En un par de semanas se realizará la cumbre de APEC en Lima. El premier Gustavo Adrianzen nos ruega que no protestemos esos días y el congresista “almirante de tina” Alejandro Montoya dice que si lo hacemos somos traidores a la patria. Están tan fuera de la realidad que ni se da cuenta que sus declaraciones dan más fuerza a la movilización ciudadana.
Valga la oportunidad para dar un repaso al significado actual de la APEC, siglas de la Cooperación Económica Asia-Pacífico, explicar la situación del comercio mundial y las relaciones económicas entre países, como debiéramos actuar frente a ello y lo que está en juego en esta reunión. El punto de partida es que entre la creación de la APEC en 1989 y este 2024, las condiciones comerciales, económicas y geopolíticas del mundo han dado un vuelco. Hace 35 años el mundo estaba dominado por los acuerdos de libre comercio bajo una hegemonía norteamericana político-militar indiscutible. China se acomodó a esa situación con un perfil bajo en la arena internacional, en una estrategia de “comprarse tiempo” diseñada por Deng Xiaoping que junto a un empuje industrialista exportador le permitió un crecimiento económico y tecnológico fenomenal. Rusia estaba en declive y Estados Unidos jugaba a ser LA potencia mundial invadiendo Irak y Afganistán y aplicando su poder por todo el planeta. En ese periodo la APEC operaba como un foro de discusión abierta en el que se encontraban Estados Unidos, China, los demás países del Asia oriental y algunos países latinoamericanos del Pacífico. Ese foro coincidía con la línea de liberalización mundial del comercio, dándole apertura en un nuevo espacio en desarrollo, alrededor del océano Pacífico, que por siglos había sido secundario frente al Atlántico que conecta Estados Unidos y Europa. Ese foro facilitaba negociaciones como la del TPP, el acuerdo transpacífico para comercio e inversiones.
Pero el mundo ya no es ese. Ahora es otro. Hay una disputa por la hegemonía mundial, aun en sus prolegómenos, entre Estados Unidos y China, entre la potencia antigua aún dominante y la nueva potencia que crece pero sin haber podido alcanzar a la primera. El conflicto se ha dado principalmente en el espacio económico. Se inició hace casi ocho años cuando Trump llegó al poder, sacó a EEUU del TPP y empezó a confrontar agresivamente a China, en una línea seguida y profundizada por Joe Biden. Estados Unidos ha multiplicado las sanciones económicas a decenas de países y restringe el comercio con China buscando detener su avance tecnológico y productivo. Por ejemplo, yo alguna vez llegué a comprar un celular Huawei, una marca que era bastante competitiva y más barata, pero ya no lo hago porque las sanciones de los EEUU les impone usar Android, el lenguaje que usan la mayoría de apps que nos llegan.
Los últimos dos años ha habido un salto del conflicto económico a guerras que ponen en cuestión la hegemonía norteamericana, empezando con la invasión de Ucrania. Luego, las masacres en Gaza con muertes horribles de decenas de miles de niños han revelado que hoy en el plano geopolítico las Naciones Unidas son totalmente inútiles para mantener la paz. Israel está trapeando con la ONU mientras, penosamente, los derechos humanos dejaron de ser defendidos por Estados Unidos y Europa que han puesto sus intereses y defensa de su dominio como prioridad.
Lo económico y lo político-militar están estrechamente entrelazados, dado que Estados Unidos está utilizando las sanciones económicas como armas de guerra, y se ha apoderado de los fondos en dólares que diversos países tenían como reservas. Acaba de haber una reunión de los BRICS, grupo conformado por Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica, a la que fueron una treintena de países más, varios de los cuales ya se unieron oficialmente al grupo, teniendo particular importancia varios de los principales exportadores de petróleo del mundo. BRICS no es un polo alternativo pro-chino, sólo es la búsqueda de esos países de mayores autonomías que resalta el deterioro de la hegemonía político – económica estadounidense.
Es en este contexto, de creciente enfrentamiento entre Estados Unidos, China y otros países, que se da la APEC. Para hacer más complicado el panorama, estamos en vísperas de las elecciones en Estados Unidos, estando aún incierto quién ganará. Trump podría regresar, y aunque nadie sabe en realidad qué se le ocurrirá hacer a ese loco (gane o pierda), está claro que aumenta la inestabilidad de la política norteamericana, elevando los conflictos y afectando las alianzas que aún tienen.
Si las dos potencias principales están en fuerte conflicto económico y no se sabe qué política tomará Estados Unidos ¿qué acuerdos podría tomar la APEC en este momento? La respuesta es obvia: Ninguno. Desde luego habrá una declaración oficial, pero será de esos pronunciamientos edulcorados que en varios miles de palabras no dicen absolutamente nada nuevo. En la reunión no estará presente el presidente de los Estados Unidos, sí estará Xi Jinping, que sin duda aprovechará la ausencia de Biden para promover la imagen y relaciones de China.
¿Y qué del Perú? La decisión de hacer la APEC en nuestro país es muy anterior a que Dina Boluarte llegara a la presidencia, solo le tocó la suerte. Como a ella le encandilan las apariencias, siente que este es su momento para ¡brillar en el mundo. Seguro ya hace tiempo se mandó hacer vestidos especiales y pensará que puede mostrar algún Rolex. Los grandes empresarios de la Confiep también se aprestan a tomarse fotos en el Consejo Consultivo Empresarial de la APEC, con lo que creen poder conectarse mejor cuando alguna trasnacional venga a hacer negocios con ellos. No por gusto la Confiep, en vez de apoyar las demandas ciudadanas contra la inseguridad, prefirieron sacar un comunicado criticando el paro del pasado 23 de octubre. Su expresión política más clara es la vocera de Keiko, Patricia Juárez, quien ha salido a respaldar a Dina Boluarte y el actual gobierno en aras de la “estabilidad” camino a la APEC.
El gobierno, la derecha y la Confiep insisten en que sería importante para el Perú “dar una buena imagen” durante los días del foro de la APEC. Olvidan que todo el mundo sabe que Dina Boluarte es la presidenta más impopular del mundo, nuestro déficit fiscal ha crecido incontrolado hasta 4 por ciento del PBI, sicarios matan a diario por unas monedas y la calle ha recuperado protagonismo. La política del gobierno para la APEC es una y sólo una: defender las fotos de Dina con Xi Jinping y demás líderes. No tiene idea alguna sobre el tema de fondo, que es cómo el Perú va a jugar sus cartas en este nuevo escenario mundial de deterioro de la hegemonía estadounidense, conflicto económico y geopolítico mundial y alza del Asia oriental como nuevo centro de la economía mundial. Es en ese escenario que debemos aprovechar los espacios internacionales que se abren para promover nuestro progreso tecnológico y económico y así generar empleos dignos. Sin propuesta alguna al respecto, es doblemente sinvergüenza que este gobierno pretenda limitar nuestro legítimo derecho a la protesta durante la APEC, sólo para que la Dina Asesina se tome fotos con sus Rolex.
Comentarios recientes