Desde año y medio atrás anunciamos en estas páginas que una inmigración venezolana incontrolada sería un problema serio para nuestro país. En aquellos tiempos propusimos poner un tope de 500 mil al número de inmigrantes y ser rigurosos en el control. Pero los gobiernos de PPK y Vizcarra le han preferido decirle chicheñó a las pretensiones de Trump, que tiene la desfachatez de cerrar sus fronteras pero exigir a los sudamericanos que dejemos entrar millones como si se estuvieran paseando por su casa.
Igual han presionado Jorge Del Castillo y la derecha dura de “El Montonero” y “Lampadia”. Sin duda pensaron que ganarían políticamente con el ingreso de miles de venezolano afectados por el régimen de Maduro que reforzarían las críticas al “chavismo”. No repararon, claro, ni en el enorme daño generado al pueblo peruano ni en las reiteradas críticas de Verónika Mendoza al autoritarismo de Maduro.
Hoy tenemos un serio problema. Yo no pienso que los venezolanos sean más asesinos o peores personas que los peruanos y me conmueve la situación humanitaria de muchos de ellos, en especial los que han venido con niños y con problemas de salud a cuestas. Recuerdo también que muchos en estas costas descendemos de inmigrantes y que dos millones de peruanos salieron a vivir al exterior cuando la gran crisis del primer gobierno de Alan García y el fujishock. Nada de eso quita, sin embargo, que tener 700 mil venezolanos trabajando en el Perú y con pretensiones de quedarse para siempre, sin que haya habido filtro alguno para evitar que entre ellos llegue gente mala y alguna gente realmente muy mala, causa severas consecuencias económicas y sociales. No es por gusto que en todas partes del mundo se controlan los pasos fronterizos y se gestionan los movimientos humanos, y eso es así desde que existen los estados nacionales.
SEGURIDAD CIUDADANA
Yo del tema de seguridad ciudadana no sé nada más allá de lo que todo limeño sufre en su vida cotidiana. Pero por sentido común me pregunto, si ya estábamos con una inseguridad ciudadana muy alta ¿para qué agravarla permitiendo el ingreso de delincuentes? Eso todavía sucede hoy, por cierto, ya que no se exige certificado de antecedentes para un venezolano que quiere entrar al Perú.
La delincuencia es un fenómeno social y económico. Las bandas operando en Venezuela que ven que allá ya no hay negocio pues migran como bandas organizadas y si hay asesinos descuartizadores allá pues cuando vengan acá es probable que sigan el mismo modus operandi. Por otro lado los ladrones y sicarios en Perú tienen una forma de operar que ya la policía conoce; ahora hay grupos cuyas formas de acción, comunicación y organización son distintas y que hay que intenta entender para poder desbaratarlas. Lo que era complicado ahora es más difícil aún.
EMPLEO
Llevamos varios años sin que se generen nuevos puestos de trabajo urbanos debido a la parálisis de la industria y la construcción. La cosa va para peor ante la pésima política económica del MEF y el BCR. Mientras tanto, cada año unos 300 mil jóvenes se suman a buscar trabajo, la enorme mayoría sin encontrarlo. Incluso si lográramos un crecimiento económico de buen ritmo, diversificado y creador de empleo, la verdad es que nunca hemos logrado crear más de 300 mil empleos al año. Ahora tenemos 700 mil venezolanos que persiguen esos mismos puestos de trabajo, que se pelean por vender aguas y galletas en las mismas esquinas y que piensan quedarse en el Perú para siempre. Es obvio que eso genera un agravamiento del desempleo y subempleo mayúsculo.
Los malos empresarios aprovechan esta situación para bajar salarios y recortar derechos. No reparan en despedir un peruano para contratar dos venezolanos, como dicen. El problema se agrava porque hoy sabemos que hay malos empresarios por todos lados: mineros eluden impuestos y contaminan, constructoras coimean a diestra y siniestra, agroexportadores aprovechan que el presidente de congreso es uno de ellos para rebajarse las contribuciones a la seguridad social, cadenas de boticas cobran precios abusivos, grandes empresas evaden impuestos por millones. Un asco. En ese escenario la masiva inmigración venezolana abre las puertas a una mayor sobreexplotación de los trabajadores, llenando la ciudad de motos repartidoras que no respetan luces rojas porque con la miseria que les pagan, sólo así sacan para la comida del día. La Confiep están felices con esta oleada inmigratoria que les permite pagar menos y explotar más, ante un ministerio de trabajo que sigue fiscalizando poco o nada en defensa de los derechos laborales, ahogado presupuestalmente por el MEF con esa intención.
¿QUÉ HACER?
La carga de inmigrantes se concentra excesivamente en el Perú. Casi 900 mil venezolanos han llegado al Perú mientras Estados Unidos no ha permitido entrar ni 100 mil, aunque tiene diez veces más población y treinta veces más economía y tienen la sinvergüencería de presentarse como los defensores de los venezolanos. Eso no puede seguir, debe hacer un acuerdo hemisférico para abordar el tema de manera justa y ya el Perú asumió mucho más de lo que debería.
Así como en el mundo entero, en el Perú ya somos muchos. Hay un déficit de empleo, de infraestructura y de servicios enorme. Necesitamos resguardar nuestros recursos naturales y nuestra biodiversidad y la presión poblacional es una de las grandes causas de fondo de la contaminación y la deforestación. Íbamos camino a estabilizar nuestra población porque la tasa de crecimiento iba reduciéndose a buena velocidad, aunque se mantiene un 13 por ciento de embarazo adolescente y un 9 por ciento de mujeres con demanda insatisfecha de planificación familiar, dos problemas que debieran atenderse con prioridad. Pero bueno, íbamos creciendo en unos 330 mil peruanos año y de repente se nos vienen 3 años de crecimiento poblacional de golpe. Como digo, peor aún es la perspectiva del mercado de trabajo, porque la enorme mayoría de venezolanos está en edad de trabajar y chambea como sea.
Mientras tanto, hay que controlar nuestras fronteras. Las medidas tomadas tardíamente por el gobierno funcionan poco y mal, por dos razones: aún hay diversas formas y mecanismos de que los venezolanos entren legalmente al país con diversos pretextos y muchas ventajas, y hay además una coladera en la frontera que es una verdadera vergüenza para la soberanía nacional. Esto es clave, en particular, por el tema de la seguridad: ¿para qué sino he pasado controles migratorios centenas de veces?
¿Y con los que permitimos quedarse acá y con quienes están temporalmente mientras se consigue su reubicación en otras latitudes, que hacemos? Es claro que la política ultra-liberal, tan a tono con la informalidad, de dejar que hagan lo que quieran adónde quieran, no le hace un favor a nadie. Hay que establecer una redistribución territorial de manera que aquellos que son profesionales o técnicos puedan ayudar al desarrollo descentralizado en las provincias, y que parte de la mano de obra no calificada en vez de estar añadiendo a la congestión en Lima y las grandes ciudades, vaya a apoyar el trabajo agropecuario.
Claro que eso solo sería un paliativo al problema del empleo. La propia situación económica nacional clama por una política económica de reactivación de la industria y la construcción, de diversificación hacia el agro, el turismo y los servicios, que retome el crecimiento teniendo el objetivo de crear al menos 300 mil empleos anuales. La inmigración venezolana hace eso aún más urgente, pero Oliva del MEF y Velarde del BCR no mueven un dedo al respecto. También hay que reforzar la fiscalización laboral, recordando que la ley peruana vigente dice que una empresa no puede tener más de 20% de trabajadores extranjeros.
Hay por cierto también una presión adicional sobre los colegios y los hospitales, sobre los servicios educativos y de salud, que se carga sobre el presupuesto nacional. Es necesario aprobar fondos adicionales, sustancialmente mayor, para los sectores sociales, ya que se trata de servicios públicos deteriorados y con baja calidad debido al ahogamiento presupuestario de décadas. El financiamiento debería provenir, en primer lugar, de los Estados Unidos y países ricos, y en segundo lugar de la clase empresarial peruana, de los dueños de grandes empresas que hoy se benefician pagando menos salarios y sobre-explotando trabajadores.
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