Xi Jinping, el presidente de China, esté en Lima. Siendo ese el hecho de la semana, resulta ndispensable repasar la política y estrategia de China respecto al Perú y los retos que nos plantea.
En este milenio China aumentó fuertemente su presencia comercial y como inversionista en América Latina y el Perú. Hoy es el principal destino de nuestras exportaciones, pero es clave entender qué y cómo. Nuestros primeros tres productos de exportaciones hacia China son concentrados de cobre (sin refinar), hierra (ídem) y harina de pescado, es decir, recursos naturales muy poco procesados. Ni la milésima parte de lo que sale rumbo a China son productos industriales o con valor agregado significativo, menos aún de contenido tecnológico mediano o alto. El cobre y hierro que va hacia allá son en buena parte producidos por empresas chinas (estatales) en Perú, entre las que destacan Las Bambas y Toromocho en cobre y Shougang en hierro. Además, barcos chinos se aprovechan para pescar pota incluso entrando a nuestro territorio marítimo de manera ilegal, afectando a los pescadores artesanales peruanos y evadiendo impuestos mientras son bien atendidos en nuestros puertos. La principal diversificación exportadora reciente del Perú son las frutas (mangos, paltas, etc), de las cuales China sólo nos compra el 5 por ciento, casi nada, así que ni en ese sentido han ayudado a nuestro desarrollo económico.
De China importamos 13 mil millones de dólares anuales de productos industriales: desde ropa y zapatos, lapiceros y cosas de plástico, hasta bienes tecnológicamente más avanzados como carros, celulares y computadoras. Nuestras importaciones de China son 5 mil millones más que lo que viene de Estados Unidos, el segundo país del que se traen más productos. La ropa y calzado chino haciendo competencia desleal se ha traído abajo la industria nacional ante la indolencia del gobierno, mientras países vecinos como Colombia (incluso bajo gobiernos de derecha) pusieron salvaguardas para proteger sus empleos en el sector textil.
Juntando las piezas, vemos que el comercio de China con el Perú es totalmente desigual en cuanto al valor agregado: se llevan materias primas sin procesar, extraídas por empresas chinas que se quedan con las ganancias del caso, y nos venden productos industrializados, con muchísimo más valor, de mayor contenido y dinamismo tecnológico y que les permiten una masiva generación de empleo. Lamentablemente este patrón se repite para el conjunto de nuestro comercio exterior, en especial con Estados Unidos y Europa, aunque con China es bastante extremo. Es un patrón que, desde hace más de setenta años, destacados economistas latinoamericanos entendieron nos mantenía en el subdesarrollo, la pobreza y la desigualdad. La hiperglobalización neoliberal que se impuso en Perú desde Fujimori sólo agravó esta tendencia, que el desarrollismo de los años 1960s y 1970s había intentado transformar. Hoy es un serio problema para la economía nacional y regional.
ESTRATEGIA CHINA EN PERÚ
Esta evolución del comercio China-Perú no ha sido producido por “las fuerzas libres del mercado”. Ha sido resultado de una consistente estrategia china, aplicada mientras en el Perú ha habido una pérdida de soberanía nacional con la política neoliberal que dejó la economía nacional al garete. Los chinos buscaron en nuestro país un mercado donde vender sus productos industriales, que ha medida que China avanzaba tecnológicamente se iban complejizando: primero eran plásticos baratos y ropa simple, destruyendo industrias nacionales, ahora llegan carros, computadoras y celulares. Luego, cuando ya China había crecido bastante, fuimos un lugar donde asegurarse el suministro de materias primas claves como cobre, hierro y otros metales. En esa línea las empresas estatales chinas han sido muy poco respetuosas de derechos fundamentales, por decir lo menos. Shougang, su empresa productora de hierro, es de todo el Perú la empresa que ha tenido más conflictos laborales con 34 paralizaciones los últimos veinte años. Este año hubo un accidente laboral al cual según el sindicato la empresa respondió de manera negligente, felizmente no fue como el del 2014 donde falleció un obrero. Las Bambas, la gran mina de cobre de Apurímac en manos de otra empresa estatal china, ha tenido de decenas de conflictos con las comunidades, buena parte causados porque en vez de trasladar los concentrados por un mineroducto como era el proyecto inicial, decidieron hacerlo con centenas de camiones atravesando más de 300 kilómetros de camino sin asfaltar, llenado de polvo y contaminando a más de 27 comunidades en el trayecto.
Conociendo esa estrategia económica de China ¿cómo podemos entender el puerto de Chancay en el que han invertido 1,300 millones de dólares? Nada hay que presagie un cambio. Lo más probable es que ese puerto sirva para reforzar ese patrón de comercio que les ha permitido desarrollarse (a ellos, no a nosotros), facilitar su acceso a materias primas y seguir inundándonos de sus textiles y productos industriales. Hasta el momento, no se tiene conocimiento de ni una sola industria china, sea productora de lapiceros, bolsas, alicates, ropa o carros, que esté pensando establecerse en Chancay. Por su parte, el gobierno peruano no tiene propuesta alguna al respecto. La política neoliberal, bajo el mantra del “libre mercado”, acepta pasivamente que una potencia extranjera con visión estratégica haga todo lo que a ellos les conviene y no negocia ventaja alguna para nuestro país. Dada la fuerza industrial de China, ¿por qué no pensar en que establezcan algunas plantas productivas en el ´norte chico´, generando empleos y transfiriendo conocimientos tecnológicos a nuestro país? Dada la importancia que tiene para ellos nuestras materias primas ¿por qué no ponernos firmes en que cuiden el ambiente, respeten los derechos laborales y las comunidades donde operan?
Hay otro tema interesante con China; los últimos años se han ampliado en nuestro país al negocio de la electricidad. Primero compraron a los rateros de Odebrecht una gran hidroeléctrica llamada Chaglla y ahora se han hecho de toda la distribución de luz en Lima. Enel ha sido comprada por una empresa estatal china y le han cambiado de nombre a Pluz, mientras Luz del Sur es de ellos hace varios años. ¿No es esto un riesgo a la seguridad nacional, que las fuerzas armadas y el gobierno debieran analizar en vez de amenazarnos a quienes criticamos con fundamentos el actual modelo económico? Este dominio de la luz de Lima por parte de empresas del estado chino ya constituye un monopolio, integrado además a las hidroeléctricas que generan la electricidad, lo que estaba restringido por ley. Pero hay otro aspecto a considerar de esta situación: China es ahora, de lejos, el mayor productor de paneles solares y vehículos eléctricos del mundo, con quienes los norteamericanos y europeos no pueden competir. En Perú casi no hay carros eléctricos, que ayudarían mucho a que Lima reduzca sus elevados niveles de contaminación, causante de enfermedades respiratorias y cánceres que en la última década han sido responsables de 20 mil muertes. Otros países han avanzado bastante más en este terreno, lo que requiere promover ese tipo de vehículos junto con facilitar su recarga con electricidad, dos medidas que podrían formar un paquete a negociar con China.
XI JINPING Y TRUMP
A China las condiciones internacionales se les ponen más difíciles con Trump, quien ha dicho que pondrá una fuerte barrera a sus productos con una tarifa arancelaria de 60 por ciento. Estas condiciones internacionales son favorables para que el Perú deje de regalar el acceso a nuestro mercado y la salida de recursos naturales que hoy son estratégicos en el mundo, y pase a negociar con China en favor de nuestro desarrollo industrial y transición energética. Lástima que a Dina no le interesa nada más que una foto.
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