Futuro Indefinible

Nunca en nuestras vidas el mundo había pasado por cambios tan radicales. La situación, global, es de enorme incertidumbre, con un total desconocimiento de lo que dentro de apenas pocos meses pasaremos como sociedad y como personas. Tanto así, que ni siquiera estamos seguros de que estaremos vivos nosotros mismos o quienes concentran nuestros mayores afectos, aunque ese escenario sea tan aterrador que no nos atrevemos a mirarlo de frente a la cara.

En la mayoría de ciudades peruanas, vivimos el práctico levantamiento de la cuarentena, tras la tirada de toalla del gobierno con la fachada de “reactivación”. Se ha generado ya un movimiento y un tráfico que, si bien no es el de antes, es sustancial. Más gente en las calles y menos distancia social promueven más contagios, los que en diez días se convertirán en más enfermos graves en las puertas de los hospitales en búsqueda de camas, oxígeno y ventiladores inexistentes. ¿O será que ya hay muchos que han pasado la enfermedad sin tener síntomas y que empezará a funcionar la estrategia de pruebas y control del ministerio de salud?

Tendía a ser absolutamente pesimista hasta que vi que en España llevaba dos días sin un solo muerto por Covid-19. España era hace pocas semanas el segundo país del mundo en peor situación después de Italia, donde la cosa también ha mejorado mucho y ya se pueden ver fotos de Venecia con gente aglomerada en los puentes que cruzan sus famosos canales. ¿Qué está pasando, es que han sido exitosos con sus cuarentenas y aplicación de pruebas y aislamiento de enfermos, o es que ya se enfermaron tantos que la curva de contagios se cae, ayudados además por la llegada del verano en el norte? Si fuera el aumento de las temperaturas y de las horas de sol lo que les ayuda, ¿por qué el Covid-19 sigue azotando brutalmente a Estados Unidos y a Inglaterra, donde también ha llegado el verano?

Me quedo con la idea de que, en términos de la pandemia, cualquier cosa puede pasar, en el mundo y en el Perú. Aunque no encuentro mayores razones para sustentar alguna dosis de optimismo por esta Lima gris, los datos indican con fuerza que este coronavirus afecta menos en la altura. Me acaba de llegar la estadística: hasta fines de mayo apenas 4 por ciento de las muertes en el Perú sucedieron encima de los mil (1,000) metros de altitud. ¿Será que por una vez en la historia les va a ir mejor a la sierra y a los serranos, tan discriminados que hasta llamarlos así suena a insulto en vez de a descripción? ¿Nos ayudaría eso como país para iniciar, en nuestro bicentenario, un cambio de largo plazo sentando bases geográficas e históricas que nos resultan indispensables como nación?

LOS GOBIERNOS

Pienso que nuestro gobierno, a pesar de algunos aciertos, ha tenido errores gruesos. Es verdad que la epidemia nos agarró en pésimas condiciones. No éramos, como decían algunos, el país de gran éxito económico que debía generar envidia en los vecinos, éramos el país con un sistema de salud desastroso, con pocos médicos y camas hospitalarias, casi sin industria de medicinas y equipos de salud. El país de la informalidad, de las empresas especializadas en sacarle la vuelta a la ley, los comerciantes callejeros aglomerados, la ausencia total de planificación urbana y el transporte público más caótico del continente. El país de los empresarios tramposos que fundan sus conglomerados en paraísos fiscales y acumulan 4 mil millones de dólares sin darle nada a nadie mientras siguen ganando con su monopolio de las boticas y despiden trabajadores mientras sacan millones de fondos del estado. El país en el que las normas del estado se toman como algo relativo y en cuyas ciudades no es de sentido común pensar en el bien común.

Todo eso es verdad. Pero fue el gobierno, y no estos lastres nacionales, quien negó el apoyo económico a millones de necesitados. Tras 80 días de estado de emergencia, según el propio gobierno todavía no le han pagado ese bono a 3 millones de peruanos, casi la mitad del total planteado como objetivo (y que ya era una cantidad insuficiente). Estamos en junio y el “Bono Universal” anunciado en abril apenas ha llegado al 1 por ciento de los 8 millones de familias peruanas. Se trata de un error que ha generado enorme sufrimiento y angustia a millones y que está detrás de este “rompan filas” de la cuarentena, por necesidad económica y por pérdida de esperanza social en que pueda llegar la ayuda del gobierno. ¿Este desastroso resultado se debió a incapacidad burocrático-administrativa, a la mala estrategia de priorizar focalizaciones y listas familiares difíciles de lograr o por una política de ajuste fiscal propia del neoliberalismo? Creo que estas tres razones han conformado un combo que resultó letal, para la gente, el gobierno y el país entero.

¿Conviene entonces que caiga el gabinete y se debilite Vizcarra? Tenemos poco estado y un gobierno deficiente, pero eso es, a final de cuentas, nuestro país. Peor sería no tener nada de gobierno. ¿Será que el vaso está medio lleno y no medio vacío? Miren nomas a esos bufones, tontos pero populares, estúpidos pero amenazantes, Trump, Bolsonaro y Boris Johnson, dirigiendo el estado más poderoso del planeta (Estados Unidos), el de Sudamérica (Brasil) y la potencia mundial dominante durante dos siglos (Inglaterra). Tremendo trío de incompetentes, demagogos, irresponsables y estúpidos que se dan aires de dictadorzuelos. Ahora en Estados Unidos hay una tremenda rebelión popular porque un policía blanco asesinó brutal y alevosamente a un afroamericano, generando una ola de rechazo a la que Trump responde con amenazas de mayor represión y persecución.

¿Cómo serán los gobiernos, dentro de un año? En el Perú tendremos elecciones y, como siempre, cualquier cosa puede pasar. Nunca perdemos las esperanzas de algo mejor, aunque siempre terminamos decepcionados (recuerden que las últimas elecciones generales salieron ganadores PPK y la mayoría fujimorista en el congreso). ¿Podrá Estados Unidos remontar y tener mejores gobiernos o ya están en una declinación irremediable que, aunque pueda tener altibajos, marca ya el fin del dominio occidental anglosajón en el mundo? ¿Será que en Sudamérica estamos condenados a la torpeza y la mediocridad con destellos muy breves de esperanza? ¿Es hacia el Asia adonde debemos voltear la mirada, buscando en quienes lo han hecho mejor en esta pandemia, las mejores opciones hacia el futuro?

MIRANDO AL 2021

Los peruanos con más de cuatro décadas a cuestas recordamos haber vivido con altos niveles de zozobra, cuando las bombas estallaban por Lima en medio de “paros armados”, las fuerzas armadas patrullaban las calles con tanques y terminaban las protestas en San Marcos con muertos, cuando empezabas el día sin saber si conseguirías leche y los precios podían cuadruplicarse de un día para otro. Sin embargo, ha pasado ya mucho tiempo y la situación actual es tan distinta que nuestras vivencias del pasado no nos facilitan atisbar lo que se viene.

¿Qué pasará en cuatro o seis meses? Pensando sobre todo en los países desarrollados del norte, se alerta sobre una posible segunda ola de la epidemia. Si el Covid-19 sigue la evolución de la gran epidemia de gripe española de 1920, el nuevo invierno septentrional traería consigo una nueva ola de contagios mortales. En ese escenario, las mejoras que hoy se perciben en Italia, España y otros países europeos, o en Nueva York y la costa noreste de los Estados Unidos, podría ser solo algo temporal.

¿Se lograrán, mientras tanto, avances científicos que nos permitan contar con una vacuna o con tratamientos de eficacia demostrada? Esas son las preguntas del millón. Hay un centenar de esfuerzos científicos buscando la vacuna en el mundo, pero aunque se habla de año y medio no hay certeza del plazo en que ello podría suceder, y el Perú además deberá espera en cola meses para tener las dosis necesarias. Hay también feroces discusiones científicas y políticas sobre distintos tratamientos, con el riesgo de que varias de ellas puedan ser no solo ineficaces sino también dañinas, como ha sucedido varias veces en la historia de la humanidad.

Lo que está en juego no es solo la probabilidad de estar sano o enfermar. La aumentada posibilidad de morir recorta múltiples aspectos de nuestra vida. Una vacuna o tratamiento eficaz nos permitiría retomar muchas de las costumbres, consumos y expectativas de futuro que teníamos: ir a clases a estudiar, salir en mancha por unas chelas o a un concierto, celebrar con una fiesta o llorar colectivamente en un velorio, pasear por un lugar distante durante una semana de vacaciones.

¿Tendremos que vivir en adelante siempre con las clases y reuniones por zoom, con los abrazos cancelados y el turismo esfumado? ¿Hasta cuándo ponemos en pausa los matrimonios, las reuniones con los amigos y hasta los velorios? ¿Cómo re-establecer una economía que se construye sobre vínculos interpersonales cuyas formas hoy están suspendidas, como un pequeño virus del SARS-Cov-2 flotando en el aire por un tiempo totalmente indefinido?

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