Xi Jinping publicó un artículo ensalzando la amistad entre nuestros pueblos y – según él – como nos asemejamos. Sabemos, sin embargo, que tanto China como el mundo en general desarrolla sus relaciones internacionales en base a intereses, no a supuestas afinidades espirituales o buenos sentimientos. En este caso, como la vendedora que quiere hacerse el que es tu pata para enyucarte un producto financiero, nutricional o de belleza, mejor mantenerse escéptico y como san Mateo “ver para creer”. El problema además es que en nuestra relación con China ya tenemos treinta años de no ver lo que nos quieren hacer creer.
Vale la pena igualmente revisar las historias de China y al Perú, pero sin olvidar el colonialismo que durante siglos aplastó nuestras civilizaciones originarias, con diferencias sustanciales.
Nuestras historias son muy distintas
Hacia el año mil de nuestra era China tenía un PBI que duplicaba el de toda Europa. Para entonces los chinos ya tenían más de un milenio con escritura, sin que hubiera ninguna en los andes, habían inventado el papel y las imprentas de tipos móviles, la pólvora, los cohetes y la brújula. A inicios del siglo XV, casi cien años antes de Colón, el imperio chino movió una flota con decenas de barcos el triple de grandes que las carabelas con un total de 25 mil hombres, cuando Colón solo viajó con 120 personas. Viajaron miles de kilómetros hasta la costa del África y regresaron a China con jirafas y rinocerontes. Tanto los chinos como los andinos, sin embargo, habían domesticado plantas para alimentarse, entre las que el arroz y la papa han sido las proveedoras de la mayor energía; los chinos ya entonces tenían pollos y cerdos como fuentes de proteína animal.
A partir del siglo XVI, sin embargo, la historia mundial cambió. Nosotros fuimos colonizados por España, mientras China se replegó y redujo sus contactos con el mundo. Los siguientes siglos fueron de expansión del colonialismo europeo. Entre 1750 y 1900, mientras América se hacía políticamente independiente y el capitalismo inglés optaba por sujetarnos financiera y comercialmente, en Asia y África los poderes europeos impusieron su dominación.
Aun así, en 1820 el PBI de China era seis veces el de Inglaterra y veinte veces el de los Estados Unidos. China fue humillada en 1840 y 1860 en unas guerras de colonización. Cuando China quiso cerrar las puertas al opio que los ingleses producían en India y se las exportaban como buen negocio, fueron militarmente aplastados por la armada británica. Fueron guerras en defensa del narcotráfico. Durante cerca de ciento cincuenta años los principales puertos de China estuvieron controlados por potencias europeas, a tal punto que si un inglés asesinaba o violaba en China no podía ser juzgado por el estado chino, lo que dejó en la impunidad a centenas de homicidas. Además, se quedaron con Hong Kong por ciento cincuenta años. China agravó su fragmentación con guerras internas y luego buena parte de su territorio estuvo bajo dominio japonés entre 1931 y 1945. Fue recién cuando Mao y los comunistas chinos llegaron al poder que recuperaron soberanía y reunificaron su país (aunque sin Taiwán). Esta es, creo yo, la base por la cual Mao Zedong y el Partido Comunista Chino es tan importante aún hoy: más que una revolución comunista fue una recuperación de su patria derrotando al invasor colonialista. Lo que tiene continuidad hasta hoy es la unidad nacional de China y su soberanía, que han sido base esencial de su acelerado desarrollo.
Sobre esa base, China tuvo por varias décadas a una política económica bastante desconectada, luego pasó a promover sus industrias para la exportación y finalmente a asegurarse las materias primas para seguir creciendo. En África y América Latina, combinando mecanismos financieros y negociaciones comerciales duras, han impuesto su propio interés. Tenemos varios ejemplos en Perú: la mina Las Bambas ya no tiene mineroducto como era el diseño original porque así los chinos se ahorran unos millones; en Chancay quieren unas “zonas económicas especiales” a su medida y tendrán un control del puerto más allá de lo que la ley peruana permite, ampliándose hasta todos los servicios conexos. Xi Jinping resalta en su artículo que empresas chinas han construido un hospital y alguna otra infraestructura, pero ¿no son acaso contratos millonarios, mientras nuevamente se posterga el desarrollo de capacidades nacionales empresariales y estatales? ¿Hay algún esquema para que transfieran conocimientos tecnológicos al Perú?
Esta política de China tiene semejanzas con el recorrido de los Estados Unidos, que también fuera alguna vez colonia y luego hegemonista en el continente y el mundo. Me viene a la mente la frase del subsecretario de estado Brian Nichols en estos días de APEC frente a la presencia china: «Vamos a demostrar que el mejor socio para el Perú son los Estados Unidos». Hay que recordarle que llevamos al menos ciento veinte años de hegemonismo norteamericano en la región, tiempo más que suficiente para cualquier demostración, y esa relación ha dejado mucho que desear. China le hace la competencia al viejo imperialismo, pero repite algunas de sus mañas.
PERUANICEMOS AL PERÚ
A diferencia de China, nosotros somos un país que nunca ha terminado de romper los lazos de dependencia. Este última gran “éxito nacional”, el puerto de Chancay, se encuentra bajo dominio chino por treinta años, y a juzgar por la historia que tenemos en otros enclaves económicos, puede durar mucho más. La Standard Oil robó de nuestro petróleo por 78 años, la Southern explota nuestro cobre de Toquepala desde hace 74 años, y Shougang viene sacando nuestro hierro hace 30 años de una mina que ellos no hicieron.
La política neoliberal que seguimos hace tres décadas vino dictada por el FMI y el Banco Mundial dominados por los Estados Unidos. Su repetición irreflexiva es el mayor colonialismo que sufrimos, aquél que domina la mente de nuestras élites oligárquicas. China por el contrario, aunque ha dado amplio espacio a empresas privadas nacionales, nunca siguió dictados del exterior ni ese tipo de políticas. Libros como los de Isabella Weber “Cómo escapó China de la terapia de choque” y Yuen Yuen Ang “Cómo China escapó de la trampa de la pobreza” dan cuenta de esta historia.
Xi Jinping ha recordado a José Carlos Mariátegui, rebuscando una frase casi desconocida y sin mayor importancia de sus escritos. Recordemos del ´cojito genial´ sus grandes posturas políticas: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano”. La columna de opinión de Mariátegui llevaba como título de sección “Peruanicemos al Perú”. Eso necesitamos hoy, y es en ese sentido que la historia de China puede ser un ejemplo valioso para nosotros cuando hablan de un del socialismo con características chinas.
Como China, para ser independientes y tener un camino propio, nuestro, nos hace falta una unidad nacional, de sentido social y profundidad republicana. Mariátegui insistía hace cien años en que “El Perú es todavía una nacionalidad en formación. (…) La conquista española aniquiló la cultura incaica. Destruyó el Perú autóctono. Frustró la única peruanidad que ha existido”. Por eso, en su artículo «El problema primario del Perú», dice “Una política realmente nacional no puede prescindir del indio, no puede ignorar al indio. El indio es el cimiento de nuestra nacionalidad en formación (…) Desvalorizarlo, depreciarlo como hombre equivale a desvalorizarlo, a depreciarlo como productor[…]. Sin el indio no hay peruanidad posible”. El intento de Keiko de desconocer los votos rurales el 2021, las decenas de asesinatos de Dina y este régimen sostenidos en el terruqueo, son un intento más de mantener un Perú con indios sometidos, despreciando y desvalorizando a nuestro pueblo. Dividen a nuestro país y con eso solo obstaculizan un camino peruano de progreso social.
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