El hombre más rico del Perú incrementó su fortuna el 2018 de 3,400´000,000 a 4,100´000,000 dólares; Carlos Rodriguez Pastor, conocido en las revistas de “business” como CRP, acumuló setecientos millones de dólares adicionales. Un peruano trabajando por el salario mínimo necesitaría doscientos mil años para recibir ese dinero y no podría gastar un sol para lograr esa acumulación. Es totalmente absurdo, simplemente no tiene sentido. Pero cuando publico datos como éste, nunca falta algún opinólogo, usualmente un economista o abogado que trabaja para grandes empresas, diciendo que por revelar estas cifras estoy contra la iniciativa privada. Otros, supuestamente más ilustrados, recitan que redistribuir la riqueza traería menor crecimiento económico, sugiriendo que el remedio sería peor que a enfermedad.

RIQUEZA: ¿PODER O FIN SOCIAL?

Con todo ese dinero Carlos Rodríguez Pastor podría durante veinte años gastar 200 millones de dólares anuales, es decir medio millón de dólares CADA DÍA. Todos los días comprarse una casa grande o cinco carrazos, pero no podría comérselo ni bebérselo porque reventaría. Algo imposible.

¿Cuál es el sentido de poseer 4 mil millones de dólares y que cien millones de dólares sean el sencillo que se redondea al contar su fortuna? El tema de fono es este: tener esa montaña de dinero es tener mucho poder. Porque con ese dinero se puede lamentablemente comprar muchos congresistas, bastantes jueces y varios candidatos presidenciales, además del trabajo de miles de personas.

Eso se ve claro en los maletines con 3.65 millones de dólares que Dionisio Romero entregó a Keiko. Si Romero, como él ha dicho, hubiera querido hacer algo por el país, está claro que mejores opciones hubieran sido dar cien becas para una formación universitaria completa a jóvenes sin recursos, dotar de agua potable a diez mil peruanos o que treinta mil adolescentes tengan acceso a planificación familiar para evitar embarazos indeseados, lo que tiene una rentabilidad social calculada de 25 por cada dólar invertido. Pero esos maletines no eran para bien social sino para comprar poder.

Se puede pensar y hacer distinto. Andrew Carnegie fue el hombre más rico del mundo a inicios del siglo pasado; la necesidad lo llevó a trabajar desde los 13 años y logró acumular una fortuna en industrias nacientes como los telégrafos, los ferrocarriles y el acero. Carnegie era un fuerte defensor del capitalismo y que las personas pudieran hacer su fortuna, pero pensaba que eso tenía que devenir de un esfuerzo personal y no ser heredada (Dionisio Romero heredó todo de su padre, del mismo nombre). Manifestó públicamente su propósito de entregar toda su fortuna a fines sociales antes de morir, en vida entregó 350 millones de dólares a universidades, bibliotecas públicas y pensiones sociales y no dejó herencia. Escribió que “acumular riqueza es una de las peores formas de idolatría. Ningún ídolo es más degradante que adorar el dinero” afirmando que “el hombre que muere rico muere deshonrado”. Si sólo nuestros empresarios tuvieran esa visión.

FMI: MUCHA DESIGUALDAD REDUCE EL CRECIMIENTO

Para quienes dicen que preocuparse por la desigualdad es poner en riesgo el crecimiento, la mejor recomendación es que revisen el análisis que sobre el tema ha hecho el Fondo Monetario Internacional (FMI), el organismo internacional que ha sido el principal instrumento para la imposición de las reformas neoliberales las últimas tres décadas.

En un documento oficial, el Fiscal Monitor de octubre 2017 titulado “Tackling Inequality” o “Enfrentando la desigualdad”, el FMI dice que “la excesiva desigualdad puede erosionar la cohesión social, llevar a polarización política y reducir el crecimiento económico”, recordándonos de pasada que “países de América Latina siguen estando entre los más desiguales del mundo”.

¿Por qué tanta desigualdad en nuestra región y qué se puede hacer? “Más de tres cuartas partes de la diferencia en la desigualdad promedio del ingreso entre economías avanzadas y los países latinoamericanos se explica por diferencias en el impacto redistributivo de impuestos y transferencias”, es decir, porque mientras los países avanzados cobran impuestos a los ricos y dan educación, salud y protección social a las mayorías, esas políticas son muy débiles en nuestra región.

La política recomendada es, entonces, cobrar más impuestos a los super-ricos. Pero ¿podría esto afectar el crecimiento? Tras extensas investigaciones al respecto el FMI concluye que “los resultados no apoyan este argumento” y que “hay espacio para elevar la progresividad de los sistemas tributarios sin afectar el crecimiento económico. Como medidas plantea que “se puede elevar las tasas de impuesto a los ingresos más altos”, que “diferentes tipos de impuestos a la riqueza también pueden considerarse”, que “impuestos adecuados a los ingresos del capital son necesarios para proteger la progresividad del sistema tributario” y que “muchos países deben enfatizar reducir las evasión y elusión”.

El problema para ello no es económico, es político: “Sin embargo, esto puede ser políticamente difícil porque los más ricos tienden a tener mayor influencia política, por ejemplo, a través de lobbys, acceso a los medios masivos de comunicación y presencia política (…) los países que históricamente tienen una distribución más desigual a menudo tienen sistemas políticos dominados por élites”. ¡Y todo eso lo dice el FMI!

NO CREAN VALOR, CAPTURAN RENTAS

Otro argumento de los defensores de la desigualdad es que si los billonarios crearon ese valor para la sociedad, es justo que sea suyo. En los últimos años Mariana Mazzucatto del UCL – University College London ha enfrentado este argumento, sustentando que muchas veces en esta acumulación de riquezas no hay creación de valor sino extracción de rentas y aprovechamiento de su poder en los mercados. Su último libro se llama justamente “El valor de las cosas”.

Uno de los sectores a los que Mazzucatto le ha puesto la puntería es precisamente el sector financiero, ese de donde Dionisio Romero sacó los 3,65 millones en maletines en secreto sin avisar al directorio ni a los accionistas. El BCP y el Interbank de Rodríguez Pastor son dos de los cuatro bancos que conforman un oligopolio que controla el 80% del crédito en el Perú. El argumento de Mazzucatto se aplica bien al Perú: el que el Banco de Crédito pague apenas 0.123% (es decir apenas 12 centavos por cada 100 soles) por una cuenta de ahorro pero cobre anualmente 88% por tarjeta de crédito más otros 80 soles de mantenimiento ¿es acaso creación de valor que un banco cobre intereses 715 veces mayores de lo que paga por los ahorros? ¿no será simplemente abuso de un oligopolio que no explican a sus clientes el verdadero costo de sus servicios?

Tenemos también el caso de las AFPs, que nos tienen cautivos sin poder salirnos gracias a una ley que nos obliga a pagarles todos los meses una comisión tan sustanciosa que suma mil 300 millones de soles anuales. Nada de consumidores libres de escoger acá, a pesar de lo cual la Confiep y sus defensores del “libre mercado” siempre encuentran argumentos ideologizados para defenderlas.

La prevalencia de monopolios y oligopolios en el Perú, que se apropian de rentas, es grande. Cervezas, leche evaporada, galletas, fideos, seguros, bancos, AFPs, cadenas de boticas, supermercados. Durante décadas han podido conformar monopolios mientras los defensores del “libre mercado” se oponían a una ley de control de fusiones. Solo hace unos meses la trasnacional cervecera que ya controlaba el 99 por ciento del mercado nacional, compró a la cervecera artesanal que empezaba a despegar. Unos años atrás, las cadenas de boticas que concertaban precios y que fueron sancionadas por Indecopi, se fusionaron, de tal manera que todo su poder monopólico ya está en manos de una sola corporación.

VAYA COINCIDENCIA

Los dueños de esos oligopolios se han hecho billonarios capturando rentas antes que por crear valor. Pero además tienen exoneraciones tributarias: los bancos por 838 millones anuales, las empresas de seguros 593 millones, las AFPs 215 millones y la lista sigue a mineras, petroleras, agroexportadoras y universidades-negocio. 

Lo han conseguido, como en el análisis general del FMI, por los lobbys que han hecho, sustentados en los 3.65 millones de Dionisio y en los 2 millones de Confiep para Keiko, a quienes ella ha repagado moviendo a su bankada en el congreso para defenderlos. También PPK recibió fondos de Dionisio Romero y movió a su bancada en el mismo sentido. No es casualidad que Dionisio Romero con Credicorp maneje un banco, una empresa de seguros y una AFP, y que Rodríguez Pastor un banco, una aseguradora y una universidad-negocio, donde dejan de pagar IGV. Como quien dice, ganan doble cachete: porque dominan el mercado y porque obtienen exoneraciones tributaras hechas a su medida. La enorme concentración de ingresos que logran estos monopolios se refuerza por su influencia política.

Ahora que se vienen elecciones al congreso, convendrá recordar en detalle quienes votaron en favor de continuar con esas exoneraciones y quienes lucharon por mayor justicia tributaria. Prometo un análisis detallado al respecto.