Chile en llamas y con millones en las calles pidiendo la renuncia de Piñeira. Junto con Macri y PPK eran el trío de “gobiernos de lujo” neoliberales, con millonarios en la presidencia; ahora los tres están políticamente muertos. Pocas semanas atrás Ecuador estaba con miles en las calles, las carreteras tomadas y su presidente en fuga; Lenin Moreno logró calmar las aguas pero es otro gobierno zombi. ¿Qué está pasando? ¿Podría repetirse en el Perú?
DESIGUALDAD
La enorme desigualdad y medidas económicas que la agravan son explicaciones claves de lo que pasa en Chile. De todos los países del mundo Chile es en el cual los billonarios acumulan un porcentaje más alto del PBI: 25%. En este ranking el Perú va puesto 3 en Latinoamérica, los billonarios acumulan 13% del PBI.
Algunos economistas neoliberales tratan de negar el claro impacto de la desigualdad en Chile, usando estadísticas del Banco Mundial que indican que la desigualdad en Chile se habría reducido en las últimas décadas. Están recontra equivocados, usan datos que, aunque parezca increíble, no consideran a los multimillonarios que están en la punta de la pirámide de ingresos. De Ripley. Los estudios de Thomas Piketty y del “world inequality database” muestran lo contrario. Chile es uno de los países más desiguales de Latinoamérica y del mundo. En el Perú, mientras que las estadísticas oficiales indican una desigualdad medida por el Gini de 0.35, estimaciones hechas por Germán Alarco indican que es el doble de esa cifra. El 40% de la riqueza peruana está en manos de apenas 4,500 personas, el 0,1% de la población nacional; en el otro extremo se necesitan más de 24,000,000 de peruanos para juntar el 50% de la riqueza nacional.
Habría que añadir que la desigualdad en Chile se expande a la educación donde las universidades son mayoritariamente un negocio privado, a un sistema de salud que deja que se mueran quienes no tienen dinero, a unas AFPs donde las jubilaciones de los trabajadores son una lágrima, a un mundo del trabajo donde a los jóvenes les toca “el baile de los que sobran” y donde a los obreros “los echaron les dijeron que no vuelvan más”. En el Perú muchas de esas desigualdades y exclusiones son peores que en Chile.
TRAS EL BOOM PRIMARIO EXPORTADOR
Nada de esto generó explosiones sociales masivas en años anteriores porque entre 2004 y 2013 vivimos los años de las vacas gordas con altos precios de las materias primas que exportamos. Petróleo en Venezuela y Ecuador, gas en Bolivia, cobre en Chile, cobre y otros metales en Perú, soya y carne en Argentina, soya y hierro en Brasil.
Eso tuvo dos efectos económicos y sociales. El primero fue que todos los países de la región tuvieron años de buen crecimiento económico y tuvieron más ingresos fiscales para invertir en obras y crear programas sociales. Cuando Ollanta Humala puso en marcha Pension65 sólo estaba copiando lo que antes hicieron Brasil y Bolivia, de la misma forma que programas como Juntos que dan dinero a las madres pobres (200 soles bimestrales en Perú) los hay en México, Brasil, Colombia, Ecuador y Bolivia. Los gobiernos de izquierda capturaron más de esa riqueza que venía de los mayores precios del petróleo o la soya para dársela a la gente, pero los gobiernos de centro y derecha también lo hicieron.
Luego cayeron los precios internacionales y las cosas se pusieron feas. Como varios gobiernos rojos y rosados llevaban ya varios años en el poder, acumulaban un desgaste fuerte. Escándalos de corrupción, en gobiernos de derechas y de izquierdas, salieron a luz tras el caso Lava Jato en Brasil. Si estos dos problemas ya eran gordos, una variable clave fueron las políticas macroeconómicas. Caso de éxito en la izquierda: Bolivia. Habían acumulado fuertes reservas fiscales y monetarias, aplicaron una política anticíclica, han seguido creciendo. Caso de éxito revertido: Ecuador. Correa hizo como Evo, pero salió, fue reemplazado por Lenin Moreno, aplicó un ajuste tipo FMI y ya vemos cómo terminó. Caso de torpeza completa con giro a la derecha: Dilma Rouseff aplicó un programa de ajuste tipo FMI y se fue por el caño. Caso complejo: la peronista Cristina Fernández vio cómo su economía se tambaleaba y aplicó políticas heterodoxas que tuvieron sus costos, pero la alternativa neoliberal de Macri fue claramente peor. Caso de torpeza completa por la izquierda: Venezuela. No habían guardado reservas, ahogado su industria y agricultura y golpeado a su gallina de los huevos de oro que es su producción petrolera; sufren una crisis continuada. Chile y Perú éramos los sobrevivientes, ambos seguimos modelos neoliberales con un ligero tono social puesto tardíamente por Humala y Bachelet, guardamos reservas en los años de vacas gordas pero estúpidamente no las usamos en estos años de vacas flacas y por eso estamos parados.
Luego del boom de precios 2004-2013 llevamos ya más de un quinquenio sin que se repita el ciclo anterior. Para Perú y Chile no es que el precio del cobre sea desastroso, a 2,50 dólares la libra todavía está bastante por arriba de los costos de las minas peruanas (alrededor de 1 dólar la libra) y chilenas (cuyo costo es de 1 dólar 20), pero aun así es bastante menos que el 3,50 que tuvimos. Para Venezuela y Ecuador el petróleo cayó de 100 a 25 dólares el barril, algo brutal, y ahora en 50 sigue siendo la mitad de antes.
Esta realidad económica ha generado, en los gobiernos que giraron a la derecha, una presión que los ha acabado. Ecuador, Argentina, Chile, el propio Brasil, han seguido sin crecer económicamente. Hoy que nos vemos en el espejo de Chile, este es el segundo elemento clave que explica las protestas: su estancamiento. Desigualdad más estancamiento conforman el “síndrome del túnel”: ¿Cómo se sentiría usted si está en un túnel del que no se ve la salida, hay dos filas de carros y la otra fila empieza a avanzar mientras la suya sigue parada? La teoría del “síndrome del túnel” dice que en un primer momento contento, esperanzado porque dentro de poco usted avanzará, pero luego de un rato estará muy molesto porque los demás avanzan y usted sigue parado. Es lo que pasa en economías muy desiguales con estancamiento económico, donde para muchos la situación es particularmente dolorosa porque no ven salida hacia un futuro mejor.
Es por esa misma razón que en Estados Unidos los obreros están tan molestos y votan por Trump contra la globalización: mucha desigualdad y cero mejoras en dos décadas. Visto desde el lado opuesto, ¿por qué el pueblo chino no protesta a pesar de una desigualdad creciente? Una respuesta es: porque hay progreso para casi todos. Si volvemos la mirada a este pequeño país que habitamos, queda claro que la realidad del Perú está mucho más cerca de Chile que de China.
Por cierto, esta misma dificultad macroeconómica no le da respiro a Venezuela y va a generarle muy serios problemas a Evo Morales y a los Fernández en Argentina. Bolivia ha venido gastándose su “chanchito” para sustentar una política anticíclica que les ha permitido seguir creciendo, pero su alcancía se está agotando. Las opciones tampoco son fáciles para el nuevo gobierno argentino que hereda una economía en crisis y escaso margen de acción.
Chile y Perú podrían hacer otra cosa: aplicar un fuerte programa de reactivación, con inversión pública que genere empleo y presupuesto para educación, salud y derechos sociales. Hay los fondos públicos para eso y se podría empezar a redistribuir la riqueza que se ha dejado acumular en pocas manos. No nos lo impide la falta de recursos sino la ceguera neoliberal y la ideología del ajuste tipo FMI de quienes nos gobiernan. Quizás Chile, nuevamente, sea quien abra trocha.
UN MUNDO NUEVO
Una vez más vemos que economías basadas en la exportación de materias primas tienen pies de barro. Dicen que destacamos en crecimiento a nivel de la región pero en el Asia hay 3 mil millones de personas, cien Perús, avanzando mucho más rápido. Más que contentarnos por encabezar el pelotón de los rezagados debemos preocuparnos por alcanzar el grupo que va adelante.
Mientras exportamos piedras una nueva revolución tecnológica que empieza con el 5G, el internet de las cosas (IoT) y la inteligencia artificial nos agarra al garete. Seguimos pasivos esperando a ver cómo desembarcan nuevos conquistadores a nuestras costas y que rol nos asignan. Para muestra un botón: ahí están las nuevas apps de transporte y reparto en bicicleta y moto, explotando jóvenes y añadiendo riesgo a un tránsito desordenado, mientras no se piensa cómo aprovechar la masiva cantidad de datos acumulada por esos aplicativos para mejorar el tránsito.
Somos críticos de un modelo neoliberal centrado en que las trasnacionales se lleven nuestros recursos naturales y nos abusen como consumidores. Algunos creen que cualquier cambio es peligroso y que debemos proseguir con las políticas económicas de Fujimori. El miedo los paraliza. Pero el cambio ya está aquí; seguir con la misma política de ajuste fiscal y de “dejar hacer dejar pasar” es hacer como la avestruz que esconde la cabeza bajo tierra buscando tontamente evadir la realidad. En lo inmediato debemos reactivar la economía y ponerle presupuesto fuerte a los derechos sociales, pero es indispensable que tengamos un nuevo norte estratégico para nuestro aparato productivo, uno que aproveche la nueva revolución tecnológica para crear empleos, empleos y más empleos.
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