Ya no queda duda que Perú registra una segunda ola de la pandemia. La ocupación de Unidades de Cuidados Intensivos – UCI ha subido cinco semanas consecutivas y a este ritmo llegaría a su tope en 10 días; ya casi no hay disponibilidad en varias regiones. Las pruebas moleculares, que son las que miden el contagio activo, han pasado de menos de 5 por ciento positivas a 22 por ciento en los últimos dos meses. La mortalidad por Covid está en alza. La pandemia se ha acelerado fuertemente tras las fiestas de diciembre, con mucho riesgo en la costa y parte del centro. Aunque sea incierto el tamaño que esta ola pueda alcanzar, su velocidad y mortalidad, está claro que regresamos a una situación compleja y tenemos que analizar con cuidado como enfrentar este problema.

Recordemos como estábamos cuando Sagasti asumió la presidencia. En ese momento todavía no había indicadores claros de una segunda ola, aunque ya las señales empezaban a aparecer en el horizonte. La decisión política del gobierno fue continuar con la apertura, facilitar que las familias fueran a hacer sus compras y reuniones navideñas, relajar los aforos en locales cerrados. La argumentación subyacente era que la “inmunidad de rebaño” había hecho que el riesgo sanitario fuera inexistente y que la economía sólo necesitaba apertura, incluyendo casinos, gimnasios y otras actividades que, en pandemia, son de alto riesgo sanitario. Eso fue hace dos meses. Era una mirada discutible y riesgosa, pero posible. Ya no se puede sostener esa hipótesis. Empero, mirando al futuro próximo, ¿podría la vacunación parar esta segunda ola?

SEGUNDA OLA LLEGA ANTES QUE LA VACUNA

Dos dinámicas deben analizarse para tener una respuesta. Una se refiere a la segunda ola: ¿es esta lenta, limitada y sin mayores riesgos que se acelere? No, la etapa lenta ya pasó, y lo más preocupante es que ahora en el mundo se está difundiendo con rapidez la nueva cepa variante inglesa, técnicamente llamada la SARS-CoV-2 VUI 202012/01, que es mucho más contagiosa que la anterior, que ya está en el Perú y muy probablemente ya se está expandiendo masivamente (no sabemos cuántos casos hay por nuestra debilidad en haber pruebas genómicas que permitan identificar de qué variante del virus se trata en cada caso). Hay un riesgo importante de que la segunda ola agarre viada y nos golpee con mucha fuerza. La primera ola golpeó, y con eso generó inmunidad, a la mitad de sectores medios y populares de Lima y a un alto porcentaje en Iquitos y fue fuerte en otras ciudades grandes, pero habría afectado mucho menos a zonas rurales. Eso significa que son los pueblos pequeños y medianos los que ahora están en más riesgo; no deben ser menospreciados como ha acostumbrado hacer nuestro estado durante 199 años y medio.

La segunda dinámica es la de la vacuna. El punto esencial es que para detener la segunda ola debemos lograr la inmunidad de rebaño, y para eso, frente a esta cepa más contagiosa, se necesita tener un 80 por ciento de personas protegidas. Aun si partimos del 30 por ciento, unos 10 millones de peruanos, que ya tuvimos el Covid-19 y quizás (solo quizás) estemos protegidos, aún necesitaríamos vacunar a otros 15 millones. Es imposible lograr eso antes que llegue el pico de la segunda ola. Ni el gobierno chino puede vacunar a la mitad de su población en cuatro meses. Aún si este gobierno fuera exitoso y lograra que Sinopharm nos entregue varios millones de vacunas rápido, logre complementarlas con las negociaciones que dicen (ver para creer) hay avanzadas con Rusia y Johnson & Johnson, y las distribuya y aplique ágilmente, no llegamos a tiempo para detener la segunda ola.

RESPUESTA SANITARIA

¿Qué hacer ante esas circunstancias? Nuevamente sobre el tapete el cómo contener la pandemia y evitar el mayor número de muertes posible: cómo cambiar los comportamientos sociales, qué opciones tiene el sistema de salud y qué medidas de restricción de circulación personal y económica con qué costos se deben adoptar. Tremenda discusión, bastante compleja por cierto.

Partamos de este hecho: no, la invermectina no fue la solución la primera ola y no lo será la segunda, su efectividad no está comprobada, está aún estudiándose si ayuda un poco en pacientes hospitalizados, prácticamente descartada como medicamento preventivo. Hay algunos productos que mejoran la probabilidad de sobrevivencia de los casos graves, como la dexometasona, pero los cuidados intensivos con ventilación asistida siguen siendo un soporte indispensable para muchos. En resumen: un caso crítico hoy tiene más posibilidades de sobrevivencia que antes pero la tasa de letalidad es aún muy alta, pueden requerirse largas estancias en UCI y las secuelas pueden ser muy severas. Ser descuidado es de alto riesgo.

Debimos, como país, aprovechar los meses pasados para seguir levantando la capacidad de nuestro sistema de salud en cuanto a atención hospitalaria de casos graves: no lo hemos hecho, peor aún, llegamos a tener 1,700 camas UCI y hoy sólo hay 1,540. habrá que ampliarlas nuevamente. Debimos haber establecido un buen sistema de atención primaria de la salud, conectado a las organizaciones comunitarias, para promover comportamientos saludables, facilitar la aplicación de pruebas y aislar a los contagiados en casa con un oxígeno para monitoreo permanente: no lo hemos hecho, es urgente. Debimos haber entregado más bonos de ayuda económica a la población vulnerable, otorgando un monto mayor a los positivos y sintomáticos con la condición de que se queden aislados en casa: no lo hemos hecho, debemos hacerlo, necesitaremos dar un tercer y cuarto bono mejorado.

En uso de mascarillas, lavado de manos, permanencia en espacios cerrados con varias personas, apretujamiento en el transporte público, hemos retrocedido sustancialmente. Por eso han crecido los contagios. Muchos han creído que el Covid19 ya se había ido y que se podía actuar como antes. Grave error. Preocupa en particular las aglomeraciones; no sólo las fiestas clandestinas, también las tiendas con demasiada gente y sin que hayan mejorado la ventilación: ¡Toda tienda con ventiladores potentes, todas las ventanas de los micros y taxis abiertas todo el tiempo! Ventilación, ventilación, ventilación, es una de las formas importantes de combatir la pandemia que ha sido insuficientemente difundida.  Es absurdo que se prohíba ir a espacios abiertos como las playas, donde el aire fluye y el contagio es mucho menos probable, y se permitan casinos, tiendas y restaurantes sin circulación de aire.

El gobierno debe relanzar una fuerte campaña de comunicación con estos mensajes, y también debe reforzar y mejorar las regulaciones. Mantener omnibuses y micros abarrotados, casinos y gimnasios funcionado como si nada pasara, gente den demasía en tiendas y restaurantes, es una apuesta demasiado riesgosa. Permitir que algunas regiones se incendien sin tomar medidas drásticas aumenta el riesgo que el fuego de la pandemia se propague a nivel nacional. Ojo, que mientras más se demore el gobierno en tomar medidas y nosotros en reaccionar, más probable será que en unas semanas nos veamos entre la espada y la pared, entre la pandemia y la cuarentena.

POLÍTICA ECONÓMICA

Si la situación de la pandemia ha dado un giro, eso afectará la economía sí o sí. La teoría de escoger entre economía y salud, y de evitar medidas de control sanitario para que no caiga el PBI, no funciona. La pandemia ha regresado y golpeará la economía. Sacrificar la salud para proteger la economía no es una opción porque con la salud en crisis también se caerá la demanda y el PBI, como lo ha mostrado ya varios estudios hasta del FMI. Vean nomás los datos económicos de Estados Unidos del último mes con nuevo aumento del desempleo.

Hay que voltear la lógica: protejamos la salud y demos un soporte a la economía de la gente, que eso sostendrá la demanda, dando así mercado y opciones a las pequeñas, medianas y grandes empresas. Si la economía va a sufrir con la segunda ola, en especial en servicios que requieren atención personal como restaurantes o turismo, entonces lo que hay que hacer es acelerar la inversión pública, otorgar más bonos de ayuda y ampliar programas de empleo temporal, todas medidas que aumentan la demanda y el empleo. Con una pandemia creciendo los bonos familiares no pueden fallar otra vez. Si fuera necesario, un nuevo programa de apoyo financiero, con garantías estatales y fondeo del BCR como fue Reactiva Perú, pero con amplio alcance y prioridad hacia las empresas pequeñas y medianas que son quienes más lo necesitan.

Hemos regresado a una situación de alto riesgo. Mejor actuar de una vez, reduciendo el peligro, a esperar a que las cosas se pongan más feas. Mientras más se deje crecer la ola, mayor será el daño a la salud y a la economía. La mejor política es la de proteger ahora mismo la salud y el empleo de los peruanos, con políticas fuertes al respecto.