INEQUIDADES EN COVID-19
La pandemia del Covid-19 significa también un agravamiento de la epidemia de inequidades que marcan al Perú desde su nacimiento como república hace ya casi dos siglos completos.
La primera inequidad agrava fue la del propio derecho a la vida y la salud. Los más pobres y vulnerables enfrentaron la epidemia bajo una serie de condiciones que os hicieron mucho más propensos a resultar contagiados: su menor nivel educativo dificultó el conocimiento y comprensión de un fenómeno nuevo que requería decisiones urgentes, las viviendas con pequeños espacios, poca ventilación y hacinamiento en las ciudades hacía casi imposible impedir el contagio entre familiares, el no tener una refrigeradora los obligaba a salir a comprar alimentos diariamente, y la falta de empleo e ingresos los empujó a salir a trabajar o a buscar cómo obtener algún sustento aunque eso implicara romper la cuarentena establecida y, luego subirse a un transporte público hacinado y cerrado por largo tiempo donde el virus se trasmite con facilidad aun si se usa mascarilla y protector facial. Si tenía la mala suerte de que el caso fuese grave, pasaba a sufrir el vía crucis de un sistema de salud rebasado, en el que en los momentos críticos obtener oxigeno implicaba comprarlo de manera privada, a veces a comerciantes abusivos, algo que solo era posible para quien tuviera el dinero – o llevaba a familias al límite de la sobrevivencia y a la ´pérdida de unos pocos ahorros acumulados con uro esfuerzo durante décadas.
Algunos de estas inequidades añadidas resultaban de una epidemia rampante en un ambiente cargado de desigualdades, pero otras crecieron por la debilidad de la respuesta estatal: un Bono que demoró muchísimo en llegar, que en seis meses solo se dio una vez aunque el monto alcanzaba para solo un mes, y que todavía deja fuera a cientos de miles por el simple hecho de que los registros oficiales no saben si carecen de familiares receptores.
Pero las medidas tomadas para enfrentar la epidemia también han agravado inequidades en otro servicio fundamental como es la educación. A nivel de la educación básica, la propuesta de “Aprendo en Casa” podía atender con sus limitaciones a quienes, sobre todo en zonas urbanas, tenían mejor conectividad por la infraestructura de comunicaciones en su zona, recursos que les permitieran acceder a planes y equipos de mejor calidad. Familias pobres tienen equipos menos funcionales y por lo tanto su servicio es de menor calidad, pero además la realidad familiar de una vivienda hacinada y padres que deben trabajar largas horas para subsistir y les cuesta mucho poder acompañar a sus hijos e hijas como se requiere, agravan la situación. Los que han sufrido más en su derecho a la educación son los miles de niños y niñas en zonas rurales viven en zonas de baja o nula conectividad y carecen de equipos básicos, quedando totalmente excluidos a pesar de que en muchas comunidades rurales no había ni un solo caso de Covid. La propuesta de abrir el servicio educativo en zonas rurales alejadas vino tarde y no se implementó nunca: los niños y niñas que ya venían de tener una educación de menor calidad pasaron a no tener nada, y siguen igual.
Hoy que la epidemia parece ceder en su ferocidad, mucha injusticia queda por reparar.
ARTICULO PUBLICADO POR EL IDEHPUCP, ESTA ES UNA VERSIÓN LIGERAMENTE MÁS LARGA
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