¿Reactivar la economía?¿Cómo?

El presidente Vizcarra ha anunciado que desde el próximo 4 de mayo, dentro de muy pocos días, se reiniciarán algunas actividades económicas. La decisión es muy delicada, porque si bien la cuarentena ha disminuido la aceleración natural de la pandemia, la cantidad de pacientes que requieren cuidados intensivos y ventiladores sigue aumentando y el sistema de salud ya está sobrepasado. Un error no se verá en lo inmediato, porque si hubiera un aumento de los contagios este recién rebotaría en los hospitales cuando la situación de un porcentaje de enfermos se agrave unos diez días después. Reducir nuevamente los contagios demoraría y mientras tanto el coronavirus cobraría muchas vidas.

Por otro lado, la cantidad de familias en grandes apuros económicos ha ido en aumento. Cuentan 160 mil los inscritos en programas para trasladarse de Lima a provincias, pero sabemos que ha habido miles más que ya lo han hecho en camiones o a pie saliendo desde capitales regionales hacia los pueblos del interior. Ante la imposibilidad de sostenerse en las ciudades, buscan un sitio donde, con el apoyo de familiares y comunidades, puedan alimentarse y sobrevivir. El mayor error del gobierno hasta la fecha, el no haber establecido un programa de ayuda económica de amplio alcance desde la primera semana, ahora nos pasa la factura al haber puesto a estas familias en una situación de angustia, y porque los que lograron regresar a sus pueblos pueden haber llevado, sin saberlo, el virus. Entregar el bono familiar universal es ahora de la mayor urgencia, organizando una plataforma bancaria amplia para su distribución rápida y segura.

Junto a ello se deben priorizar los cambios que permiten mayor distanciamiento físico entre las personas: mercados abiertos por más horas y los domingos con medidas de aforo, distanciamiento físico, lavado de manos, desinfección y mascarillas, y opciones de entrega a domicilio de las compras facilitadas. Por otro lado, necesitamos mucho más profesionales y trabajadores contratados para asegurar el aislamiento de los contagiados e identificar, localizar y hacer pruebas a las personas con quienes estuvieron en contacto. Hay que persistir en enfrentar la epidemia con medidas más efectivas.

PENSANDO MÁS ALLÁ DE LA CUARENTENA

Pensemos sin embargo un poco más allá. Seamos realistas: la pandemia del COVID-19 va a estar entre nosotros por muchos meses más, hasta que se descubra la vacuna y ésta pueda producirse masivamente en miles de millones de dosis. Nuestro sistema de salud va a seguir sobrepasado, o casi, durante buena parte de este periodo. De todas maneras tendremos que reabrir actividades económicas, manteniendo como prioridad la defensa de la salud pública.

Como en otras áreas de nuestra vida nacional, el problema mayor que tenemos para ello es que la responsabilidad frente a la sociedad y la salud pública es muy baja incluso entre grandes empresas con muchísimos fondos a su disposición. Antamina, posiblemente una de las empresas más grandes del país con 10 mil millones en ventas anuales y 1,300 millones de utilidades netas, ya tiene 210 trabajadores contagiados, más que regiones enteras como Puno o Apurímac. Si la decisión del gobierno fuera, como en el caso de la “suspensión perfecta de labores” o despido disfrazado, que las empresas simplemente declaren por internet que ya tomaron las medidas sanitarias requeridas sin capacidad alguna de fiscalización ni sistema razonable de control, pues vamos, literalmente, muertos. Junto a la acción del estado, los medios de comunicación, redes de activistas, trabajadores y organizaciones sindicales deberán estar muy activas y vigilantes en asegurar que hay todas las condiciones sanitarias necesarias, sin ceder al chantaje de “si no quieres ya no chambeas”.

Me pregunto también cómo funcionarían esas galerías comerciales estrechas, con decenas y hasta cientos de pequeños negocios en los que nadie se hace responsable de la seguridad y salubridad del edificio, como se vio en los terribles incendios de Mesa Redonda. Creo que en estos casos, como en los mercados, los taxis mediante apps y las líneas de transporte, el estado debe transferir parte de la responsabilidad a las articulaciones empresariales, indicando que un incumplimiento de las condiciones sanitarias en apenas uno de ellos acarreará como sanción el cierre de toda la galería comercial o la línea de transporte.

Con tantos problemas, un asunto crítico será decidir qué actividades queremos que funcionen, por su valor social y sus posibilidades de distanciamiento físico. Anoto tres. La primera es el sector salud, que aunque muchos lo olviden también genera PBI y que ahora requiere fortalecer hospitales y redes de atención primaria para (obviamente con el cuidado y protección necesarias) acciones comunitarias, asegurar el aislamiento de los contagiados y las pruebas a todas las persones con las que ellos tuvieron contacto las semanas anteriores. También deben abrirse y promoverse las industrias de apoyo, desde mascarillas y equipos de protección personal, hasta pruebas medicamentos y ventiladores.

La segunda es el agro. Seguiremos necesitando alimentos y este es un momento en el que conviene reforzar nuestra soberanía alimentaria ya que el comercio internacional está siendo afectado. Por otro lado, el agro no requiere que las personas trabajen unas cerca de otras y en la que además se puede emplear muchísima gente. Habrá desde luego asuntos que cuidar, en particular los referidos al transporte y al comercio mayorista, donde se producen contactos que pueden llevar el virus a nuevas localidades, y que por lo tanto requieren protocolos sanitarios con desinfección, lavado de manos, mascarillas y chequeos continuos. Dado los miles de personas que, sin empleo ni posibilidades de sostenerse económicamente en las ciudades, están regresando a sus comunidades, el estado bien podría apoyarlos para que siembren y críen animales desde ya.

Hay una noticia reciente, además, que refuerza la necesidad de apoyar este regreso, en especial a las comunidades andinas: una investigación internacional publicada en una revista científica indica que el SARS-CoV-2 se contagia y causa mucho menos enfermos graves en la altura, quizás encima de los 3 mil metros, lo que se debería a que la mayor radiación ultravioleta mata los virus y a la mayor oxigenación y capacidad del sistema respiratorio que desarrollan quienes viven en esas zonas. El estudio se refiere al Tibet, Ecuador y Bolivia, pero una comparación de los datos peruanos muestra con mucho contraste como las regiones andinas tienen una mortalidad sustancialmente menor que los de costa y selva.

La tercera es la educación, otra actividad de la que vivimos (me incluyo) cientos de miles de personas y que también suele olvidarse cuando se habla de crecimiento económico y PBI. La modalidad virtual en la que ahora estoy inmerso demanda un trabajo intenso y retador, pero es una opción que debe desarrollarse mucho más. Hay cientos de miles de profesores de la educación pública, básica y superior, y millones de estudiantes, que tienen internet, y todos ellos podrían estar usando este medio. Para los muchísimos que no tienen esa facilidad, sobre todo en zonas rurales y asentamientos humanos, pues hay que pensar nuevas formas: educación comunitaria, clases con pocos alumnos dentro del salón con los estudiantes tomando turnos, encuentros en espacios públicos abiertos manteniendo la distancia necesaria. Todo ello exige una reorganización compleja y quizás contratar más profesores.

Parece haber otras opciones. Investigaciones recientes reseñadas por The Economist muestran sin embargo que los niños no sólo tienen una tasa de letalidad tan baja que es apenas un dos mil-avo (1/2000) de los mayores de 60 años, sino que además en varios estudios realizados no se han encontrado casos en que los niños contagien a los adultos, al punto que la agencia europea de salud pública ha declarado que el contagio de niños a adultos es “inusual”. La sugerencia es que los niños menores regresen a clases, quizás mejor en grupos, una mitad unos días, la otra mitad en los días alternos. Esto sería especialmente necesario en el Perú en las zonas rurales y en los centros poblados y distritos pequeños, donde las opciones de tele-educación, clases vía internet u otras formas de educación a distancia se hacen más difíciles y probablemente impliquen un mayor deterior de calidad, agravando las brechas de desigualdad en la educación.

TRÁNSITO Y EMPLEO

Anoto finalmente dos condiciones de base que resultan necesarias para que la economía se pueda mover un poco más manteniendo controlado el riesgo a la salud pública. El primero se refiere al transporte púbico en las grandes ciudades: no es posible permitir aglomeraciones como las que suelen darse en las estaciones del Metropolitano ni combis reventando de gente. Las medidas de aforo deben ser estrictas, lo que demanda subsidiar a los transportistas que llevarán menos gente en cada viaje. Por otro lado, es indispensable reducir la demanda por estos medios de transporte, para lo cual los viajes a pie y en bicicleta deben ser facilitados y promovidos. ¿Será suficiente? Si la población urbana se fuera a mover en los volúmenes del pasado, para evitar aglomeraciones quizás haya que pensar en cambiar nuestros horarios de trabajo y de estudio por otros que incluyan las noches. No va a ser fácil y personalmente lo odiaría, pero no veo muchas opciones más.

La segunda tiene que ver con la pobreza. Tendremos condiciones de empleo muy difíciles por, escuchen bien, muchos meses. El turismo no va a regresar en menos de dos años, hasta que haya vacuna, y aun así. La inversión, con tremendo bajón económico y tanta incertidumbre, va a retomar muy lentamente. La construcción en viviendas va a estar parada: familias sin dinero y sin saber si tendrán empleo en unos años no van a comprar ni podrán conseguir préstamos. Ahora se anuncia un bono universal, pero muchas familias en las ciudades van a necesitar ayuda durante varios meses y hay que desde ya pensar en qué programas sociales se podrán aplicar para llegar a ellas de manera efectiva y eficiente.

Revisando el conjunto de políticas planteadas, resalta que necesitaremos ir a contrapelo de la política prevaleciente del estado mínimo y la nula planificación. Lamentablemente, igual que en el caso del sector salud, tres décadas de neoliberalismo nos han dejado sin muy limitadas capacidades al respecto. Así como la cantidad de UCIs y ventiladores se han multiplicado por 7, igual habrá que trabajar a toda velocidad en reestablecer un planeamiento nacional que integre las dimensiones de salud pública, economía y servicios públicos. Un reto tremendo pero indispensable de enfrentar.

PD: Esta versión añade, al artículo publicado en Hildebrandt en sus Trece, unos párrafos en relación a la posibilidad de regreso a clases y el virus en la altura, escritos en base a información reciente que me parece muy relevante.

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