Hace pocas semanas fui con un grupo de estudiantes a una visita de campo a los distritos de Carampoma, Huanza y Laraos en la provincia de Huarichirí, en las alturas del valle de Santa Eulalia encima de los 3 mil metros de altura. Me parece central que parte del aprendizaje sea que vean la realidad social con sus propios ojos. Además, yo siempre logro aprender algo nuevo, y una de las cosas que he observado en estas visitas es que ahí el programa Qali Warma es bastante apoyado por el propio colegio, los padres de familia y la comunidad, y que en los centros de salud hay prevención contra la anemia. Es un programa que tiene potencial pero requiere cambios.
Hoy la anemia afecta a más del 45 por ciento en los infantes mientras el estado destina 1,600 millones de soles anuales a dar alimentación escolar con el programa QaliWarma. Hace bien el presidente Vizcarra en plantar la reducción de la anemia como una prioridad nacional con un enfoque preventivo y promocional, antes que curativo, frente a este mal, aunque aún hace falta que anuncie una norma para que el arroz y la harina de trigo tengan fortificación obligatoria con hierro, que es la mejor política al respecto. Dado que Qali Warma llega a 3 millones 700 mil niños desde edades tan tempranas como los 3 años (en educación inicial) entregando alimentos en 62 mil colegios, es claro que este programa debiera ser un aliado clave en la lucha contra la anemia. Sorprendentemente, sin embargo, entre los objetivos del programa Qali Warma no está el mejorar el estado nutricional y reducir la anemia. En el Plan Nacional contra la Anemia, Qali Warma tampoco forma parte.
En contraposición, los análisis de programas de alimentación escolar a nivel mundial señalan que estos pueden lograr los tres objetivos: mejorar la matrícula y asistencia, elevar los rendimientos de aprendizaje y también mejorar el status nutricional en cuanto a desnutrición crónica y micronutrientes (caso del hierro y la anemia). Esto es válido también para el Perú. Si bien es cierto que anemia es particularmente alta entre los 6 y los 36 meses de edad, este mal mantiene un nivel bastante elevado entre los 3 y 5 años y un adecuado refuerzo de ingesta de hierro pueden sacar de la anemia a la mayoría de los niños y niñas afectados en unos trimestres. A este grupo se puede llegar con alimentación escolar puesto que en las últimas dos décadas la cobertura de la educación inicial de 3 a 5 años se ha ampliado sustancialmente, llegando en la actualidad a estar encima del 90% e incluso para los pobres extremos está encima del 85%.
El “equipo de lujo” de PPK con la ex – vicepresidenta de Confiep Cayetana Aljovín en el MIDIS y la ineficiente Patricia García en el MINSA, tienen la responsabilidad de esta tontería de no ayudar a estos niños a luchar contra la anemia. Bajo el actual gobierno se nombró una “Comisión de reorganización administrativa” de Qali Warma que ha presentado hace unas semanas un informe recomendando, entre otras cosas, que el programa pase a tener un objetivo nutricional, lo que está muy bien. Esperamos que los cambios se implementen desde comienzos del próximo año escolar (este las compras están hechas y es poco lo que se puede modificar).
¿Cómo hacerlo?
En este asunto como en otros, tan importante como plantearse el objetivo y tener la decisión de lograrlo, es la definición adecuada de cómo hacerlo. Algunos dicen que “el diablo está en los detalles” porque “de buenas intenciones está empedrado el infierno”.
Resulta que cuando uno ve el tema de cerca, dar alimentación a los estudiantes desde el estado central no es tan fácil. En los años pasados hemos visto varios escándalos por alimentos malogrados con decenas de niños enfermos. Lo que no genera titulares es que una gran cantidad de los panes y galletas que se reparten no se las comen los niños porque no tienen buen sabor o simplemente ya están aburridos de que les den siempre lo mismo.
Una alternativa es que haya comida cocinada en cada sitio. De hecho en la mayoría de colegios rurales Qali Warma entrega productos a ser preparados en cada uno de ellos. Eso está muy bien, siendo necesario promover menús nutritivos y capacitar a las madres al respecto. Se debe priorizar la entrega de alimentos ricos en hierro y ampliar a los colegios la entrega de las llamadas “chispitas”, un polvo rico en micronutrientes que se añade a la comida, asegurándose que ésta sea variada, rica y nutritiva.
Eso requiere incluir productos frescos entre los alimentos que se entregan a los colegios para su preparación. Pero hoy el estado no da ni una sola fruta, verdura o carne fresca. Los actuales sistemas de compra estatales con largas licitaciones y burocráticos controles de calidad impiden comprar algo tan simple como una mano de plátanos. En Huanza, Carampoma y Laraos hay leche y ricos quesos, pero Qali Warma no los compra. Por eso un tema fundamental para que estos programas de alimentación escolar tengan éxito es la descentralización con compras locales, algo también incluido en la propuesta de la comisión de reorganización de Qali Warma que debe empujarse con fuerza. Hay que darle buena parte del presupuesto al nivel local, que es donde se puede decidir y controlar mejor las compras de una variedad de frutas, verduras y carnes. Algunos desconfían de lo que puede hacerse a ese nivel, pero si hoy ya se gestionan fondos para el mantenimiento de los colegios entre directores, padres de familia y municipios, también se puede hacer con parte de la comida para nuestros niños y niñas.
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