ventas a los Estados Unidos, algunos empresarios han optado por hacer que se trabajen muchas horas extras sin reconocer el pago completo por ellas. Muchos trabajadores, debido a sus muy bajos salarios y escasa organización sindical, están dispuestos a trabajar más aun cuando el pago adicional no incluya todo el monto extra que la ley establece. SUNAFIL tiene harto trabajo por hacer y acá tienen una pista de dónde fiscalizar.

¿Y el salario mínimo? Con los 1025 soles que es ahora, un trabajador puede comprar 7 por ciento menos que el salario mínimo que dejó al salir PPK, el financista de los grandes grupos empresariales. En un par de meses, con esos 1025 soles los trabajadores comprarán menos que lo que les permitía el salario mínimo al iniciarse este gobierno. Ese es el resultado de haber cedido a la Confiep, aproximarse al neoliberalismo y otorgar un aumento del salario tan mínimo cuando era posible algo mucho mejor. Más allá de esta medida, es necesaria una política general para crear más empleos e ir aumentando los salarios, que son dos objetivos que muy bien pueden ir juntos en un esfuerzo reactivador.