El problema económico más importante para los peruanos no ha sido hasta ahora ni mencionado por el nuevo ministro de economía: la enorme pérdida de empleos del último año, producto de la caída de la industria y la construcción. Las estadísticas oficiales del INEI a nivel nacional indican que durante el año pasado se perdieron masivamente empleos, de tal manera que hacia finales del año (en el cuarto trimestre) había 160 mil empleos menos que el año anterior, una caída fuerte del 3,5 por ciento. La pérdida de empleos no parece haberse detenido sino agudizado en los últimos meses; un dato más reciente que llega a febrero de este año (cuando PPK aún no estaba amenazado por la segunda moción de vacancia) pero solo para Lima Metropolitana encuentra una pérdida de empleos del 4,4 por ciento.

El flamante ministro de la producción – Produce, en reciente entrevista ha puesto en duda que las cifras oficiales que muestran 4 años de caída continua de la industria sean verdaderas: pues debe saber que el ministerio de trabajo ha recabado información de las empresas del sector que dicen que a febrero del 2018 tienen 2,3 por ciento menos trabajadores que el año pasado.

Dada la insistencia de algunos medios y opinólogos, hay que insistir en que este problema no tiene nada que ver con ese argumento de un mercado de trabajo “demasiado rígido” como dice la derecha pro-Confiep. Por el amor de dios, ¿Cómo pueden sostener que es demasiado difícil despedir en el Perú cuando ha habido cientos de miles de trabajadores despedidos sin ninguna dificultad? Si creen que en Alemania, México o Chile se puede despedir a 4 por ciento de los trabajadores industriales así de fácil, están totalmente equivocados. La “flexibilización” del mercado laboral dispuesta por Fujimori tras el autogolpe de 1992 con tanques en las calles y persecución de dirigentes sindicales, permite este tipo de desprotección extrema de los trabajadores.

Esta pérdida de empleos es enorme. No se veía algo así desde hace diez años, cuando el 2008 fue la gran crisis financiera mundial. Una ola de despidos como esta tiene varias consecuencias negativas que se contagian con rapidez. Al mismo tiempo  se sumaron 250 mil jóvenes a buscar trabajo (como cada año) y han llegado otros 100 mil venezolanos por lo mismo, de tal manera que los jóvenes y los no tan jóvenes se ven obligados a cachuelear de cualquier manera por las calles y esquinas. Los ingresos reales de los trabajadores han caído, con lo que el mercado interno se ha achicado, y con éste las posibilidades de venta tanto de empresas formales como de microempresarios informales. Un círculo vicioso de desempleo y recesión.

El retroceso de la demanda también ha traído consigo una caída de los precios agropecuarios, empobreciendo a nuestros ya pobres campesinos y agricultores. Los precios promedio de la agricultura en los mercados mayoristas han caído 4,7 por ciento en los últimos doce meses según el INEI; los reclamos de paperos, maiceros y arroceros no son casos aislados sino que tienen una causa macroeconómica. La situación es crítica, y si “el gobierno de lujo” de PPK ni se enteró del problema, ¿qué pasa con este gobierno que se supone tiene “calle” y, según dicen ellos, habla con la gente? ¿Cómo no se dan cuenta?

DEMANDA INTERNA

Un primer elemento esencial para revertir esta situación es reactivar la demanda interna, para lo cual el BCR debiera seguir reduciendo las tasas de interés. Pero sobre todo es necesario un fuerte impulso fiscal con inversión pública descentralizada. El año pasado, el 2017, a pesar de reiterados anuncios de los ministros Thorne, Zavala y Cooper de un aumento en la inversión pública, esta fue apenas 4 por ciento del PBI, menos que el año anterior y mucho menos que el 5,2 por ciento promedio entre 2009-2014. El impulso fiscal, calculado por el BCR, fue cero. Un cero redondo. Es por eso que la demanda interna y la industria siguieron cayendo.

¿Por qué no se cumplió con lo prometido de aumentar la inversión? Porque la recaudación tributaria estuvo bajando, hicieron “devoluciones” de impuestos por 16 mil millones de soles y habían establecido una meta de déficit fiscal de 3 por ciento del PBI que rebasaron (fue 3,2 por ciento).  En esas condiciones, si hubieran invertido más, el mayor gasto habría volado la meta de déficit que, torpemente, ellos mismos se impusieron. Entre las necesidades de inversión pública y reactivación por un lado y su meta de déficit para contentar a los bancos de inversión y agencias de crédito por el otro, prefirieron lo segundo y frenaron abruptamente la inversión pública en diciembre. Campeones de la mentira y encubrimiento como su jefe PPK,  luego salieron a echarle la culpa a Odebrecht, pero las cifras muestran que al mismo tiempo había sectores, gobiernos regionales y municipios que sí estaban avanzando sus proyectos.

Sin darle prioridad a una inversión pública que genere un impulso fiscal significativo, las políticas para que la economía se reactive se reducen, como dijo un ministro de economía anterior, a “prender velitas y rezar” para que la economía china crezca, aunque con la guerra comercial desatada por Trump, el precio del cobre y las posibilidades de éxito de tal estrategia se han reducido dramáticamente las últimas semanas.

Cegado frente al problema del empleo y la necesidad de impulso fiscal, el flamante ministro de finanzas David Tuesta ha señalado las líneas maestras de su política. Según la agencia Reuters: “Tenemos que generar espacios fiscales a partir de una reestructuración rápida de los gastos del Estado, reducir el gasto corriente”, empezando con un recorte de 2 mil millones de soles. En otras palabras, la misma política de ajuste del gasto público a las que nos tenía acostumbrado el FMI en décadas anteriores y que ya el propio FMI encontró son recesivas. Hemos además vivido esa misma política con el ministro Thorne a comienzos de gobierno PPK con desastrosas consecuencias sobre el crecimiento y el empleo, mientras al mismo tiempo el Seguro Integral de Salud entraba en quiebra y los hospitales se desabastecían de medicinas e insumos.

INDUSTRIA, TIPO DE CAMBIO Y PROTECCION

Siendo hoy la reactivación de la demanda interna una primera medida indispensable, la otra es promover y proteger nuestra industria y agricultura nacionales. Es absurdo que estemos facilitando la importación de ropa, alimentos y muchos otros productos industriales, en vez de promover que se produzcan en el Perú generando empleos. Una de las principales ramas industriales que genera empleo y que ha entrado en profunda crisis es la textil, afectada por las importaciones asiáticas. La importación de alimentos ha aumentado en plena crisis, mientras los paperos no tienen a quien vender y el gobierno termina comprando parte de la producción para contener el incendio social. Hoy, en relación al comercio internacional, somos más papistas que el papa y respetamos a pie juntillas el TLC con los Estados Unidos a pesar de que Trump no ha pestañeado en romper sus cláusulas sin consulta ni negociación alguna.

Es urgente imponer medidas de salvaguarda frente a las importaciones industriales a precio de dumping y a los alimentos que vienen con subsidios internacionales. Pero junto con esto, una medida de alcance más generalizado es aumentar el tipo de cambio real, de tal manera que aumente la competitividad de nuestras exportaciones no tradicionales y de nuestra industria y agricultura que compite con importaciones. Para ello, el BCR bien podría incrementar sus compras de dólares, lo que además tendría la ventaja de engrosar nuestras reservas internacionales de divisas y aumentar la liquidez de la economía.

El nuevo ministro de la producción Daniel Córdova ha señalado que quiere reimpulsar la diversificación productiva con la reinstalación de las “mesas temáticas”, y ojalá que de los CITES- centros de innovación tecnológica. Eso está bien, pero tendrá pocos efectos si al mismo tiempo no hay medidas macroeconómicas para ampliar los mercados y abaratar el crédito.

VISAS PARA LOS VENEZOLANOS

Finalmente, y aunque Donald Trump haya dejado plantados a los presidentes latinoamericanos, hay un tema central que Vizcarra y los demás presentes debieran pedirle a los Estados Unidos, a favor tanto de nuestros hermanos venezolanos como de los trabajadores peruanos y sudamericanos que hoy sufren mayores dificultades para encontrar un empleo: pórtense y  otórguenles un millón de visas. Si tanto le preocupa a los Estados Unidos la crisis humanitaria de Venezuela, porque no muestran su solidaridad de una manera muy concreta permitiendo esas personas necesitadas vayan allá a ganarse la vida. Estoy seguro que la enorme mayoría de venezolanos preferirían irse al gran país del norte porque allá se gana muchos mejores sueldos que acá y se evitaría así seguir presionando el mercado de trabajo nacional que ya está demasiado difícil, en particular para nuestros jóvenes.

(publicado en Hildebrandt en sus Trece el 13 de abril de 2018, bajo el título «¡Nuevos rumos? No parece»)