Riesgos : No Olvidarlos Para Manejarlos Bien

La epidemia parece estar saliendo de la mente del gobierno, candidatos y medios de comunicación. Momentito, momentito: ni conviene hacerlo ahora ni debemos simplemente olvidarnos de lo que hemos pasado. Tenemos que repensar nuestras vidas de ahora en adelante; la epidemia ha sido un remolino de miedos, angustias, pérdidas y también extraños descubrimientos, y debemos estar continuamente mirando una realidad que no deja de cambiar con rapidez.

Nueva mirada del ¿desarrollo?

Hasta antes de la epidemia, en tiempos históricos hasta ayer nomás, las palabras claves eran crecimiento y desarrollo. Me gusta más la segunda que la primera, pero ambos términos tienen una base común: la idea de que vamos adelante, hacia arriba, a conquistar nuevas cumbres, con muy poca valoración de los riesgos y las crisis. Para la economía neoliberal, incluso el que se corrieran riesgos era uno de los fundamentos morales de las ganancias empresariales: como “arriesgan” su plata merecen una (cuantiosa) recompensa, y ese riesgo es bueno porque gracias a él hay progreso.

Espero que tras esta epidemia haya quedado claro que la realidad no es así ni está bien pretender que sea así. No es así porque una vez más los gobiernos se apresuraron a rescatar bancos y empresas, en Perú con 60 mil millones de soles de dinero estatal, aunque al mismo tiempo se postergó y retaceó apoyo a las familias necesitadas. Los capitalistas hablan mucho de cómo merecen ganar por que arriesgan hasta que hay problemas y corren a pedir rescate del estado.

Muchos peruanos, sin embargo, hemos pensado parecido, priorizando el consumo y la casa propia y dando muy poca atención a un seguro de salud o una jubilación. Incluso se construye en lugares de alto riesgo ante huaicos o terremotos, sin invertir en hacer seguras las viviendas. No deja de ser sorprendente que actuemos así, en un país donde hay huaicos todos los años y terremotos cada década; como si en nuestra de profunda desigualdad se ha considerado “normal” que la vida esté continuamente en peligro.

Esta epidemia debiera hacernos cambiar las prioridades en ese sentido. No sale a cuenta crecer sin considerar los riesgos, porque luego vienen las crisis y lo construido se cae, como cuando un terremoto o un huaico se lleva nuestras casas. La epidemia pone de manifiesto lo grave de nuestro descuido en prevenir riesgos, como al no tener un buen sistema de salud, olvidarnos que la obesidad genera diabetes y malogra los corazones y carecer de sistemas para nuestra seguridad económica. Tenemos además el calentamiento global, un problema que sigue agravándose ¿en serio luego de la pandemia seguiremos pensando que es algo sin importancia y que ya veremos más adelante qué hacemos al respecto? ¿podemos ser tan ciegos e insensatos?

Los cambios tecnológicos y las megatendencias del trabajo también generan riesgos que debemos considerar. Desde antes de la epidemia ya venía un empuje fuerte hacia el teletrabajo y la robótica, que pueden traer una mayor inestabilidad laboral y de los ingresos. Esto puede llevar a que muchísimas personas y familias pasen a vivir en una situación de vulnerabilidad permanente, con sus medios de vida en riesgo, razón por la cual el Ingreso básico universal es una opción a considerar seriamente. La inteligencia artificial puede traer grandes ventajas con un buen uso público, pero si lo que hay es una explotación masiva de nuestros datos personales por parte de los conglomerados monopólicos que dominan las redes sociales, las consecuencias pueden ser graves: se alerta de un “capitalismo de vigilancia”, donde cualquier actitud o comportamiento que pueda ser mal visto por los “jefes” de la empresa o del país lleve a sanciones, pérdida de libertades y discriminación. ¿No son estos también riesgos que debemos evaluar con cuidado?

Los riesgos en este momento preciso en el Perú

Debemos trasladar las discusiones sobre el riesgo a nuestro presente. La semana pasada arriesgué insistir nuevamente en la posibilidad de que estemos alcanzando “inmunidad de rebaño”, algo tan importante que es urgente un estudio nacional y de regiones en el Perú, lo que se hace sin dificultad ni mayor costo en base a pruebas serológicas rápidas con un muestreo bien diseñado. Dice el gobierno que lo hará en octubre, ojalá salga lo antes posible.

Es clave porque un buen estudio daría muchas luces respecto a un tema donde veo creciente preocupación: la posibilidad de una segunda ola del Covid-19. En Europa se está iniciando una segunda ola, de mayor gravedad en Madrid y París pero creciente en muchas partes. Estados Unidos no terminó nunca la primera ola, solo pasó a una continuada seguidilla de olas regionales. Pero se trata de otras realidades: el número de muertos e infectados por millón de habitantes en esos países es mucho menor que en Perú, y además ellos (también México y el Asia) están entrando al invierno luego de un verano en el que no han sido cuidadosos. Es bien sabido que estos virus respiratorios se contagian más en invierno, no porque el virus naturalmente viva más en el frío, sino porque los seres humanos cerramos las ventanas y reducimos la ventilación. El inicio de una segunda ola en Europa ahora, no augura que simultáneamente la vayamos a tener nosotros.

Sobre nuestra situación y la inmunidad de rebaño, hay varios puntos por analizar con cuidado. Lima y Callao todavía tienen demasiados muertos y contagios; éstos caen rápidamente pero no hemos llegado todavía al punto en que la enfermedad prácticamente deja de matar como en Loreto o Tumbes. Diera la impresión que en Lima hay grupos que se han cuarentenado y cuidado y que no han sido contagiados, lo que podría formar un bolsón desprotegido suficientemente grande como para que la enfermedad prosiga aunque a un ritmo menor. En las regiones de altura, como Cusco y Puno, la ola ha bajado rápidamente y una inmunidad de rebaño solo podría sustentarse si se verifica que a más de 2,500 metros el Covid ataca menos, algo sobre lo cual las evidencias son crecientes (unos colegas y yo tenemos una investigación que da fuerte sustento esta hipótesis). Desconfío bastante de lo que pueda estar pasando en zonas rurales más aisladas, en algunas de las cuales el virus puede recién estar llegando o tener una difusión más lenta. En general, sabemos demasiado poco de este virus como para tener certezas sobre su evolución.

La salud no es, por cierto, nuestro único riesgo: empobrecimiento, desempleo, corrupción, desgobierno, están a la vista. Pero el riesgo del Covid, para la vida misma y de secuelas que pueden ser discapacitantes, es todavía el riesgo principal.

¿Cómo actuar ahora frente a los riesgos en el Perú?

Acá tres ideas básicas respecto de cómo actuar nosotros mismos, para uno mismo y para los demás, en esta situación.

Uno: Primum non nocere, lo primero es no hacer daño. Usar mascarillas siempre y protectores faciales en el transporte público y sitios cerrados, es crucial y no es difícil ni costoso. Tener mucha ventilación es un asunto al que se le debe dar más importancia y que se facilita con el cambio de clima. Mantener mucho cuidado en relación a espacios pequeños, cerrados y congestionados, que son centros de contagio masivo; ni hablar de fiestas, conciertos o restaurantes llenos en interiores estrechos. Todo esto no es un asunto individual, es por el bien de todos, con prácticas “de riesgo” te arriesgas tú y toda tu familia y todos tus contactos. Así que: ¡a usar bien las mascarillas!

Dos: Repensar bien qué hacer para evitar riesgos pero también reacomodándonos a nuevas formas de vivir, sobrevivir y ser lo más felices posible. En un primer momento de gran emergencia era correcto imponer reglas universales fuertemente restrictivas, como las cuarentenas y otras prohibiciones. Pero ahora hay que abrir paso a mejores entendimientos y a comportamientos más meditados, que nos cuiden a nosotros mismos y a los demás, pero también resguarden la salud mental y la salud física en general, y den espacio a goces y alegrías. Por ejemplo, los grandes parques de Lima deben abrirse y los adultos mayores y los niños deben poder salir, con el cuidado respectivo, a pasear en ellos; no creo que los mayores de 65 años vayan a arriesgar tontamente su vida.

Tres: Hay que estar siempre alertas a nueva información y conocimientos. La situación de la epidemia sigue estando en cambio permanente, todavía hay mucha incertidumbre y esta seguirá presente por un buen tiempo. Los expertos dicen que ni las vacunas resolverán ese tema, porque lo más probable es que no nos otorguen una protección completa y total. Mi mejor análisis indica que, más allá de que la epidemia pueda continuar bajando, no se puede descartar una segunda ola, que me parece más probable que pueda atacarnos en siguiente invierno si no nos preparamos para evitarla.

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