Nuestra última ida familiar al supermercado nos permitió ver que ya empiezan a ponerse los octógonos informativos en los alimentos con alto contenido de grasa, azúcar y/o sodio (sal).  Todavía la mayoría de gaseosas, salsas y otros alimentos no los tienen, pero es cuestión de semanas ya que de acuerdo a la ley de alimentación saludable y sus reglamentos es obligatorio que el 17 de junio estas advertencias estén colocadas.

Es una muy buena noticia. El sobrepeso y la obesidad son una amenaza realmente seria, grave, a la salud pública. Lo es en muchos países del mundo y también en el Perú. Muchas personas creen que en un país donde todavía hay pobreza y anemia, como el nuestro, la obesidad no puede ser un problema: están totalmente equivocadas. La última encuesta de demografía y salud, cuyos resultados ha publicado el INEI la semana pasada, señala que la obesidad ha aumentado hasta llegar al 23 por ciento de los mayores de quince, un aumento de 5 puntos porcentuales en tres años. Es decir, uno de cada cuatro peruanos ya sufre de obesidad y ese porcentaje está aumentando muy rápidamente. A este ritmo, en menos de dos décadas la mayoría de los peruanos adultos estará obesa. El camino a la obesidad está marcado por el sobrepeso, situación en la que ya están 37 por ciento de los peruanos y peruanas mayores de 15 años.

No está de más recordar que esta condición implica un aumento fuerte en la probabilidad de sufrir infartos y otras enfermedades del corazón, desarrollar diabetes y tener cánceres de diverso tipo como los que atacan el hígado, colon, mamas, riñón, tiroides, vesícula y páncreas, dentro de una larga lista de enfermedades asociadas a la obesidad. El asunto, pues, es muy serio. El sobrepeso puede afectar también nuestra movilidad porque genera problemas en la columna y las rodillas. En otro orden de cosas, menos grave, ya se anuncia que las compañías aéreas podrían empezar a cobrar los pasajes por peso, lo que no debe sorprender si consideramos que estos empresarios angurrientos ya nos amarretean dejándonos llevar solo 5 kilos en una mochila y no dan ni un sanguchito para amenguar el hambre.

La obesidad afecta más a las mujeres que a los hombres, por lo que la poca atención que desde la salud pública y los servicios de salud se le da a este problema también se asocia a la inequidad de género: 26 por ciento de mujeres sufren de obesidad frente a 19 por ciento de los hombres. Medidos por lo panzones que somos, lo que se llama el “perímetro abdominal”, 60 por ciento de mujeres adultas y 21 por ciento de los hombres se consideran en alto riesgo cardiovascular.

Este problema, como es fácil de observar, aumenta con la edad, prevaleciendo a partir de los treinta o cuarenta años de edad. Pero los niños no están inmunes. Casi no lo podía creer, pero entre los menores de 5 años, es decir infantes, niños pequeños, pre-escolares, ya el 9 por ciento sufre de sobrepeso, tasa que sube hasta el 15 por ciento (uno de cada seis) entre las familias acomodadas (quintil superior de ingresos).

TOMÉSELO EN SERIO

En mi historia personal, estaba acostumbrado a ver como los amigos y yo mismo, a medida que pasaban los años, nos íbamos ensanchando. Yo siempre fui de “cintura ancha”, tan es así que aún de estudiante universitario en un partido de fulbito un joven animador Gonzalo Iwasaki se refirió a “cintura-de-gallina-Francke” (y eso que era más bien flaco). Hace unos tres años estaba en el límite del sobrepeso, pero logré tener más espacio mental como para cuidar mejor de mí mismo y bajar a una condición de peso normal. Otros amigos lo han logrado, a veces tras algún susto o mala noticia sobre su salud. Luego que uno lo ha hecho, parece fácil: es cuestión de mejorar los hábitos de alimentación y hacer un poco más de ejercicio, que yo lo conseguí hacer movilizándome en bicicleta siempre que puedo (cuando las distancias no son muy largas), lo que además favorece mi salud mental (si voy en carro sufro con las largas esperas, el desorden y la agresividad de  los choferes que se meten de cualquier manera). Pero en realidad bajar de peso es difícil: nuestras costumbres alimenticias suelen estar bastante arraigadas; el dulce, la sal y/o las grasas nos atraen muchísimo (es parte de nuestra biología); comer y tomar son hábitos sociales en los cuales gozamos amistados y familiares; hacer ejercicios toma tiempo y no siempre nos acomoda. Antes de lograrlo, controlar mi peso era un objetivo que no conseguía alcanzar. Es difícil, sí señor, muy difícil.

SALUD PÚBLICA Y EL VASO MEDIO LLENO

Breve recordatorio: lograr estas advertencias en forma de octógonos ha sido toda una lucha. El congreso aprobó la ley de alimentación saludable el 2012, pero las presiones de la industria alimentaria que abusa del azúcar, grasas y sal frenaron su aplicación. La pareja presidencial Humala-Heredia se inclinó ante estos grandes poderes económicos. Porque no es poco lo que hay en juego ni son de bajo peso los grupos económicos que hacen negocios en ese rubro. Entre los pesos pesados, Alicorp es el mayor conglomerado de la industria alimentaria, teniendo fuerza oligopólica en los mercados de aceites, galletas y salsas, siendo propiedad del grupo Romero, el mismo que desde hace cuatro décadas controla el mayor banco privado del Perú. También está Gloria SA, de los hermanos Rodríguez, cuasi monopolio en la leche y principal productor en los emporios azucareros de norte, con exoneraciones tributarias especialísimas a su favor.

El ministerio de economía y finanzas, este centro de poder neoliberal que se mantiene incólume desde el fujimorismo, no quería incomodar ni con un pétalo las ganancias de estos oligopolios. Aunque el sobrepeso y la obesidad generan un alto costo en demandas de atención de la salud porque los cánceres, infartos, diabetes y discapacidades son costosísimos, como eso lo pagan los enfermos y la carga se la trasladan al sector salud, tales costos no les importa al MEF neoliberal. Así, varios intentos de aplicar y reglamentar la ley fueron bloqueados entre el 2012 y el 2018 por la presión de la gran industria.

Los reclamos ciudadanos y las recomendaciones de la salud pública desde organismos internacionales como la OMS y la OPS hasta expertos nacionales, fueron desoídos por varios años. Pero persistimos y persistimos. Hay que reconocerle a Vizcarra haber sacado el reglamento  de las advertencias obligatorias, y tiene su mérito porque las presiones del fujimorismo desde el congreso y la propia Keiko fueron brutales. Los fujimoristas presentaron proyectos de ley en el congreso (que con toda frescura aprobaron en la “comisión de defensa del consumidor”) para impedir los octógonos de alerta y Keiko le pidió a Vizcarra, en uno de sus encuentros secretos apenas llegado éste a la presidencia, que cambiara a la ministra de salud que insistía en que se reglamentaran estas advertencias como lo necesita la salud pública. Tenía su razón: Dionisio Romero y los Rodríguez están entre quienes aportaron a la “chancha” de 2 millones de dólares de la Confiep en favor de la campaña presidencial de Keiko, de lo que nos enteramos recién cuando Jorge Barata de Odebrecht habló al respecto.

APENAS UN INICIO DÉBIL

El vaso está medio vacío: las advertencias son débiles a pesar de que el riesgo para la salud es enorme. Se cambió el color de rojo a negro, cuando todos sabemos que el color de una alerta de riesgo es el rojo. Las cantidades límite de azúcar, sal y grasas que se permiten en un producto antes de que sea obligatorio que lleve el octógono de advertencia son  mayores que en Chile, y los plazos para ajustarse a topes que realmente defiendan la salud son mayores. Por ejemplo, en Chile una gaseosa solo puede tener 4 gramos de azúcar por cada 100 mililitros a los 36 meses de aprobada la ley, en el Perú incuso 39 meses después de salido el reglamento pueden seguir teniendo 5 gramos de azúcar por cada 100 mililitros y no tener que poner el octógono. En Chile hay un tope de calorías por gramo en los productos sólidos (galletas, caramelos, etc) más allá del cual se requiere etiquetado, en el Perú no. En Chile se estableció que los topes suben a los 24 y 36 meses, en Perú recién a los 39 meses que son en realidad adicionales a los 6 meses desde que salió el reglamento y a los 6 años después de aprobada la ley, es decir 118 meses de demora provocada por los lobbies  de los oligopolios.

Pero el mayor problema es que las medidas adoptadas tienen dos flancos débiles. Su primera debilidad es el escaso conocimiento de los peruanos de lo dañino que es el sobrepeso y la obesidad y de cómo estos alimentos altos en azúcar, sal (sodio) y grasas nos afectan. El ministerio de salud debe hacer una fuerte campaña informativa el respecto, así como fiscalizar la ley con firmeza. La segunda debilidad es política, ya que no se puede descartar que el congreso nuevamente ataque esta norma, o que mientras llega el plazo de ajustar los topes, que será todavía en marzo del 2022, un nuevo lobby de la Confiep genere un retroceso mayor. Como en tantos temas en nuestro Perú, habrá que estar vigilantes e instalar esta alerta en la conciencia ciudadana.