Un Nuevo Martillazo – Estrategia y Optimismo

Hay muchas políticas para enfrentar la epidemia del Covid19, pero tres dominan la discusión actual: una es pruebas, aislamiento de casos y seguimiento de contactos; otra es el cambio de comportamiento de los peruanos; y una tercera es restringir y reacomodar la circulación y la economía para reducir los contactos.  Sólo un análisis detallado nos puede decir las limitaciones de cada una y cuál es la mejor estrategia en estos momentos, recordando que como escribió magistralmente José Carlos Mariátegui “Nuestro optimismo del ideal no nos consiente tolerar que se nos confunda… La acción está hecha de negaciones y de afirmaciones”.

VIGILANCIA Y SEGUIMIENTO

A decir de Rosa María Palacios, “los países que mejor han manejado la pandemia” lo que han hecho es “búsqueda y aislamiento de los que portan el virus y su núcleo familiar (rastreo para cortar el contagio), con síntomas o sin ellos, atendiéndolos de forma integral, antes de que empeoren (atención primaria)”. ¿Es esta la respuesta que necesitamos en Perú? Comencemos por decir que, lamentablemente, a la fecha no hay en el mundo medicamentos que hayan probado su eficacia en evitar que algunos de quienes tienen síntomas leves, pasen a estar gravemente enfermos. Esta es una verdad difícil de aceptar y por eso muchos promueven la hidroxiclorquina, el kión o el dióxido de cloro, pero ninguno de esos y otros tratamientos ha tenido su eficacia comprobada. Revisen las orientaciones de la OMS, del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos o Europa, si no me creen. En los años pasados que los humanos hemos sentido que la ciencia nos permite superar todos los obstáculos, pero la dura realidad es que aún no hay tratamiento que evite que casos leves se agraven. La naturaleza nos está dando una fuerte lección de humildad que debemos aceptar.

Obviamente, a quienes tienen síntomas leves hay que tratar sus síntomas y estar muy atentos a si baja su nivel de oxígeno, para lo cual un oxímetro es de mucha utilidad.  Si la saturación de oxígeno en el cuerpo ha bajado, el balón de oxígeno y la atención hospitalaria son críticas, así como el redemsivir, la dexametasona y la postura boca abajo. Son tratamientos de eficacia parcial, y un agravamiento mayor requiere UCI y ventilador, y tampoco eso es seguro. Duele decirlo, es espantoso, es terrible, pero es así.

Las pruebas y aislamiento de casos para que no contagien a otros es, claramente, una estrategia de prevención recomendable. El problema es que estamos con unos 5 mil nuevos casos diarios, y si cada uno tiene unos diez contactos, se necesitaría encontrar a 50 mil personas cada día, de muchas de las cuales no se conocen sus identidades, no tienen celular o su dirección no es la que dice su DNI. Imagínense una persona que sale positiva la prueba molecular, y los 3 días previos salió de su casa, tomó una mototaxi, pasó por el mercado, se subió a una combi, en la estación del Metro hizo cola una hora, fue a vender en Gamarra. Información de celulares podría ayudar, pero ¿sería posible ubicar a todos sus contactos? Si lo lográramos necesitaríamos aplicar 1 millón y medio de pruebas moleculares al mes, con resultados al día siguiente o máximo tres días, porque en un plazo mayor ya la persona que sale positiva ya contagió a cientos. Estados Unidos no logra resolver este problema de la cantidad de pruebas: ¡la potencia que domina la economía y la tecnología! Además, si asumimos que 3 de 10 contactos salen positivos, en cada momento del tiempo habría que asegurar que unas 200 mil personas cumplen con el aislamiento, otra tarea propia del semidios Hércules.

Los países que han aplicado esa estrategia exitosamente lo han hecho con decenas de casos diarios, no con miles de casos diarios. Ningún país desarrollado, EEUU o de Europa, lo ha podido aplicar teniendo el contagio desatado masivamente, y eso con enormes recursos. Se debe primero bajar los casos a nivel de decenas diarios y recién entonces el método de pruebas-aislamiento-seguimiento de contactos sería viable para contener el Covid-19. Hay que prepararse para ello: sí. Puede ayudar en algo hacerlo desde ahora de manera focalizada, en especial en zonas donde todavía no hay demasiados casos y hay buena cobertura de celulares: sí. Es la “bala de plata” para detener la epidemia nacional ahora: Lamentablemente No.

INDIVIDUOS Y CAMBIO DE COMPORTAMIENTO

El gobierno insiste en esta teoría: el problema es de la gente. Y la mayoría se lo ha creído. Por eso ahora nos encierran los domingos, para que no visitemos a nuestros familiares. Pero yo vivo con mi familia ¿acaso nos vamos a encerrar cada uno en su cuarto durante 12 a 18 meses? Por otro lado, si hay contagios en la familia alguien tiene que haber traído el virus de afuera, y por lo tanto evitando que el virus entre de la calle a las casas se detiene la trasmisión intrafamiliar del virus.

Concuerdo en que más consciencia de la gente, lavado de manos, buen uso de buenas mascarillas y evitar reuniones con mucha gente o estancias prolongadas en espacios cerrados a corta distancia, es clave. Para eso hace falta una buena estrategia comunicacional y un gran esfuerzo en esta área que el gobierno no está haciendo. Es como si las frases del Vizcarra de marzo y las imágenes de Víctor Zamora saludando con el codo se estuvieran borrando, y además hay nuevos mensajes que dar: las mascarillas no pueden dejar la nariz de fuera, distancia mayor a 2 metros, no reuniones sociales amplias y menos en espacios cerrados, etc.

Pero ¿es solo cuestión de comportamiento individual? ¿Cómo lavarse las manos seguido si no hay agua, como evitar estar en un sitio cerrado con muchas personas al costado si para trabajar hay que subirse a una combi, como mantener los cuidados necesarios si la empresa no sigue buenos protocolos ni dan los equipos de protección necesaria y urge el empleo, como comprar una mascarilla de alta protección N95 y un protector facial si no hay para comer en el día?

Para ponerlo de otra manera, si usar mascarillas es la principal recomendación internacional que genera conflictos en EEUU, Brasil y España, ¿por qué en el Perú donde el uso de mascarillas es obligatorio y generalizado estamos tan mal? La respuesta se obtiene observando un micro, una de esas combis de 10 a 12 pasajeros, apretados, casi nadie con protector facial, nadie con mascarilla N95, ventanas bien cerradas salvo el chofer, y así viaja una hora u hora y media. Las mascarillas de tela ligera dejan el 30 por ciento de los virus saliendo al ambiente, lo que en una hora encerrados genera un alto riesgo de contagio. Repita usted el ejercicio con un vendedor de tienda que atiende a cientos de clientes, no todos bien comportados y a quienes no les puede llamar la atención; o con el trabajador minero almorzando con sus compañeros y trasladándose en el mismo bus. ¿Responsabilidad individual? Sí, y necesitamos una fuerte estrategia comunicacional al respecto, pero no podemos olvidar que las personas tomamos decisiones dentro de circunstancias que, en el Perú de hoy, empujan a millones a situaciones de riesgo. Además, modificar masivamente conductas en un corto plazo no es algo sencillo ni tenemos modelos precisos de cómo lograrlo en el Perú: ahí están para comprobarlos la escasa cobertura de papanicolaus, la obesidad mayoritaria y los embarazos adolescentes.

UNA ESTRATEGIA CENTRADA EN LAS CONDICIONES REALES DE CIRCULACIÓN

Una estrategia eficaz contra la epidemia tiene que cortar el contagio. Tiene que golpear con fuerza y masivamente. Junto a una fuerte comunicación estratégica para el cambio de comportamientos, es indispensable cambiar las condiciones de base que empujan a millones de peruanos a situaciones de alto riesgo: familias empobrecidas sin tener que comer para el día, transporte apiñado, empresas produciendo y vendiendo sin protocolos seguros. Estos tres elementos de la realidad están entrelazados: obligados a recursearse para el día los peruanos se suben a la combi y van a la empresa o a vender y se contagian.

Por eso hacen falta tres medidas claves. La primera es el bono universal mensual para que las familias puedan subsistir y tener cierta seguridad de su alimentación. Eso debe ser lo primero, urgente, para que se recupere la confianza en el estado y en que tendrán comida las semanas siguientes. Junto a eso hay que reorganizar el transporte y, donde no se puede asegurar un transporte en mínimas condiciones de seguridad, hay que reducir la circulación con cuarentenas: viajes con los asientos llenos son medios de contagio masivo. Con un bono mensual, la urgencia de salir a trabajar se reduce enormemente. Finalmente, hay que forzar protocolos de alta seguridad en mercados, empresas productivas y lugares de venta; quien no los cubre no puede operar.

Rosa María Palacios dice que “La estrategia “encierro a todos, les doy un bono y los espero en un hospital saturado” fracasó”. Esto es claramente un argumento tramposo: ¿alguien podía pensar que con apenas un sumamente tardío bono de 760 soles por cinco meses, apenas 5 soles diarios, se podía evitar que la gente saliera a la calle a ganarse la vida? Claro que no y por eso lo que propusimos desde la izquierda fue un bono universal mensual. Es más, según el propio Vizcarra hay todavía 2 millones y medio de hogares (que albergan a unos 8 millones de peruanos) que debieran haber recibido un bono y todavía no se les da, así que eso de que todos recibieron el bono es claramente falso.

Para quien todavía crea las mentiras de que un bono “rompería la caja fiscal”, les repito que mientras un bono mensual cuesta 5 mil millones de soles, el gobierno tiene fondos por 85 mil millones y le ha dado a bancos y empresas 60 mil millones. Hasta el BCR ha publicado en su reporte la disponibilidad de fondos fiscales y la necesidad de un impulso fiscal a la demanda de las familias.

Para las familias y personas no solo hay que entregar el bono universal mensual, también mascarillas con buena contención del virus. Un bono universal mensual además también puede servir para forzar comportamientos: a quien no usa bien su mascarilla o sale a la calle cuando no debe, se le retira el bono.

En esencia, se requiere un nuevo martillazo. El primero funcionó con tardanza y debilidad porque no se dio el bono y se enfrentó tarde el problema de los mercados, pero había logrado reducir el número de contagios. El problema se agravó porque, en vez de dar un bono universal mensual, corregir deficiencias y persistir hasta bajar realmente a pocos casos y ahí aplicar el método de pruebas-aislamiento-seguimiento de contactos, se optó por una reactivación neoliberal a la bruta. Grave error. Ahora necesitamos un nuevo martillazo, bien dado, con apoyo económico a la gente, atención a los puntos críticos y estrategia económica de salida. Esta debe consistir en impulsar el agro y la inversión pública, sectores muy necesarios y/o en los que se puede producir manteniendo distanciamiento físico y condiciones de seguridad.

EL GOBIERNO Y EL OPTIMISMO

Quisiera terminar analizando la estrategia del gobierno, pero ¿cuál es esa estrategia? Misterios de Orinoco, usted no sabe y yo tampoco. El gobierno, luego de un enfrentamiento franco y directo a la epidemia entre marzo y mayo, levantó la cuarentena prematuramente. Optó por inclinarse ante la Confiep y un “sálvense quien pueda” individualista. Hoy mantiene como prioridad real la reactivación neoliberal, da mensajes que no calan en nadie y toma medidas “parche” ante el rebrote de la epidemia que sus mismas políticas favorecieron.

¿Se puede ser optimista en estas circunstancias? Me quedo nuevamente con Mariátegui: “Los que no nos contentamos con la mediocridad, los que menos aún nos conformamos con la injusticia, somos frecuentemente designados como pesimistas. Pero, en verdad, el pesimismo domina mucho menos nuestro espíritu que el optimismo. No creemos que el mundo deba ser fatal y eternamente como es. Creemos que puede y debe ser mejor. El optimismo que rechazamos es el fácil y perezoso optimismo panglosiano de los que piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles”.

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