Percy Carrillo Viera fue despedido. Él es unos pocos trabajadores de restaurantes que se atrevieron finalmente a denunciar que, de una manera totalmente abusiva, los dueños le quitaban las propinas e incluso lo obligaban a un pago mensual por haberlas recibido en su trabajo. Eran sujetos de algo más que de explotación; de un abierto robo. El pasado viernes la empresa quiso hacerle firmar un papel donde decía que “había faltado a la ética y moral de la empresa”; en el colmo del cinismo de quienes han tenido un comportamiento delincuencial. Percy Carrillo no firmó y lo botaron de su trabajo.

¿Lo botaron? Debe haber algún error. No puede ser. Porque tenemos “una política laboral que ha llevado la inflexibilidad a niveles absurdos, particularmente en aspectos como los que rigen la contratación y el despido de trabajadores”, según dice Roberto Abusada, presidente del IPE junto a Roque Benavides de la Confiep y director de Graña y Montero, la gran constructora socia de Odebrecht en obras y coimas.

Los dueños de restaurantes hasta se quedan con las propinas pero resulta que la política laboral es absurdamente inflexible.

El gerente del IPE Diego Macera dice que “La reposición automática en el puesto de trabajo se convierte en una suerte de anacrónica estabilidad laboral absoluta”. Estabilidad tan absoluta que si denuncias a los empresarios ladrones que te roban te vas de patitas a la calle.

Jaime De Althaus resalta que tenemos “una de las legislaciones laborales más rígidas del planeta. ´Híper-rígida´ la ha llamado el ministro de Economía” porque “se restablece la estabilidad laboral absoluta de la época de Velasco”. Díganselo a Percy Carrillo, que ha presentado su queja al ministerio de trabajo pero que, por supuesto, deberá pasar por una larguísima espera para ver si consigue algo de justicia.

Úrsula Letona como vocera del fujimorismo dijo que “es imposible que generemos competitividad” porque “el despido está prohibido”.

La realidad es otra. Para el periodista que presentó esta denuncia en un programa de televisión, Beto Ortiz: «Ese es el Perú, si no te dejas explotar te botamos, si no aceptas callado, si no agachas la cabeza, si no eres mi esclavo, te azoto, te torturo y luego te doy una patada en el fundillo y te lanzo a la calle porque yo soy el dueño y hago lo que me da la gana».

El caso de Percy Carrillo no es el único. Varias empresas de restaurantes robaban del mismo modo. Quien sabe cuántas habrán despedido a los meseros que osan quejarse. Mientras tanto, para Roque Benavides de la Confiep tenemos estabilidad laboral absoluta, los salarios son muy altos y los ladrones son sujeto de persecución política. Todo un mundo inventado para reforzar su poder de explotar, hacer agachar las cabezas y dar patadas en el fundillo.