Las discusiones sobre los inmigrantes venezolanos se han puesto picantes, con Belmont diciendo falsedades de tono xenófobo mientras quienes fueron migrantes o somos hijos de inmigrantes sentimos removerse fibras emocionales profundas. Un primer paso necesario, sin embargo, es analizar los efectos económicos que tiene esa inmigración.

MIRADA SIMPLE: A MAS OFERTA, MENOS PRECIO

Un análisis bastante simple pero no por eso desdeñable alude a la conocida ley de la oferta y la demanda: a más oferta, menos precio. En este caso, a más oferta de trabajo, los salarios e ingresos del trabajo caen. Así de fácil. A quienes ese enfoque les parece inadecuado, recuerden la famosa ley de la navaja de Ockham: la explicación más simple es probablemente la correcta.

Obviamente, esto es válido solamente si simultáneamente no aumenta la demanda de trabajo, es decir, si en la industria y las empresas no se crean más puestos de trabajo. En el hipotético caso que hubiera una industria dinámica en la creación de puestos de trabajo, pues los venezolanos y los jóvenes podrían acomodarse en esos lugares. Pero eso no es el caso en el Perú ahora, por más que el MEF y sus soportes neoliberales se empeñen en decir que todo va bien porque hay buenos vientos de la economía internacional que nos empujan hacia adelante. Los últimos reportes tanto del INEI como del Ministerio de Trabajo indican que el supuesto crecimiento acelerado del PBI no se ha expresado en mayor creación de puestos de trabajo. En efecto, según el reporte del MINTRA,  en julio de este año hubo 0,3% menos empleos formales privados que un año atrás, mientras que en la industria lleva cinco años seguidos de pérdidas y más pérdidas de puestos de trabajo. Estas cifras que el Ministerio de Trabajo registra de las empresas son concordantes con las que el INEI obtiene encuestando hogares, fuente que encuentra que en empresas grandes en Lima hay 47 mil empleos menos en el año, mientras que el número de trabajadores con seguro de Essalud ha caído en 84 mil. El subempleo por horas, es decir la gente que trabaja menos de 30 horas porque no consigue que la contraten por más tiempo, ha aumentado en 100 mil personas más.

Los mecanismos mediante los cuales una mayor oferta en relación a la escasa demanda de trabajo termina trayéndose abajo los salarios los vemos a diario: una empresa, principalmente pequeñas e informales para trabajos poco calificados (como mozos de restaurantes o call-centers), prefieren contratar a un venezolano que se ofrece a trabajar por un salario menor que el que recibe un peruano. Se reemplaza así a un joven que gana poco por un venezolano que gana todavía menos. Algunos empleadores sinvergüenzas incluso aprovechan para recortarles el pago de vacaciones, gratificaciones u otros, confiados en que no podrán hacerles reclamaciones legales puesto que en su enorme mayoría (80 por ciento) los venezolanos no tienen el permiso legal para trabajar, es decir, ellos mismos están fuera de la legalidad.

Un caso un poco distinto es el de la venta ambulante. No hay allí más limitaciones que la imaginación y fuerza del vendedor. Pero, por ejemplo, si se duplica el número de vendedores ambulantes de golosinas, eso no lleva a que se duplique el consumo de golosinas ni mucho menos. Lo que quiere decir que cada vendedor ambulante, vende menos, y por lo tanto, gana menos (y seguramente afecta también a las ventas de las bodeguitas y puestos). Esto explica el por qué en determinados grupos y barrios la gente esté molesta con los venezolanos y se queje porque le quitan la chamba: no solo es verdad, sino que está a la vista de todo el mundo.

Algunos han resaltado que los inmigrantes no son muchos, pero lo cierto es que los venezolanos ya se acercan a los 400 mil, y a 5 mil diarios como estaban entrando hasta la semana pasada, puede fácilmente proyectarse que a fines de año superarían largamente el millón. Frente a una PEA urbana de 13 millones, son ya un 3 por ciento que avanza hacia 6 por ciento. No es poco, considérese simplemente que en condiciones normales cada año unos 250 mil jóvenes buscan empleo, es decir, ya hay 1,5 venezolanos por cada joven incorporándose al mercado de trabajo, y van en aumento.

Así, la reducción de empleos y la presión de oferta de los migrantes venezolanos en un mercado de trabajo desregulado e informalizado han llevado a que los ingresos promedio en Lima han caído ligeramente (según cifras del INEI) mientras los precios siguen subiendo, haciendo que los ingresos reales sufran un golpe fuerte . Explicar esa caída sobre la base de más oferta y menos demanda de trabajo, parece bastante sensato.

EFECTOS DIFERENCIADOS

No todos los segmentos y grupos laborales se ven igualmente afectados. Los docentes universitarios, como quien esto escribe, no nos vemos afectados para nada. Por razones legales, un venezolano requiere antes de enseñar en una universidad tener sus títulos revalidados, lo que no se hace de la noche a la mañana. Además, dada la supervisión de Sunedu y otros, hay que cumplir todas las formalidades laborales. Finalmente, en muchos aspectos, por más bueno que sea como profesional, es mucho mejor enseñar haciendo referencia y poniendo ejemplos de la realidad en la que se vive.

Algo similar sucede con otras profesiones de diversas maneras. Para ejercer como abogado, médico o ingeniero es fundamental tener título y estar colegiado. En muchos otros rubros un profesional debe ir construyendo su clientela y sus redes a lo largo del tiempo, como podría ser el caso de dentistas o contadores independientes. A un chef venezolano no le sería tan fácil trabajar acá, ya que los ingredientes y las comidas son otras y demora aprenderlas y manejarlas bien.

En las empresas más grandes, la barrera para que entren inmigrantes no solo es legal, aunque muchas de ellas, como se ha documentado, tienen gente contratadas informalmente y/o sin derechos, por diversos mecanismos como los services, las tercerizaciones y los “contratos en negro”. Pero en una gran empresa es importante también el conocer sus estructuras organizaciones, sus normas internas, sus propios procedimientos y cultura interna, lo que no se logra de la noche a la mañana: cuesta. El mercado de trabajo en empresas no es como el mercado de papas: existen costos de selección y contratación y relaciones construidas para un soporte mutuo que implican compromisos implícitos de mediano y largo plazo, para lo cual venezolanos que solo tienen permisos temporales y cuya propia vida está como en un intermedio indefinido tienen dificultades.

Cabe preguntarse cuánto, en las reacciones y polémicas en redes, no juegan no solamente experiencias personales y familiares de inmigración, e ideologías, sino también la ubicación personal en el mercado de trabajo y los efectos (o no) de la inmigración venezolana. Porque vamos, siempre es fácil ser solidario cuando el costo lo cubren otros y no uno.

LA MACRO Y EL LARGO PLAZO

Si la oferta y la demanda de trabajo nos dan pistas para entender lo que pasa, una mirada macroeconómica es necesaria. Y no muestra mejores perspectivas. Al reducirse los salarios, como lo han hecho, la demanda cae, agravando la recesión de la industria y frenando el motor del mercado interno que es fundamental para el crecimiento. Además, los venezolanos gastan solo lo mínimo en el Perú, preocupados como están para mandar dinero a sus familias. De tal manera que este fenómeno inmigratorio está recortado la demanda interna.

Se menciona que, según diversos estudios en países desarrollados, a mediano y largo plazo la inmigración ayuda el crecimiento económico. Es, por cierto, un tema en el cual no ha dejado de haber polémicas en la academia. Pero cabe hacer algunas salvedades. La primera es la clásica de Keynes: en el largo plazo todos estamos muertos, que se aplica sobre todo en un Perú donde el desempleo juvenil, la pobreza y la anomia todavía son prevalecientes. La segunda, que difícilmente puede pensarse que los estudios para Europa y Estados Unidos se aplican al Perú ya que somos muy distintos¸: en aquellos países su población original está en declive por lo que necesitan inmigrantes jóvenes en edad de trabajar, y tienen sistemas laborales fuertes de tal manera que la entrada de migrantes no reduce los estándares de trabajo. La tercera, que el tamaño y la política importan, y los principales estudios se refieren a países que controlan y limitan la inmigración desde mucho tiempo atrás. La verdad es que los economistas sabemos muy poco sobre como una inmigración masiva puede afectar a un país en desarrollo, y habría que recordar que el Perú todavía tiene fracturas étnicas y culturales desatendidas en relación a nuestros propios orígenes históricos.

La discusión nacional frente a la inmigración venezolana se ha centrado mucho en cuestiones éticas e ideológicas. Sin duda son elementos fundamentales a tener en cuenta. Pero las consecuencias económicas y sociales no son nada desdeñables, e incluso desde una perspectiva ética, no pueden dejar de considerarse. Añadiremos sobre esto en una próxima entrega.