El Perú tiene una severa falta de empleos. Para enfrentarla es indispensable poner en marcha otros motores en la economía más allá de la minería. Lamentablemente PPK tiró al tacho lo que se había avanzado en los años previos en políticas de diversificación productiva y el gobierno de Vizcarra no ata ni desata en este tema. Recientemente el ministro Oliva ha dicho que “ojalá dentro del primer semestre de este año, podamos plantear estos grandes marcos conceptuales que faciliten la inversión en estos sectores”, muy lejos de medidas concretas como parte de un plan. Y eso que Oliva sólo se refirió a dos sectores, acuícola y forestal, sin que en este último se esté tomando en consideración los serios problemas que tenemos de deforestación y violación de derechos indígenas.
Pero como bien ha dicho en un artículo reciente Piero Ghezzi, unos pocos sectores no bastan dada la enorme falta de empleo existente y los rubros con potencial que tenemos. Algunos de ellos ya están en nuestra estructura productiva, como la industria textil que alguna vez fue nuestra principal exportadora no tradicional pero que gracias a políticas neoliberales fue destrozada por importaciones a precio “dumping” asiáticas. Siendo clave en la generación de empleo y el avance de la productividad, el conjunto de nuestro aparato industrial está duramente golpeado, produciendo menos que cinco años atrás mientras la industria china y asiática avanza a todo trapo.
Otros rubros, como el turismo ecológico y cultural hacia nuevos destinos más allá de Machu Picchu, avanzan lentamente cuando podrían estar creciendo a ritmos acelerados generando muchísimos empleos. La industrialización de nuestros productos agropecuarios es otro gran potencial; personalmente soy adicto a los chocolates peruanos que están saliendo de altísima calidad y que permiten aprovechar mejor nuestra diversidad de cacao. En café, mientras los colombianos han invertido en colocar su “marca” a nivel mundial y en su propia cadena “Juan Valdez”, nosotros tenemos mejor café y más variado pero seguimos exportando en grano con bajo valor agregado. El aprovechamiento de frutos y plantas amazónicas para productos de belleza y cuidado personal es la base de la brasileña “Natura” con ventas de billones de dólares a nivel mundial, algo ausente en el Perú aunque tenemos esa misma biodiversidad amazónica y aún más.
La cantidad de iniciativas, productos y servicios es grande y no debemos limitarnos a sólo dos sectores, aunque sin duda hay que ser cuidadosos con que las políticas que se adopten no promuevan la corrupción o resulten demasiado costosas. La clave es generar empleos y crecimiento sostenible. No hay posibilidades de desarrollo salvo innovando e investigando nuevas tecnologías.
MERCADOS CON INCENTIVOS
La principal política para diversificar, generar empleos y consolidar nuevos sectores con productividad creciente debe ser una basada en incentivos y el primero de ellos es el mercado. Sin mercado donde vender, no hay negocio.
Un primer problema que tenemos al respecto es que nuestro mercado nacional está desarticulado porque la infraestructura de carreteras es pésima. Basta salir unos pocos kilómetros de Lima hacia la carretera central, la principal vía de conexión de la capital con el interior de la zona central andina y amazónica, para darse cuenta, mientras las Alianzas Público-Privadas (APPs) suscritas tienen paralizadas las obras en las salidas de Lima. Es solo un ejemplo, al que se le puede añadir el escandaloso caso del aeropuerto Jorge Chávez, APP entregada a un consorcio que aún no hace la inversión importante de la segunda pista aunque ya los aviones hacen cola y se demoran en aterrizar frenando el ingreso de turistas y la salida de productos al exterior, situación que empeorará los próximos tres años cuando menos. La cantidad de carreteras nacionales, regionales y locales, puertos y vías deterioradas o rebalsadas de tráfico es enorme, y eso impide el desarrollo de un mercado nacional: a veces es más barato traer productos del Asia que de la selva peruana.
Es indispensable reactivar la inversión pública, que es hoy 1% del PBI menos que seis años atrás, porcentaje que equivale a más de 7 mil millones de soles anuales menos. El MEF de la Confiep prefiere mantener exoneraciones privilegiadas y permitir la elusión de los grandes empresarios, a invertir en infraestructura indispensable. Tienen su segunda, apostando de paso a que con el falso argumento de “no hay fondos” las socias del “club de la construcción” se ganen con nuevas APPs que podrán renegociar y someter a arbitrajes decenas de veces para seguir robándonos con mayor facilidad. Se pierde una enorme oportunidad, ya que un empujón de inversión pública permitiría además una reactivación del mercado interno en el corto plazo, generando miles de empleos en la construcción y en la industria de materiales, trabajadores que a su vez volcarían sus salarios a la demanda interna.
Un segundo problema es que al permitir que las importaciones de ropa usada y barata invadan nuestro mercado, se está condenando al desempleo a decenas de miles de personas, ya que en esas condiciones la industria textil y de confecciones nacional puede colocar menos productos. Esto se repite en relación a otros sectores; es el caso de la importación de leche subsidiada que afecta a la ganadería andina de la que viven cientos de miles de peruanos y de la importación de trigo producido por la agricultura subsidiada de los Estados Unidos que reemplaza a los granos y productos nativos. Todos los países grandes que han logrado un nivel económico avanzado, desde Inglaterra (hasta el siglo XIX), Estados Unidos (hasta 1950), Japón, Taiwán, Corea y ahora China, han protegido su mercado nacional para que sus industrias prosperen y generen empleo. En el Perú hoy una política de ese tipo pasa por evitar que el precio del dólar caiga (porque eso resta competitividad y abarata las importaciones), reestablecer selectivamente aranceles (impuestos a las importaciones) e imponer adecuados estándares de calidad (evitando que vengan conservas contaminadas del Asia, por ejemplo), exigiendo metas de exportación e innovación a los industriales nacionales. Lamentablemente el neoliberalismo ideologizado considera anatema el camino seguido con éxito por los gigantes asiáticos.
INNOVACIÓN Y FINANCIAMIENTO
Cuando tardíamente en el gobierno anterior se inició la diversificación productiva, Piero Ghezzi puso en marcha dos buenas políticas. La primera fue la de las “mesas ejecutivas” facilitadoras de un diálogo de los productores con las distintas instituciones estatales para identificar problemas y soluciones, iniciativa que en el papel el MEF dice que se mantiene pero que luego de 2 años de Zavala, Cooper, Tuesta y Oliva no tiene resultado alguno que mostrar. La segunda fue la de mejorar y ampliar los Centros de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica (CITEs), de los que hay una treintena en rubros tales como vitivinícola (pisco), calzado, textiles de alpaca, industrias creativas, etc, los que han regresado nuevamente al olvido (los CITEs ya tienen un par de décadas pero con muy poco apoyo, salvo la gestión de Ghezzi). Es importante reimpulsar estos centros de innovación, que deben servir a las necesidades de los productores, difundiendo y capacitando en nuevas tecnologías.
Otra política muy necesaria y que otros países aplican con mucha fuerza consiste en facilitar el financiamiento mediante bancos nacionales de desarrollo. China tiene varios bancos de enorme tamaño con este fin, su banco agropecuario es el cuarto banco más grande del mundo, pero junto a este hay varios otros con fuertes compromisos en la frontera de la innovación, por ejemplo en paneles de energía solar, carros eléctricos, nuevas plataformas de información, smartphones, etc. Alemania tiene la KfW, un fuertísimo brazo financiero que ha tenido un rol clave en energías alternativas y tecnología manufacturera. Estados Unidos tiene un gran apoyo financiero a pequeñas empresas y a innovadores. En Escocia se está poniendo en marcha un banco de desarrollo especialmente orientado a innovación y nuevas industrias. En nuestra región destacan los esquemas financieros y bancos públicos de Chile y Brasil. Estas instituciones hoy combinan diversos instrumentos financieros, usando no solo préstamos sino también aportan capital de riesgo para financiar productos nuevos que requieren probar prototipos, hacer estudios de mercado, etc.
Mientras tanto, en el Perú tenemos al Agrobanco prácticamente paralizado, a Cofide con muy poca iniciativa y al Banco de la Nación que tiene una red enorme pero se limita a tramitar pagos del estado sin ninguna mirada de desarrollo productivo. Al mismo tiempo más de la mitad de las pequeñas empresas y más del 90 por ciento de las microempresas no tienen acceso a financiamiento y un tercio de las empresas medianas y grandes no piden préstamos porque son muy caros, lo que se debe a que el spread o margen de ganancia bancario en el Perú es el cuádruple que el de Chile. Es posible enfrentar esto poniéndonos al día con las mejores prácticas de financiamiento público, con directorios escogidos en base a mérito y cuyos miembros tengan estabilidad y se vayan renovando poco a poco, con mucha transparencia y discusión pública de sus objetivos y operaciones.
Una política sostenida de diversificación e innovación podría lograr que en el Perú hubiera un crecimiento económico aparejado con fuerte creación de empleo, que es lo que necesitamos. Hace tiempo que nos lo debemos y no debiéramos llegar al Bicentenario sin él.
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