El reciente triunfo del izquierdista Gustavo Petro en Colombia se suma al que hace pocos meses tuvo Gabriel Boric en Chile. En estos países hay una desigualdad y exclusión de origen colonial no tan distinta a la peruana, pero cada uno con su propia historia política. La coyuntura económica tendrá mucha importancia en el futuro de estos gobiernos; dado un 2022 con alta inflación, rápida alza de tasas de interés en Estados Unidos y fuerte frenada de la economía mundial, se inician cuando las papas queman.

COLOMBIA

El gobierno de Iván Duque era uribista, es decir, de una extrema derecha similar al fujimorismo en el Perú, defensora a rajatabla de los grandes intereses empresariales y orientada a responder con violencia las protestas populares antes que fortalecer los caminos de la paz. Esa derecha mantuvo un déficit fiscal alto que el 2021 llegó a 6.8 por ciento del PBI (en Perú lo bajamos a 2.5 por ciento), llevando a la deuda pública hasta 65 por ciento, el doble que en nuestro país. Tal como hace la derecha de los republicanos en Estados Unidos, les encanta criticar el déficit fiscal cuando están en la oposición, pero cuando les toca gobernar no se hacen problemas en endeudarse con tal de mantenerse populistamente en el poder y desde ahí favorecer a los grandes monopolios y las oligarquías dominantes.

El gobierno de Duque tuvo su momento crítico cuando aprobó elevar impuestos a las clases populares, lo que junto a otros desaciertos desató una enorme protesta a fines de 2019. Luego Duque retrocedió, cambió a su ministro de economía y replanteó totalmente sus medidas, subiendo el impuesto a las ganancias empresariales a 35 por ciento y a 38 por ciento a las ganancias de los bancos (en el Perú aún es menos del 30 por ciento), ofreciendo programas de empleo y becas. Pero tras las protestas del 2019 su popularidad estaba en crisis y se trataba ya de un gobierno “pato cojo”.  El candidato apoyado por la derecha uribista era Federico Gutiérrez, pero el desgaste de Duque era demasiado grande y pasó a la segunda vuelta el outsider Hernández. Gustavo Petro logró derrotarlo. Ahora le toca gobernar.

Colombia tiene desde hace tiempo un gasto público que ya antes de la pandemia era 33 por ciento del PBI, cifra que casi duplica la peruana: allá la educación, la salud, la protección social y la inversión púbica en infraestructura sí tienen una base presupuestal firme. Petro parte con un PBI colombiano ha remontado bien el 2021 y se espera (Banco Mundial dixit) otro buen crecimiento de 4,4 por ciento este año. El petróleo, su principal producto de exportación, tiene fuerte participación de la empresa estatal Ecopetrol, lo que es una gran ventaja ahora que los precios están por las nubes y Estados Unidos y Europa requieren reemplazar el petróleo ruso. El asunto es que el gobierno derechista que sale deja unas cuentas fiscales desequilibradas y con harta deuda, frente a lo cual Petro propone una reforma tributaria progresiva y un cambio en el sistema privatizado de pensiones. Además, igual que el resto de Latinoamérica, sufre el embate de la inflación, que está en 9 por ciento, el nivel más alto en 22 años, y esta alza de precios en todas partes genera descontento popular. El reto que tiene Gustavo Petro es grande.

CHILE

Chile tiene varios elementos comunes con Colombia. Un presidente derechista, Sebastián Piñeira, enfrentó antes de la pandemia una ira popular evidenciada en enormes protestas sociales. El descontento se enfocó en la alta desigualdad, el rechazo a las AFPs y los cobros en la educación que endeudan a las familias. La popularidad de Piñeira llegó a niveles de un dígito y no le quedó otra salida que convocar a una Asamblea Constituyente inclusiva en base a un amplio acuerdo político.

Piñeira fue otro presidente de derecha que no pestañeó en mantener un déficit fiscal sumamente alto, llegando hasta 7.5 por ciento del PBI. Otro caso en el que a los derechistas les gusta hablar de ajuste fiscal cuando están en la oposición, pero prefieren endeudarse y mantener impuestos bajos a los ricos y monopolios cuando están en el poder; son campeones en hipocresía. Igual que Perú, en base a vacunación masiva e impulso fiscal Chile logró que su PBI del 2021 recuperara el nivel pre-pandemia del 2019. Pero Piñeira le heredó a Boric un déficit tan alto que le plantea la necesidad de un ajuste fiscal fuerte, con Boric iniciando su gobierno justo cuando los precios empezaban a volar. Al mismo tiempo está la demanda social de una mayor inversión en educación, salud y pensiones; de ahí que una de las medidas pre-anunciadas por el gobierno de izquierda de Boric, con un ministro de economía socialdemócrata, ha sido una reforma tributaria que incluirá un alza en los impuestos a la minería: aunque en Chile la empresa pública Codelco tuvo el año pasado 21 mil millones de dólares de ventas y 7 mil 500 millones de utilidades las empresas privadas predominan. En ese contexto, la caída esta semana del precio del cobre hasta debajo de los 4 dólares la libra, valor aún alto pero menor que los 5 dólares que alcanzó a inicios de este año, no es buena noticia.

Luego de una ronda nacional de diálogos sobre el tema, hace pocos días Boric resaltó que “esta Reforma Tributaria no es contra alguien, es una reforma para Chile, es una reforma para un desarrollo más justo y equitativo” y que “una distribución más justa de la riqueza le permite a Chile ser un país más integrado, más cohesionado”. El momento es complejo: el 4 de setiembre, dentro de dos meses y medio, se hará en Chile el plebiscito para decidir si se acepta o no la nueva Constitución, asunto de la mayor importancia. Boric enfrenta una dura campaña de la derecha y de medios tan concentrados y jugados por ese extremo político como los del Perú.

CHILE, COLOMBIA Y PERU

La coyuntura económica no es el único factor, ni siempre el más importante, para determinar el destino de un gobierno. Pero hay momentos cuando es un asunto crítico. John Maynard Keynes, el economista más destacado de la historia, ascendió a la fama cuando escribió “Las consecuencias económicas de la paz” tras la firma del tratado de Versalles en 1919, polemizando con esa decisión y avizorando un futuro político negro para Europa, tal como sucedió. Fue una decisión de quiebre en la historia mundial. Este 2022, la inflación y el frenazo de la economía mundial nos han agarrado de sorpresa, y las respuestas a esta situación que licúa salarios reales, dificulta la generación de empleo y pone en aprietos a los agricultores, resulta fundamental en todos los países del mundo.

Hay varios otros problemas que las izquierdas han puesto sobre la mesa en la discusión política en Chile, Colombia y el Perú. La discriminación contra indígenas y afrodescendientes, la desigualdad extrema, la urgencia de educación y salud de calidad para todos, los graves problemas ambientales a nivel local y a nivel planetario, los límites del modelo económico extractivista, la inequidad de género, la corrupción, la necesidad de construir un estado eficaz, la reconfiguración de una política representativa, el riesgo de derechas agresivas que recuerdan al fascismo, son parte de una agenda básica. Responder en el corto plazo a una situación macroeconómica que golpea con fuerza los bolsillos populares, sin embargo, resulta impostergable. Boric y Petro podrían mirar al Perú y ver lo que pasa con la popularidad de un gobierno que no se percata de ello.